Lectio Divina – Jueves II de Cuaresma

Tener amor igual para todos a ejemplo de Cristo

Oración inicial:

Señor, envía tu Espíritu para darnos vida nueva. Ilumina nuestras ideas y guía nuestra acción. Que todo sea en ti, por ti y como tú quieras. Amén.

Lectura. Lucas capítulo 16, versículos 19 al 31:

Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba este en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.

Entonces gritó: ́Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar ni hacia allá ni hacia acá ́.

El rico insistió: ́Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ́Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepen- tirán’. Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni, aunque resucite un muerto ́”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Esta historia es una ilustración de las bienaventuranzas y de las lamentaciones de Lucas capítulo 6, versículos 20 al 26: El reproche que se hace al rico es el de no saber compartir lo que tiene con los más necesitados. Ha perdido, incluso, una oportunidad de conversión por no haber escuchado a Moisés y a los profetas, donde habría encontrado muchas peticiones de solidaridad para con los pobres. Su pecado consiste en haber hecho de las riquezas su dio.

Meditación:

Es interesante ver en este evangelio cómo el rico solo se acuerda de Lázaro cuando necesita de él. En su vida, nunca le tuvo presente para ayudarle a tener una vida más digna. E igualmente, en nuestra vida, muchas veces pasa lo mismo. Solo nos acordamos de los demás para nuestro propio provecho y bienestar.

El rico se fue para el infierno no por sus bienes, sino porque dedicó toda su vida a satisfacer su propio gusto, en vez de haberla empleado en hacer obras de misericordia.

Todos los bienes y talentos que recibimos de Dios son para servir a los demás. Muchas veces no podremos ayudar mate- rialmente, pero podemos dedicar nuestro tiempo, dar una sonrisa, unas palabras amorosas. La mejor forma de transmitir a Cristo, de evangelizar el mundo, es con nuestro ejemplo, con la donación de nuestro tiempo a los demás, tiempo que es la mayor riqueza que tenemos.

Oración:

Señor, enséñanos a no amarnos egoístamente, a no contentarnos con amar a los nuestros, con amar a los que amamos. Enséñanos a pensar solamente en los demás, a amar primeramente a los que no son amados. Haz que suframos el sufri- miento de los demás. Señor, concédenos la gracia de advertir que, en cada instante de nuestra vida, de nuestra vida dichosa y por ti protegida, hay millones de seres humanos que son tus hijos, que son nuestros hermanos, y que se mueren de hambre, y que mueren de frío, y no han merecido morir de frío. Ten piedad de todos los pobres del mundo. Danos la compasión de la miseria universal y líbranos de nosotros mismos si es tu voluntad. Amén.

Contemplación:

El catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda en el numero 544; “El reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para anunciar la Buena Nueva a los pobres (Lucas capítulo 4, versículos 18). Los declara bienaventurados porque de ellos es el reino de los cielos (Mateo capítulo 5, 3); a los pequeños es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes. Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre, la sed y la privación. Aún más: se identifica con los pobres de todas las clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su reino”.

Oración final:

Jesús, Tú me conoces bien. Dame fuerzas y una mirada espiritual para descubrirte en mis familiares, en mi vecino, en mi colega de trabajo, en todas las personas que me rodean; tanto con las que me llevo bien, como con las que me caen pesado. Que te vea tanto en el mendigo como en mi patrón, y que pueda transmitirte a ellos. Que mi gran ilusión sea servir y ayudar a mi hermano en todas sus necesidades que me sea posible, para hacer su yugo más leve.

Propósito:

Buscaré hacer un acto de caridad, siendo consciente de que todo lo que hago a uno de estos pequeñitos por amor a Dios, es a Cristo a quien lo hago.

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Homilía – Jueves II de Cuaresma

Esta parábola del rico y el mendigo es importante en el evangelio de Jesús. Jesús no hace condenar al rico por ser rico. El rico se condena por satisfacerse en su opulencia y no compartir. El rico disfruta hasta el colmo su riqueza y no es capaz de abrir los ojos ante la miseria que tiene al lado.

En esta parábola, San Lucas no nos dice el nombre del rico, pero sí del pobre. El rico es un egoísta que vive para sí mismo y para su dinero, y cuando muere, probablemente haya tenido un entierro pomposo y con mucha gente, pero no tenía amigos en el cielo.

