San Policarpo

Cuando san Pablo pasó por Esmirna, dejó asentada una comunidad cristiana. Allí nació Policarpo a la fe.

Conservamos dos impresionantes cartas que nos hablan de él. La primera se la escribió san Ignacio de Antioquía; la segunda la escribió él mismo a los cristianos de Filipos. Era Policarpo el personaje más importante de la cristiandad oriental. San Jerónimo le llamó «príncipe del Asia». Había conocido a Juan Evangelista y a muchos de los que habían visto al Señor.

Un año antes de morir, Policarpo se presentó en Roma, y el papa le cedió todos los honores en la asamblea de los fieles. Tal era su prestigio.

Tenía que morir de mala manera. Se levantó en Esmirna la persecución de cristianos y fueron a apresar al obispo Policarpo. Cuando le echaron mano, les pidió que le dejaran rezar un rato. Dos horas pasó pidiendo por la Iglesia. Lo llevaron al circo, lo forzaron a renegar de la fe cristiana.

«Ochenta y seis años hace que le sirvo. Nunca me ha hecho el menor mal. ¿Cómo podría injuriar a mi Salvador?». Le prendieron fuego, y por si fuera poco, lo remataron a puñaladas en el corazón.

Toda esta historia ha llegado a nosotros por una carta que la iglesia de Esmirna envió a todas las partes del mundo, dando cuenta de tan horribles hechos.