Lectio Divina – Martes II de Cuaresma

¡Yo no quiero títulos, yo quiero servir!

Invocación al Espíritu Santo:

Dios, para quien todo corazón es como un libro abierto, todo deseo manifiesto y para quien no hay secreto alguno; purifica nuestros corazones dándonos al Espíritu Santo a fin de que vivamos santamente de acuerdo a las enseñanzas de tu Palabra que es vida y abundancia para nosotros. Ven Espíritu Santo y llénanos con el fuego de tu amor. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 23, versículos 1 al 12:

Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los ban- quetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.

Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son herma- nos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es solo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el de mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

En el texto que hemos leído vemos que Jesús se dirige a sus discípulos y a las multitudes para emitir su juicio sobre la respuesta del Israel histórico a la invitación última de Dios. Los responsables del pueblo han sabido conservar la enseñanza de Moisés, pero no la han puesto en práctica. Más, aún, su conducta contradice el espíritu de esta enseñanza. Jesús invita a rechazar esto, puesto que la comunidad cristiana no debe estar fundada sobre títulos y honores, sino en la fraternidad, que nace del hecho de tener un Padre en común y de seguir a Jesús.

Meditación:

Claras y duras son las palabras de Nuestro Señor en este pasaje. Su estilo transparente puede hacernos sentir algo “incó- modos” y es que, no habrá en la historia de la humanidad hombre tan coherente como lo fue Jesús, el único. Que nos puede advertir acerca de la hipocresía con justa razón. ¡Cuántas veces nos muestra a lo largo de los Evangelios su descontento con los hipócritas! ¡Cuántas veces nos exhorta a no ser como ellos! Y es que el Señor sabe muy bien cuánto daño hace la hipocresía en nuestro trabajo con los demás, y cuántas almas permanecen cerradas al amor de Dios porque no ven en nuestro testimonio de cristianos una coherencia entre lo que decimos y predicamos y lo que en realidad ponemos en prác- tica.

“Haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que hacen…” ¡Qué actual es esta recomendación que nos da el Señor! ¡Cuánto nos cuesta a los soberbios aceptar estas palabras! ¿Por qué desoímos tantas veces lo que el Señor nos pide a través de su Palabra? ¿No será para justificarnos en la incoherencia de los demás? “No juzguéis y no seréis juzgados” dice el Señor. Mejor sería que pusiéramos en práctica todo lo que el Señor nos va pidiendo sin esperar nada de los demás, sin olvidar que el instrumento es pequeño.

Así pues, levantemos la mirada del horizonte y miremos en vertical, porque es de Dios y para Dios todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás, pues nuestro único modelo debe ser Jesús, en Él debemos fijar todas nuestras metas. Ante Él la verdad y la autenticidad permanecen, todo lo demás es desechado. Continúa el pasaje: “uno solo es vuestro Padre, el del cielo.” Dice la canción: “¡Dios es mi Padre, ¡qué feliz soy!”.

Realmente es así de sencillo y de maravilloso, pero, ¿cuándo vamos a creer del todo estas palabras? ¿cuándo vamos a interiorizarlas y a asumir la grandeza de este hecho? Porque si Dios es mi Padre, me conoce totalmente, me cuida, se preocupa por mí, le interesa lo que a mí me interesa, vela por mi vida, por mi bien, me da lo que necesito… Con Jesús descubrimos que Dios no es un Padre autoritario ni justiciero, sino amoroso y misericordioso que me ha amado y me ha creado y, así, mi vida cobra un sentido, mi vida no es un absurdo. Podemos llegar aún más lejos: si Dios es mi Padre, entonces Él tiene que encontrar en mí signos de que yo soy su hijo, pues los padres y los hijos se parecen.

Oración:

Ante ti Señor en este día queremos reconocer nuestras limitaciones y pedimos que alejes de nosotros aquellos deseos o aquellas inclinaciones que nos induzcan a la hipocresía, a la autosuficiencia, al despotismo, etc. Queremos que Tú nos liberes, que tú quites de nosotros todo eso que nos impide reconocer tu presencia en medio de nuestros hermanos. Fortalece a todas las personas que se dedican anunciar tu Evangelio, bendice a los ministros de tu Iglesia para que sean eficaces servidores de tu Reino. Finalmente te pedimos Señor que reavives en nosotros el deseo de servirte completamente, que dejemos a un lado todo deseo de beneficio, que nos abandonemos en ti completamente para que tú seas nuestro único Maestro, Padre y jefe. Así sea.

