Homilía – Lunes III de Cuaresma

Cuando Jesús obraba milagros y enseñaba en nombre de Dios, mucha gente hacía comentarios despectivos sobre su persona.

¿Acaso no es éste el hijo de María? ¿No es el carpintero de Nazaret?

Y de allí, la tan usada frase de Jesús: “Nadie es profeta en su tierra”.

Y entonces nos preguntamos, ¿tiene aplicación esto a nosotros?

Sí, por supuesto.

Cuántos de nosotros cuando descubrimos a Jesús y queremos vivir nuestra fe, nos encontramos con que algunos de los que nos rodean experimentan sorpresa y hasta a veces nos hacen objeto de burla y desprecio.

A veces son nuestros mismos familiares, nuestros amigos, nuestros compañeros, los que no entienden nuestro cambio de vida al intentar vivir con Cristo.

Se dicen ¿No es éste el que conocemos de siempre? ¿Qué le pasa?

¿Ahora se le da por ir a misa?

O quizás, si estamos un poquito más fuertes en nuestro testimonio, se preguntan extrañados, por qué no criticamos, por qué no aceptamos nada deshonesto, porqué vivimos alegres aún en medio de los mismos problemas de todos, porque somos capaces de perdonar las ofensas que nos hacen.

Es difícil para muchos entender que cuando el Señor se hace presente en nuestras vidas, la respuesta a Cristo es un compromiso. Y un compromiso de vida “con Cristo”.

Jesús fue rechazado entre los suyos, porque Jesús no “cedió” entre los suyos.

Esto nos enseña a nosotros a no ceder ante las presiones que recibimos, a no ceder aún ante el rechazo de quienes queremos, de quienes nos rodean.

Lo verdaderamente importante es mantener y defender aquello en lo que creemos, aun cuando el precio sea el desprecio, la burla o la soledad.

¡No es fácil! No nos es fácil a los mayores, y mucho menos a los jóvenes, que muchas veces por miedo a ser distintos y quedarse solos, rechazan a Cristo, rechazan vivir como cristianos.

No tenemos que olvidar que lo que humanamente puede ser un fracaso es un triunfo a largo plazo. Nadie nunca se ha arrepentido de actuar como cristiano

No rechacemos a Jesús. Jesús fue rechazado en Nazaret, fue rechazado entre los suyos.

Fue rechazado por envidia, por suspicacia.

Nosotros, rechazamos a Jesús: cada vez que acallamos nuestra conciencia, y cedemos ante la presión de nuestro ambiente; cada vez que sentimos vergüenza de proclamar que somos cristianos, cada vez que permitimos que alguien permanezca en el error o se burle de los valores del Evangelio.

En este tiempo de cuaresma, vamos a proponernos ser valientes, no negar al Señor. Aun cuando podamos quedar en ridículo, aun cuando alguien parezca sonreír cuando nos vea, hablemos de Jesús, hablemos de María, seamos capaces de demostrar la fe que profesamos.

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