Gen 12, 1-4 (1ª lectura Domingo II de Cuaresma)

Abrahán, el peregrino a la búsqueda de Dios.

Abrahán es invitado a ponerse en camino hacia lo nuevo y lo desconocido. La brevedad del texto podría llevarnos a una peligrosa simplificación. Con esta llamada Abrahán es invitado a dejar todo su pasado politeísta y comenzar el camino hacia el encuentro con el Dios único. La pedagogía divina, reflejada a lo largo de toda la Biblia, nos invita a considerar aspectos muy complejos. Ese camino de Abrahán ha sido lento, no falto de dudas, de búsquedas, de purificaciones. Así entendemos mejor la «condescendencia» de Dios de que nos habla San Juan Crisóstomo y que ha sido recogida en por el Concilio Vaticano II DV, n. 13). Abrahán comienza su vocación de ser el «gran peregrino de la fe». Y toda peregrinación está alentada por la búsqueda y la sorpresa, pero no faltan la dureza y la dificultad y Abrahán no será eximido de ellas. Su vida ha sido dura, desconcertante, apasionante. La promesa y la bendición, expresión de la presencia de Dios. Abrahán recibe la promesa de ser el primer eslabón de un gran pueblo, de una nueva familia, en medio de todos los pueblos. La ulterior historia del patriarca nos va a describir de forma dramática y entrañable todos los avatares que llevó consigo esta promesa en sí mismo y en sus descendientes. Abrahán es objeto de una bendición. La bendición representa en la fe del pueblo de Israel la quintaesencia de la presencia bienhechora de Dios. La bendición es una realidad eficaz en sí misma. Es única y da sentido al pueblo de la bendición. En el tiempo del cumplimiento pleno de la promesa, Jesús será llamado «nuestra bendición». Abrahán, signo de bendición para todos los pueblos.. La promesa no es propiedad exclusiva suya o de su pueblo. La expresión «con tu nombre se bendecirán todas las naciones del mundo» refleja y sintetiza todo el sentido de la llamada de Abrahán. Ha sido elegido como un «signo», como un punto de referencia para todos los pueblos invitados, según el proyecto y plan de Dios, a participar en la salvación y en la promesa (Ef 2,11-22; Cl. 1,20).

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

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