Dejar lo seguro por lo posible

A un matrimonio mayorcísimo y sin descendencia se le dice “Sal de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, y vete a la tierra que yo te mostraré. Yo haré de ti un gran pueblo…por ti será toda la tierra bendecida.” (Gn.12, 1-4)

A los discípulos se los lleva Jesús a un monte alto y allí les manifiesta quien es él y quienes son ellos. Hubo una confirmación de identidades: Este es mi hijo…tú eres mi hija, mi hijo y si lo vives así la gente te escuchará.

Sugiero que la clave de interpretación o una de ellas, de estos potentes textos está en la experiencia interior de ser invitadas a SALIR DE… PARA SUBIR A…”.

Salir de lo conocido, de tu tierra, de lo que posees, también en contactos, amistades, familia y apellido si ello te impide ser cristianamente libre.

Desde los orígenes se nos invita a abandonar lo patriarcal que sigue dominando abierta o sutilmente la sociedad y sobretodo la religión.

Pero todo toma sentido cuando se mira la promesa: un hijo, una descendencia, un pueblo-comunidad, nueva.

Hemos dejado un fleco suelto, una pregunta existencial, y ¿por qué iba a hacerlo?, ¿por qué iba a dejar lo que soy y tengo?

Si obviamos quien hace la invitación, todo se convierte en una carga, una exigencia, un miedo…

Es Dios quien le llama por su nombre a Abrán y en él a su esposa y a su comunidad.

Estamos ante el texto de vocación de Abrán. Empieza con una llamada a salir de, para dirigirse a… a un lugar que es una promesa que no entiende, pero la experiencia de la Presencia de Yawe (Dios en hebreo, lo pronuncias inhalando y exhalando, Dios aliento de vida) es tan potente que le motiva a levantar sus tiendas, sus ganados, sus obreros con sus familias…y lanzarse a los caminos inseguros, guiados por una luz interior, esa luz, ese aliento de la Ruah, que en el evangelio nos convoca a subir.

Subir supone alejarnos de lo de abajo, también de lo familiar, lo del día a día. Jesús nos hace partícipes de su experiencia, que el autor del evangelio de Mateo nos describe en lenguaje metafórico, como todo lo relacionado con el Amor, y que tal vez por no comprenderlo lo descartamos.

Sal, deja, sube, mira. ¿Qué sientes? ¿Qué ves?

Si miramos hacia atrás vemos lo que tenemos que dejar… sin poder sentir la PROMESA DE UNA TIERRA NUEVA: de un planeta y una comunidad humana en armonía, en diálogo constructivo de vida.

Si miramos hacia abajo cuando se nos invita al monte alto, vemos la vida sin la experiencia que es LUZ, y que al inicio de acogerla, a nuestro interior adormilado le apetece instalarse en ella, porque crear tienditas iluminadas con esa Luz, sería hermoso y cómodo.

Pero no es así, la vocación-llamada es a dar vida, a ser fecundas, a crear nuevos espacios sin la seguridad de las tiendas y los muros.

¿Dónde? En el monte alto, en plena naturaleza que es el templo diario de Jesús, donde ora, donde experimenta el Bautismo en el que se sumerge en el agua, agua en la que navega para contagiar el Reino, siguiendo las estrellas, como los navegantes, estrellas que son la promesa, como las arenas de las playas, incontables, presentes, preciosas…

Dejar lo seguro por lo posible. Los que lo intentamos vivir sabemos de riesgo, de inseguridad exterior, pero la alegría interior contagiosa, la seguridad de la promesa del que llama, su presencia, hace que naveguemos siguiendo las estrellas y que recemos en las playas donde llevamos a familias y a jóvenes a “escuchar” y a “ver”.

A Escuchar las olas y el viento donde, desde los orígenes, Dios habla, como Ruah poniendo orden en el caos. Ahí habla más que en los templos de cemento y religiosidad, y Jesús así lo vive.

A Escuchar el lamento por inanición de Silencio y Palabra; reconocer que este hambre produce agresividad contra los pueblos declarando guerras; contra las mujeres manteniéndolas en posesión; contra madre Tierra violándola…reconocer en estos hechos el hambre de Amor que corroe el corazón humano, Amor y que, los invitados al monte alto, tenemos en despensa, incluso en el congelador.

Y, por todo ello, como Sara y Abrán, salimos hacia donde la brújula del amor nos guía.

A Ver, la belleza del monte, la luz, la perspectiva y también el dolor por tanta desgracia. ¿Evitable? ¡Por supuesto! ¿Cómo?

Se buscan navegantes. Se necesitan corazones no esclerotizados por propiedades, miedos…capaces de SALIR y SUBIR y NAVEGAR, sin tiendas, sin motores de gasoil, sin más brújula que las estrellas en las que Abrán y Sara y Jesús creyeron, como promesa abundante a su fidelidad.

El resto, lo compartimos a la vuelta, presencial y online, cuando llegamos a la otra orilla, donde en la playa nos reciben otros y otras buscadoras, y formamos nuevas comunidades.

Magda Bennásar Oliver, sfcc

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Lo divino en Jesús y en nosotros es nuestra esencia

El domingo pasado, íbamos al desierto para encontrar a Dios. Hoy nos vamos a lo alto de la montaña para descubrir lo divino. Tirarse del alero del templo para ser recogido por los ángeles y manifestar ante la muchedumbre quién era, se nos presentó como una tentación. Pero hoy, una espectacular puesta en escena de luz y sonido se nos presenta como la cosa más divina del mundo. Desde la razón, es una contradicción, pero en el orden trascendente, una formulación puede ser verdad y la contraria también.

