¡Yo no quiero títulos, yo quiero servir!
Invocación al Espíritu Santo:
Dios, para quien todo corazón es como un libro abierto, todo deseo manifiesto y para quien no hay secreto alguno; purifica nuestros corazones dándonos al Espíritu Santo a fin de que vivamos santamente de acuerdo a las enseñanzas de tu Palabra que es vida y abundancia para nosotros. Ven Espíritu Santo y llénanos con el fuego de tu amor. Amén.
Lectura. Mateo capítulo 23, versículos 1 al 12:
Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los ban- quetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son herma- nos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es solo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el de mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).
Indicaciones para la lectura:
En el texto que hemos leído vemos que Jesús se dirige a sus discípulos y a las multitudes para emitir su juicio sobre la respuesta del Israel histórico a la invitación última de Dios. Los responsables del pueblo han sabido conservar la enseñanza de Moisés, pero no la han puesto en práctica. Más, aún, su conducta contradice el espíritu de esta enseñanza. Jesús invita a rechazar esto, puesto que la comunidad cristiana no debe estar fundada sobre títulos y honores, sino en la fraternidad, que nace del hecho de tener un Padre en común y de seguir a Jesús.
Meditación:
Claras y duras son las palabras de Nuestro Señor en este pasaje. Su estilo transparente puede hacernos sentir algo “incó- modos” y es que, no habrá en la historia de la humanidad hombre tan coherente como lo fue Jesús, el único. Que nos puede advertir acerca de la hipocresía con justa razón. ¡Cuántas veces nos muestra a lo largo de los Evangelios su descontento con los hipócritas! ¡Cuántas veces nos exhorta a no ser como ellos! Y es que el Señor sabe muy bien cuánto daño hace la hipocresía en nuestro trabajo con los demás, y cuántas almas permanecen cerradas al amor de Dios porque no ven en nuestro testimonio de cristianos una coherencia entre lo que decimos y predicamos y lo que en realidad ponemos en prác- tica.
“Haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que hacen…” ¡Qué actual es esta recomendación que nos da el Señor! ¡Cuánto nos cuesta a los soberbios aceptar estas palabras! ¿Por qué desoímos tantas veces lo que el Señor nos pide a través de su Palabra? ¿No será para justificarnos en la incoherencia de los demás? “No juzguéis y no seréis juzgados” dice el Señor. Mejor sería que pusiéramos en práctica todo lo que el Señor nos va pidiendo sin esperar nada de los demás, sin olvidar que el instrumento es pequeño.
Así pues, levantemos la mirada del horizonte y miremos en vertical, porque es de Dios y para Dios todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás, pues nuestro único modelo debe ser Jesús, en Él debemos fijar todas nuestras metas. Ante Él la verdad y la autenticidad permanecen, todo lo demás es desechado. Continúa el pasaje: “uno solo es vuestro Padre, el del cielo.” Dice la canción: “¡Dios es mi Padre, ¡qué feliz soy!”.
Realmente es así de sencillo y de maravilloso, pero, ¿cuándo vamos a creer del todo estas palabras? ¿cuándo vamos a interiorizarlas y a asumir la grandeza de este hecho? Porque si Dios es mi Padre, me conoce totalmente, me cuida, se preocupa por mí, le interesa lo que a mí me interesa, vela por mi vida, por mi bien, me da lo que necesito… Con Jesús descubrimos que Dios no es un Padre autoritario ni justiciero, sino amoroso y misericordioso que me ha amado y me ha creado y, así, mi vida cobra un sentido, mi vida no es un absurdo. Podemos llegar aún más lejos: si Dios es mi Padre, entonces Él tiene que encontrar en mí signos de que yo soy su hijo, pues los padres y los hijos se parecen.
Oración:
Ante ti Señor en este día queremos reconocer nuestras limitaciones y pedimos que alejes de nosotros aquellos deseos o aquellas inclinaciones que nos induzcan a la hipocresía, a la autosuficiencia, al despotismo, etc. Queremos que Tú nos liberes, que tú quites de nosotros todo eso que nos impide reconocer tu presencia en medio de nuestros hermanos. Fortalece a todas las personas que se dedican anunciar tu Evangelio, bendice a los ministros de tu Iglesia para que sean eficaces servidores de tu Reino. Finalmente te pedimos Señor que reavives en nosotros el deseo de servirte completamente, que dejemos a un lado todo deseo de beneficio, que nos abandonemos en ti completamente para que tú seas nuestro único Maestro, Padre y jefe. Así sea.
Contemplación:
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña en el numeral 642: La fe de la primera comunidad cristiana se funda en el testimonio de hombres concretos que dieron su vida al anuncio del Evangelio a través de una vida de fe nutrida de sus obras.
En el numeral 905: El cumplimiento de la misión profética de los cristianos es cumplido con el anuncio de Cristo comuni- cado con el testimonio de la vida y de la palabra.
El documento de Aparecida nos enseña en el numeral 55: El énfasis en la experiencia personal y lo vivencial nos lleva a considerar el testimonio como un componente clave en la vivencia de la fe.
En el 105. En el testimonio de muchos hombres y mujeres que, movidos por su fe, han trabajado incansablemente en defensa de la dignidad de la persona humana, incluso hasta dar la vida por ello, resplandece la dignidad del ser humano.
Oración final:
Jesús mío, meditando tu Evangelio, me doy cuenta de que frecuentemente me preocupo de cosas sin importancia, olvidando lo que debe ser mi principal preocupación: corresponder a tu amor. Mi fe no se manifiesta en ritos o devociones, sino en mis actos concretos de amor a Dios y a los demás. Ayúdame, dame tu gracia, para que sepa amar, dejando a un lado toda vanidad y deseo de aparecer.
Propósito:
Que Dios sea todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás.