Lectio Divina – Lunes III de Cuaresma

Ser testigo implica ser rechazado

Invocación al Espíritu Santo:

¡Ven Espíritu Santo!, Tú eres la fuerza que vigoriza nuestro trabajo. Tú, el aliento que vigoriza nuestra alma. Tú, la luz que ilumina nuestra mente. Tú, el motor de nuestras obras. Danos docilidad para seguir tus mandatos y que gocemos siempre de tu protección. Amén.

Lectura. Lucas capítulo 4, versículos 24 al 30:

Jesús llegó a Nazaret, entró a la sinagoga y dijo al pueblo: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había cierta- mente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria”.

Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio de la montaña sobre la que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero Él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Lucas a diferencia de Marcos y Mateo, inicia la misión de Galilea en Nazaret, el pueblo de Jesús. Lo hace en la sinagoga, donde Jesús proclama que se ha cumplido un texto de Isaías, en el que se escribe de qué manera concreta llevará a cabo su tarea el Mesías. Esta escena es como el programa de lo que va a ser el misterio de Jesús, y prefigura todo lo que va a ocurrir; se anuncia la salvación para todos los hombres, los incrédulos piden signos, el pueblo judío rechaza su predicación e intenta matarlo, pero la libertad soberana de Jesús vence a sus enemigos y la evangelización sigue su camino. Lucas anuncia también en este texto el camino futuro de la Iglesia y las condiciones de su fidelidad al Resucitado.

Meditación:

El Señor nos muestra en el Evangelio la necedad de los hombres al escuchar la palabra de Dios. Jesús habla, en primer lugar, de dos extranjeros que recibieron la gracia de Dios: un leproso y una viuda. En ellos, están representados todos los leprosos, es decir, los pecadores, los que están infectados con la lepra del egoísmo, y, por otra parte, nos muestra a la viuda, la figura del necesitado. A ambos, Dios presta su socorro, a ambos, los abraza con su inmenso amor.

Ahora, podemos preguntarnos por qué dice esto el Señor. ¿Qué encontró Jesús en su pueblo natal? ¿Incredulidad? Tal vez. ¿Soberbia? Quizás. Todo esto lo podemos suponer, pero lo que no podemos suponer es lo que se nos narra: ellos quisieron despeñarlo, lo quisieron matar. Jesús les reprochó el que no estuvieran abiertos a la acción de Dios, al divino amor que les tenía. Les recordó cómo hasta los extraños no eran ajenos a la caridad de Divina. Sin embargo, los nazarenos no estuvieron abiertos ni dispuestos para escuchar esas bellas palabras de Dios: Os amo.

Oración:

Señor Jesús, tú has pasado en medio de tu pueblo, llevando el mensaje de tu Padre celestial, y aunque has sido rechazado por los de tu tierra, vecinos y conocidos; has salido victorioso, rompiendo las ataduras del pecado. Te pedimos que nos ayudes a seguir evangelizando con nuestro testimonio a los de nuestra comunidad, a nuestros familiares y amigos, y aunque seamos rechazados por ellos, y no acepten tu mensaje de salvación, pedimos tu auxilio para salir al igual que tú, victoriosos de haber proclamado la buena nueva de tu Evangelio. Así sea.

Contemplación:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 64). Por los profetas, Dios forma a su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres. Los profetas anunciaban una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades, una salvación que incluirá a todas las naciones. Serán todos los pobres y humildes del Señor, quienes mantendrán esta esperanza.

(Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2582). Elías es el padre de los profetas, de las razas de los que buscan a Dios, los que van tras su rostro. Su nombre, el Señor es mi Dios, anuncia el grito del pueblo en respuesta a su oración sobre el monte Carmelo.

Oración final:

Muchos leprosos y muchas viudas había en Israel; muchos pecadores y necesitados hay hoy en día en nuestro mundo, pero solo visitaste y obraste, Señor, con los que se abrieron a tu amor. Yo convivo a diario contigo, Jesús; presencio cada día infinidad de tus milagros. No obstante, no quiero acostumbrarme a tu presencia y a tus milagros, no quiero tenerte como a un cualquiera. Por eso, te pido que abras, Jesús Bendito, mi corazón, y te ameré como nadie lo ha hecho jamás.