Aunque no sabemos cómo se fraguó este relato, debe ser muy antiguo, porque Marcos ya lo narra completamente elaborado. Una vez que descubrieron en la experiencia Pascual lo que Jesús era, trataron de encontrar la manera de comunicar esa vivencia que les había dado Vida. Para hacerlo creíble, lo adornaron con imágenes tomadas de la Escritura. Así disimulaban la ceguera que les había impedido descubrir quién era Jesús.

No podemos pensar en una puesta en escena por parte de Jesús; no es su estilo ni encaja con la manera de presentarse ante sus discípulos. Por lo tanto, debemos entender que no es la crónica de un suceso. Se trata de una teofanía, construida con los elementos y la estructura de las muchas manifestaciones de Dios relatadas en el AT. Con los conocimientos que hoy tengo, me inclino a pensar que se trata de un relato pascual, retrotraído a la época de su vida, después de haberse elaborado para darle mayor fuerza.

El relato está tejido con los elementos simbólicos, aportados por las numerosas teofanías que se narran en el AT. Nada en él es original; ni siquiera la voz de Dios es capaz de aportar algo nuevo, pues repite exactamente lo que dijo en el bautismo. Se trata de expresar la presencia divina en Jesús con un lenguaje que todo judío podía reconocer. Lo importante es lo que quiere comunicar, no los elementos que utiliza para la comunicación.

No es verosímil que esta escena se diera durante la vida de Jesús. Si los apóstoles hubieran tenido esta experiencia de lo que era Jesús, no le hubieran negado poco después. Tampoco fue un intento de preparar a los apóstoles para el escándalo de la cruz. Si fue ese el objetivo, el fracaso fue absoluto: “Todos le abandonaron y huyeron”. Hasta la experiencia pascual nadie descubrió lo que era Jesús. Todo lo que descubrieron después de su muerte estaba ya presente en él cuando andaban por los caminos de Palestina. Si se retrotrae a la vida terrena es con el fin de hacer ver que Jesús fue siempre un ser divino.

No podemos seguir pensando en un Jesús que lleva escondido el comodín de la divinidad, para sacarlo en los momentos de dificultad. En la oración del huerto quedó muy claro. Lo que hay de Dios en él está en su humanidad. Lo divino nunca podrá ser percibido por los sentidos. Es hora de que tomemos en serio la encarnación y dejemos de ridiculizar a Dios.

La única gloria de Dios está en su ser. Nada que venga del exterior puede afectarle ni para bien ni para mal. El aplicar a Dios nuestro modelo de grandeza es sencillamente empequeñecerle. La única gloria del hombre es manifestar que en él está ya ese mismo amor. Manifestar amor hasta la muerte, por amor, es la mayor gloria de Jesús y del hombre.

Jesús vivió constantemente trasfigurado, pero no se manifestaba externamente con espectaculares síntomas. Su humanidad y su divinidad se expresaban cada vez que se acercaba a un hombre para ayudarle a ser él. La única luz que transforma a Jesús es la del amor y solo cuando manifiesta ese amor ilumina. En lo humano se transparenta Dios.

Los relatos de teofanía que encontramos en el AT son intentos de transmitir experiencias personales de seres humanos concretos. Esa vivencia es siempre interior e indecible. La presencia de Dios es el punto de partida. Esa presencia es nuestro verdadero ser. La gloria no es una meta a la que hay que llegar, sino el punto de partida para llegar al don total.

Tomó consigo a tres: La experiencia interior es siempre personal no colectiva, por eso los presenta con sus nombres propios. Moisés también subió al Sinaí acompañado por Aron. El monte: Es el ámbito de lo divino. Si Dios está en el cielo, la montaña será el mejor lugar para que se manifieste. En la Biblia, el monte alto es el lugar donde siempre está Dios.

Rostro resplandeciente: la gloria de Dios se comunica a aquellos que están cerca de Él. A Moisés al bajar del monte, después de haber hablado con Dios, tuvieron que taparle el rostro porque su luminosidad hería los ojos) La luz: ha sido siempre símbolo de la presencia de la Gloria de Dios. La nube: Símbolo de la presencia protectora de Dios. A los israelitas los acompañaba por el desierto una nube que les protegía del calor del sol.

Moisés y Elías: Jesús conectado con el AT, la Ley y los Profetas en diálogo con Jesús. El evangelio es continuación del AT, pero superándolo. La voz: la palabra ha sido siempre la expresión de la voluntad de Dios. ¡Escuchadlo! Es la clave del relato. Solo a él, ni siquiera a Moisés y a Elías. El miedo aparece en todas las teofanías. Ante la presencia de lo divino, el hombre se siente empequeñecido. Sentían pánico incluso de morir por ver a Dios.

El relato propone a Jesús como la presencia de Dios entre los hombres de manera definitiva. Por eso hay que escucharlo. Su humanidad llevada a plenitud es reflejo de Dios. Escuchar al Hijo no es aceptar una doctrina que transmite por su palabra sino transformarse en él y vivir como él vivió, ser capaces de manifestar el amor a través del don total de sí.

Ni la plenitud de Jesús ni la de ningún ser humano están en un futuro propiciado por la acción externa de Dios. La plenitud está ya en él y se manifiesta en la entrega total. No está en la resurrección después de la muerte, ni en la gloria después del sufrimiento. La Vida y la gloria están allí donde hay amor. La vida de Jesús se presenta como un éxodo, pero el punto de llegada será el Padre, que era el punto de partida al empezar el camino.