El pobre tal vez muriera solo, pero lo recibe una caravana de ángeles y lo llevan al triunfo, al Reino de Dios.

En esta parábola no debemos ver -porque no lo hay-, un eco de lucha de clases.

Jesús no condena al rico por ser rico, sino por ser «mal rico», por «no ser solidario» con los pobres. El rico se condena por su egoísmo, por no saber compartir.

Y el pobre, «no se salva por ser pobre». El pobre se salva por ser un hombre abierto a Dios y a los demás.

No dice el evangelio que el rico le negara expresamente las sobras de la fiesta al pobre Lázaro. Simplemente el rico ni siquiera vio a Lázaro.

Esta es una lección importante para nosotros.

Nos invita a mirar nuestra vida, y preguntarnos si también nosotros –como el rico-, cerramos los ojos y el corazón ante la situación difícil que pasan muchos hermanos nuestros.

En este tiempo de cuaresma, vamos a proponernos hoy abrir los ojos y estar atentos a la necesidades de quienes tenemos cerca.

Este evangelio nos invita a ser desprendidos. No hay nada que justifique el no atender las necesidades del prójimo. El evangelio da ejemplos de personas muy pobres, que son realmente desprendidas –por ejemplo la viuda que poner sus últimas monedas como ofrenda en el templo-

Nadie es tan pobre que no tenga algo para compartir.

Como lo dice el Santo Padre en su mensaje para el tiempo de cuaresma, todo lo que tenemos, poco o mucho es un don gratuito de Dios, que Él puso en nuestras manos para que lo usemos bien.

Comentario – Jueves II de Cuaresma

Lucas 16, 19-31

La parábola del rico Epulón («el que banquetea») y del pobre Lázaro nos sitúa, esta vez en labios de Jesús, ante la misma encrucijada: ¿en qué ponemos nuestra confianza en esta vida?

El rico la puso en sus riquezas y falló. En el momento de la verdad no le sirvieron de nada. El pobre no tuvo esas ventajas en vida. Pero se ve que sí había confiado en Dios y eso le llevó a la felicidad definitiva.

El rico del que habla Jesús no se dice que fuera injusto, ni que robara. Sencillamente, estaba demasiado lleno de sus riquezas e ignoraba la existencia de Lázaro. Era insolidario y además no se dio cuenta de que en la vida hay otros valores más importantes que los que él apreciaba.

a) La opción que nos proponía el profeta sigue siendo actual.

Es también la que hemos rezado en el salmo de hoy, prolongación -coherente como pocas veces- de la primera lectura: «dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor… será como árbol que da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas. No así los impíos, no así: serán paja que arrebata el viento».

La Cuaresma nos propone una gracia, un don de Dios. Pero se nos anuncia que es también juicio: al final ¿quién es el que ha acertado y tiene razón en sus opciones de vida? Tendríamos que aprender las lecciones que nos va dando la vida. Cuando hemos seguido el buen camino, somos mucho más felices y nuestra vida es fecunda. Cuando hemos desviado nuestra atención y nos hemos dejado seducir por otros apoyos que no eran la voluntad de Dios, siempre hemos tenido que arrepentirnos después. Y luego nos extrañamos de la falta de frutos en nuestra vida o en nuestro trabajo.

b) También la parábola de Jesús nos interpela. No seremos seguramente de los que se enfrascan tan viciosamente en banquetes y bienes de este mundo como el Epulón. Pero todos tenemos ocasiones en que casi instintivamente buscamos el placer, el bienestar, los apoyos humanos. La escala de valores de Jesús es mucho más exigente que la que se suele aplicar en este mundo. A los que el mundo llama «dichosos», no son precisamente a los que Jesús alaba. Y viceversa. Tenemos que hacer la opción.

No es que Jesús condene las riquezas. Pero no son la finalidad de la vida. Además, están hechas para compartirlas. No podemos poner nuestra confianza en estos valores que el mundo ensalza. No son «los últimos». Más bien a veces nos cierran el corazón y no nos dejan ver la necesidad de los demás. Y cuando nos damos cuenta ya es tarde.