Propósito:

Hoy haré un acto de generosidad con aquella persona que me parece más antipática.

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Homilía – Lunes III de Cuaresma

Cuando Jesús obraba milagros y enseñaba en nombre de Dios, mucha gente hacía comentarios despectivos sobre su persona.

¿Acaso no es éste el hijo de María? ¿No es el carpintero de Nazaret?

Y de allí, la tan usada frase de Jesús: “Nadie es profeta en su tierra”.

Y entonces nos preguntamos, ¿tiene aplicación esto a nosotros?

Sí, por supuesto.

Cuántos de nosotros cuando descubrimos a Jesús y queremos vivir nuestra fe, nos encontramos con que algunos de los que nos rodean experimentan sorpresa y hasta a veces nos hacen objeto de burla y desprecio.

A veces son nuestros mismos familiares, nuestros amigos, nuestros compañeros, los que no entienden nuestro cambio de vida al intentar vivir con Cristo.

Se dicen ¿No es éste el que conocemos de siempre? ¿Qué le pasa?

¿Ahora se le da por ir a misa?

O quizás, si estamos un poquito más fuertes en nuestro testimonio, se preguntan extrañados, por qué no criticamos, por qué no aceptamos nada deshonesto, porqué vivimos alegres aún en medio de los mismos problemas de todos, porque somos capaces de perdonar las ofensas que nos hacen.

Es difícil para muchos entender que cuando el Señor se hace presente en nuestras vidas, la respuesta a Cristo es un compromiso. Y un compromiso de vida “con Cristo”.

Jesús fue rechazado entre los suyos, porque Jesús no “cedió” entre los suyos.

Esto nos enseña a nosotros a no ceder ante las presiones que recibimos, a no ceder aún ante el rechazo de quienes queremos, de quienes nos rodean.

Lo verdaderamente importante es mantener y defender aquello en lo que creemos, aun cuando el precio sea el desprecio, la burla o la soledad.

¡No es fácil! No nos es fácil a los mayores, y mucho menos a los jóvenes, que muchas veces por miedo a ser distintos y quedarse solos, rechazan a Cristo, rechazan vivir como cristianos.

No tenemos que olvidar que lo que humanamente puede ser un fracaso es un triunfo a largo plazo. Nadie nunca se ha arrepentido de actuar como cristiano

No rechacemos a Jesús. Jesús fue rechazado en Nazaret, fue rechazado entre los suyos.

Fue rechazado por envidia, por suspicacia.

Nosotros, rechazamos a Jesús: cada vez que acallamos nuestra conciencia, y cedemos ante la presión de nuestro ambiente; cada vez que sentimos vergüenza de proclamar que somos cristianos, cada vez que permitimos que alguien permanezca en el error o se burle de los valores del Evangelio.

En este tiempo de cuaresma, vamos a proponernos ser valientes, no negar al Señor. Aun cuando podamos quedar en ridículo, aun cuando alguien parezca sonreír cuando nos vea, hablemos de Jesús, hablemos de María, seamos capaces de demostrar la fe que profesamos.

Comentario – Lunes III de Cuaresma

­Lucas 4, 24-30

La homilía de la primera lectura la hace el mismo Jesús en la sinagoga de su pueblo, Nazaret: achaca a los fariseos que no han sabido captar los signos de los tiempos. La viuda y el general, ambos paganos, favorecidos por los milagros de Elías y de Eliseo, sí supieron reconocer la actuación de Dios. Una vez más, en labios de Jesús, la salvación se anuncia como universal, y son precisamente unos no judíos los que saben reaccionar bien y convertirse a Dios, mientras que el pueblo elegido le hace oídos sordos.

No les gustó nada a sus oyentes lo que les dijo Jesús: lo empujaron fuera del pueblo con la intención de despeñarlo por el barranco. La primera homilía en su pueblo, que había empezado con admiración y aplausos, acaba casi en tragedia. Ya se vislumbra el final del camino: la muerte en la cruz.

a) Es bueno que en Cuaresma tengamos presente nuestro Bautismo y que preparemos su expresivo recuerdo de la noche de Pascua.

