Lectio Divina – Lunes I de Cuaresma

Espero en la bondad del Señor

Invocación al Espíritu Santo:

Dios, envíame también a mí tu Espíritu Santo para que me deje llevar hacia ti desde este día fatigoso y decepcionante. Tú me has mostrado hoy que no puedo construir sobre mi capacidad, sobre mi voluntad, sobre mi acción, que no puedo vivir del éxito y el reconocimiento, sino solo a partir de tu amor, para poder dormir en paz, sostenido por tus brazos benévolos, en medio de la calma que me proporcionaron tus ángeles que tú me enviaste para mostrarme tu cercanía caritativa.

Lectura. Mateo capítulo 25, versículos 31 al 46

Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’.

Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron’.

Entonces ellos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo oencarcelado y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán estos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para el texto:

El discurso de la venida del Hijo del hombre concluye con esta impresionante visión del juicio que tendrá lugar al final de los tiempos. Será, ante todo, un acto de discernimiento en el que aparecerán con claridad las diversas actitudes. Lo más sorprendente y llamativo es la medida que se utiliza, a saber, la actitud de amor o indiferencia ante los necesitados, en los que se hace presente el Señor. Los discípulos de Jesús son quienes reconocen y socorren en el pobre y necesitado.

Meditación:

Los enemigos de Cristo y de su Iglesia han logrado desfigurar la verdadera esencia y raíz del cristianismo. Algunos creen que el cristianismo consiste solo en rezos y posturas piadosas. Esto, indudablemente, tiene su valor y es un medio válido para vivir la fe, pero no es lo único ni lo esencial.

Cristo, el día de hoy, nos viene a recordar cuál es la esencia de su mensaje: la caridad. La caridad no como mera filantropía, sino como verdadero amor a Dios que vive realmente en mi prójimo. Jesús nos lo dice clarísimo “a mí me lo hicisteis”, y además con ejemplos prácticos. Esta caridad brota naturalmente del amor a Dios. Si amo a Dios no puedo dejar de amar a mi hermano.

Además de los actos externos, la caridad se aplica a la palabra. Sí, este es uno de los campos más difíciles, pero también de los más hermosos. No basta conformarnos con no criticar a los demás, que ya sería bastante. Hace falta hablar bien de mi prójimo, promover lo bueno y silenciar lo malo, forjar el hábito de la benedicencia. No hace falta inventarse virtudes y cualidades donde no las hay, pero sí reconocer y hablar de las que tiene mi hermano.

Suena bonito, pero cuesta. Haz la prueba de hablar bien de tus hermanos tres veces al día, verás cómo no es tan fácil. Pero Dios lo quiere, y, sobre todo, recuerda que Dios vive en tu prójimo.

Oración:

Señor Dios, tú has constituido a tu Hijo Jesús juez universal. Él vendrá al final de los tiempos para juzgar a todas las naciones. Él viene cada día a nosotros de mil formas y nos pide que lo acojamos. Lo encontramos en la Palabra y en el partir del pan. Y lo encontramos también en los hermanos partidos y desfigurados por el hambre, la opresión, la injusticia, la enfermedad, el rechazo de la sociedad. Abre nuestros corazones para saber acogerlo en el hoy de nuestra vida, para ser por Él acogidos en la eternidad del cielo. Amén.

Contemplación:

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 1020: El cristiano que une su propia muerte a la de Jesús ve la muerte como una idea hacia Él y la entrada en la vida eterna. Cuando la Iglesia dice por última vez las palabras de perdón de la absolución de Cristo sobre el cristiano moribundo, lo sella por con una unción fortificante y le da a Cristo en el viatico como alimento para el viaje.

Oración final:

Jesucristo, no debo temer a la muerte porque ella es el paso que me acerca a lo que más he buscado en mi vida: gozar en plenitud de tu presencia. La vida es corta y tengo que aprovecharla para amarte y servirte, fortaleciéndome diariamente con la oración y los sacramentos. Confío en Ti y te digo que puedes venir a buscarme cuando Tú quieras, como Tú quieras y donde Tú quieras.