A los cristianos nos queda aún un paso por dar. No se trata de aceptar el sufrimiento y la prueba como un medio para llegar a “la gloria”. Se trata de ver en la entrega, aunque sea con esfuerzo, la meta de todo ser humano. El amor es lo único que demuestra que somos hijos de Dios. Darse a los demás por una recompensa no tiene nada de cristiano.

Jesús nos descubre un Dios que se da totalmente. No es la esperanza en un premio sino la confianza lo que me debe animar. La transfiguración nos dice qué era Jesús realmente y lo que somos nosotros. ¡Sal de tu tierra! Abandona tu ego y adéntrate por los caminos del Espíritu. Vives exiliado en tierra extraña. Entra dentro de ti y encontrarás tu centro. No tienes que buscar nada distinto de ti mismo. Pide a Dios que te libre de todo dios.

Fray Marcos

Seres transfigurados

Mt 17, 1-9

“Quien tuviere experiencia lo entenderá, y verá que he atinado a decir algo; quien no la tenga, no me extrañaría que le parezca todo un desatino”
(Teresa de Jesús, El Libro de la vida 26,6).

Las cosas no son lo que parecen, nos recuerda la ciencia moderna -física cuántica y neurociencia- a cada paso. Y eso vale también para nosotros: no somos lo que parecemos ser.

Parecemos ser -nuestra mente lo ve así- un yo particular que tiene consciencia, autonomía, libre albedrío… Y solemos estar tan identificados con esa forma de vernos que, en general, resulta extremadamente difícil abrirnos a otra.

Es un estado de hipnosis. La persona hipnotizada no alcanza a ver más allá de lo que le permite ese propio estado. Identifica su mundo hipnótico con la verdad y calificaría de “desatino” -por utilizar la expresión de Teresa de Jesús- o de alucinación las palabras de quien le hablara de otra realidad, más allá de la que percibe en sus estrechos límites.

Se repite, una y otra vez, la alegoría de la caverna, de Platón. Como aquellos personajes, encerrados en la oscuridad de una mente enclaustrada a su vez en sí misma, no somos conscientes de que únicamente vemos “sombras” y tachamos de “locura” cualquier otra realidad que trascienda los límites mentales.

“Sombras” son todos los objetos que podemos percibir. Y objeto es también el yo, ya que podemos observarlo. La pregunta que puede cuestionar nuestra hipnosis es esta: ¿Qué es Eso que es consciente de los objetos y del yo? Porque solo Eso será el único sujeto, lo único realmente real, lo único que no es una mera sombra pasajera.

Eso que es consciente -la realidad primera- es la consciencia (la vida, la totalidad…). Y puedo descubrirlo por mí mismo gracias a un trabajo de indagación, experimentación y silencio de la mente.

Y lo que vengo a descubrir es que, hablando con propiedad y sin negar el nivel de la “personalidad”, no soy una persona que tiene consciencia, sino consciencia “enfundada” en una persona.

¿Cómo me percibo? ¿Puedo “tomar distancia” del yo?

Enrique Martínez Lozano

Lo provisional y lo definitivo

Jesús se retiraba con frecuencia a orar, y en ocasiones lo hacía en compañía de sus discípulos más cercanos. Pero hay tres momentos en que su oración tiene un carácter especial, y los evangelistas se hacen eco de ello narrando con detalle la escena. Son los momentos en que debe tomar las decisiones más importantes de su vida, y en todos ellos recurre a la oración en busca de lucidez para discernir y fortaleza para responder.

El primero es en el desierto de Judea tras el bautismo de Juan, y en él, Jesús debe decidir entre lanzarse a los caminos a predicar la buena Noticia, o volver a la tranquila existencia en su taller de Nazaret. El segundo es el que se narra en el evangelio de hoy, donde tiene que optar entre permanecer en Galilea o universalizar su mensaje llevando la buena Noticia al mismo corazón de Judea. Si permanece en Galilea como profeta rural, el alcance de su mensaje será muy limitado, pero al menos su vida no correrá peligro. En cambio, si sube a Jerusalén se expondrá a un grave riesgo, pues sabe que las autoridades le buscan para prenderle. El tercero ocurre en Getsemaní en el momento más angustioso de su vida.

Probablemente el relato de hoy se basa en uno de estos retiros de oración, pero Mateo interpreta lo que vieron los ojos físicos con los ojos de la fe. Y lo que nos dice es que en Jesús hay mucho más de lo que se ve; que quien va a subir a Jerusalén, va a ser prendido por las autoridades, torturado y muerto en cruz, es en realidad el Hijo amado; el predilecto; a quien debemos escuchar. Parece como si Mateo quisiese avisarnos de antemano: “No os equivoquéis; Dios está con ese hombre que aparentemente va a ser vencido por los sacerdotes; y no con quienes lo van a matar”.

Encontramos una teofanía similar en el relato del bautismo de Jesús antes de salir a los caminos de Galilea, y dada su similitud con la de hoy, podemos aventurar que su intención es la misma: “Cuando le veáis enfrentado a los santos y los sabios de Israel, o en compañía de pecadores, o saltándose la Ley, o abandonado por buena parte de sus seguidores, no debéis olvidar que se trata del Hijo amado, del predilecto…”

Pero es posible que Mateo nos esté lanzando un mensaje de mucho mayor calado; y ese mensaje sería que la “Realidad” no se limita a lo que vemos y entendemos, sino que hay un mundo que ni se ve ni es comprensible por la razón, pero es el que realmente importa.