El Bautismo ha sido el sacramento por el que hemos entrado en comunión con Jesús, por el que nos hemos injertado en él, por el que ya hemos participado sacramentalmente de su muerte y de su resurrección, como dice Pablo en Romanos 6, que escucharemos en la noche pascual. El Bautismo nos ha introducido ya radicalmente en la Pascua. Aunque luego, toda la vida, hasta el momento de la muerte -que es el verdadero bautismo, la inmersión definitiva en la vida de Cristo-, tengamos que ir creciendo en esa vida y luchando contra lo antipascual que nos amenaza.

En la Vigilia Pascual, con los símbolos de la luz y del agua, pediremos a Dios que renueve en nosotros la gracia del Bautismo y renovaremos nosotros mismos las promesas y renuncias bautismales. Cada año, la Pascua es experiencia renovada de nuestra identidad bautismal. Y la Cuaresma, preparación y camino catecumenal para participar mejor con Cristo en su paso a la existencia de resucitado.

b) Las lecturas de hoy también nos recuerdan que ya va siendo urgente que, casi a mitad de la Cuaresma, hagamos caso de las insistentes llamadas de Dios a la conversión y al cambio en nuestras vidas. ¿Nos dejamos interpelar por la Palabra? ¿se está notando que hacemos camino con Jesús hacia la novedad de la Pascua?

¿O también podría Jesús quejarse de nosotros acusándonos de que otras personas mucho menos dotadas de conocimientos religiosos -el general pagano, la viuda pobre- están respondiendo a Dios mejor que nosotros en sus vidas?

«Señor, purifica y protege a tu Iglesia con misericordia continua» (oración)

«Envía tu luz y tu verdad, que ellas me guíen» (salmo)

«Ojalá escuchéis hoy su voz: no endurezcáis vuestro corazón» (aclamación) 64

«Que la comunión en tu sacramento, Señor, nos purifique de nuestras culpas» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2

Le abrió los ojos

En el camino, Jesús se encuentra con un ciego, y sus discípulos le preguntan por algo que es una creencia arraigada: si la enfermedad es fruto del pecado, “¿quién pecó, para que éste sea ciego, él o sus padres?” Y Jesús, que es Vida, y cuya misión es comunicarla con un signo de vida (poniéndole el barro sobre los ojos y con el agua de la piscina), transmite la luz a ese hombre que con este gesto (unción) bautismal recibe el Espíritu y con él la vista. Ha sido transformado, descubre que es un hombre libre, aunque hasta ahora no lo había experimentado. Estaba limitado, pero a partir de su encuentro con Jesús ha cambiado su experiencia personal y la percepción que a partir de ahora tendrá la gente de él (“Nació ciego para que resplandezca en él el poder de Dios…Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”).

Ese cambio desconcierta a todos: a los vecinos, que dudan que sea el mismo ciego que veían a diario en la calle pidiendo; a sus padres, que por miedo a ser represaliados se niegan a testimoniar que ese es su hijo ciego; y a las autoridades, que ven peligrar su credibilidad, comprometiendo con ello su poder sobre el control de la pureza de la religión. De ahí su empeño en no aprobar que alguien como Jesús, pueda realizar algo semejante. Ellos que tienen el poder y el privilegio sobre la ley para saber lo que viene de Dios y lo que es fruto del mal, no entienden que pueda provenir de lo alto algo que no es acorde a la Ley, aunque de ello se derive la curación de un hombre ciego. Y menos, viniendo de alguien que no guarda el sábado.

Con la acción sobre el ciego, Jesús manifiesta el núcleo central de la liberación sobre el hombre, devolviéndole la conciencia de su valor y, con ello, del valor de todo ser humano: su dignidad y su libertad. Esta es la forma de manifestar el amor de Dios al hombre en el encuentro con Jesús. Es un encuentro con Dios en el ser humano, que hace presente a Dios en su experiencia activa de amor. A esta presencia dinámica, Juan la llama Espíritu, y quien la acepta en sí nace de Dios, tiene una vida nueva.