¿Estamos apegados a «cosas»? ¿tenemos tal instinto de posesión que nos cierra las entrañas y nos impide compartirlas con los demás? No se trata sólo de riquezas económicas. Tenemos otros dones, tal vez en abundancia, que otros no tienen, de orden espiritual o cultural: ¿somos capaces de comunicarlos a otros? Hay campañas como la del 0’7, en ayuda de los países pobres, que nos deberían interpelar. Y hay también situaciones más cercanas y domésticas, en nuestra misma familia o comunidad, que piden que seamos más generosos con los demás. Hay muchos Lázaros a nuestra puerta. A lo mejor no necesitan dinero, sino atención y cariño.

La Cuaresma nos invita a que la caridad para con los demás sea concreta. Que sea caridad solidaria. Para que podamos oír al final la palabra alentadora de Jesús: «tuve hambre y me diste de comer… cuando lo hiciste con uno de ellos, lo hiciste conmigo».

«Señor, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino recto» (entrada)

«Dichoso el que ha puesto su confianza en el Señor» (salmo)

«Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor» (comunión)

«Que el fruto de esta Eucaristía se manifieste siempre en nuestras obras» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2

El encuentro con Jesús transforma nuestra vida

1.- Cristo esta cansado del camino y tiene sed .El pasaje del Evangelio de hoy nos narra el encuentro de Jesús con una mujer samaritana, a quien Él le pide de beber. Esta mujer era sin duda una mujer desenvuelta, pero de mala fama, probablemente una persona que procuraríamos evitar si asistiera a la misma iglesia que nosotros. Y sin embargo, Dios, en su Providencia dirige las cosas de tal forma que esta mujer mundana, superficial y probablemente inculta, recibe una revelación extraordinaria, pues Jesús le habla de términos de gran profundidad y simbolismo. Cristo, como nosotros, a veces se encuentra fatigado, Él era hombre y como tal tenía las debilidades que tenemos nosotros, excepto el pecado, sentía hambre, sed, cansancio… es por eso que El puede comprendernos. Es conmovedor ver al Maestro rendido por el camino y su tarea apostólica y sin embargo, listo para seguir salvando almas. La mujer va al pozo, donde se halla Jesús sentado. Le pide de beber, pero sólo como excusa para entrar en un tema más profundo. Judíos y samaritanos eran enemigos y se odiaban desde hacia miles de años, sin embargo, Cristo tiene con la samaritana un diálogo muy hermoso, lleno de ternura, para indicarnos que Él no excluye a nadie de su acción salvadora, sino que su amor se extiende a todas las almas y que a todos vino a salvarnos. Un detalle de la delicadeza de Cristo, es que inicia el diálogo con la petición, todo un Dios que pide un favor a una de sus criaturas: «dame de beber». La samaritana se asusta y no obstante le contesta, permitiendo así la acción de la gracia. Al dirigirse ella también a Jesús, que era judío, da el primer paso a su propia transformación. ¡Qué maravilloso ejemplo de disponibilidad y de olvido de sus enemistades!

2.- La samaritana también tiene sed, pero de felicidad. Cristo hace referencias al agua que Él nos dará y que verdaderamente nos quitará toda sed. Esta agua se ha visto como figura de su gracia que colma toda vida espiritual. La mujer vuelve a demostrar su disponibilidad y apertura al pedir al Señor del agua que promete. Cristo a su vez, aprovecha el interés de la samaritana para manifestarle su condición divina, que le permite ver hasta lo más profundo del corazón. Es así como el Señor conoce todas nuestras intimidades y nuestros secretos. La samaritana, ante el descubrimiento que Cristo le hace, podría haberse retirado avergonzada, sin embargo, inmediatamente le hace una confesión de su fe exclamando: «Veo que tú eres un profeta». Allí está el segundo momento de su conversión. Es precisamente en este aceptar a Cristo en nuestra vida en donde se fragua nuestra propia conversión.

3.- Reconoce en Cristo al Mesías y culmina su conversión. Tal vez nosotros no comprendemos la magnitud de esas palabras de la samaritana porque en realidad no tenemos idea de la enemistad que existía entre los dos pueblos, pero reconocer un samaritano que un judío era profeta, era un acto de humildad muy grande y que implicaba un vencimiento propio muy fuerte. Cristo, seguramente quedó conmovido ante esa actitud y aprovecha la ocasión para revelar a aquella humilde mujer una verdad muy importante: que Él era el Mesías. Y lo hace en forma breve diciendo: «Yo soy». La samaritana llega a la última etapa de su conversión. Ya ha reconocido sus pecados y ahora acepta la doctrina verdadera: reconoce al Mesías como al Hijo de Dios.