Propósito:

Acercarme diariamente a la comunión, sacramental o espiritualmente.

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Homilía – Lunes I de Cuaresma

La primera semana de Cuaresma comienza con el recuerdo de la segunda venida de Jesús al final de los tiempos para juzgar al mundo.

En su primera venida el día de Navidad, Jesús vino a salvar al hombre y a dejar los medios para conseguir la salvación.

En su segunda venida al final de los tiempos, vendrá como juez y a cada uno de los hombres le pedirá cuenta del uso, que haya hecho de esos medios de salvación.

El Hijo del Hombre, volverá como rey supremo a juzgar a todas las naciones, o sea a toda la humanidad.

Para los judíos esa humanidad, era objeto de condenación por no pertenecer al pueblo Dios. Jesús nos dice en este evangelio, que esa humanidad que no tiene fe en él, simplemente porque no lo conoce, también se salva, el Señor los juzgará por su buena voluntad, concretada en las obras de amor y misericordia que han hecho en favor de los necesitados.

Son muchas las personas y los pueblos que no conocen a Jesús, que pertenecen a otras religiones o simplemente que no tienen religión y que sin embargo, se entregan generosamente al servicio de los pobres, de los oprimidos.

San Juan de la Cruz dice que en el último día, nos juzgarán en el amor.

Por eso cada uno de nosotros, que tenemos fe en Jesús, que lo conocemos, que podemos recibirlo en la eucaristía, tendríamos que preguntarnos, cómo estamos en el amor, deberíamos ver si no estamos un poco escasos de misericordia.

Y cuando reconozcamos en nosotros ese escaso amor, seamos menos severos al juzgar.

No juzguemos a otra gente, a gente que practica otra religión o tal vez ninguna, porque tal vez ellos sin conocer a Cristo y quizá sin saberlo estén más cerca de Él y de su reino que nosotros.

El Señor nos dejó como ley fundamental que nos amemos unos a otros, y nos dijo, que en eso se reconocerían sus discípulos.

El amor a Dios, lo tenemos que vivir y expresar en el amor al prójimo

Por eso el Señor en este evangelio nos muestra que los que hagamos o no a un hermano nuestro, «se lo hacemos» o «no», a Dios.

Todo el secreto del cristianismo consiste en saber descubrir a Dios en los demás, por sobre todo en los que sufren.

El Señor en este evangelio se identifica con los que más necesitan amor, y nos dice a nosotros que lo amemos en esas personas que sufren, que están enfermos, que están desamparados, que tienen hambre…

Vamos a ofrecerle a Dios hacer hoy algo por alguna persona que esté sufriendo alguna necesidad. Queremos en esta cuaresma preparar nuestro corazón caminar hacia la santidad que el Señor pide a sus discípulos.

Comentario – Lunes I de Cuaresma

Mateo 25, 31-46

Esta página casi final del evangelio de Mateo es sorprendente. Jesús mismo pone en labios de los protagonistas de su parábola, tanto buenos como malos, unas palabras de extrañeza: ¿cuándo te vimos enfermo y fuimos a verte? ¿cuándo te vimos con hambre y no te asistimos? Resulta que Cristo estaba durante todo el tiempo en la persona de nuestros hermanos: el mismo Jesús que en el día final será el pastor que divide a las ovejas de las cabras y el juez que evalúa nuestra actuación.

Para la caridad que debemos tener hacia el prójimo Jesús da este motivo: él mismo se identifica con las personas que encontramos en nuestro camino.

Hacemos o dejamos de hacer con él lo que hacemos o dejamos de hacer con los que nos rodean.

