San Roberto Southwell

Padeció martirio en el año 1595. Juntamente con él recordamos a veinte sacerdotes jesuitas más, todos ellos ingleses, quienes sufrieron idéntica muerte entre los años 1594 y 1679.

Roberto, nació en 1561 en Norfolk, en el seno de una familia noble y rica. enviado a Francia, estudió en Douai y luego en París. Ingreso en Roma en la Compañía de Jesús. En 1586, ya ordenado sacerdote, regresó a su país.

Conocía los peligros a los que lo exponía su predicación en Inglaterra, por lo cual cambiaba constantemente de lugar y muchas veces tuvo que disfrazarse para escapar a los esbirros de la reina. Durante dos años estuvo escondido en casa de la condesa Ana de Arundel, dama católica, y salía de su escondite por la noche para continuar con su apostolado. En el palacio de sus benefactores instaló una imprenta clandestina, con la cual editó artículos y poesías a fin de llevar algún aliento espiritual a los católicos.

Finalmente, se hallaba en casa de la familia Bellamy, ejerciendo su ministerio, cuando lo delataron a las autoridades.

Fue llevado a prisión. El proceso se inició el 20 de febrero de 1595. Enorme cantidad de público se había congregado en las inmediaciones del tribunal. Fue acusado de ser sacerdote jesuita y haberse levantado en rebelión contra la reina.

El padre Southwell confesó pertenecer a la compañía de Jesús, dando gracias a Dios por ello; pero negó todo intento de rebeldía contra la soberana. Sólo quería servir a Dios y a las almas.

La acusación se centró entonces en el verdadero motivo: el padre Southvell obedecía antes al papa que a la reina. El acusado respondió que no negaba acatamiento a la reina en lo temporal. «Dad al César -dijo- lo que es de César y a Dios lo que es de Dios».

Ciego de cólera lo condenaron a muerte. «Gracias, señores -dijo el mártir- me habéis dado la mejor noticia».

Conducido al patíbulo, contempló sonriente la horca, y ya puesto en ella dirigió la palabra al público allí apiñado, reiterando su respeto a la reina y haciendo profesión de fe católica, «por la que -dijo- estoy dispuesto a morir mil veces».