¡Un pueblo envuelto en graves dificultades protesta contra su Dios-Protector! Esta descripción breve y sucinta encaja perfectamente en la experiencia del desierto. La realidad humana es presentada sin adornos, con toda su crudeza. Esta actitud en el lenguaje de este libro entraña la protesta, el descontento, el enfrentamiento con el plan de Dios. El plan de Dios de llevarlos a la libertad en la posesión de la Tierra santa no es un plan bueno. La historia de la salvación está sembrada de estas actitudes. La murmuración manifiesta el rebrote permanente del primer enfrentamiento del hombre con Dios. Desde entonces la imagen de Dios en el pueblo ha sido deformada. El Dios Bueno y Misericordioso que le libera por pura iniciativa suya es rechazado insistentemente. En la dialéctica de la historia de la salvación corre el peligro de malograr el proyecto de Dios, porque Dios no impone, sino que ofrece gratuitamente. ¡Respuesta de Dios a los agrios interrogantes y reproches de su pueblo!»¿Nos ha hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?». ¿Cuáles son los planes de Dios? estos interrogantes expresan dramáticamente la situación de las relaciones de un pueblo con su Dios: desconfía de su liberador. Así lo expresa la crudeza de las expresiones. Pero Dios que es fiel a su proyecto, lo llevará adelante contra todas las oposiciones y desconfianzas. Porque es Dios y no hombre. Así lo recuerda Oseas, algunos siglos después estos acontecimientos (1,7-9). Este pensamiento de Oseas, subraya con fuerza la trascendencia de Dios. Pero al revés que en otros textos más antiguos (Ex 19,2; 2Sm 6,6-8) o más recientes (Is 6,3), aquí se la despoja de todo carácter terrorífico y se expresa en términos de amor. La santidad divina se manifiesta por la misericordia que perdona, en tanto que el hombre, habitualmente, da libre curso a la ira. Y esta actitud de Dios se expresa en el «signo»: les concede el agua que necesitan. La lectura termina afirmando que aquel lugar se llamó Massá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor diciendo: ¿está o no está el Señor en medio de nosotros? El interrogante lo dice todo. No se puede expresar con mayor crudeza la actitud del pueblo que aparece siempre a lo largo de toda la historia de la salvación. Y las preguntas angustiosas de los hombres de todos los tiempos, incluido claro está el nuestro, presionados y urgidos por tantas necesidades y carencias provocadas por múltiples causas. De lo más profundo del corazón sangrante de la humanidad doliente surgen siempre imperiosas preguntas. La Palabra de Dios responde. Pero necesita la mediación de los creyentes que se comprometen en la humanización de nuestro mundo en todos los ámbitos.
Fray Gerardo Sánchez Mielgo