Es una de las páginas más incómodas de todo el evangelio. Una página que se entiende demasiado. Y nosotros ya no podremos poner cara de extrañados o aducir que no lo sabíamos: ya nos lo ha avisado él.

Desde los primeros compases del camino cuaresmal, se nos pone delante el compromiso del amor fraterno como la mejor preparación para participar de la Pascua de Cristo.

Es un programa exigente. Tenemos que amar a nuestro prójimo: a nuestros familiares, a los que trabajan con nosotros, a los miembros de nuestra comunidad religiosa o parroquial, sobre todo a los más pobres y necesitados.

Si la lectura nos ponía una medida fuerte -amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos-, el evangelio nos lo motiva de un modo todavía más serio: «cada vez que lo hicisteis con ellos, conmigo lo hicisteis; cada vez que no lo hicisteis con uno de ellos, tampoco lo hicisteis conmigo». Tenemos que ir viendo a Jesús mismo en la persona del prójimo.

Si la primera lectura urgía a no cometer injusticias o a no hacer mal al prójimo, la segunda va más allá: no se trata de no dañar, sino de hacer el bien. Ahora serán los pecados de omisión los que cuenten. El examen no será sobre si hemos robado, sino sobre si hemos visitado y atendido al enfermo. Se trata de un nivel de exigencia bastante mayor. Se nos decía: no odies. Ahora se nos dice: ayuda al que pasa hambre. Alguien ha dicho que tener un enfermo en casa es como tener el sagrario: pero entonces debe haber muchos «sagrarios abandonados».

En la Eucaristía, con los ojos de la fe, no nos cuesta mucho descubrir a Cristo presente en el sacramento del pan y del vino. Nos cuesta más descubrirle fuera de misa, en el sacramento del hermano. Pues sobre esto va a versar la pregunta del examen final. Al Cristo a quien hemos escuchado y recibido en la misa, es al mismo a quien debemos servir en las personas con las que nos encontramos durante el día.

Será la manera de preparar la Pascua de este año: «anhelar año tras año la solemnidad de la Pascua, dedicados con mayor entrega a la alabanza divina y al amor fraterno», (prefacio I de Cuaresma).

Será también la manera de prepararnos a sacar buena nota en ese examen final. «Al atardecer de la vida, como lo expresó san Juan de la Cruz, seremos juzgados sobre el amor»: si hemos dado de comer, si hemos visitado al que estaba solo. Al final resultará que eso era lo único importante.

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (1ª lectura)

«Tus palabras, Señor, son espíritu y vida» (salmo)

«Estuve enfermo y me visitasteis» (evangelio)

«Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (evangelio)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2

Este es mi Hijo, el amado… escuchadle

Sal de tu tierra…

En el relato de la vocación de Abraham podemos ver también reflejada la historia de miles de cristianos y cristianas que han vivido su fe con profundidad, con entrega generosa. Si nos detenemos a reflexionar sobre lo que somos como Iglesia, como comunidad y por qué no, en forma personal, podremos caer en la cuenta de que somos frutos de esas bendiciones prometidas a Abraham; reiteradas a lo largo de siglos, y cumplidas en nosotros. Hemos recibido la fe en un Dios que es amor, un Dios que sale la encuentro de cada hombre y mujer, la celebramos y compartimos porque otros se han atrevido a salir de su tierra, a dejar sus comodidades y, por supuesto, sus seres queridos para ponerse en camino…

Hoy también la llamada de Dios se renueva para cada uno y para cada una. Estamos invitamos a “salir de la tierra…” y a marchar por los caminos que el Señor nos muestra. Hoy más que nunca en la Iglesia necesitamos recorrer esos caminos en clave sinodal, haciendo caminos juntos, siendo dóciles a la voz de Dios manifestada en la Iglesia universal y las comunidades locales. Ponerse en camino… es la actitud necesaria hoy.

