Homilía – Jueves después de Ceniza

Después de la confesión de Pedro: Tú eres el Cristo el Hijo de Dios vivo; Jesús les anuncia a sus discípulos la pasión.

Este anuncio de la pasión les muestra que el Mesías esperado no es un Mesías triunfante. La gloria de Cristo pasará por la Cruz.

El triunfo de Cristo no es un triunfo al modo de los hombres. Los hombres no esperaban ese modo de triunfar.

En el anuncio de la Pasión Cristo habla de sufrir, de ser rechazado y morir para después resucitar.

El sufrimiento, el rechazo y la muerte, también van a ser la condición de todo el que quiera seguir a Jesús.

Y Jesús nos invita a seguirlo, no nos obliga, nos invita. Jesús dice: si alguno quiere……

Y seguir a Cristo es seguirlo por el camino que recorrió que paso por la cruz para alcanzar luego la gloria de la resurrección.

Cuando cada una de nosotros llevamos esa nuestra cruz de cada día con amor y por amor a Cristo, estamos profesando nuestra profunda fe en Jesús.

Cuando Cristo nos invita a seguirlo tomando nuestra cruz, nos está indicando que la vida cristiana es una vida con cruz.

En el bautismo nos han signado con la señal de la Santa Cruz, porque nuestro destino de cristianos está ligado indisolublemente al de Cristo, que llego a la resurrección pero por la Cruz.

Por eso no pensemos en saltear la cruz y adelantar la Resurrección. Lo normal en una vida cristiana es que se encuentren anticipo de la resurrección dentro de nuestra vida diaria cargando nuestra cruz.

Algunas veces puede ser que encontremos nuestra cruz en una gran dificultad, en una enfermedad grave y dolorosa, en la muerte de un ser querido. En esos casos, debemos abandonarnos en las manos de Dios, con la certeza que si el permite nuestro dolor es para hacernos más semejantes a Él. Si el Señor permite nuestra cruz, nos va a dar las gracias necesarias para llevarla y daremos fruto abundante.

Pero lo normal, es que encontremos la cruz de cada día en las pequeñas contrariedades en nuestra familia, en el trabajo, en nuestro grupo, con nuestros vecinos…..

Tenemos que recibir esas contrariedades con ánimo y ofrecerlas al Señor sin quejarnos.

La queja es una forma de rechazo a la cruz.

Esta actitud nos va a ayudar a perfeccionarnos, a ser más comprensivos, a ser pacientes, a comprender…

Vamos a pedirle hoy a María, en los comienzos de este tiempo de Cuaresma, que no permita que rechacemos la cruz de Cristo. Queremos encontrar a Dios, queremos encontrar la felicidad y el camino es aceptar por amor a Cristo nuestra cruz de cada día.