4.- Se convierte en “apóstol” de Jesús. Es entonces cuando la mujer, llena ya de la gracia divina, quiere participara a todos de aquello que ella ha experimentado y olvidándose del motivo que tuvo para acercarse al pozo, deja su cántaro y se dirige al pueblo a compartir lo que ha descubierto. Vemos aquí cómo toda conversión auténtica se proyecta necesariamente a los demás en un deseo de que participen también de la alegría que uno ha descubierto. ¿Nosotros hemos encontrado a Cristo? ¿Lo hemos llevado a nuestro prójimo? El Evangelio nos habla del fruto de la obra de la samaritana, pues dice que «por sus palabras muchos creyeron en Cristo». Ella fue así el instrumento que acercó a Cristo a sus hermanos, quienes ya convencidos empezaron a amar al Señor y a proclamarlo su Salvador. La lección para nosotros es clara. Nos habla del concepto que tenemos de nuestra propia piedad: probablemente trataríamos de evitar a una mujer como la de Sicar, dándola por un caso perdido. Jesús, en cambio, la escogió para convertirla y le indujo a hacer una confesión de fe. Cristo escoge en este caso para ser su apóstol a una mujer pecadora y extranjera, pero dispuesta a la conversión, abierta al cambio de vida y a la gracia. Pensemos que así como ella, nosotros, a pesar de nuestros pasados errores, podemos ser el instrumento para que Cristo llegue a muchas almas. Basta sólo que sinceramente nos arrepintamos y que estemos dispuestos a recibir su gracia y a convertirnos.

José María Martín, OSA

Notas para fijarnos en el Evangelio

• En esta la narración nos encontramos con un encuentro de dos personas muy distintas: Jesús, un buen Judío, el Hijo de Dios que está sediento y se sienta cansado junto al manantial y una mujer samaritana que va a sacar agua del pozo.

• Allí junto al pozo Jesús recupera fuerzas. Jesús se cansa como nosotros.

• El personaje de la mujer puede ser simbólico, puede representar a todo el pueblo samaritano o puede referirse a una mujer concreta. El pueblo de Samaría adoraba a otras divinidades, que podrían estar representadas en los seis maridos de la mujer (18).

• Tan chocante es este encuentro entre Jesús y la samaritana que los discípulos se extrañan, aunque estos no se atreven a pedir explicaciones (27).

• El relato nos ofrece todo un proceso evangelizador llevado por Jesús: se dan una serie de pasos que la mujer poco a poco va dando: Primero ve en Jesús a un «judío» (9), más adelante habla de Jesús como «señor» (11.15), a continuación lo ve como «mayo que Jacob» (12), e incluso como un «profeta» (1)), concluyendo su descubrimiento diciendo de Jesús «si no será el Mesías» (29). Al final los samaritanos reconocen en Jesús al Salvador del mundo (42). Es el proceso de la fe  que se va desarrollando poco a poco en nuestras vidas. Hay etapas  en el camino de la fe de las personas y estamos llamados a respetarlas.

• Esto sucede al mediodía (6), en el momento de más calor, por eso Jesus tenía sed.

• Y acontece en Sicar, pueblo de Samaría (5), considerada por los judíos contaminada por el paganismo, región pagana.

• La escena se desarrolla junto a un pozo (6), fuera del pueblo. El pozo era lugar de encuentro, de relación con las personas como la plaza pública especialmente para las mujeres que solían pasar mucho tiempo en sus casas.

• Jesús, con su manera de hacer, supera costumbres del momento: trata con sumo respeto a la mujer, no era normal que un judío hablese con una mujer en público fuera de casa (9).

• Jesús se presentan ante la mujer como necesitado, sitúa en alto a la mujer, le reconoce su dignidad: «Dame de beber» (7). ES Jesús quien empieza el diálogo, pide agua, se sitúa en un plano de inferioridad, de debilidad. Es una manera de acercarse, de aproximarse con gran sencillez, sin prepotencia.