Este es mi Hijo, el amado… escuchadle

El relato de Mateo sobre la experiencia de Pedro, Santiago y Juan en la montaña con el maestro es tan conocido que corremos el riesgo de esclerotizar su riqueza bajo la ya tan conocida etiqueta de la “transfiguración del Señor”. Como recordaba U. Luz, “este relato es deliberadamente polifacético”. El contexto literario del relato mateano invita a tener en cuenta el camino de los discípulos hacia la pasión.

Hemos iniciado el camino cuaresmal, un tiempo propicio que la Iglesia nos ofrece para mirar nuestro caminar: el camino personal y el comunitario. El seguimiento de Jesús es un camino, aunque no exento de dificultades, dudas y frustraciones, que tiene también sus cimas, sus montañas de transfiguración, esas experiencias que renuevan, marcan y empujan a seguir adelante.

Sabemos que el camino cuaresmal es una invitación -personal y comunitaria- constante a escuchar al Hijo, al amado de Dios. Sin escucha no hay posibilidad de aprender del Maestro; sin escucha no es posible comprender lo que Dios nos pide en el contexto actual; sin escucha mutua en las comunidades eclesiales no podremos descubrir ni acertar el camino que nos pide el Señor. Por eso, creo que la escucha es una verdadera ascesis en estos tiempos, es un ejercicio que requiere de nuestro mayor esfuerzo. Eso nos conecta directamente con el mandamiento más importante del Antiguo Testamento: “escucha, Israel…”

Por otro lado, para escuchar debidamente, necesitamos conocer al que nos habla, que no es otro sino el Hijo Único, el amado de Dios. Por eso, necesitamos preguntarnos:

¿Conozco a Jesucristo? ¿He tenido experiencia de un encuentro personal con el Señor?

¿Escucho a los demás? ¿Me cuesta escuchar? ¿Dedico tiempo a escuchar a Dios en su Palabra y en la oración? ¿Estoy en modo sinodal, queriendo hacer camino con otros y otras? ¿Qué significa para mí hoy salir de mi “tierra”?

Fr. Edgar Amado D. Toledo Ledezma, OP

Mt 17, 1-9 (Evangelio Domingo II de Cuaresma)

¡Entre la cruz y la gloria!.

Ya el marco en que los evangelistas colocan este acontecimiento nos permite descubrir su primer valor para el anuncio y la predicación en este domingo. La radicalidad de las palabras de Jesús es de una autenticidad indiscutible. Se enseña habitualmente que las palabras de seguimiento son de las más auténticas y las menos discutidas de las que pronunció Jesús. Jamás ningún maestro de su tiempo ni después tampoco se atrevió formular tal invitación: quien quiera ser discípulo debe negarse a sí mismo y ponerse en marcha detrás de mí. Pero en líneas anteriores, ha revelado sin ambages su destino, que por cierto sólo fue captado en su primera parte, es decir, la que habla de sufrimientos, traiciones, humillaciones y muerte. Jesús habló también de resurrección, de vida, de gloria. Pero los discípulos no entendieron y Pedro se escandaliza. ¡Jesús avalado por dos grandes profetas: Moisés y Elías!. Mateo nos invita a contemplar a Jesús como un nuevo Moisés, que se encuentra con Dios en un nuevo Sinaí, también en medio de una nube y rodeado de luz. Moisés y Elías tienen relación importante con el Sinaí, y los dos representan lo mejor del profetismo. Personifican la Ley y los Profetas donde se encuentra la esencia de la revelación veterotestamentaria de la voluntad de Dios. Y también Mateo nos ha advertido ya (5,17ss) que Jesús ha venido a dar cumplimiento (histórico-salvífico) a la Ley. Y en otro momento de su ministerio nos dijo que toda la ley y los profetas se sintetizan en su nuevo mandamiento de amor a Dios y al prójimo (Mt 22,40). ¡Jesús, el Hijo predilecto del Padre!. La voz celeste procedente del Padre es una solemne declaración: Jesús es su Hijo amado, en quien se complace. La revelación nos remite a otro acontecimiento central en la vida de Jesús que es su bautismo (otro elemento importante para centrar bien el sentido de la cuaresma: tiempo de preparación y experiencia bautismal). ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Jesús!. El «escuchadle» de este fragmento centra la atención del lector. Se le invita a que entienda todo el conjunto orientado a este centro. Jesús está dotado de las cualidades de quien puede revelar la última voluntad de Dios en favor de los hombres. Viene a proclamar la soberanía y del amor de Dios. El hombre no tiene otra alternativa, si se quiere poner en marcha hacia la verdadera salvación: escuchar la palabra de Éste de quien dan testimonio la ley y los profetas y que, por lo tanto, está por encima de la ley y de los profetas. Sólo Él tiene la definitiva palabra de salvación. La cuaresma es un tiempo de camino y de peregrina-ción para el encuentro con Jesús y con uno mismo. La mediación es la Palabra del Hijo de Dios, del nuevo Moisés y del Nuevo y definitivo profeta. Cuaresma es un tiempo privilegiado para encontrarnos con la palabra de Dios, una palabra viva y eficaz como espada de doble filo que ilumina, denuncia, sana, exhorta y da vida conduciendo al hombre a su más íntima realidad y libertad. Es necesario «escuchar» al definitivo enviado por Dios.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

