Mateo 20, 17-28
¡Qué contraste de actitudes entre Jesús y sus discípulos!
Jesús «iba subiendo a Jerusalén»: iba a cumplir su misión, aunque fuera a costar. Iba a ser entregado y condenado, a morir por la humanidad y a resucitar. Este es el tercero de los anuncios que hace de su pasión a sus asustados discípulos, que no entienden o no quieren entender. «El Hijo del hombre ha venido a dar su vida por muchos». Ellos siguen a Jesús como al Mesías, pero no entra en su cabeza que el estilo de la salvación sea a través de la cruz.
En efecto, basta ver la escena que Mateo cuenta a continuación: la madre de Santiago y Juan pide para sus hijos los puestos de honor. Exactamente lo contrario de lo que Jesús les estaba inculcando. No es de extrañar que los otros diez apóstoles reaccionaran disgustados: pero es porque ellos también querían lo mismo, y esos dos se les habían adelantado.
Los criterios de aquellos apóstoles eran exactamente los criterios de este mundo: el poder, el prestigio, el éxito humano. Mientras que los de Cristo son la entrega de sí mismos, ser servidores de los demás, no precisamente buscando los puestos de honor.
En nuestro camino de preparación de la Pascua se nos propone hoy un modelo soberano: Cristo Jesús, que camina decididamente en el cumplimiento de su misión. Va camino de la cruz y de la muerte, el camino de la solidaridad y de la salvación de todos.
«No he venido a ser servido, sino a dar mi vida por los demás».
Es el camino de todos los que le imitan. Ya antes, Jeremías había sido fiel, a pesar de las dificultades, a lo que Dios pedía de él. Y después, millones de cristianos han seguido el camino de su Maestro hasta la cruz y la vida resucitada.
No nos suele gustar el camino de la subida a la cruz. A Jeremías también le hubiera sido mucho más cómodo renunciar a su fuego interior de profeta y callarse, para volver a su pueblo a divertirse con sus amigos. A Jesús le hubiera ido mucho mejor, humanamente, si no hubiera denunciado con tanta claridad a las clases dirigentes de su tiempo.
A un cristiano le puede parecer que en medio de este mundo es mejor contemporizar y seguir las mismas consignas que todos, en busca del bienestar personal. Pero el camino de la Pascua es camino de vida nueva, de renuncia al mal, de imitación de un Cristo que se entrega totalmente, que nos enseña a no buscar los primeros puestos, sino a ser los servidores de los demás, cosa que en este mundo parece ridícula.
Aquellos discípulos de Jesús que en esta ocasión no habían entendido nada, entre ellos Pedro, madurarán después y no sólo darán valiente testimonio de Jesús a pesar de las persecuciones y las cárceles, sino que todos morirán mártires, entregando su vida por el Maestro.
¿Nos está ayudando la Cuaresma de este año en el camino de imitación de Jesús en su camino a la cruz? ¿o todavía pensamos con mentalidad humana, persiguiendo los éxitos fáciles y el «ser servidos», saliéndonos siempre con la nuestra, sin renunciar nunca a nada de lo que nos apetece? ¿organizamos nuestra vida según nuestros gustos o según lo que Dios nos está pidiendo?
En la noche de la Vigilia Pascual se nos harán dos preguntas claves, que ya desde ahora debemos ir respondiendo en nuestra actuación concreta: «¿renunciáis al mal?… ¿creéis en Dios… en Cristo?». Es el tiempo de las opciones.
En la Eucaristía comemos a Cristo Jesús como «el entregado por los demás», como el «pan partido», como el que «ha derramado su sangre por todos». ¿Estamos aprendiendo de él esa actitud de entrega?
«Señor, guarda a tu familia en el camino del bien que le señalaste» (oración)
«Tus palabras, Señor, son espíritu y vida, tú tienes palabras de vida eterna» (aclamación)
«El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida por muchos» (evangelio)
«Señor, líbranos de las ataduras del pecado» (ofrendas)
J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2