• ¿Cómo se le puede ocurrir a un judío pedir un poco de agua a una mujer samaritana?

• La mujer no sale de su asombro, está imbuida por tantos prejuicios del pasado (9).

• Pero Jesús va a lo suyo y le presenta ahora su anuncio, su novedad. Es ahora Él el que le hace su oferta, pero de un agua muy diferente. «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice «dame de beber», le pedirías tú, y él te daría agua viva» (10). «…el que iba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (14). Sorprendida, atraída por las palabras y la actitud de Jesús la samaritana le da el reconocimiento de «señor» (15) y se interesa por esa agua de Jesús. Siente curiosidad y respeto por ese hombre que no es como los demás.

• Después de este primer paso dado por Jesús es la samaritana la que pide del agua de Jesús: «Señor, dame de samaritana la que pide del agua de Jesús: «Señor, dame de esa agua, así no tendré más sed» (15). Como en otras partes del mundo, el trabajo de las mujeres es agobiante, a veces han de emplear mucho tiempo en busca del agua y traerla a casa, etc. La samaritana, a lo mejor, está casada de tantos viajes, del duro trabajo de la mujer.

• Con sumo respeto, Jesús va orientando el diálogo y responde a sus interrogantes.

• En un principio la mujer y Jesús hablan en planos diferentes, distintos. La mujer habla del agua material y Jesús se sitúa en un plano espiritual, el agua de Jesús es el don divino, la salvación. Su Palabra, la Palabra de Dios es fuente de agua viva.

• Más adelante de nuevo Jesús toma la iniciativa y le pide «Vete, llama a tu marido y vuelve» (16).

Jesús enviado del Padre, a su vez es el que envía, el que nos envía también a nosotros par que seamos portadores de la Buena Noticia, aunque, como en el caso de la samaritana no lo tengamos todo claro, no es preciso que uno sea un perfecto apóstol para comenzar a ser testigo.

• La mujer le responde: «yo no tengo marido» (17). Y Jesús amplía, comenta lo que le dice: «Tú has tenido cinco maridos» (18). Esos cinco maridos de la mujer bien pueden referirse o a las mujer en concreto o al pueblo samaritano, acusado de adulterio porque en el pasado los asirios vencedores al instalarse entre ellos trajeron sus divinidades y ello es visto por los judíos como una prostitución.

• Lo importante es que cada uno reconozca su situación, la necesidad que tiene de agua viva, de salvación.

• Siguiendo el diálogo es ahora la mujer la que toma la iniciativa y lleva el diálogo al terreno netamente religioso: «¿dónde se debe dar culto en Jerusalén?» (20).

• La presencia de Jesús en el mundo relativizó los lugares: Jerusalén, Garizim, el Templo, el sábado y los sacrificios. Jesús aboga por adorar en espíritu y en verdad (23). Adorar a Dios no es cuestión de lugar sino de actitudes.

• En este encuentro de Jesús y la samaritana podemos vernos a nosotros,  a todas las personas y puede ser un buen punto de referencia para nuestro camino cuaresmal, para nuestra conversión personal.

• La mujer que ha encontrado a Jesús y que todavía no tiene del todo clara la importancia de Jesús se convierte en testigo, deja su cántaro al borde del pozo, se marcha al pueblo mientras los discípulos llegan (28).

• La samaritana lleva una buena nueva a anunciar a sus paisanos. «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho ¿será éste el Mesías? (29). La mujer se pone preguntas que llevan en si un principio de fe en Jesús enviado de Dios.

• Y los samaritanos ante el anuncio de la samaritana se ponen en camino (30). La samaritana se ha convertido en apóstol, en evangelizadora de los suyos. Ella hace posible que su pueblo descubra a Jesús, ella acerca a su pueblo a Jesús, al agua viva.

• La mujer consigue el éxito más grande de un apóstol: que no crean por lo que él o ella dice o hace sino porque ellos mismos lo han experimentado, porque ellos mismos han encontrado a Jesús (42).

• Hay una actitud de Jesús que me impresiona: Jesús no pierde ninguna oportunidad en anunciar el Reino, en dar a conocer el amor de Dios Padre, en liberar a las personas de sus muchas esclavitudes.