2Tim 1, 8-10 (2ª lectura Domingo II de Cuaresma)

¡La dura tarea de la evangelización!.

El autor de esta Carta advierte sin dulcificaciones que los trabajos del Evangelio son duros. Recuerda el camino apostólico del maestro como un modelo a imitar. Ya el mismo Pablo lo recordaba en su discurso de despedida a los presbíteros de Éfeso (Hch 20,17-38). En las cartas dos a los Corintios nos recuerdan las dificultades provenientes de dentro y de fuera. La tarea evangelizadora la entiende Pablo, incluso, como una forma de completar en su carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo. Diríamos que hay una honda comunión entre las dos vidas: la de Jesús y la de Pablo, unidas por el sufrimiento y la persecución. En la tarea evangelizadora es para personas dispuestas a las dificultades. ¡Evangelizar es anunciar a Jesús como Salvador!. Evangelizar es presentar ante los hombres la obra de Dios en Jesús. Cumple su palabra, anunciada y prometida desde tiempo inmemorial, es decir, desde los orígenes. Jesús ha abierto un nuevo camino, ahora sigue adelante cuando se anuncia su Evangelio que es la señal más firme de nuestra fe en la Resurrección de Jesús.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Gen 12, 1-4 (1ª lectura Domingo II de Cuaresma)

Abrahán, el peregrino a la búsqueda de Dios.

Abrahán es invitado a ponerse en camino hacia lo nuevo y lo desconocido. La brevedad del texto podría llevarnos a una peligrosa simplificación. Con esta llamada Abrahán es invitado a dejar todo su pasado politeísta y comenzar el camino hacia el encuentro con el Dios único. La pedagogía divina, reflejada a lo largo de toda la Biblia, nos invita a considerar aspectos muy complejos. Ese camino de Abrahán ha sido lento, no falto de dudas, de búsquedas, de purificaciones. Así entendemos mejor la «condescendencia» de Dios de que nos habla San Juan Crisóstomo y que ha sido recogida en por el Concilio Vaticano II DV, n. 13). Abrahán comienza su vocación de ser el «gran peregrino de la fe». Y toda peregrinación está alentada por la búsqueda y la sorpresa, pero no faltan la dureza y la dificultad y Abrahán no será eximido de ellas. Su vida ha sido dura, desconcertante, apasionante. La promesa y la bendición, expresión de la presencia de Dios. Abrahán recibe la promesa de ser el primer eslabón de un gran pueblo, de una nueva familia, en medio de todos los pueblos. La ulterior historia del patriarca nos va a describir de forma dramática y entrañable todos los avatares que llevó consigo esta promesa en sí mismo y en sus descendientes. Abrahán es objeto de una bendición. La bendición representa en la fe del pueblo de Israel la quintaesencia de la presencia bienhechora de Dios. La bendición es una realidad eficaz en sí misma. Es única y da sentido al pueblo de la bendición. En el tiempo del cumplimiento pleno de la promesa, Jesús será llamado «nuestra bendición». Abrahán, signo de bendición para todos los pueblos.. La promesa no es propiedad exclusiva suya o de su pueblo. La expresión «con tu nombre se bendecirán todas las naciones del mundo» refleja y sintetiza todo el sentido de la llamada de Abrahán. Ha sido elegido como un «signo», como un punto de referencia para todos los pueblos invitados, según el proyecto y plan de Dios, a participar en la salvación y en la promesa (Ef 2,11-22; Cl. 1,20).