El ciego ha cambiado tras la curación, no sabe quién es Jesús, pero ante la acusación de los fariseos de que esa persona ha de ser un pecador, responde con la convicción clara de lo que le ha ocurrido a él: “yo solo sé que era ciego y ahora veo…Vosotros no sabéis ni de donde es, y él me ha abierto los ojos…si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”.

El hombre débil y víctima de la opresión, por el Espíritu que recibe de Jesús, se convierte en el hombre libre, liberado de la autoridad de los fariseos, e incompatible con su sistema. El ciego ha comenzado a ver. No sabe quién es Jesús, pero cuando Jesús mismo sale a su encuentro, se abre y se postra ante él y lo reconoce cuando, se siente iluminado por su presencia y su luz.

“¿Tú crees en el Hijo del hombre?”… “Creo Señor”. La narración nos lleva a reflexionar sobre nuestra fe en el Hijo del Hombre. El acto de fe, que hace el ciego curado, es un acto de fe en el Hijo del Hombre (Juan 9 35.38).

Este Evangelio relata un duro proceso que tiene como final la fe en el hombre. Es un camino complicado y duro. Desde el mismo momento que el ciego comienza a ver, empiezan todas las dificultades: la soledad, el abandono y la exclusión. Es un camino para descubrir lo que en nosotros hay de inhumano y, cambiando el corazón, aprender a confiar en el ser humano. En esto consiste la ceguera, en no tomarse en serio la fe en el ser humano. En él se encarnó Dios y en él nos encontramos con El. La confianza en Dios pasa por la confianza en el ser humano. 

Al hilo de esta reflexión, el Papa Francisco sugería algunas preguntas para ser pensadas en nuestro actual contexto: 

¿Podemos cambiar el sentir de nuestro corazón respecto a una mayor confianza en el futuro humanizador de los seres humanos? ¿Somos capaces ver la realidad como la ve el ciego?, es decir,  ¿qué significa abandonar las luces falsas: La luz fría y fatua del prejuicio contra los demás, porque el prejuicio distorsiona la realidad y nos carga de rechazo contra quienes juzgamos sin misericordia y condenamos sin apelo.

Fr. José Ramón López de la Osa González

Jn 9, 1-41 (Evangelio – Domingo IV de Cuaresma)

¿Es de verda justo y se atreve a quebrantar el sábado? Jesús ha realizado este milagro en día de sábado. Surge una dura discusión y enfrentamiento entre los judíos (fariseos) y Jesús, pero a través del ciego de nacimiento. En un estilo hondamente dramático se plantean varios problemas: ¿cómo es posible que un hombre de Dios quebrante el descanso sabático? En los diálogos se plantean algunos interrogantes: ¿Es verdad que este hombre era ciego? ¿es verdad que se ha realizado el milagro? El ciego es acosado una y otra vez, incluso el recurso a sus padres, para asegurarse del hecho. El ciego responde una y otra vez que él era ciego y ahora ve. El no entiende demasiado los sutiles planteamientos de los juristas judíos. Pero él parte de algo irrefutable: era ciego y ahora ve. ¡El creyente en Jesús sometido a un proceso! El texto es claramente bautismal. La fórmula «abrir los ojos» se utiliza siete veces. El autor joánico quiere expresar que el ciego está «totalmente» curado. La séptima vez (9,32) refleja los tres temas: ceguera, totalidad y pecado están estrechamente unidos. En ese caso la totalidad significa lo siguiente: que el ciego recobra la vista y es purificado también de su pecado. Está ya presto para recibir la iluminación de la fe en Jesús, Hijo del hombre (9,35-37). La misma problemática era ya reconocida a propósito del relato de la curación del enfermo en la piscina de Betzatá (Jn 5).

El camino pedagógico de la fe.

1º) En el camino de la fe el primer paso es el encuentro con el Jesús que vivió realmente entre nosotros. En este encuentro se sustenta todo el proceso que conduce hasta reconocerlo como el Señor. Es necesario hablar, conocer y reconocer al Jesús de la historia para llegar al Señor de la fe. Es la teología de la encarnación en su sentido más auténtico.