Contemplación:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el numeral 642: La fe de la primera comunidad cristiana se funda en el testimonio de hombres concretos que dieron su vida al anuncio del Evangelio a través de una vida de fe nutrida de sus obras.

En el numeral 905: El cumplimiento de la misión profética de los cristianos es cumplido con el anuncio de Cristo comuni- cado con el testimonio de la vida y de la palabra.

El documento de Aparecida nos enseña en el numeral 55: El énfasis en la experiencia personal y lo vivencial nos lleva a considerar el testimonio como un componente clave en la vivencia de la fe.

En el 105. En el testimonio de muchos hombres y mujeres que, movidos por su fe, han trabajado incansablemente en defensa de la dignidad de la persona humana, incluso hasta dar la vida por ello, resplandece la dignidad del ser humano.

Oración final:

Jesús mío, meditando tu Evangelio, me doy cuenta de que frecuentemente me preocupo de cosas sin importancia, olvidando lo que debe ser mi principal preocupación: corresponder a tu amor. Mi fe no se manifiesta en ritos o devociones, sino en mis actos concretos de amor a Dios y a los demás. Ayúdame, dame tu gracia, para que sepa amar, dejando a un lado toda vanidad y deseo de aparecer.

Propósito:

Que Dios sea todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás.

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Homilía – Martes II de Cuaresma

Los fariseos pretendían vivir según las normas más estrictas de la ley, se creían los justos.

Muchos de los maestros de la ley, eran también fariseos. Jesús aconseja al pueblo que cumplan lo que ellos les predican, pero que no los imiten…..

Y al mismo tiempo que Jesús censura a los dirigentes de Israel, se dirige también a sus discípulos y les traza un camino muy distinto del de los fariseos.

En la comunidad cristiana debe haber un gran sentido de igualdad y fraternidad.

Cuando Jesús dice: todos ustedes son hermanos, todos tienen un mismo Maestro…, nos está pidiendo que vivamos como hermanos, que entre nosotros no haya celos, no haya envidia.

Es cierto que en todo grupo humano hay distintas capacidades, pero la mayor capacidad, no debe ser motivo para querer destacarse, sino para servir.

Jesús establece una sólida norma de vida comunitaria, Él inculca que la verdadera grandeza, la mayor dignidad es el servicio a los hermanos.

Dice el Señor: porque el que se ensalce será humillado y el que se humille será ensalzado.

Muchas veces nuestro esfuerzo por elevarnos ante los hombres, nos hace rebajarnos ante Dios.

El servicio debe ser el lema de un cristiano. Y cuando al cristiano le toca ejercer algún puesto de mayor jerarquía, con más razón aún.

En este tiempo de cuaresma, especialmente, tenemos que reflexionar sobre nuestra actitud, a la luz de la palabra de Dios, y producir los cambios necesarios.

Este es un tiempo en que la Iglesia, nos invita a convertir nuestro corazón, para llegar a la pascua, habiendo experimentado en nuestra vida algún cambio.

Por eso, cada día que pasa, estamos invitados a revisar alguna actitud de vida, y proponernos cambiar. Jesús murió y resucito históricamente hace casi 2000 años, pero Jesús resucita cuando cada hombre se transforma en un hombre nuevo conformado a su imagen. Por eso para que el día de Pascua, podamos desearnos una Feliz Pascua de Resurrección, cada uno de nosotros debe haberse esforzado por ser un hombre nuevo.

Hoy, vamos a tomarnos unos momentos, y ver cómo está nuestra vida.

¿Me siento realmente hermano? ¿Si, hermano de este que me perjudicó en esto? ¿De esa que habló mal de mí? ¿De esas personas que trabajan con nosotros o para nosotros y que a veces ni miramos? ¿O me siento superior? ¿Me siento distinto?

Vamos Hoy a buscar de hacer un gesto que haga sentir a ese otro, a alguno, que yo soy su hermano en Cristo

Hagámoslo hoy, y digamos tal vez, solo por hoy. Es así, como de a poco, vamos a ir cambiando nuestra vida.

