Lectio Divina – Miércoles II de Cuaresma

El más importante es aquel quien sirve y se humilla ante los demás

Invocación al Espíritu Santo:

Oh, Espíritu Santo: Amor del Padre y del Hijo: Inspíranos siempre lo que debemos hacer y lo que debemos decir lo que debemos pensar, para procurar tu gloria y el bien de las almas. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 20, versículos 17 al 28:

Mientras iba de camino a Jerusalén, Jesús llamó aparte a los Doce y les dijo: “Ya vamos camino de Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de Él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día, resucitará”.

Entonces se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?”. Ella respondió: “Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino”. Pero Jesús replicó: “No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?”. Ellos contestaron: “Sí podemos”. Y Él les dijo: “Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado”.

Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

El último anuncio de la pasión introduce la enseñanza de Jesús acerca del servicio. La actitud de Jesús camino a Jerusalén para entregar sus vidas contrasta con el egoísmo de los Zebedeos, que buscan ser importantes. Los discípulos no han entendido el anuncio de la pasión, es por eso necesaria una actitud de servicio.

Meditación:

Se acerca el momento de la pasión. Jesús está en Jerusalén con sus discípulos y pronuncia clarísimamente el tercer anuncio de su muerte. ¿Qué pensaban los discípulos en ese instante? ¿Se les encogía el corazón solo de pensar en Jesús torturado, escarnecido, insultado, como decían los antiguos profetas?

Contrariamente a todo esto los apóstoles se enredan en una discusión egoísta sobre quién será el primero en el Reino de los Cielos. Si bien la discusión es originada por las palabras de la madre de Santiago y Juan, el pensamiento de quién de ellos estaría más cerca de Jesús en su Reino se albergaba en el corazón de cada uno de ellos. También en ocasiones nosotros, en el momento en que Cristo quiere decirnos algo importante o darnos una gracia especial, nos enredamos en nuestros pensamientos egoístas, y no escuchamos todo aquello que Jesús quiere decirnos.

El que quiera ser el primero, que sea el último. Jesús ama a los humildes, a los sencillos, a los que son como niños. El que es sencillo nunca desea el primer puesto para sí, sino para los demás. Vivamos estos días de preparación para la Semana Santa esta virtud de la sencillez y la humildad para que Cristo vea en nuestros corazones la ternura de un niño. Preparémo- nos de esta manera para la Pasión del Señor, y no como lo hacían los apóstoles movidos por sus pensamientos egoístas.

Oración:

Señor Jesús en ocasiones nuestro egoísmo no ciego y queremos puestos principales aquí en la tierra y no sabemos buscar puestos de honor en el cielo, ayúdanos a ver que los verdaderos puestos de honor están allá, queremos que tú nos ilumines y que nos hagas ver que el más importante es aquel quien sirve a los demás, ayúdanos a morir a nosotros mismos y dar vida en los demás, Amen

Contemplación:

En el documento de Aparecida, nos dice en el numeral 42: Que él se humano no le asusta la diversidad, sino que lo que le asusta es no lograr reunir el conjunto de todos estos significados de la realidad, la persona busca siempre la verdad de su ser que ilumina la realidad de tal modo que pueda desenvolverse con libertad y alegría.

En el catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el numeral 872: Por su regeneración en Cristo se da entre todos los fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo.

Oración final:

Señor Jesús, qué fácilmente puedo caer en pensar que, dado que no mato, no robo, no hago conscientemente el mal, tengo derecho a privilegios. Qué insensato puedo ser al acercarme a la oración con una actitud de superioridad, de exigencia. Gracias por mostrarme que no es ese el camino cierto del amor. Eres mi Dios, mi hermano, mi amigo, mi mejor amigo, que me ofreces la plenitud. Ayúdame a estar siempre abierto a tu gracia y servir a mis hermanos en tu Iglesia.

Propósito:

Dar a Cristo un “sí” generoso y dedicar un tiempo semanal para trabajar por la Iglesia.

Anuncio publicitario

Homilía – Miércoles II de Cuaresma

El Señor anuncia por tercera vez a sus discípulos su Pasión. Vuelve a profetizarles su Muerte y su Resurrección.

La perspectiva del Reino podía deslumbrar a los apóstoles y hacerlos pensar en un poder temporal y en un camino fácil, en que estuvieran ausentes los sacrificios de la Cruz.