2º) El profeta es un hombre que habla en nombre de Dios; un hombre que dice la verdad anunciando una palabra de Dios que denuncia, anuncia y consuela. Es el hombre de la palabra de Dios. La palabra que conduce a los hombres a la más genuina libertad y dignidad como personas y como hijos de Dios (Jn 8,31ss).

3º) Jesús, como nuevo Moisés, viene de Dios y realiza las obras de Dios para la salvación del pueblo y para conducirlo al encuentro con Dios (mediante la alianza y la experiencia pascual de la liberación). ¡Jesús viene de Dios! es una afirmación permanente en el evangelios de Juan. Es necesario insistir en esta consoladora verdad y proclamarla al mundo que nos toca evangelizar.

4º) El Hijo del hombre. Otra forma de expresar la fe mesiánica. Los judíos expulsaron a los cristianos de la sinagoga por confesar que Jesús era el verdadero Mesías. Expulsarlo de la sinagoga equivalía a quedarse en una indefensión total jurídica y socialmente hablando. Porque el judaísmo era una religión permitida por las autoridades romanas. Una verdadera persecución. No se trata de un asunto teórico, sino de un asunto vital.

5º) Creo, Señor. Y le adoró. La meta de la fe es el reconocimiento de que el hombre llamado Jesús es el Señor, Dios volcándose en la salvación de los hombres. El Señor de la historia. El que da sentido pleno al ser humano abriéndole el camino de la trascendencia a partir de la humanidad. Y le adoró porque le reconoció como Señor. Un acto de fe como el de Tomás al final del evangelio: ¡Señor mío y Dios mío!

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Ef 5, 8-14 – (2ª lectura Domingo IV de Cuaresma)

¡Procedencia de los cristianos de Éfeso! Los destinatarios de la carta a los Efesios pertenecieron al paganismo. Han sido el resultado de la evangelización cristiana, ya que no pertenecían al pueblo de Dios. Este pueblo estaba en la luz porque Dios habitaba en medio de él. Los judíos se gloriaban de que la Toráh es luz para los hombres. Los paganos, vivían en las tinieblas. Estos pensamientos dependen del dualismo mitigado que utiliza Pablo en sus cartas, al igual que lo hace la escuela joánica, es decir, dividir a los hombres en dos categorías: los que son de arriba y los que son de abajo, los que pertenecen al ámbito de la carne y los que pertenecen al ámbito del espíritu, los que viven en la luz y los que viven en tinieblas. El autor de la Carta a los Efesios recoge y sigue esta misma forma de expresión. Por tanto, estas palabras han de ser leídas y ofrecidas como el don de la luz que Dios ofrece a todos los hombres que vienen a este mundo (Jn 1). ¡El compromiso de una vida cristiana coherente! La respuesta al don gratuito es comprometerse en una vida coherente con la fe. Las actitudes de los creyentes en medio del mundo han de ser la expresión visible de la luz. Pablo recuerda en sus escritos hasta 50 actitudes positivas (o virtudes) diferentes y otras tantas de carácter negativo (o vicios). Abarca todos los ámbitos en que se desarrolla la vida del creyente.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

1Sam 16, 1b. 6-7. 10-13a – (1ª lectura Domingo IV de Cuaresma)

¡Gloria y fracaso de la monarquía en Israel! Sabemos que la historia recogida en la Biblia está muy interpretada teológicamente. Por eso es muy difícil saber todos los detalles que provocaron la situación. Pero hay que tenerla en cuenta si queremos entender bien el fragmento. La historia de la salvación debe ser tomada en toda su seriedad como historia, que es humana sujeta a todas las debilidades, flaquezas y grandezas de lo humano; y por otra parte, es una historia de la salvación, es decir, que la dirige secretamente Dios, que es el Señor de la historia, para llevar adelante su proyecto salvador. ¡David, el rey ideal! David supo llevar adelante la institución utilizando toda su prudencia y su astucia. En este marco histórico aparece la figura del profeta que sanciona de parte de Dios una realidad histórica. David es ungido por el profeta. Es entrañable la dramatización literaria de la escena: son siete hermanos, pero Dios elige al menor, el más joven, al pequeño. Detrás de la presentación literaria hay una realidad teológica de valor y de importancia. El detalle de elegir al pequeño aparece frecuentemente en la historia de la salvación. Dios ama a los pequeños, a los pobres, y les elige para llevar adelante su plan de salvación.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – Lunes III de Cuaresma