Pidamos a María la fuerza para que en esta cuaresma haya en nuestra vida verdadera conversión. No pensemos como los fariseos, que son los otros los que tienen que cambiar, todos…, tenemos que cambiar, y en este tiempo, el Señor nos acompaña con especiales gracias, para que logremos ese cambio.

Comentario – Martes II de Cuaresma

­Mateo 23, 1-12

La hipocresía que ya denunciaba el salmo -rezar a Dios, pero no cumplir sus enseñanzas en la vida- la desenmascara todavía con mayor fuerza Jesús en el evangelio.

Su punto de mira son una vez más los fariseos, que hablan pero no cumplen, que son exigentes para con los demás y permisivos para consigo mismos, que todo lo hacen para recibir las alabanzas de la gente y andan buscando los primeros puestos. Jesús les acusa de intransigentes, de vanidosos, de contentarse con las formas exteriores, para la galería, pero sin coherencia interior.

Jesús quiere en los suyos la actitud contraria: «el primero entre vosotros será vuestro servidor». Como él mismo, que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida por los demás.

a) La llamada la oímos este año nosotros: cesad de obrar mal, aprended a obrar bien, buscad la justicia…

Con mucha confianza en el Dios que sabe y que quiere perdonar. Pero dispuestos a tomar decisiones, a hacer opciones concretas en este camino cuaresmal. No seremos tan viciosos como los de Sodoma o Gomorra. Pero sí somos débiles, flojos, y seguro que podemos acoger en nosotros con mayor coherencia la vida nueva de la Pascua. Si cambian algunas actitudes deficientes de nuestra vida, entonces sí que nos estamos preparando a la Pascua: «al que sigue el buen camino le haré ver la salvación de Dios». Algo tiene que cambiar: ¿qué defecto o mala costumbre voy a corregir? ¿qué propósito, de los que he hecho tantas veces en mi vida, voy a cumplir este año?

Haciendo caso al salmo, está bien que recordemos que nuestra Cuaresma será un éxito, no tanto si hemos cambiado algunas cosas de la liturgia, los colores o los cantos. Ni siquiera si hemos cumplido los días prescritos de abstinencia de algunos alimentos. Sino, como la palabra de Dios insiste en proponernos todos estos días, si cambiamos nuestra conducta, nuestra relación con los demás. No puede ser buena una Eucaristía que no vaya acompañada de fraternidad, una comunión que nos une con Cristo pero no nos une más con el prójimo.

b) Apliquémonos en concreto la dura advertencia de Jesús a los fariseos, que eran unos catedráticos a la hora de explicar cosas, pero ellos no las cumplían.

La hipocresía puede ser precisamente el pecado de «los buenos». Nos resulta fácil hablar, explicar a los demás el camino del bien, y luego corremos el peligro de que nuestra conducta esté muy lejos de lo que explicamos.

¿Podría decir Jesús de nosotros -los que hablamos a los demás en la catequesis, en la comunidad parroquial o religiosa, en la escuela, en la familia-, «haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen»? ¿Qué hay de fariseo en nosotros? ¿nos conformamos con la apariencia exterior? ¿somos exigentes con los demás y tolerantes con nosotros mismos? ¿nos gusta decir palabras bonitas -amor, democracia, comunidad- y luego resulta que no corresponden a nuestras obras? ¿buscamos la alabanza de los demás y los primeros puestos?

La palabra de Dios nos va persiguiendo a lo largo de estas semanas de Cuaresma para que no nos quedemos en unos retoques superficiales, sino que profundicemos en nuestro camino de Pascua.

«Da luz a mis ojos para que no duerma en la muerte» (entrada)

«Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien» (1ª lectura)

«Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios» (salmo)

«Convertíos a mí de todo corazón porque soy compasivo y misericordioso» (aclamación) «Que esta Eucaristía nos ayude a vivir más santamente» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2

Música – Domingo III de Cuaresma

Entrada: Nos has llamado al desierto CLN 126; Señor, danos el agua viva CLN 039Me invocarán. CLN. A 12; ; Si me levantaré. CLN 107
Introito en latín: Oculi mei semper.
Rito Penitencial: CLB  17
Misa de Cuaresma (Canto Gregoriano)
Salmo y Aclamación antes del Evangelio: Propio: Escucharemos tu voz
Ofertorio: Attende Domine CLN. 101 (o guardar silencio)
Santo: CLN-I 2.
Aclamación al Memorial: 1 CLN-J 1.
Comunión   Gracias, Señor, por tu palabra CLN 04   Dios es fiel CLN 117; Dame tu perdon CLN 111; La alianza nueva CLN 253.
Final. Se puede terminar en silencia. Sin cantos nui música instrumental.