Jesús les anticipa lo que vendrá. Prepara el ánimo de los apóstoles para que cuando llegue esta prueba recuerden que Él la había profetizado, y este recuerdo les ayude a superar el padecimiento.

El Señor anuncia su Pasión con todo detalle.

Todas las manifestaciones de piedad de la Cuaresma nos encaminan hacia la Resurrección, que es el fundamento de nuestra fe.

Pero debemos recorrer y meditar este camino sin prisa, porque no podremos participar de la Resurrección del Señor, si no nos preparamos para unirnos a Él durante su Pasión y su Muerte en la Cruz. Y nos preparamos para unirnos a la Cruz del Señor mediante la oración, mediante el ayuno y mediante las obras de caridad que hacemos hacia nuestro prójimo. Oración, ayuno y limosna marcan nuestra participación cuaresmal.

Los hijos de Zebedeo son Santiago el Mayor y Juan. Su madre, Salomé, pensando en la instauración inminente del reino temporal del Mesías, solicita para sus hijos los puestos más influyentes. Cristo los reprende porque desconocen la verdadera naturaleza del Reino de los Cielos, que es espiritual; y porque ignoran la verdadera naturaleza del gobierno de la Iglesia que iba a fundar, que es servicio a los demás.

Jesús se dirige a los hermanos y les pregunta si pueden compartir con El su cáliz, su misma suerte. Ellos respondieron ¡Podemos!. Era la palabra de la disponibilidad, de la fuerza: Una actitud propia de quienes aceptan ser apóstoles del Señor.

Jesús aceptó la respuesta generosa de sus los dos discípulos y les dijo: Mi cáliz si lo beberán, participarán en mis sufrimientos y completarán en ustedes mi pasión.

Desde que Cristo nos redimió en la Cruz, todo sufrimiento cristiano consiste en beber el cáliz del Señor, participar de su Pasión, Muerte y Resurrección. Por medio de nuestras contrariedades y de nuestros dolores, llevados con amor, completamos en cierto modo su Pasión.

Durante esta Cuaresma ofrezcamos al Señor nuestras oraciones, ayunos y limosnas, y todos los sufrimientos que se nos presentan en nuestra vida diaria, como medio para participar de Pasión de Nuestro Señor.

Comentario – Miércoles II de Cuaresma

Mateo 20, 17-28

¡Qué contraste de actitudes entre Jesús y sus discípulos!

Jesús «iba subiendo a Jerusalén»: iba a cumplir su misión, aunque fuera a costar. Iba a ser entregado y condenado, a morir por la humanidad y a resucitar. Este es el tercero de los anuncios que hace de su pasión a sus asustados discípulos, que no entienden o no quieren entender. «El Hijo del hombre ha venido a dar su vida por muchos». Ellos siguen a Jesús como al Mesías, pero no entra en su cabeza que el estilo de la salvación sea a través de la cruz.

En efecto, basta ver la escena que Mateo cuenta a continuación: la madre de Santiago y Juan pide para sus hijos los puestos de honor. Exactamente lo contrario de lo que Jesús les estaba inculcando. No es de extrañar que los otros diez apóstoles reaccionaran disgustados: pero es porque ellos también querían lo mismo, y esos dos se les habían adelantado.

Los criterios de aquellos apóstoles eran exactamente los criterios de este mundo: el poder, el prestigio, el éxito humano. Mientras que los de Cristo son la entrega de sí mismos, ser servidores de los demás, no precisamente buscando los puestos de honor.

En nuestro camino de preparación de la Pascua se nos propone hoy un modelo soberano: Cristo Jesús, que camina decididamente en el cumplimiento de su misión. Va camino de la cruz y de la muerte, el camino de la solidaridad y de la salvación de todos.

«No he venido a ser servido, sino a dar mi vida por los demás».

Es el camino de todos los que le imitan. Ya antes, Jeremías había sido fiel, a pesar de las dificultades, a lo que Dios pedía de él. Y después, millones de cristianos han seguido el camino de su Maestro hasta la cruz y la vida resucitada.

No nos suele gustar el camino de la subida a la cruz. A Jeremías también le hubiera sido mucho más cómodo renunciar a su fuego interior de profeta y callarse, para volver a su pueblo a divertirse con sus amigos. A Jesús le hubiera ido mucho mejor, humanamente, si no hubiera denunciado con tanta claridad a las clases dirigentes de su tiempo.