La palabra de Dios de esta tercera semana de Cuaresma insiste en la actitud de la conversión y en sus implicaciones: el perdón, la observancia en los pequeños detalles de la vida, la apertura a los signos de la presencia de Dios y, como síntesis de todas ellas, la centralidad del amor. La conversión, en lo que tiene de arrepentimiento, implica un movimiento hacia dentro de sí, pero no puede quedarse ahí, sino que acto seguido tiene que volverse hacia Dios, hacia Jesús y, como consecuencia necesaria, hacia los demás.

No podemos contorsionar sobre nosotros mismos para encerrarnos en nuestro interior. Este es un peligro que debe ser evitado. Y este peligro no se da sólo en el nivel personal, sino también en el colectivo: como pueblo, como grupo social, también como Iglesia. Jesús recuerda a sus paisanos que la gracia y la salvación de Dios no son asunto exclusivo de Israel, y lo hace poniendo como ejemplos de la acción salvífica a personajes, como Amán, el sirio, o la viuda de Sarepta, es decir, gentes que pertenecían a pueblos ajenos a las promesas, incluso tradicionalmente enemigos de Israel. También nosotros, cristianos del siglo XXI, hemos de tener en cuenta esta verdad.

Cuando por el camino cuaresmal tratamos de revisar nuestra vida, renovarnos por dentro por medio de la oración y el ayuno, no podemos concentrarnos en nosotros mismos hasta el punto de olvidar al resto del mundo, a los demás, también a aquellos que de un modo u otro, por motivos personales, ideológicos, incluso religiosos, están lejos de nosotros. Jesús nos llama a levantar la cabeza y a mirarlos cara a cara. Dios quiere que también a ellos les llegue la salvación. Y nuestra conversión no puede ser ajena a esa voluntad.

Si nos consideramos miembros del pueblo elegido, de la Iglesia de Cristo, esto no sólo no nos aísla de todos los demás, sino que nos tiene que llevar a abrir los ojos para ver en ellos a destinatarios iguales a nosotros de los favores de Dio; la conversión significa que nosotros somos los profetas y servidores, mediadores para ellos de esos mismos favores. Si no es así, es que nuestra conversión no es verdadera. Estaremos haciendo de nuestra fe un privilegio, algo privado y exclusivo, en vez de un don que es también una responsabilidad. Y, en tal caso, Jesús, al que creemos conocer bien, al que tenemos por alguien nuestro, se convertirá en un extraño; y bien puede suceder, como les sucedió a los celosos e iracundos paisanos de Jesús, que él, abriéndose paso entre nosotros, simplemente se aleje…

Ciudad Redonda

Meditación – Lunes III de Cuaresma

Hoy es lunes III de Cuaresma.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 4, 24-30):

Habiendo llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en la sinagoga:
«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naámán, el sirio».
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

A veces, cuando predicamos a Jesús y su evangelio, y vemos que no llega a mucha gente, pensamos que cuando Jesús, el mejor predicador de todos los tiempos, predicaba siempre era bien escuchado y aceptado.

Es verdad que con frecuencia multitud de personas acudía a escuchar a Jesús, pero el evangelio de hoy también nos recuerda que no siempre fue así. Nos lo presenta predicando en la sinagoga… y les recuerda que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Su predicación no gustó a sus oyentes, de tal manera que trataron de llevarle a un barranco que estaba fuera del pueblo con intención de despeñarlo. “Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba”. Aunque sabemos que en un momento dado de su vida no logró alejarse de sus perseguidores, que le clavaron en lo alto de una cruz. Pero al tercer día resucitó.

Pensando en nosotros, seguidores y predicadores de Jesús en el siglo XXI, no podemos olvidar que “nunca el discípulo va a ser mayor que su Maestro”. Y también nosotros nos encontramos con gente que escucha nuestra predicación del evangelio de Jesús y otros  que no quieren ni oír hablar de él. Le han apartado de sus vidas. Le han matado.

