Beato Sebastián de Aparicio

Nació en Galica, en la provincia de Orense, en el pequeño pueblo de Gudiña, el 20 de enero de 1502. Pertenecía a un hogar muy piadoso y humilde. En su juventud, fue pastor; sirviente más tarde, en Salamanca y en San Lúcar de Barameda. Tiempo después volvió a las faenas del campo, que le permitían dedicarse con más frecuencia a la oración y a la contemplación.

En 1533 partió hacia América. Desembarcó en el puerto de Veracruz (México) y se radicó en Pueblo de los Ángeles, desempeñándose como carpintero y luego como labrador. A fuerza de tesón y trabajo logró reunir un capital, con el que amplió el campo de sus negocios, entre ellos el transporte de mercancías mediante carretas tiradas por bueyes (las primeras que hubo en el país), aliviando de este modo el trabajo de los indios.

En medio de estas actividades no olvidó el ejercicio de la caridad, ayudando con abundantes limosnas a los necesitados y favoreciendo con dotes a las jóvenes próximas a contraer matrimonio.

En medio de la riqueza, él vivía en la mayor de las austeridades. Profesaba gran amor a nuestra Señor y la devoción por el rezo del rosario lo acompañó siempre.

Aquejado por una gravísima dolencia, comprendió la necesidad de vivir en compañía y contrajo matrimonio. Pero Dios lo había dispuesto de otro modo, pues en pocos años enviudó dos veces.

Al morir su segunda esposa, liquidó sus bienes y se dedicó totalmente al ejercicio de la caridad. Ingresó en la tercera orden de san Francisco. En el monasterio de Puebla de los Ángeles fue limosnero y allí transcurrieron los últimos años de su vida.

Se lo veía recorrer la comarca, a veces a pie y descalzo, otras guiando un carros, confiado en la providencias, que nunca lo defraudó, para proveer el sustento de los frailes.

A los noventa y seis años conoció que se aproximaba su muerte. Su desconsuelo era no poder recibir la comunión, pues la grave dolencia de su estómago no se lo permitía. Falleció el 25 de febrero de 1600.