En este sábado después de ceniza, apenas comenzado el tiempo de cuaresma, el Señor nos llama a cada uno de nosotros a convertirnos y seguirlo.
El Evangelio recuerda el momento en que el Señor «llama» a Leví-Mateo y le dice: «Sígueme».
Y Mateo: se levanta, lo deja todo y sigue a Jesús.
Y para celebrar su conversión, ofrece un gran banquete.
«Conversión» y «alegría».
«Ese» es también el tema de Isaías en la primera lectura de la Misa de hoy. La Palabra de Dios, nos da hoy, sugerencias muy concretas que pueden ayudarnos en el esfuerzo que la cuaresma nos pide para convertirnos a Dios: poner suavidad y bondad en todas nuestras relaciones… estar atentos a los deseos de los demás… y a las necesidades imperiosas de muchos para hacerlos más felices…
Siguen las sugerencias para vivir nuestra cuaresma con la mirada fija en la Resurrección del Señor. Ahora la Palabra de Dios nos sugiere valorizar a fondo nuestros «domingos».
Para nosotros los cristianos, el domingo es el día del Señor. Y ese día debemos dedicar un tiempo a la Reflexión y a la oración, debemos olvidar un poco nuestras preocupaciones, nuestros asuntos- demasiado humanos-, para considerar los asuntos de Dios.
Entonces…, encontraremos la alegría.
Dios no quiere el «esfuerzo» y el «sacrificio» por sí mismos.
Dios quiere el sacrificio para el gozo y la alegría.
La cuaresma es tiempo de conversión, y esa conversión, lleva a renunciar, a dejarlo todo, como Mateo, pero con alegría –como lo hizo Mateo-.
Este pecador deja su vida anterior y sigue a Jesús.
Y esa conversión y ese renunciar a todo, le produce alegría. Por eso Mateo festeja su conversión con una fiesta. Y el Señor, asiste a esa fiesta, comparte y aprueba esa alegría de Mateo.
Por eso hoy vamos a renovar nuestro propósito de «convertirnos a Dios», de despojarnos de todo lo que nos separa de Él; para seguirlo y encontrar la «alegría» que sólo Él puede dar.