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – Lunes I de Cuaresma

Tenemos recién estrenada la Cuaresma. Hemos comenzado a caminar por esta Primera Semana y ya la Palabra de Dios se torna sumamente exigente… ¿o no? El Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto fue ayer el pórtico de entrada y, apenas lo hemos pasado, se nos proclama Mt 25, el llamado “juicio escatológico” por algunos.

¿Empezar la semana con un juicio? No, gracias, Señor… ¿podrías ir un poco más despacio? Es que es lunes y se hace muy cuesta arriba…

Y el Señor me mira, y pacientemente, vuelve a leerme la primera lectura del Levítico. Son muchos “noes”: no profanes, no explotes, no maldigas, no mientas, no critiques, no entorpezcas… En todos esos “noes” me puedo reconocer. Pero casi me pasa desapercibida otra frase que se mezcla entre ellos y se repite hasta 5 veces: “yo soy el Señor”. Como bocanadas de aire fresco entre tanta recomendación. Y es entonces, cuando veo con más luz el Evangelio de hoy: la verdad de nuestra fe y de nuestra relación con Dios se confirma en la verdad de nuestras actitudes y modos de andar por la vida, de relacionarnos con los demás. El prójimo no es la otra cara de la moneda de Dios. Es Dios mismo. Y al revés. No porque sean lo mismo, sino porque Dios ha querido unirse con la humanidad en Cristo y eso ya no tiene vuelta de hoja jamás. Por su encarnación, por su voluntad, somos “la carne de Dios”, si se permite la expresión. Tú, yo, los que nos caen mal, los que querrían vernos tropezar, los que nos quieren más que nosotros mismos… y, sobre todo, los más pequeños y pobres son ese lugar privilegiado e inequívoco donde amar, acariciar y esperar al Dios de nuestra vida. Lo sepamos o no, lo que hicimos o dejamos de hacer con ellos, con Él lo hicimos o lo dejamos de hacer… Así de simple.

Rosa Ruiz

Meditación – Lunes I de Cuaresma

Hoy es lunes I de Cuaresma.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 25, 31-46):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.
Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Jesús, en la línea de la enseñanza de la primera lectura, va a insistir en el amor al prójimo y que la dignidad humana se mide por el amor, a más amor más persona.

Como buen profesor, para ayudarnos a sacar buena nota, no tiene ningún inconveniente en decirnos cuál será la pregunta que se nos hará en el examen final. La única pregunta va a versar sobre el amor, nos van a examinar de amor, del amor concreto a nuestros hermanos. Y en una nueva pirueta amorosa de Jesús hacia nosotros, para que nos animemos a amar a nuestros prójimos, a nuestros hermanos, se va a identificar con ellos. De tal manera que lo que les hagamos a ellos lo va tener como hecho a él.  Lo del juicio final: “Porque tuve hambre y me disteis de comer… Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Liturgia – Lunes I de Cuaresma

LUNES DE LA I SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio Cuaresma.