En cada uno de nosotros hay una realidad provisional y otra definitiva, y los relatos de la Resurrección cobran su sentido al ser interpretados de este modo. Cuando Jesús es despojado de la realidad tangible, se manifiesta en él la realidad definitiva y los discípulos son capaces de captarla. Y es su testimonio el que nos abre a la esperanza de que nosotros también somos más que lo que vemos; que la muerte no es el fracaso definitivo, sino el tránsito de esta realidad efímera a la definitiva.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Comentario – Domingo II de Cuaresma

(Mt 17, 1-9)

En este episodio de la Transfiguración de Jesús, el Padre confirma su misión presentándolo como su Hijo querido e invitando a escucharlo. Por un instante los tres apóstoles alcanzan a vislumbrar el misterio trascendente de Jesús, por un instante se abre el cielo, y se nos recuerda la gloria de la primera alianza en el Sinaí (Éx 24, 9-18). Pero aquí Moisés, junto con el profeta Elías, está simplemente acompañando a Jesús, el Hijo querido. Ellos sólo están representando al Antiguo Testamento que da paso al misterio del Mesías, la gloria del que viene a cumplir las expectativas del pueblo de la primera Alianza.

Los apóstoles quieren prolongar esa maravillosa experiencia, pero deben bajar de la montaña y caminar con Jesús hacia la pasión, porque lo más importante todavía ano ha sucedido. Seguramente, a partir de esa experiencia mirarían a Jesús con otros ojos, percibiendo que detrás de la sencillez de su humanidad terrena, se escondía la majestuosidad de la gloria, la hermosura radiante que ellos por un instante alcanzaron a vislumbrar.

Cuando tenemos una experiencia maravillosa en la cima del monte nos cuesta bajar a la fiebre de la ciudad; pero allí, en medio de las preocupaciones y tensiones de la vida cotidiana, nos basta recordar que existe la paz de la cima de los montes; esa paz existe, aunque ahora nosotros estemos inmersos en las preocupaciones y angustias de la vida cotidiana.

Nosotros muchas veces tenemos experiencias maravillosas de encuentro con el Señor, y quisiéramos prolongarlas, pero él no llama a bajar de esa montaña para hacer un camino de servicio y de entrega generosa. También es cierto que muchas veces, en medio de las pruebas, el solo recuerdo de esas hermosas experiencias de belleza y de amor nos da fuerzas para seguir adelante.

Es importante tener en cuenta que el Padre Dios nos pide en este texto que escuchemos a Jesús. Jesús, que nos ha revelado la verdad, necesita un oído atento, un corazón abierto para escucharlo.

Oración:

“Te doy gracias Señor por los signos de tu gloria que me regalas en medio de las asperezas de esta vida. Pero no dejes que me evada en las experiencias bellas y dame la fortaleza y la luz para bajar de la montaña con el deseo de entregar mi vida”.

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Homilía – Domingo II de Cuaresma

Hoy comienza la segunda semana de Cuaresma y la palabra de Dios nos narra el misterio de la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo en presencia de tres de sus apóstoles. Esta transfiguración – transformación, nos debe mover a cada uno de nosotros a transformar nuestra vida. Nuestra fe en Cristo resucitado, debe ser una fe dinámica y transformadora que no descanse hasta que el hombre puede ser plenamente hombre.

El misterio de la Transfiguración que contemplamos durante la Cuaresma es para adelantar de alguna manera la Resurrección del Señor a su Pasión, de manera que podamos vivir la cruz con esperanza.

El Señor tomó aparte a Pedro, Santiago y Juan, los mismos testigos de la Resurrección de la hija de Jairo y los mismos que serían testigos de su agonía en el huerto de Getsemaní, y se transfiguró delante de ellos.

Dice el Evangelio que Jesús mientras oraba, cambió de aspecto en su rostro y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante.

A su lado, resplandecientes aparecen Moisés y Elías:… la ley,… y los profetas. Y Pedro, medio aturdido, quiere que se prolongue esa hermosa visión, que seguramente estaría acompañada de una gran paz.

Pero en ese momento les cubre una nube y se escucha la voz del Padre que dice: Este es mi hijo, el elegido, escúchenlo.

Dios Padre, les dice a los apóstoles y a nosotros, que escuchemos a Jesús. El pueblo de Israel, había tenido oportunidad de escuchar la ley y los profetas. Pero eso ya era el pasado, desde que Dios se hizo hombre, es esa segunda persona, el Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el único Maestro.

Jesús es la presencia viva de Dios y es su Palabra.

Jesús transfigurado, es el anticipo…, es el aviso de la presencia viva de Cristo resucitado entre nosotros.

Jesús se transfigura en la oración. Y también nosotros en la oración, nos transformamos en otros Cristos.

La lectura de hoy, nos debe mover a una reflexión sobre la actitud de Pedro.

Pedro, al experimentar la gloria de Dios…, su presencia…, quiere quedarse allí, quiere hacer tres carpas y quedarse.

Y esa es muchas veces, nuestra actitud.

A veces cuando experimentamos en nuestra vida algún momento de fuerte presencia de Dios, queremos detenemos, quedarnos con eso para nosotros.

Pero Dios no quiere eso. El Señor quiere de nosotros otra actitud.