Oración de los fieles – Domingo III de Cuaresma

Padre, como la samaritana, ponemos ante ti nuestras necesidades, la sed de nuestro caminar, y te pedimos el agua que tu Hijo nos trae. Oremos diciendo:

SEÑOR, DANOS DE TU AGUA VIVA

1. – Por el Papa, para que en la travesía de la Iglesia por el desierto, la guíe por las fuentes que calman la sed. OREMOS

2. – Por los gobernantes y los políticos para que dediquen todos sus esfuerzos en cubrir las necesidades de sus pueblos. OREMOS

3. – Por los viven lejos de tu lado y no han descubierto la fuente de la vida eterna, para que como la samaritana abran sus ojos ante esa agua que calma la sed para siempre. OREMOS

4. – Por todas las tierras que padecen sequía y por aquellos agricultores que no podrán recoger fruto, para que no pasen necesidad y sientan la ayuda de los demás. OREMOS

5. – Por los que tienen sed de justicia, por los que viven situaciones injustas para que sus situaciones se arreglen de forma imparcial. OREMOS

6. – Por todos nosotros, presentes en la Eucaristía, para que paso a paso, nos encaminamos al drama de tu cruz, haz que bebiendo del agua eterna, cojamos fuerzas para poder tomar la nuestra y seguirte. OREMOS

Señor, humildemente hemos presentado nuestra sed ante ti. Danos de esa agua y haznos portadores de ella a un mundo que la necesita.

Por Jesucristo Nuestro Señor

Amen.


Dios Padre Nuestro, hoy San Pablo nos dice que tu amor está presente en nosotros gracias al Espíritu Santo que se nos ha dado. Agradeciéndote tu amor y generosidad te presentamos estas peticiones que tanto necesitamos.

Y respondemos:

QUE TU ESPÍRITU NOS SANTÍFIQUE

1.- Por todos los hombres y mujeres que formamos la Iglesia, para que estemos atentos al envío de tu amor. OREMOS

2.- Por aquellos que iluminaste con el ministerio sacerdotal, para que sirvan con dedicación y amor al rebaño a ellos encomendado. OREMOS

3.- Por todos los que tienen responsabilidad en el mundo, para que procuren el bienestar de sus conciudadanos OREMOS

4. – Por todos los que han tenido que abandonar su país por razones económicas o políticas, para que nunca les falte al apoyo y la solidaridad de quienes les reciben y les dan albergue OREMOS

5.- Por los niños y jóvenes que viven su etapa de estudios y formación, para que descubran al Espíritu Santo como manantial de amor y de ciencia OREMOS

6.- Por todos nosotros, presentes en esta Eucaristía, en la que el Espíritu se ha hecho presente, para que sepamos aprovechar las enseñanzas de conversión que esta cuaresma nos brinda. OREMOS

Recibe Padre las peticiones que te hacemos con fe, esperanza y amor

Por Jesucristo Nuestro Señor

Amen.

Comentario al evangelio – Martes II de Cuaresma

Hoy Jesús, con ocasión de una dura diatriba contra los fariseos, propone cuál debe ser el estilo del verdadero discípulo. Como siempre sus propuestas hacen saltar por los aires el molde del orgullo y de la soberbia. Nos colocan en otra onda. Fijamos nuestra atención en cuatro enérgicas sentencias. Son tan claras que no dan pie a ningún tipo de confusión. 