Leccionario: Vol. II

  • Lev 19, 1-2. 11-18. Juzga con justicia a tu prójimo.
  • Sal 18. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
  • Mt 25, 31-46. Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis.

Antífona de entrada          Sal 122, 2-3
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, así están nuestros ojos en el Señor Dios nuestros esperando su misericordia. Misericordia, Señor, misericordia.

Monición de entrada y acto penitencial
Es chocante cómo la Biblia insiste, incluso en el Antiguo Testamento, en que Dios está presente donde las personas se aman y practican obras de misericordia, las unas en bien de las otras. Lo que hacemos a los demás, lo hacemos a Dios. El Antiguo Testamento puso énfasis en el amor, especialmente con respecto a miembros del pueblo elegido, que debían ser considerados como parientes de sangre; de todos modos, sin excluir a los no-judíos. El Nuevo Testamento extiende esto claramente no solo a los miembros del pueblo de Dios, sino a todo ser humano. El reino de Dios está presente donde las personas se tratan mutuamente como hermanos y hermanas. Los que pertenecen al pueblo de Dios -y ahora nosotros a la Iglesia- tienen que dar a todos testimonio de que el amor existe y está vivo, y por lo tanto, de que Dios existe y vive, particularmente por nuestro auténtico amor, respeto e interés por los más débiles y frágiles. Un día seremos juzgados por el amor a nuestro prójimo.

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    • Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    • Y danos tu salvación.

Oración colecta
Conviértenos a ti, Dios Salvador nuestro;
ilumínanos con la luz de tu palabra,
para que la celebración de esta Cuaresma
produzca en nosotros sus mejores frutos.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
El “discurso escatológico” en el Evangelio de San Mateo se concluye con la imponente descripción del Juicio Universal. En este ineludible dictamen final los hombres serán juzgados de acuerdo a la Ley de Dios y, principalmente, de acuerdo al «gran mandamiento del amor». El ayuno cuaresmal, al que estamos todos invitados durante este tiempo de gracia, ha de ser una denuncia profética de las inequidades que nacen del egoísmo. Este ayuno ha de expresar la inaplazable solidaridad para con los prójimos, privilegiando a los más pobres y necesitados.

Oración de los fieles
Hermanos; oremos ahora los unos por los otros al Señor nuestro Dios, que nos llama a ser santos, porque Él es santo.

1.- Por los muchos que tienen hambre de alimento y también de dignidad humana, para que los que poseen más recursos materiales y humanos les provean generosamente con lo que necesitan, roguemos al Señor.

2.- Por los extraños y extranjeros, para que nosotros sepamos acogerles y aceptarles con todas sus diferencias, roguemos al Señor.

3.- Por los enfermos y los prisioneros, sobre todo si raramente reciben visitas de sus amigos y seres queridos, para que nosotros les mostremos nuestra compasión e interés, roguemos al Señor.

Que llegue a tu presencia, Señor, el meditar de nuestro corazón, y que te agraden las súplicas de nuestra boca, para que cuantos con corazón contrito y humillado buscan tu perdón, obtengan con abundancia los bienes de tu misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Acepta, Señor, estas ofrendas,
signo de nuestra entrega a tu servicio;
que ellas santifiquen nuestra vida
por obra de tu gracia
y nos obtengan el perdón de nuestras culpas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Cuaresma

Antífona de comunión          Mt, 40. 34
Os aseguro -dice el Señor- que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

Oración después de la comunión
Concédenos experimentar, Señor Dios nuestro,
al recibir tu eucaristía,
alivio para el alma y para el cuerpo;
y, así restaurada en Cristo la integridad de la persona,
podremos gloriarnos de la plenitud de tu salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
Te pedimos, Señor,
que ilumines la mente de tu pueblo
con la claridad de tu luz,
para que alcance a ver lo que debe obrar
y lleve a cabo lo que sea recto.
Por Jesucristo nuestro Señor.