Lo mismo que Jesús, debemos seguir predicando y viviendo su buena noticia, como la mejor manera de vivir la vida humana. Pase lo que pase, Él permanecerá con nosotros y siempre nos espera la resurrección a una vida de total felicidad.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Liturgia – Lunes III de Cuaresma

LUNES DE LA III SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio Cuaresma.

Leccionario: Vol. II

            La Cuaresma: Desconfiar de los privilegios y abrirse a la universalidad de la salvación.

  • 2Re 5, 1-15a. Muchos leprosos había en Israel, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el Sirio.
  • Sal 41. Mi alma tiene sed del Dios vivo; ¿cuándo veré el rostro de Dios?
  • Lc 4, 24-30. Jesús, al igual que Elías y Eliseo, no fue enviado solo a los judíos.

Antífona de entrada          Sal 83, 3
Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

Monición de entrada y acto penitencial
Las lecturas de hoy nos recuerdan nuestro bautismo y nos hacen un llamado urgente a que, casi a mitad de la Cuaresma, hagamos caso de las insistentes llamadas de Dios a la conversión y al cambio en nuestras vidas.

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    — Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    — Y danos tu salvación.

Oración colecta
SEÑOR, purifica y protege a tu Iglesia
con misericordia continua
y, pues sin tu ayuda
no puede mantenerse incólume,
que tu protección la dirija
y la sostenga siempre.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
Jesús se nos revela como aquel en el que las profecías se hacen plenamente realidad. Él invita a sus paisanos de Nazaret a reflexionar sobre el hecho de que Dios distribuye sus dones a quien muestra tener un corazón sincero y disponible, no importa a qué raza o nación pertenezca. Naamán y la viuda de Sarepta son un buen ejemplo de ello. Pero los recalcitrantes oyentes de Jesús –en lugar de aceptar la invitación a la conversión– reaccionan con violencia. La fe que sólo pretende fundarse en milagros no es, en realidad, una fe verdadera.

Oración de los fieles
A Dios, que quiere salvar a los hombres de todo el mundo y nos llama a seguirlo y a confiar en Él, dirijamos nuestras oraciones.

1.- Por la Iglesia, para que el Espíritu Santo le conceda la fuerza de llevar la Palabra de salvación a todo hombre, sin dar un paso atrás en ese propósito, aunque las situaciones sean difíciles, sino que, abrazada a su Señor, continúe unida y perseverante con la misión evangelizadora. Roguemos al Señor.

2.- Por el Santo Padre Francisco, para que, en la escucha continua de la voluntad de Dios y de los signos de los tiempos, siempre esté sereno ante el rechazo y la soledad en los que pueda encontrarse cuando tome decisiones difíciles por el bien de la Iglesia y de la humanidad. Roguemos al Señor.

3.- Por la salvación del mundo, para que todos los hombres, de toda raza, pueblo y nación,  escuchen el mensaje de salvación universal y acepten el llamado a la conversión. Roguemos al Señor. 

4.- Por las personas gravemente enfermas, para que el Espíritu Santo les dé consuelo para vivir con serenidad el sufrimiento, y luz para reconocer en la solidaridad de los hermanos la presencia del Señor. Roguemos al Señor.

5.- Por todos nosotros, reunidos este día en torno al altar, para que, al haber escuchado la Palabra, la hagamos vida y demos signos de una sincera conversión. Roguemos al Señor. 

Padre bueno, escucha nuestras oraciones y guíanos por el camino de la salvación. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

Oración sobre las ofrendas
LLEVA a plenitud, Señor,
las ofrendas de tus siervos,
haciéndolas para nosotros sacramento de salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Cuaresma

Antífona de comunión          Sal 116, 1-2
Alabad al Señor todas las naciones, firme es su misericordia con nosotros.

Oración después de la comunión
QUE la comunión en tu sacramento, Señor,
nos purifique de nuestras culpas
y nos conceda la unidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
SEÑOR, protege con tu mano poderosa
a este pueblo suplicante,
dígnate purificarlo y orientarlo
con el consuelo presente,
para que tienda sin cesar hacia los bines futuros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.