A la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre

Señor Jesús,
estamos en el tiempo de Cuaresma,
preparación para la Pascua,
victoria sobre la mujer y el pecado.

Tu encuentro, Señor Jesús, con la samaritana
me impresiona.

Primero porque eres capaz de superar
todas las barreras posibles,
que no eran pocas, en aquel tiempo
con tal de ayudar:
ofreciendo dignidad, vida, salvación.
Es para lo que has venido.

En segundo lugar, Señor Jesús
veo que eres un maestro, un pedagogo.
Sabes acompañar sin violentar,
sabes caminar paso a paso con las personas.
Te sitúas a su nivel,
te sientas en borde del pozo,
muestras tus necesidades,
partes de la realidad de las personas
y vas ofreciéndoles metas más elevadas,
sabes acompañar, iluminar.

Parece que caminas junto a la persona,
a su paso, sin prisas pero sin pausas.
Creo que lo más importante
es que tanto la samaritana como los samaritanos
te conocieron, te descubrieron,
se encontraron contigo,
y no se quedaron en una mirada humana
sino que vieron en Ti algo más,
supieron descubrir que eres portador de agua viva.

En adelante seguro que esas vidas cambiaron.
No quiere decir que todo les fue más fácil
o que dejaron de tener dificultades en sus vidas.
Siguieron como antes pero eran diferentes. 
Aquel encuentro seguro que les cambió.

Admiro a la samaritana
que no se queda para ella
lo que ha descubierto de tu Persona
sino que de prisa se dispone a transmitirlo,
a comunicarlo. Es un testigo.

¿Qué supondría esto en aquella sociedad,
una mujer testigo?

Una mujer testigo no debería ser frecuente.
Señor Jesús, las mujeres tuvieron sitio a tu lado.
Y sobre todo las mujeres
fueron las que te acompañaron
en los momentos más duros.
Junto al pie de la cruz las encontramos.

Gracias a la samaritana sus paisanos te conocieron
y te reconocieron como enviado de Dios Padre.

¡Cuántas samaritanas y samaritanos
hay hoy en día en nuestro mundo
que gracias a sus palabras y a sus vidas
te dan a conocer!
Los hay de todas las razas y lenguas.
Señor, que hayan muchas personas más
como la samaritana.

Ayúdanos a ser como la samaritana.
Ayúdanos a decirte muchas veces:
SEÑOR DAME DE ESA AGUA.
Tú, Señor Jesús, nos estás diciendo
también a nosotros:
«el que beba del agua que yo le daré,
nunca más tendrá sed:
el agua que yo le daré reconvertirá dentro de
él en un surtidor de agua
que salta hasta la vida eterna».

Tú, Señor Jesús, eres esa agua viva.

Gracias a todos los que me ayudaron
a conocerte y a descubrirte.
Gracias a cuantos me acercaron al agua viva.

Perdón, Señor Jesús,
porque seguro que no hago todo
lo que está en mis manos para darte conocer,
para ofrecer tu agua viva.
Ayúdanos, Señor Jesús
a saber caminar junto a…
Ayúdanos a acompañar, a iluminar.
Ayúdanos a dejarnos acompañar e iluminar,
no es cosa fácil a veces.

No permitas que en nosotros
anide la prepotencia.
Que como Tú, Señor Jesús, seamos humildes
y al mismo tiempo valientes,
convencidos de que Tú eres el agua viva
que puede sacia la sed de todo el mundo.
Y para que todo ello sea posible
haz que nos dejemos cautivar
pro tu Persona y por tu Proyecto.

Notas sobre el texto

• Un esquema posible para leer este texto:

A. Jesús y la samaritana

A1, las dos aguas (5-15)
A2, los dos cultos (16-26)

B. Jesús y los discípulos

B1, las dos comidas (27-34)
B2, las dos cosechas (35-38)

C. Jesús y los samaritanos: Jesús «es de verdad el Salvador del mundo» (39-42).

• Samaria y Judea tienen pendiente la reconciliación, como anunció Isaías (Is 11.12); es «la voluntad del que me envió y llevar a término su obra» (34).

• El pozo (6), en un país seco, es lugar de encuentro, de conflicto y de reconciliación (Gn 26, 15-22).