A un cristiano le puede parecer que en medio de este mundo es mejor contemporizar y seguir las mismas consignas que todos, en busca del bienestar personal. Pero el camino de la Pascua es camino de vida nueva, de renuncia al mal, de imitación de un Cristo que se entrega totalmente, que nos enseña a no buscar los primeros puestos, sino a ser los servidores de los demás, cosa que en este mundo parece ridícula.

Aquellos discípulos de Jesús que en esta ocasión no habían entendido nada, entre ellos Pedro, madurarán después y no sólo darán valiente testimonio de Jesús a pesar de las persecuciones y las cárceles, sino que todos morirán mártires, entregando su vida por el Maestro.

¿Nos está ayudando la Cuaresma de este año en el camino de imitación de Jesús en su camino a la cruz? ¿o todavía pensamos con mentalidad humana, persiguiendo los éxitos fáciles y el «ser servidos», saliéndonos siempre con la nuestra, sin renunciar nunca a nada de lo que nos apetece? ¿organizamos nuestra vida según nuestros gustos o según lo que Dios nos está pidiendo?

En la noche de la Vigilia Pascual se nos harán dos preguntas claves, que ya desde ahora debemos ir respondiendo en nuestra actuación concreta: «¿renunciáis al mal?… ¿creéis en Dios… en Cristo?». Es el tiempo de las opciones.

En la Eucaristía comemos a Cristo Jesús como «el entregado por los demás», como el «pan partido», como el que «ha derramado su sangre por todos». ¿Estamos aprendiendo de él esa actitud de entrega?

«Señor, guarda a tu familia en el camino del bien que le señalaste» (oración)

«Tus palabras, Señor, son espíritu y vida, tú tienes palabras de vida eterna» (aclamación)

«El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida por muchos» (evangelio)

«Señor, líbranos de las ataduras del pecado» (ofrendas)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Diálogo con la Samaritana – Juan 4, 5-42

En aquel tiempo llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: – Dame de beber. (Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le dice: -¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le contestó: -Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber, le pedirías tú, y el te daría agua viva. La mujer le dice: -Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados? Jesús le contesta: – El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. La mujer le dice: -Señor, dame de esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén. Jesús le dice: – Créeme mujer, se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad. La mujer le dice: -Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga el nos lo dirá todo. Jesús le dice: – Soy yo: el que habla contigo. En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él. Así cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: -Ya no creemos por lo que tu dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.

Explicación

De siglos venía la enemistad entre los judíos y los samaritanos; por eso, cuando vieron a Jesús hablando con una samaritana se extrañaron mucho. Pero Jesús, al hablar con la samaritana, les enseño que para amar y adorar a nuestro Padre Dios, no hace falta ni se requiere un templo especial, porque Dios es espíritu, y es menester que le adoremos en espíritu y verdad, esto es. Desde el fondo de nuestro corazón.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

TERCER DOMINGO DE CUARESMA – “A”(Jn. 4, 5-42)

NARRADOR: En aquel tiempo llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era el mediodía, sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.
Llega una mujer Samaritana a sacar agua y, al ver a Jesús, se queda quieta (los judíos y los samaritanos no se hablan) con el cántaro en la mano.

JESÚS: Mujer, dame de beber.

SAMARITANA: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí que soy Samaritana?

JESÚS: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú y él te daría agua viva.

SAMARITANA: Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva? ¿Eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él, sus hijos y sus ganados?

JESÚS: El que bebe de esta agua vuelve atener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca jamás tendrá sed: El agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

SAMARITANA: Señor, dame de esa agua: Así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.

JESÚS: Anda llama a tu marido y vuelve.

SAMARITANA: ¿Pero… si yo no tengo marido!

JESÚS: Tienes razón al decir que no tienes marido. Has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido.

SAMARITANA: Señor, veo que eres un Profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.

JESÚS: Créeme, mujer. Se acerca la hora en que ni en este monte, ni en Jerusalén daréis culto a Dios.

SAMARITANA: Es que…

JESÚS: Vosotros dais culto a uno que no conocéis, nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero, adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así.

SAMARITANA: Porque Dios es Espíritu, ¿verdad?

JESÚS: Y los que dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.