La fe en Jesucristo, debe ser una fe que nos mueva a una misión.

Cuando experimentamos el amor de Dios, cuando conocemos a Jesús, no podemos guardarlo para nosotros, debemos comunicarlo a los demás.

Por eso a la luz de la Palabra, hoy tenemos que ponernos en marcha para transformar, la fe cristiana debe ser un motor transformador del hombre, de la cultura y de la historia.

¿Habremos entendido eso los cristianos?

Jesús transfigurado es todo un símbolo del nuevo hombre, de la nueva humanidad que cambia totalmente, que logra un nuevo estado de vida, total, completo, espiritual y físico, individual y comunitario.

La bendición que Dios prometió a Abraham por responder a la llamada de Dios como se lee en la primera lectura de la misa de hoy, en el libro del Génesis, no es otra cosa que la liberación, que el desarrollo pleno del hombre, creado a imagen de Dios para dominar la tierra, para trabajarla, para co-crear con Dios y para vivir en un clima de armonía y felicidad.

Y entonces, nuestra fe cristiana, es precisamente una propuesta de cambio, una propuesta que comenzó en un grupo de personas, el pequeño clan de Abraham, que después fue la propuesta de un pueblo llamado Israel, y que finalmente fue la propuesta abierta a todos los hombres de buena voluntad cuando Jesús y Pablo proclamaron que esta total salvación de Dios no es privilegio ni de persona ni de raza alguna, sino patrimonio de toda la humanidad.

Dice en la segunda lectura de Hoy el apóstol San Pablo en su carta a Timoteo:

Querido hermano: toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé.

Cada uno de nosotros tenemos la misión de transformar el mundo. Dios nos da la fuerza para hacerlo y tenemos su mandato desde el momento de nuestro bautismo

Pero predicar el evangelio trae necesariamente sufrimientos. Pero esos sufrimientos y penurias, contribuirán a la transformación del mundo y Dios dará las fuerzas para que nos mantengamos fieles, porque quiere un mundo libre.

Aceptar o abrazar esta fe cristiana que decimos profesar es comprometerse con este proyecto de cambio, que la Palabra de Dios nos propone hoy. El cambio que permita instaurar el Reino de Dios en el mundo, para que los hombres del mundo puedan hablar nuevamente un mismo idioma, puedan entenderse.

Al hombre sin fe, un descreído, la palabra de Dios hoy probablemente no le aporte nada, y probablemente vean el episodio de la transfiguración del Señor como una simple fantasía o tal vez algún aventurado piense en la presencia de algún extraterrestre.

Sin embargo, la Palabra de Dios es sencilla, quiere simplemente poner ante nuestros ojos, la gloria de la resurrección, el cambio el hombre nuevo que Jesús anticipó en la transfiguración.

Y quiere mostrarnos además en este tiempo de Cuaresma, donde tenemos más presente la cruz, la pasión, que no se termina allí, que Cristo resucitó, y que nosotros también estamos llamados a resucitar con Cristo.

Pero necesariamente, antes de la gloria de la resurrección está la cruz. Esa cruz que grande o pequeña llevamos cada uno, pero que es el camino para llegar un día a la gloria de la Resurrección.

El Señor hoy, les mostró a sus discípulos su gloria, para darles la esperanza en el momento de la cruz.

Vamos a pedirle hoy al Señor, que iluminados con el don de su palabra, nos acompañe siempre con el consuelo de su gracia, para que nunca perdamos de vista la gloria de la Resurrección que Cristo consiguió para nosotros

Lectio Divina – Domingo II de Cuaresma

Dios se manifiesta a los hombres, no tengamos miedo en escuchar su voz

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo, Padre amoroso del pobre, don, en tus dones esplendidos; luz que iluminas las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descaso en nuestros esfuerzos, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas, y reconforta en los duelos. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 17, versículos 1 al 9:

Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de este, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.

Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.

Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

En este texto bíblico nos presenta la revelación de Jesús a sus tres más cercanos discípulos, esta revelación de la transfigu- ración de Jesús como Hijo de Dios se realiza en la cima de un monte, Dios es quien da a conocer a Jesús mediante una voz que viene de lo alto, Jesús es la plenitud de la ley de Moisés.

Meditación:

Jesús se aparta con tres de sus apóstoles para orar, y lo hace en un monte alto. ¿Qué sentido tiene este detalle para Él? Sin duda alguna Jesucristo escogió un lugar adecuado para ofrecer una señal de su divinidad.

Jesús, para sus apóstoles, es el maestro y el guía de sus vidas, pero es fácil comprender que con el transcurrir del tiempo y las largas horas en su compañía perdieran de vista que Jesús era también el Mesías. En el capítulo 16 de este mismo evangelio podemos leer cómo Pedro realiza su confesión de fe, y manifiesta por primera vez que Cristo es el Mesías, el enviado por Dios para redimir al mundo. Probablemente los milagros y curaciones no lograban mantener esta llama de fuego interior, que es la fe, en el corazón de los apóstoles, y Jesús quiso transfigurarse delante de ellos, es decir, mostrarse en toda su divinidad.

También nosotros podemos ser como los apóstoles. Los hechos extraordinarios o milagrosos no son suficientes para man- tener viva nuestra fe. En ocasiones pueden ayudarnos, pero la realidad es que, a Cristo, a Dios, se le conoce en el diálogo, es decir, en la oración. Pidamos a Dios que realice en nosotros una “transfiguración interior” que nos permita contemplar su divinidad con el fin de conocerle y amarle cada día con más intensidad.

Oración:

Señor ayúdanos a descubrir que tú te nos has revelado, no como en la trasfiguración, a veces no valoramos tantas cosas maravillosas que nos regalas cada día en especial en la Eucaristía, aumenta nuestra fe, para no tener miedo a escuchar tu voz cada día, nos hablas y nos dices tantas cosas, pero estamos sordos a tu voz. No nos abandones y quédate con nosotros. Amén.

Contemplación:

El documento de aparecida señala en el numeral 93: Apertura a la acción de Dios por los frutos de la tierra, el carácter sagrado de la vida humana, la valoración de la familia, el sentido de solidaridad y la corresponsabilidad en el trabajo común, la importancia de lo cultural, la creencia en una vida ultraterrena”.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el numeral 35. Las facultades del hombre le hacen capaz de conocer la existencia de Dios personal. Pero para que el hombre pueda entrar en la intimidad de Él ha querido revelarse al hombre y darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación, que no se opone a la razón Humana.

Oración final:

Señor, solo Tú eres la respuesta a todos mis anhelos y aspiraciones. Concédeme saber escucharte siempre para poder discernir el bien y el mal y, con tu gracia, podré adherirme a tu voluntad. Gracias por recordarme que nunca debo temer, porque Tú siempre estás conmigo, llenando mi vida de dones que tristemente, en ocasiones, dejo pasar.

Propósito:

Dedicar 15 minutos adicionales a esta meditación para gustar más de la contemplación de Cristo en el monte de la oración.

Transfiguración: ¿cómo supieron que eran ellos?

1.- No dice el evangelio en qué lugar ocurrió el suceso que leemos este domingo. La tradición asegura que fue en el Tabor. Es una montañita muy linda, que dirían los sudamericanos. Plantada en medio de la llanura de Esdrelón, la forma alargada de su cumbre, rematada hoy en día por la basílica, es inconfundible. Sirve de referencia, de orientación, cuando uno vaga por aquellas tierras de Galilea. He subido bastantes veces a la cima, siempre en coche, viendo con envidia como adelantaba a jóvenes que lo hacían a pie, como lo haría el Señor. El trayecto, todo él de curvas muy cerradas, dura 12 minutos. El desnivel desde el llano es de 400m. Por la manera de presentar el acontecimiento, ocurrió este a finales de verano, durante aquellas fiestas, que perduran todavía, las de las cabañas o sukot. Conmemoraban los israelitas su largo peregrinar por el desierto y vivían unos días fuera de las ciudades. Jesús amaba la naturaleza y la amistad, de aquí que se fuera de excursión con sus más íntimos y al llegar a su destino, sin más preparativos, durmieran al raso. Yo no sé, mis queridos jóvenes lectores, si alguna vez habréis hecho vivac. Es una de las experiencias más deliciosas del excursionismo. Lo practica uno cuando se siente bien, no hay peligro de lluvia y ninguna prisa tiene por quedarse dormido, sabiendo que se despertará, aunque no lo quiera, cuando amanezca. Cubrirse exclusivamente con el manto azul del firmamento, es una buena práctica para soñar deliciosamente. En una tal situación los vemos a ellos, sin sobresaltos, observando asombrados como conversaba el Maestro con Moisés y Elías. ¡No era moco de pavo, la visión! ¡Que suerte tenían!

2.- ¿Cómo supieron que eran ellos? ¿Por su aspecto? ¿Por su conversación? ¿Creéis, mis queridos jóvenes lectores, que hubierais sido vosotros capaces de entender lo que decían? Ni Pedro, ni Santiago, sabrían leer, ni escribir. Por los hechos posteriores hemos de creer que Juan, un chico de no más de 14 años, algo sabría de letra, sin llegar a tener la cultura escolar que vosotros tenéis. Pero eran capaces de seguir una conversación del Maestro con el Gran Legislador y el Gran Profeta. A un simposio de tal categoría no le es dado acudir a cualquier hijo de vecino. Se asombraron. Una buena actitud, no todos son capaces de tenerla. Pedro, un hombre de reacciones primarias, constata que han olvidado hacer las cabañas que todo el mundo levanta estos días y algo aturdido propone construirlas. Algo hay que hacer. No es justo que en tal situación uno esté pasivamente. Jesús, sin duda, sonreiría al escucharle. Han sabido reaccionar bien, de aquí que se oiga al Padre que a ellos se dirige: es mi Hijo mimado, escuchadle.

3.- ¡Tanta escenografía para un tan corto encargo! ¡Un tan gran mensaje, condensado en tan pocas palabras! Si lo pensáis bien, no os extrañará tal proceder. Valía la pena el decorado y la megafonía. Viendo la calidad de un marco, descubrimos, muchas veces, la categoría de una pintura. Voz del Padre, compañía de Moisés y Elías, proclamaban la importancia que tenía quien desde hacía un tiempo se había hecho para ellos compañero entrañable de fatigas.

Dejada a la espalda la gran basílica, erigida en honor del misterio de la Transfiguración, ve uno hoy en día, al lado del camino, una ermita que recuerda las últimas palabras del episodio. El Señor compartía con sus más íntimos amigos, el más prestigioso título que podía ostentar: el de Hijo predilecto de Dios. Tocaba ahora comunicarles un misterio: su muerte y resurrección. Era una portentosa confidencia. Pero debía permanecer en el secreto de su interioridad. Hablarían de ella más tarde: cuando resucitara de entre los muertos. Pero ¿por qué se le había ocurrido hablar de la muerte? El Maestro desconcertaba siempre. No podía ser de otra manera. De no sentir su misterio, hubieran creído que era como uno de tantos que podían encontrar en cualquier mercado. No estaba hecho a medida humana, a pesar de presentarse al nivel de los hombres sencillos. Aquí estaba la gracia de su compañía. Lo notaban ellos siempre, sin saberse explicar en qué consistía.