Comentario al evangelio – Jueves II de Cuaresma

La de hoy es una parábola didáctica. No es una simple recriminación o reproche. Tampoco busquemos la canonización de uno de los protagonistas y la demonización del otro. Fue dicha y escrita para que aprendamos. No para asustarnos. Invita a la lucidez, no al miedo. Permitamos a este hipotético personaje –el rico Epulón- que hoy se convierta en nuestro maestro y nos dé que pensar. Fijando nuestra mirada en él, caigamos en la cuenta de algunas evidencias como éstas:

Las riquezas nos hacen ciegos. Son como una venda negra colocada en los ojos de nuestra conciencia. Nos impide caer en la cuenta de que a nuestro alrededor hay personas que sufren. Las riquezas repliegan, ensimisman, incurvan la propia mirada, ignorando la existencia del otro. La página del evangelio no recoge ninguna acción negativa directa del rico contra Lázaro. Lo que resalta es la total ignorancia de quién está viviendo a la puerta de su mansión.

Los pobres existen y viven cerca. No son una invención. Ni habitan en la lejanía. No son solamente los que vienen en pateras, o malviven en las afueras de las grandes ciudades, o deambulan por nuestras calles y plazas sin techo propio. Están muy cerca de mí y si levanto la mirada y dejo de mirarme los puedo reconocer. No tengo que viajar al África subsahariana para reconocerlos. Ellos pueden ser mis maestros o mis jueces. Depende de mí.

Las riquezas también se terminan. No nos engañemos. No tienen garantía de vida perpetua. Las habremos de dejar. Todos. Antes o después. No duran infinitamente. Se pueden perder durante la vida. También nos las pueden robar. Por más que las guardemos en cajas de caudales, terminarán alejándose. Será la muerte quien realice el último expolio. No sirvamos a ningún señor que se nos pueda morir.

Las riquezas son mentirosas. Al final de todo el rico terminará preguntándose con infinita amargura: ¿Esto es todo? Poner en ellas la total confianza es una estupidez. Terminarán defraudándonos porque prometen infinitamente más de lo que llegan a aportar. Actúan con engaño. Maldito el hombre que en ellas pone su confianza, dirá la Escritura.

Las riquezas son muy peligrosas. Lo sabemos teóricamente, pero nos resistimos a aceptarlo cuando vivimos presos de su seducción. Pueden llegar a malograr la vida de una persona. Y no hay que esperar al más allá. En el “más acá” conocemos tantos casos de personas malogradas por causa del dinero. Es capaz de enfrentar a amigos, destrozar vidas, dividir familias, generar envidias y odios, levantar muros, declarar guerras… hasta matar la vida.

Podríamos seguir. Pero bastaría este breve catálogo de evidencias para movernos a una decisión concluyente: Hacernos cuanto antes de aquel tesoro que ni lo roban los ladrones, ni carcome la polilla; que es semejante a un tesoro escondido o a una perla preciosa… que no se vende en joyerías, ni se guarda en las cámaras acorazadas de los grandes bancos… y que, cuando se tiene, nos abre los ojos y corazón ante quienes me necesitan. Detengámonos a pensar cómo aparecería la vida a los ojos de una persona que no tiene miedo a perder.

Juan Carlos cmf

Meditación – Jueves II de Cuaresma

Hoy es jueves II de Cuaresma.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (16, 19-31):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

Lázaro y el Epulón, dos personajes antagónicos. Dos vidas, dos circunstancias, dos corazones y dos diferentes suertes eternas. Uno con dinero, amigos y todos los medios necesarios para no privarse de nada. Frente a él un pobre careciendo de todo: marginado, sin amigos, sin pan y que se quedaría satisfecho con las sobras que retiraban de la mesa del rico, pero nadie se las daba,

El rico de la parábola no maldice a Dios ni explota al pobre. Su pecado consiste en el orgullo que le lleva a ignorar a Dios y al prójimo: es ante todo un grave pecado de omisión. Pero, si un pobre mira con codicia y envidia los bienes que no posee, no es mejor que el rico que los tiene, porque en ambos el corazón está alejado de Dios: “donde está tu tesoro allí está también tu corazón”. El corazón debe estar centrado en Dios.