SAMARITANA: Sé que ha venir el Mesías, el Cristo. Cuando venga Él no lo dirá todo.

JESÚS: Yo soy: el que habla contigo.

NARRADOR: En esto llegaron los discípulos y se extrañaban de que estuviese hablando con una mujer, aunque ninguno le preguntó de qué hablaban.
La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: Venid a ver a u hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será acaso el Mesías? Y salieron del pueblo adonde estaba Él.

DISCÍPULO: Maestro, come…

JESÚS: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.

DISCÍPULO: ¿Qué quieres decir, Maestro? ¿Puedes aclarárnoslo con algún ejemplo?

JESÚS: ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la siega? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos. Ya están dorados para la siega. El segador ya está recibiendo el salario y almacenando fruto para la vida eterna; y así se alegran lo mismo sembrador que segador.

DISCÍPULO: Maestro, por eso tiene razón el proverbio que dice: uno siembra y otro siega.

JESÚS: En efecto. Yo os enviaré a segar lo que no habíais sudado… otros sudaron y vosotros recogisteis el fruto de sus sudores.

NARRADOR: En aquel pueblo muchos creyeron en él, por el testimonio de la mujer.

SAMARITANO: Maestro, queremos escucharte. Quédate con nosotros.

NARRADOR: Jesús se quedó dos días. Creyeron muchos más por su predicación, y todos proclamaban:

SAMARITANO: Creemos que eres el Mesías, el Salvador del mundo.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles II de Cuaresma

La polémica está servida en este evangelio: Mientras Jesús invita a subir a Jerusalén… la madre de los hijos de Zebedeo, ajena a todo lo que está diciendo el Maestro, le pide descaradamente un puesto de honor para ellos. El evangelista une de esta manera dos mentalidades que se hallan en las antípodas y chocan entre sí. ¿Qué mensaje nos revela a nosotros que, metidos ya en el corazón de la Cuaresma, somos invitados a la conversión de deseos, pensamientos y conducta? Os propongo fijar la atención en dos enseñanzas:

Primera, no nos hagamos ilusiones. Somos del mismo barro de la mujer que se planta ante Jesús pidiéndole privilegios para los suyos. También nosotros buscamos primeros puestos. Reconozcámoslo. La tendencia a ser únicos y primeros se esconde en nuestro lenguaje normal hilvanado de quejas, de deseos imposibles, de inconfesables envidias, de tristezas y suspiros, de agresividad o rencor… y ¡ay si se olvidan de mí! Un incurable sentimiento de necesidad nos convierte en hambrientos por naturaleza. El ser del hombre es anhelo de lo que no tiene. Nada nos sacia. Todo nos falta. Nuestra esencia es el apetito. Ni siquiera ante Dios buscamos ser uno más. Deseamos los primeros puestos. Reconocerlo nos coloca en el camino de la curación, porque sólo la verdad nos hace libres.

Segundo: las vocaciones son tres. El arranque de este episodio evangélico me recuerda una sabrosa meditación que leí hace tiempo. Indicaba que en el evangelio se pueden descubrir tres vocaciones que Jesús hace a las personas con quienes se encuentra. La primera de ellas es la llamada a la rectitud de vida. Es la invitación que Jesús hace, por ejemplo, a la mujer adúltera: “Vete y no peques más”. La segunda es la propuesta del radicalismo. El caso más claro, pero no el único, queda recogido claramente en la propuesta que hace al joven rico: “Ve, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo y, luego, sígueme”. La tercera es la que aparece al comienzo del evangelio de hoy: “Subamos a Jerusalén”. Es el llamamiento al martirio, a entregar la vida con El. Terminaba aquel autor diciendo que las tres vocaciones son necesarias para la Iglesia y el mundo. Las tres provienen de Jesús que es el único que llama con autoridad. Pero solamente es la tercera llamada la que hace crecer a la Iglesia en extensión y en santidad, la que verdaderamente llena de oxígeno los pulmones de nuestra humanidad, la que realiza la redención del mundo. Es la invitación a vivir la Pascua hasta el final. Es la suprema expropiación.