Pedrojosé Ynaraja

La película de la Transfiguración

1.- Hemos escuchado el relato de Mateo sobre la Transfiguración del Señor. Es, ya lo hemos dicho en la monición, como un buen guión cinematográfico. Está todo perfectamente trazado e, incluso, con la descripción de colores, de luces, de texturas… Analiza magistralmente el comportamiento psicológico de algunos de los personajes. Por ejemplo, el de Pedro que, pletórico por la escena vista, decide perpetuarla para siempre y busca hacer unas cabañas para Jesús, Moisés y Elías; para que allí se queden. El final, incluso, cuando ya no “hay nada”, tiene también lenguaje de cine. Es la vuelta al principio que tanto usan las películas. Por eso, no es nada extraño que la escena de la Transfiguración del Señor haya sido uno de los temas más repetidos por pintores y escultores de todos los tiempos. La plasticidad del relato de Mateo es innegable.

2.- Pero, aquí y ahora, no tenemos más remedio que hacernos una pregunta importante: ¿qué significa la Transfiguración para los hombres y mujeres de hoy? ¿Es creíble? ¿No será una leyenda de los evangelistas intentado reunir en una misma escena, y con Jesús, a los dos personajes más importantes del judaísmo? Moisés en el padre de la Ley, de la forma de rezar, de vivir y de ser de los judíos. Elías, arrebatado en un carro de fuego al cielo, se le esperaba. Llegaría un poco antes del Mesías o, simplemente, volvería para indicar que se acercaban mejores tiempos para el Pueblo de Dios.

Las luces, la fluorescencia e incandescencia de las figuras, la nube y la voz que llega de lo alto. Todo tiene algo de mágico. Probablemente, no suene mal a los afiliados a lo prodigioso, a lo esotérico. Pero, repito, ¿y a nosotros ahora, en nuestro tiempo, como creyentes, como nos suena, qué nos parece? En una época en la que, incluso, el cine fantástico basado en la magia o en los transformismos mas truculentos hace furor entre mucha gente, ¿donde se coloca la Transfiguración?

3.- Lo que nos narra San Mateo es cosa de Dios. Es suave, sencillo, agradable, bello. La aparición de la divina “nube de la tiniebla, que cubre la escena con su sombra sorprende, pero no arremete con ruidos insufribles. Las magias esas que vemos ahora, recicladas y traídas de otras épocas y de otras culturas, son durísimas, violentas, trágicas, grotescas. Y, por tanto, inhumanas e increíbles. No están hechas a la medida del hombre. Lo que se contiene en la Transfiguración, si. Es algo que entendemos, aceptamos, nos subyuga. Y hemos de reflexionar sobre nuestra propia existencia, sobre nuestra vida –personal e intransferible—de cristianos y en ella, sin miedo, sin el temor a lo que vayan a decir los demás, podremos reconocer algún hecho extraordinario que nos ha ocurrido; que, alguna vez, la mano de Dios se ha acercado a nosotros de una forma singular, no habitual, no esperada. E, igualmente que en la escena del Monte Tabor, de manera suave y placentera como la brisa de un viento susurrante y fresco. Claro que todos tenemos miedo a caer en el milagrerismo porque, obviamente, hay muchos mentirosos o perturbados. Y mentirosos “profesionales”. Pero eso no quiere decir que cerca de nuestras vidas, muy cerca, aparquen unos cuantos hechos notables y extraordinarios, que no acertamos a comprender del todo y que se resisten a cualquier análisis objetivo.

La fe es necesaria, muy necesaria. Pero eso no significa que todo lo que creemos se mantenga por el uso exclusivo de la fe, la cual, además, es un don de Dios. Pero, insisto, hay algo más. Dios, que nos abandona en la lucha, que además no permite que la prueba –que la tentación– nos supere, también nos ayuda de mil maneras. Aunque no ocurre siempre. Y ello es un misterio que narró muy bien Ignacio de Loyola con sus estados de “consolación” y “desolación”. Y, en fin, es verdad que, a veces, un mismo paisaje, bello en sí mismo, y conocido por nosotros, toma en un momento dado especiales brillos y singular belleza y nuestra alma se queda feliz y con una paz muy especial.

3.- La mayoría de los comentaristas no entran en ese aspecto que llamaríamos puramente físico de la Transfiguración para referirse –y, también, es muy lógico—a esos otros aspectos más pegados a la historia evangélica del momento. En efecto, Jesús ha anunciado que es su subida a Jerusalén, será detenido, torturado y ejecutado. Y necesita darles fuerza para soportar los futuros malos momentos en forma de una auténtica persecución política y religiosa. Está también la elección de los Apóstoles, Pedro, Juan y Santiago, los mismos que estarán presentes en los muy dramáticos momentos del Huerto de los Olivos. La otra consecuencia es que la maravillosa escena de la Transfiguración quedó olvidada entre los tres discípulos y solo sería tomada en cuenta y reconocida después de la Resurrección.

A nosotros, de todos modos, nos va marcando el camino cronológico hacia Jerusalén, hacia la Muerte y Resurrección del Señor, que eso, es también, la Cuaresma: la contemplación de unos hechos de la vida de Jesús que nos ayudan a comprender mejor su sacrificio, su entrega por todos para el perdón de los pecados.

4.- Interesará, especialmente, para nosotros que no pase desapercibida la Transfiguración, que sea signo eficaz e indeleble es nuestras reflexiones de Cuaresma. Queda, todavía camino cuaresmal. Este segundo domingo es todavía algo menos de la mitad del recorrido. Pero lo importante es no dejar pasar este tiempo de conversión y de convencimiento. La Escritura nos ayuda. La oración muy especialmente. Y también la limosna. Hay muchos hermanos que necesitan de nuestra ayuda. Y la necesitan en muchos sentidos. En el económico, por supuesto. Pero también en el del afecto y la cordialidad. Y queda ejercitar la austeridad. No debemos olvidarlo, porque el mucho comer y beber cierra nuestros oídos del alma a las recomendaciones personales del Señor, Nuestro Dios.

Ángel Gómez Escorial

Aviso de spoiler

Uno de los anglicismos que se han incorporado a nuestro lenguaje es la palabra “spoiler”. Se dice que alguien “hace spoiler” cuando una persona está leyendo un libro, o siguiendo una serie, o quiere ver una película, y otro le revela los detalles de la trama o le cuenta el final, quitándole así toda la emoción y la sorpresa. Por eso, cuando se va a comentar alguna obra de ficción, a veces encontramos una advertencia: “Aviso de spoiler”, para avisarte de que se van a contar esos detalles y, si no quieres enterarte, que no sigas leyendo o escuchando.

Antes de escuchar el Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma también deberíamos haber puesto un cartel: “Aviso de spoiler”, porque es lo que ha hecho Jesús hoy.

Los discípulos llevan ya un tiempo con Él, han escuchado su predicación, le han visto hacer varios milagros, les ha anunciado su próxima Pasión, ha reprochado a Pedro que piensa como nos hombres y no como Dios, les ha dicho que quien quiera seguirle tiene que negarse a sí mismo y cargar con su cruz… La trama de la historia de Jesús va complicándose y ganando interés, los discípulos no saben cómo se desarrollarán los acontecimientos y cómo acabará todo… y Jesús, hoy, les hace spoiler a Pedro, Santiago y Juan y les cuenta el final: Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

Como indica el Prefacio de este segundo domingo de Cuaresma: Jesús, “después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el resplandor de su luz, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que, por la pasión, se llega a la gloria de la resurrección”. Podríamos pensar que Jesús les ha destripado el final de su historia y que, al hacerlo, les ha quitado toda la emoción del camino que están siguiendo. Pero lo que pretende Jesús al hacer este spoiler que es la Transfiguración, es precisamente lo contrario, como bien refleja el Prefacio de la fiesta de la Transfiguración del Señor, el 6 de agosto: “Cristo, nuestro Señor, manifestó su gloria a unos testigos predilectos, y les dio a conocer en su cuerpo, en todo semejante al nuestro, el resplandor de su divinidad. De esta forma, ante la proximidad de la pasión, fortaleció la fe de los apóstoles, para que sobrellevasen el escándalo de la cruz, y alentó la esperanza de la Iglesia”.

Jesús ha hecho este spoiler para sus discípulos, los de entonces y los de ahora, porque sabe que su seguimiento conlleva “el escándalo de la cruz”, es decir, la negación de uno mismo, el servicio, la entrega, la humillación, el rechazo, el sufrimiento, el fracaso e incluso la muerte, todo lo que Él sufrió; y esto puede echarnos atrás en nuestra decisión de ser discípulos suyos. Por eso, es necesario hacer spoiler, permitir que atisbemos algo de su divinidad y destriparnos el final, “que, por la pasión, se llega a la gloria de la resurrección”, para que la certeza de que Jesús es realmente el Hijo de Dios y su victoria final dé sentido, fuerza y esperanza a quienes acepten su invitación a seguirle.

Sin embargo, los discípulos no comprendieron bien este spoiler de Jesús ya que en el texto paralelo del evangelista san Marcos se dice que discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos. Por eso Jesús les dice: No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos, porque esa manifestación de su divinidad podría malinterpretarse como la llegada del Mesías liberador en sentido político y militar. Será tras la Resurrección cuando comprendan lo vivido.

¿He hecho o me han hecho alguna vez un spoiler? ¿Me quitó la emoción y la sorpresa del final, o me dio más ganas de verlo o leerlo por mí mismo? ¿Qué supone para mí este spoiler de Jesús que es la Transfiguración? ¿Me ayuda a seguirle cada día, incluso con el escándalo de la cruz?

Llevamos poco tiempo del camino de la Cuaresma, pero Jesús ya nos destripa hoy el final que celebraremos en la Pascua, y lo hace con la misma intención con que lo hizo con Pedro, Santiago y Juan: para fortalecer nuestra fe y alentar nuestra esperanza ante las pruebas que cada día se nos presentan. Por eso hoy el Señor nos invita nuevamente a seguirle: “Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré (1ª lectura). Sal de tu comodidad y del miedo que te paralizan hacia una meta que no puedes imaginar. Escucha a mi Hijo y toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios (2ª lectura), no te asustes ante el escándalo de la cruz, porque es el camino de la Resurrección y un día podrás contemplar cara a cara mi gloria”.