Se trata de una parábola seria. En ella se pone de relieve la diferencia económica de clases y, más aún, la diferencia de corazones. Se subraya que las riquezas tienden a endurecer, hacer insensible el corazón, cerrarlo a las necesidades de los hermanos y a los derechos de Dios. Y concluye el relato con una afirmación importante. No son los prodigios los que engendran el acto de fe, sino las disposiciones del corazón. La fe es la respuesta a Dios que ha hablado por Jesucristo.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.

Liturgia – Jueves II de Cuaresma

JUEVES DE LA II SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio Cuaresma.

Leccionario: Vol. II

            La Cuaresma: Confiar en los verdaderos valores.

  • Jer 17, 5-10. Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor.
  • Sal 1. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
  • Lc 16, 19-31. Recibiste bienes, y Lázaro males: ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Antífona de entrada          Sal 138, 23-24
Oh, Dios, ponme a prueba y conoce mis sentimientos; mira si mi camino se desvía y guíame por el camino eterno.

Monición de entrada y acto penitencial
Queridos hermanos, tengan todos muy buenos días. En el jueves de la segunda semana de Cuaresma, día especialmente dedicado a Jesús Sacramentado, les damos la más cordial bienvenida a la casa de Dios para la celebración eucarística de hoy.

Dispongamos nuestro corazón y abramos nuestros oídos para que la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos, siga transformando nuestra vida en este camino cuaresmal.

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    — Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    — Y danos tu salvación.

Oración colecta
OH, Dios, que amas y devuelves la inocencia,
atrae hacia ti los corazones de tus siervos
para que, llenos del fervor de tu Espíritu,
permanezcamos firmes en la fe
y eficaces en las obras.
Por nuestro Señor Jesucristo.

 Reflexión
San Lucas –que, como bien lo sabemos, gusta de insistir en el tema de la «pobreza» (Cfr. Lc 6, 30; 18, 22; 21, 4)– nos la presenta ahora como medio revelador de las “realidades últimas”. Riqueza y orgullo fácilmente tienden a endurecernos el corazón.

Algo que constatamos aquí en quien «banqueteaba espléndidamente cada día», negándole incluso las migajas al mendigo que muere de hambre a su puerta. Demasiado tarde se dará cuenta de haber sido víctima de su refinado egoísmo y de haberse desentendido culpablemente del hermano.

Oración de los fieles
Dios juzga de un modo distinto a nosotros y socorre al justo que ha puesto en Él su confianza.

1.- Por la Iglesia, para que invoque del Espíritu la capacidad de ver y comprender las innumerables enseñanzas que la Palabra de Dios le da y que tenga el coraje de hacer de ellas un auténtico programa de vida. Roguemos al Señor.

2.- Por los gobernantes de las naciones, para que luchen porque los países que disfrutan de la riqueza no se cierren en la indiferencia y en la autosuficiencia, sino que, abandonando las lógicas de explotación, utilicen los recursos económicos como medios para glorificar a Dios y ayudar a los países subdesarrollados. Roguemos al Señor.

3.- Por los que viven en precarias condiciones económicas y por quienes han perdido su trabajo y tienen miedo del futuro, para que, sostenidos por la diligencia de los hermanos, crean y esperen en la riqueza que el Señor promete a quien confía en Él. Roguemos al Señor.

4.- Por todos nosotros, para que, iluminados por la Palabra que se nos ha proclamado este día, aprendamos confiar en Dios y a compartir los bienes que Dios nos ha dado, con aquellos que más lo necesitan. Roguemos al Señor.

Dios, rico en benevolencia, escucha nuestras plegarias y sánanos de la indiferencia, para que aprendamos a compartir con los demás. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oración sobre las ofrendas
SANTIFICA, Señor, por este sacrificio,
nuestra observancia cuaresmal,
para que las prácticas externas
transformen nuestro espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Cuaresma

Antífona de comunión          Sal 118, 1
Dichoso el que, con vida intachable, camina en la ley del Señor.

Oración después de la comunión
TE pedimos, Señor,
que el fruto de este sacrificio
permanezca en nosotros
y se manifieste siempre en nuestras obras.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
ASISTE, Señor, a tus siervos
que imploran el auxilio de tu gracia,
para que obtengan la defensa
y la guía de tu protección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.