Señor Jesús,
hoy el Evangelio me muestra
un encuentro trascendente
que tuviste con Dios Padre.
Por una vez en tu vida te transfiguraste.
Por una vez en tu vida les descubriste
algo más de lo que sus ojos veían.
Subiste, Señor Jesús, a la montaña
con Pedro, Santiago y Juan
para darte a conocer mejor
y fortificar así la fe de los Apóstoles
en tu Persona,
una vez que les anunciaste
tu Pasión, Muerte y Resurrección.
Tus Apóstoles sabían de tu humanidad,
habían recorrido contigo
los caminos de Palestina,
habían comido muchos días contigo,
te habían escuchado innumerables historias…
y Tú ahora les muestras también tu divinidad:
Te transfiguraste delante de ellos
«sus vestidos se volvieron blancos como la luz»
Todo esto sucede en la montaña.
¿Dónde está mi montaña?
¿Dónde está nuestra montaña?
Mi montaña está sobre todo
en la Eucaristía de cada día,
allí, Tú también, te trasfiguras:
el pan se convierte en tu Cuerpo
y escuchamos tu Palabra…
Mi montaña está en los Sacramentos
y en todos los momentos de oración.
Mi montaña está también al final de la jornada
cuando le hago presente a Dios Padre
los encuentros del día
y cuando me acerco al Evangelio
del día siguiente
para que tu Palabra me arrope
a lo largo de la noche.
Mi montaña está en la reunión
del Equipo de Vida de cada semana.
Mi montaña está…
Pedro, Señor Jesús,
te dice de quedaros para siempre en la montaña,
lejos de los llantos, los gritos y los jolgorios…
de las gente del mundo.
Pero Tú has salido del seno del Padre
para encarnarte, para estar en el mundo,
para ser luz del mundo y levadura en la masa.
Por eso bajas con los Apóstoles
de nuevo a la vida
que es de tantos colores como el arco iris.
Bajaste para tocar de nuevo a los leprosos,
para seguir anunciando la llegada del Reino,
para conmoverte ante los que difícilmente
soportaban tanto sufrimiento.
Tú bajaste para alegrarte de todo lo bueno,
aunque fuese pequeño,
que surge en tu entorno.
Va muy bien subir, de vez en cuando,
o mejor con cierta frecuencia, a la montaña
para verte transfigurado
y así ir transfigurándonos a tu imagen.
Va muy bien tener momentos
de diálogo personal
con el Padre.
Va muy bien trabajar
por transformar nuestras realidades cotidianas
y tratar de acomodarlas a tu Proyecto.
Señor Jesús,
que busque y procure esos tiempos
de “montaña”
para escuchar lo que Dios Padre
quiera decirme.
Que en la vida te encuentre,
Señor Jesús,
y en la “montaña” también.
Que en la vida sea
lo que he descubierto en la “montaña”.
Que tanto la vida como la montaña
sean espacios, momentos de realización
de tu Reino.
Señor Jesús,
que sepamos transformar
este mundo según tu Proyecto.