Primera, evitar el comportamiento de quienes “dicen y no hacen”. Frente a la hipocresía, propone la autenticidad, el amor a la verdad. Frente a las apariencias, exhorta a la coherencia. Frente a la mascarada, la limpia desnudez. La palabra y la conducta deben ir acordes. Arroja lejos la hipocresía y su infinito repertorio de disfraces: escudarse en los defectos de los otros, para no cumplir con el propio deber; cambiar de opinión según el ambiente en el que estemos; perder todas las fuerzas por la boca… No nos conformemos con lo que no nos mueva a cumplir –con obras- la voluntad de Dios, por buenos que sean los deseos, las intenciones o las palabras.

Segunda, desterrar la manía de aplastar a los demás poniendo sobre sus espaldas “pesados fardos” y, al mismo tiempo, autodispensarse de “mover un dedo”. Es también frecuente y reconocible este proceder injusto. Tendemos con facilidad a utilizar distintas medidas: permisivas para mí y estrictas para los demás; disculpamos nuestros errores y exigimos con rigor a los otros; halagamos los méritos propios y despreciamos los de los demás; nos creemos buenos y desconfiamos de la bondad de los demás; escuchamos lo que nos favorece y hacemos oídos sordos a lo que se nos pide; creemos que nuestro tiempo es más valioso que el de los demás …

Tercera, no dogmatizar, sino predicar con el ejemplo. Cuando Jesús pide no dejarse llamar “rabbi”, ni “maestro”, ni “padre”, no está descalificando ni la autoridad, ni los roles sociales, ni la capacitación profesional, ni siquiera está hablando propiamente de rebajamiento. Alude a la vana-gloria o la megalomanía o el orgullo. Jesús está hablando de humildad. Un discípulo de Jesús no se exhibe en pedestales de gloria, ni discursea en primera persona del singular, ni apabulla con títulos de poder, sino que se abaja al ruedo de la vida, se nivela con sus hermanos, se pone a servir gratis y se deja enseñar. Nunca deja de ser discípulo, aunque sea profesor de universidad o tenga 7 hijos. No tengamos, por tanto, envidia de los que están encaramados, porque lo que nos parece ahora altura, es despeñadero.

Y cuarta, el lugar más alto, la dignidad más sublime, el honor más singular, la dicha más consoladora a la que puede aspirar quien se atreve a ir detrás de Jesús es servir. El más grande de todos será el servidor humilde de sus prójimos. El que quiera elevarse a lo más alto, deberá emprender el inacabable camino del descenso. Y María nos recuerda que Dios no despacha vacío a nadie, excepto a aquellos que ya están llenos de sí mismos.

No olvidemos, finalmente, una constante que se repite: El crecimiento pasa por la imitación de actos excelentes y no por la simple aplicación de reglamentos o la mera exhortación al respeto de las normas. Estas cosas que nos dice Jesús no se aprenden sin mimesis, esto es, sin visibilidad y contagio.

Juan Carlos cmf

Meditación – Martes II de Cuaresma

Hoy es martes II de Cuaresma.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 23, 1-12):

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a los discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

En el Evangelio con el que Dios nos sorprende, Jesús nos pone ante dos actitudes. Una; la de los escribas y fariseos, que es la corrupción del corazón; otra, la de los humildes que tienen un corazón según el agrado de Dios.

Lo que el Señor nos muestra son las dos actitudes que el corazón humano puede tener ante Dios. Una es la que vive su relación con Dios desde un aspecto superficial y de apariencia, como los escribas y fariseos. Ahí no hay espacio para que el Señor haga su obra, porque lo utilizan para ser ellos dioses para sí mismos y ante los demás. Por eso, están llenos de soberbia, son egoístas y crueles con el prójimo a quienes exigen perfección, explotan y maltratan. De este modo, se presentan ante Dios, con un corazón de piedra. Otra forma de relacionarse con Dios, es la del sencillo que conoce quién es él y sabe reconocer a Dios de corazón. El humilde ve a Dios cercano en el amor, pero sabe la distancia que los separa, y que todo lo bueno que poseen lo reciben como don y Gracia. Se deja enseñar por el Maestro y sabe bien el lugar que le corresponde. Éste es ensalzado por el Padre, porque vive de su obra, no de su mérito personal.