Y a mí ¿a qué me llama el Señor? ¿Me está apremiando a dejar ya, de una vez por todas, una mala costumbre que arrastro, o una herida abierta que me desangra, o un pecado que me maltrata desde hace ya tanto tiempo, o un perdón al que me resisto? ¿Me está acaso invitando a despojarme al menos de aquello que me tiene esclavizado y que no me deja crecer y ser feliz? ¿Acaso me está llevando a su presencia para que, arrodillando mi orgullo, me ofrezca para lo que El quiera abandonándome en sus manos sin darle más vueltas en mi imaginación a la suerte que pueda correr?

De todo nos puede ocurrir en este miércoles ante la Palabra. De todo, menos dejarnos indiferentes en el aburrido bostezo de quien se cree conocer bien este punzante relato que nos narra san Mateo en su evangelio.

Juan Carlos cmf

Meditación – Miércoles II de Cuaresma

Hoy es miércoles II de Cuaresma.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 20, 17-28):

En aquel tiempo, subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino:
«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará».
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

El relato evangélico de hoy nos narra el tercer anuncio de la pasión (20,17-19), y la petición de la madre de los Zebedeos sobre los primeros puestos para sus hijos, así como todo lo que desencadena (20, 20-28), lo que lanza un aldabonazo a nuestras relaciones comunitarias.

Tras la indignación de los otros discípulos por la petición de la madre de Santiago y Juan (24), Jesús presenta dos posibles alternativas de conducta: una, negativa, la de los gobernantes y poderosos (25) y otra, positiva, la del mismo Maestro (v.28) Entre ambos modelos Jesús exhorta a sus discípulos sobre cómo ha de ser su comportamiento, subrayando la contraposición al primero de ellos: “no así entre vosotros”.

Jesús propone dos iconos para presentar el modelo en las relaciones entre los discípulos (20, 26b-27): el primero, el servidor (en antítesis al grande) era el que hacía el servicio de las mesas fundamentalmente; y el segundo, el esclavo (en contraste al primero) era aquel que no se pertenecía a sí mismo, sino que pertenecía a otros. Con ello, contrapone la estructura de dominación propia del mundo y la estructura de servicio propia de sus seguidores. Jesús está planteando a su comunidad una reorientación de los valores y los modelos de comportamiento respecto a la praxis de las estructuras sociopolíticas.Ambos términos, servidor y esclavo, han de dinamizar las relaciones entre los discípulos; estos generan un tipo de relaciones comunitarias en los que no existe la subordinación de unos a otros, ni siquiera ante los líderes. La idea cristiana del servicio representa un cambio de valores efectuados por el Señor Jesús que ha venido a servir y a dar su vida en rescate por muchos.

La Palabra de hoy nos interroga cómo son nuestras relaciones comunitarias: ¿están en la clave de los grandes y los poderosos o responden a los iconos propuestos por Jesús de servidor y esclavo? Hoy día de la mujer, nuestro interrogante no puede dejar de tener presente cuál es su lugar en la iglesia y como se dinamizan las relaciones varón-mujer dentro de la comunidad eclesial.

Hna. Mariela Martínez Higueras O.P.

Liturgia – Miércoles II de Cuaresma

MIÉRCOLES DE LA II SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio Cuaresma.

Leccionario: Vol. II

            La Cuaresma: Acompañar a Cristo en su Pasión.

  • Jer 18, 18-20. Venga, vamos a hablar mal de él.
  • Sal 30. Sálvame, Señor, por tu misericordia.
  • Mt 20, 17-28. Lo condenarán a muerte.

Antífona de entrada           Cf. Sal 37, 22-23
No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven a socorrerme, Señor mío, mi fuerza y salvación.

Monición de entrada y acto penitencial
Queridos hermanos, tengan todos muy buenos días, les damos la más cordial bienvenida a la celebración eucarística de hoy, en el miércoles de la segunda semana de Cuaresma.

Que la participación en la celebración de esta santa misa nos permita tomar la cruz con Cristo, camino al calvario.

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    — Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    — Y danos tu salvación.

Oración colecta
SEÑOR, guarda a tu familia
instruida en las buenas obras
y, confortada en sus necesidades temporales,
condúcela propicio hacia los bienes eternos.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
Jesús anuncia por tercera vez –y con detalles todavía más explícitos que las dos veces anteriores (Cfr. Mt 16, 21 y 17, 22)– su pasión ya inminente. Mientras tanto los discípulos muestran haber comprendido muy poco de la lógica del Reino. De ahí que Santiago y Juan, azuzados por su madre, pidan ocupar un día en él los dos primeros lugares. El Señor les mostrará, precisamente entonces, que la verdadera grandeza está en hacerse «pequeños» y en ofrecer la propia vida por los demás, con un espíritu de servicio sincero y desinteresado.

