Homilía – Martes II de Cuaresma

Los fariseos pretendían vivir según las normas más estrictas de la ley, se creían los justos.

Muchos de los maestros de la ley, eran también fariseos. Jesús aconseja al pueblo que cumplan lo que ellos les predican, pero que no los imiten…..

Y al mismo tiempo que Jesús censura a los dirigentes de Israel, se dirige también a sus discípulos y les traza un camino muy distinto del de los fariseos.

En la comunidad cristiana debe haber un gran sentido de igualdad y fraternidad.

Cuando Jesús dice: todos ustedes son hermanos, todos tienen un mismo Maestro…, nos está pidiendo que vivamos como hermanos, que entre nosotros no haya celos, no haya envidia.

Es cierto que en todo grupo humano hay distintas capacidades, pero la mayor capacidad, no debe ser motivo para querer destacarse, sino para servir.

Jesús establece una sólida norma de vida comunitaria, Él inculca que la verdadera grandeza, la mayor dignidad es el servicio a los hermanos.

Dice el Señor: porque el que se ensalce será humillado y el que se humille será ensalzado.

Muchas veces nuestro esfuerzo por elevarnos ante los hombres, nos hace rebajarnos ante Dios.

El servicio debe ser el lema de un cristiano. Y cuando al cristiano le toca ejercer algún puesto de mayor jerarquía, con más razón aún.

En este tiempo de cuaresma, especialmente, tenemos que reflexionar sobre nuestra actitud, a la luz de la palabra de Dios, y producir los cambios necesarios.

Este es un tiempo en que la Iglesia, nos invita a convertir nuestro corazón, para llegar a la pascua, habiendo experimentado en nuestra vida algún cambio.

Por eso, cada día que pasa, estamos invitados a revisar alguna actitud de vida, y proponernos cambiar. Jesús murió y resucito históricamente hace casi 2000 años, pero Jesús resucita cuando cada hombre se transforma en un hombre nuevo conformado a su imagen. Por eso para que el día de Pascua, podamos desearnos una Feliz Pascua de Resurrección, cada uno de nosotros debe haberse esforzado por ser un hombre nuevo.

Hoy, vamos a tomarnos unos momentos, y ver cómo está nuestra vida.

¿Me siento realmente hermano? ¿Si, hermano de este que me perjudicó en esto? ¿De esa que habló mal de mí? ¿De esas personas que trabajan con nosotros o para nosotros y que a veces ni miramos? ¿O me siento superior? ¿Me siento distinto?

Vamos Hoy a buscar de hacer un gesto que haga sentir a ese otro, a alguno, que yo soy su hermano en Cristo

Hagámoslo hoy, y digamos tal vez, solo por hoy. Es así, como de a poco, vamos a ir cambiando nuestra vida.

Pidamos a María la fuerza para que en esta cuaresma haya en nuestra vida verdadera conversión. No pensemos como los fariseos, que son los otros los que tienen que cambiar, todos…, tenemos que cambiar, y en este tiempo, el Señor nos acompaña con especiales gracias, para que logremos ese cambio.