A la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre

Señor Jesús,
estamos en el tiempo de Cuaresma,
preparación para la Pascua,
victoria sobre la mujer y el pecado.

Tu encuentro, Señor Jesús, con la samaritana
me impresiona.

Primero porque eres capaz de superar
todas las barreras posibles,
que no eran pocas, en aquel tiempo
con tal de ayudar:
ofreciendo dignidad, vida, salvación.
Es para lo que has venido.

En segundo lugar, Señor Jesús
veo que eres un maestro, un pedagogo.
Sabes acompañar sin violentar,
sabes caminar paso a paso con las personas.
Te sitúas a su nivel,
te sientas en borde del pozo,
muestras tus necesidades,
partes de la realidad de las personas
y vas ofreciéndoles metas más elevadas,
sabes acompañar, iluminar.

Parece que caminas junto a la persona,
a su paso, sin prisas pero sin pausas.
Creo que lo más importante
es que tanto la samaritana como los samaritanos
te conocieron, te descubrieron,
se encontraron contigo,
y no se quedaron en una mirada humana
sino que vieron en Ti algo más,
supieron descubrir que eres portador de agua viva.

En adelante seguro que esas vidas cambiaron.
No quiere decir que todo les fue más fácil
o que dejaron de tener dificultades en sus vidas.
Siguieron como antes pero eran diferentes. 
Aquel encuentro seguro que les cambió.

Admiro a la samaritana
que no se queda para ella
lo que ha descubierto de tu Persona
sino que de prisa se dispone a transmitirlo,
a comunicarlo. Es un testigo.

¿Qué supondría esto en aquella sociedad,
una mujer testigo?

Una mujer testigo no debería ser frecuente.
Señor Jesús, las mujeres tuvieron sitio a tu lado.
Y sobre todo las mujeres
fueron las que te acompañaron
en los momentos más duros.
Junto al pie de la cruz las encontramos.

Gracias a la samaritana sus paisanos te conocieron
y te reconocieron como enviado de Dios Padre.

¡Cuántas samaritanas y samaritanos
hay hoy en día en nuestro mundo
que gracias a sus palabras y a sus vidas
te dan a conocer!
Los hay de todas las razas y lenguas.
Señor, que hayan muchas personas más
como la samaritana.

Ayúdanos a ser como la samaritana.
Ayúdanos a decirte muchas veces:
SEÑOR DAME DE ESA AGUA.
Tú, Señor Jesús, nos estás diciendo
también a nosotros:
«el que beba del agua que yo le daré,
nunca más tendrá sed:
el agua que yo le daré reconvertirá dentro de
él en un surtidor de agua
que salta hasta la vida eterna».

Tú, Señor Jesús, eres esa agua viva.

Gracias a todos los que me ayudaron
a conocerte y a descubrirte.
Gracias a cuantos me acercaron al agua viva.

Perdón, Señor Jesús,
porque seguro que no hago todo
lo que está en mis manos para darte conocer,
para ofrecer tu agua viva.
Ayúdanos, Señor Jesús
a saber caminar junto a…
Ayúdanos a acompañar, a iluminar.
Ayúdanos a dejarnos acompañar e iluminar,
no es cosa fácil a veces.

No permitas que en nosotros
anide la prepotencia.
Que como Tú, Señor Jesús, seamos humildes
y al mismo tiempo valientes,
convencidos de que Tú eres el agua viva
que puede sacia la sed de todo el mundo.
Y para que todo ello sea posible
haz que nos dejemos cautivar
pro tu Persona y por tu Proyecto.

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