Oración de los fieles
Oremos a Dios, nuestro Padre:

1.- Por la santa Iglesia, para que sepa imitar al Señor, Jesús, y sea una Iglesia que ama y sirve, constante y sinceramente, roguemos al Señor.

2.- Por los profetas entre nosotros, que nos recuerdan que tenemos que vivir según nuestra fe, para que sepamos escucharles con respeto y docilidad, ya que es Dios mismo quien nos habla a través de ellos, roguemos al Señor.

3.- Por todos nosotros, para que, como seguidores del Señor sufriente, crezcamos espiritualmente como cristianos y como seres humanos por el modo de llevar nuestras cruces y sufrimientos, roguemos al Señor.

Dios, Padre nuestro, sálvanos por tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
MIRA con bondad, Señor,
la ofrenda que te presentamos,
y por este santo intercambio
líbranos de las ataduras de nuestros pecados.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Cuaresma

Antífona de comunión          Mt 20, 28
El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.

Oración después de la comunión
SEÑOR, Dios nuestro,
te pedimos que se convierta
en causa de salvación eterna
lo que quisiste fuera para nosotros
prenda de inmortalidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
CONCEDE a tus siervos, Señor,
la abundancia de tu protección y gracia,
dales salud de alma y cuerpo,
concédeles plenitud de amor fraterno
y haz que sean siempre fieles en su entrega a ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

San Juan de Dios

Se llamaba Juan Ciudad y había nacido en Portugal, en el pequeño pueblo de Montemayor el Nuevo, el 8 de marzo de 1495. A los ocho años escapó de la casa paterna y se hizo pastor. Fue recogido por un noble señor portugués. Se enroló después como soldado y combatió contra los turcos; en Gibraltar vendió libros piadosos, estampas y estatuillas de santos. Más tarde se dirigió a Granada, donde conoció al gran predicador Juan de Ávila. Al escucharlo, se sintió tocado por la gracia y se arrepintió de su vana vida anterior.

Su finalidad seria en adelante el bien del prójimo. Tenía entonces cuarenta años de edad.

Regaló cuanto poseía. Desarrapado, sucio, descalzo, descubierta la cabeza, caminaba tambaleante. Los chicos lo seguían por las calles, gritando: «¡El loco! ¡El loco!». Y fue recluido en una horrible casa de salud. Pero ahora era él quien gritaba a los guardias, al ver cómo eran azotados los desgraciados enfermos que habían perdido la razón. «¿Es esto una casa de caridad?», decía.

El maestro Juan de Ávila lo visitó con este mensaje:

-Juan, Dios te necesita; debes atender obras de servicio.

Y entonces, en 1540, él echó los cimientos de la orden de los hermanos hospitalarios.

Un día, ya casi al anochecer, unos gritos desgarradores se extendieron por la ciudad. El hospital real se había convertido en una hoguera. Juan lloraba por los ancianos y los paralíticos. La muchedumbre gritó: «¡El loco! ¡El loco!». Era Juan, que se precipitaba en el establecimiento para rescatar a los ancianos y a los enfermos que no podían andar. Y así, como por obra de un milagro, los fue poniendo a salvo.

El pueblo, desde la calle, le decía: «Juan, eres un santo». Y la palabra se hizo eco: «¡Santo! ¡Santo!».

Después Juan recorrió las calles de Granada, pidiendo contribución para el nuevo hospital. Fueron tres años de espera, pero la gran obra se realizó. Médicos, boticarios, cirujanos y enfermeros lo ayudaron: a estos legos les dio un hábito especial de color negro.

Los vestidos de Juan estaban cada vez más rotos. Daba los suyos a los pobres y él vestía andrajos. El arzobispo le dio un nuevo hábito, con la promesa de que no lo iba a regalar. Y le dio también un nuevo nombre: Juan de Dios.

Así nació una nueva orden confirmada por el papa san Pío V muchos años después, en 1572. Hoy se la conoce con el nombre de orden de los misericordiosos hermanos de san Juan de Dios.

Murió el 8 de marzo de 1550 en medio de una visión, arrodillado y en éxtasis