Esta última es la actitud a la que el Señor nos invita. Estamos en un tiempo de conversión, de prepararnos para recibir a Cristo como Salvador y dejar que nos abra a su Pasión. A su vida, muerte y resurrección, para que con Él nosotros resucitemos a una vida nueva. Para eso tenemos que sincerarnos ante Él. No podemos presentarnos con máscaras. Todos tenemos algún punto en el que necesitamos esa conversión, unos pueden ser indiferentes al dolor ajeno, otros enredados en cosas superficiales que no merecen la pena, y no ven más allá; otros mostrando una bondad que gira en torno sí mismo. Cada uno sabe mejor cómo está.

Te animo a que no tengas miedo a abrirte así ante tu Padre, tu Maestro y a la Gracia del Espíritu Santo porque ante una actitud así, Dios se derrite, mira y valora tu humillación. Así nos trata Dios. Nosotros nos hacemos pequeños y Él nos levanta y trata como a señores.

¿Te lo vas a perder?

MM. Dominicas

Liturgia – Martes II de Cuaresma

MARTES DE LA II SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio Cuaresma.

Leccionario: Vol. II

            La Cuaresma: Hacer el bien de palabra y obra.

  • Is 1, 10. 16-20. Aprended a hacer el bien, buscad la justicia.
  • Sal 49. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
  • Mt 23, 1-12. Ellos dicen, pero no hacen.

Antífona de entrada          Sal 12, 4-5
Da luz a mis ojos para que no duerma en la muerte, para que no diga mi enemigo: «Le he podido».

Monición de entrada y acto penitencial
Cuando conocemos nuestra fe y nuestra práctica, nuestras obligaciones y observancias religiosas -cuando vamos a misa, recibimos los sacramentos y practicamos penitencia en Cuaresma- …¿somos buenos cristianos? Sí, pero sólo si nuestro corazón está en lo que hacemos; si obramos como creemos y hacemos lo que decimos; si nuestra fe afecta a nuestro vivir de cada día y a nuestras relaciones con nuestro prójimo; en una palabra, si construimos de verdad el reino de Dios. De otro modo, nuestra fe es hipocresía…

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    — Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    — Y danos tu salvación.

Oración colecta
SEÑOR, vela con amor continuo sobre tu Iglesia,
y, pues sin tu ayuda no puede sostenerse
lo que se cimienta en la debilidad humana,
protégela siempre con tus auxilios en el peligro
y dirígela hacia la salvación.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
La tensión que se ha creado entre Jesús y los líderes del pueblo –en especial con los escribas y fariseos– prepara la inminente historia de su dolorosa pasión. San Mateo nos reporta aquí este enfrentamiento como una incisiva catequesis acerca de la hipocresía. Ella seguirá siendo siempre una poderosa y sutil tentación para los humanos. Todos corremos el peligro de la vanidad, de la ostentación y de la pretensión de querer observar la Ley de Dios para ser vistos y alabados. El Señor, sin embargo, reserva su recompensa a los que hacen el bien por amor y sin buscar engañosos reconocimientos.

Oración de los fieles
Oremos a Dios, nuestro Padre del cielo.

1.- Para que seamos honestos y valientes para reconocer lo disparatado y erróneo en nuestra Iglesia y en la sociedad, y para expresar con toda entereza nuestra enérgica protesta, roguemos al Señor.

2.- Para que los líderes en la Iglesia y en la política no contradigan con actitudes y obras de codicia y de hambre de poder sus buenas palabras y lindas promesas, roguemos al Señor.

3.- Para que todos nosotros nos cuidemos de las viudas y huérfanos y de los que pasan difíciles momentos en su vida, roguemos al Señor.

Dios, Padre nuestro, concédenos tu gracia para seguir el buen camino, y haznos ver tu salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SANTIFÍCANOS, Señor,
complacido por estos sacramentos;
purifícanos de nuestros vicios terrenos
y condúcenos hacia los bienes del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Cuaresma

Antífona de comunión          Cf. Sal 9, 2-3
Proclamando todas tus maravillas, me alegro y exulto contigo, y toco en honor de tu nombre, oh, Altísimo.

Oración después de la comunión
TE rogamos, Señor,
que la participación en tu mesa santa
nos haga crecer en la piedad
y nos obtenga tu ayuda constante.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
MUÉSTRATE propicio, Señor, a las súplicas de tus fieles
y cura las debilidades de su espíritu,
para que, una vez perdonados,
se alegren siempre con tu bendición.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Santas Perpetua y Felicidad

Corrían los primeros años del siglo III. Todo el drama se desarrolló en la ignorada aldea africana de Teburón, a treinta kilómetros de Cartago. Septimio Severo había desatado la quinta persecución contra el cristianismo.

Fueron arrestados los jóvenes catecúmenos Revocato y Felicidad -su compañera de esclavitud-, Saturnino y Secúndulo. Entre ellos se hallaba también Vibia Perpetua, de noble nacimiento, esmeradamente educada y brillantemente casada. Perpetua tenía padre y madre y dos hermanos -uno, catecúmeno como ella- y un hijo de pocos meses de vida al que todavía estaba amamantando.

Según la costumbre de aquel tiempo, los primeros días permanecieron en sus casas estrechamente vigilados. En esta circunstancia los detenidos se hicieron bautizar. El padre de Perpetua le suplicó desesperadamente que abjurara. Luego, ya en el tribunal, subieron al banquillo y todos confesaron.

Fueron condenados a las fieras.

Felicitas estaba en avanzado estado de gravidez. Ya en la cárcel, nació una niña, que una cristiana adoptó como si fuera suya.

Por fin se los llevó al anfiteatro. Marcharon tranquilos, con una mirada radiante. Los hombres fueron destrozados por los leopardos, osos y jabalíes. Para las jóvenes mujeres, el diablo había reservado una vaca bravísima. La elección era insólita, como para hacer con la bestia, mayor injuria a su sexo. Fueron presentadas en el anfiteatro, desnudas y envueltas en redes. El pueblo sintió horror al contemplar a la una, tan joven y delicada, y a la otra madre primeriza con su pechos destilando leche. Fueron entonces retiradas y revestidas con túnicas sin cinturón.

La primera en ser lanzada al aire fue Perpetua y cayó de espaldas. Apenas se incorporó, recogió la túnica desgarrada y se cubrió -más preocupada del pudor que del dolor-. Luego, requirió una hebilla, para atarse los cabellos. No era conveniente que una mártir sufriera con los cabellos desgreñados, para no dar apariencia de luto en su gloria. Así compuesta, se levantó, y al ver a Felicidad golpeada y tendida en el suelo, se le acercó, le dio la mano y la levantó.

Ambas mujeres se pusieron en pie y, vencida la crueldad del pueblo, fueron llevadas a la Puerta de los vivos. Allí Perpetua fue recibida por el catecúmeno Rústico. Como despertándose de un profundo sueño, empezó a mirar en torno suyo y, con estupor de todos, preguntó:

-¿Cuándo nos echarán esa vaca que dicen?

Como le dijeron que ya se la habían echado, no quiso creerlo hasta que vio en su cuerpo y en su vestido las señales de la embestida.

Luego mandó llamar a su hermano, y al catecúmeno, y les dijo:

-Permanezcan firmes en la fe, ámense los unos a los otros y no se escandalicen por nuestros sufrimientos.

El pueblo reclamó que los heridos fueran conducidos al centro del anfiteatro para saborear con sus ojos el espectáculo de la espada que penetra en los cuerpos. Los mártires espontáneamente se levantaron y se trasladaron adonde el pueblo quería; pero, antes, se besaron con el rito solemne de la paz.

Todos permanecieron inmóviles y recibieron en silencio el golpe mortal. Sáturo, que según la visión que tuvo en prisión debía ser el primero en subir la escalera y esperar a Perpetua en la cúspide, fue el primero en rendir su espíritu.

Por su parte, Perpetua, para gustar algo de dolor, al ser punzada entre las costillas, profirió un gran grito; después, ella misma tomó la torpe mano del gladiador novicio y dirigió la espada a su garganta.

Sin duda, una mujer tan excelsa no podía morir de otra manera sino de su propia voluntad.

Era el 7 de marzo del año 203.

Las actas martiriales, extraviadas y recuperadas siglos más tarde, son auténticas. La mayor parte de ellas fue escrita por la misma santa Perpetua en la prisión y el resto por Sáturo, diácono, o por su coetáneo Tertuliano.

Por la firmeza de la fe y su valor en confesarla, desde tiempos antiguos se pronuncian con gran respeto los nombres de Perpetua y Felicidad, después de la consagración, en uno de los cánones de la misa.