Nicéforo, cuyo nombre significa «el que trae la victoria», fue secretario en segundo concilio de Nicea. Con gran inclinación a la vida religiosa y con ansias de saber, gustador de bellas artes y buen músico, investigó en filosofía, astronomía, matemáticas…, disciplinas adquiridas muchas de ellas cuando, por voluntad propia, se aisló en una gruta en Bósforo.
El patriarca en Constantinopla, Tarasio, abrió el segundo concilio de Nicea y séptimo universal, que perseguía el fin de terminar con la herejía de los iconoclastas llenos de furor contra las imágenes, las reliquias de los santos y hasta los mismos templos.
Constantino y la emperatriz Irene fueron presentados a Nicéforo, a quien se conocía en la corte como opositor de los iconoclastas. La pareja imperial restableció la costumbre de venerar las santas imágenes. En las sesiones del concilio, él, que era poeta, ensalzó el triunfo de la doctrina de Jesús y el respeto de las imágenes de la Iglesia, y envió al pontífice León III sus cartas sobre el sínodo.
Más tarde, abandonó sus cargos y resolvió vivir en una gruta cerca del mar Negro, para hacer penitencia y meditación. En esta etapa de su existencia fundó un monasterio.
Al morir Tarasio, a instancias del emperador y de su hijo, se vio obligado a aceptar el patriarcado de Constantinopla. Con la ayuda de San Teodoro, restauró la disciplina y la moral las distintas casas religiosas, estableciendo el régimen de vida más austera y humilde para el clero.
Aparece en la vida del nuevo patriarca un soldado, León el Armenio, quien derrotó y desterró al emperador en el año 813, nombrándose su sucesor. Con maliciosa astucia, pensó atraer a Nicéforo para terminar con las imágenes. Al comprenderlo, el patriarca le habló desde su sede: «En mi Iglesia se veneran las imágenes sagradas, el libro de los evangelios y el signo de la cruz».
Toda Constantinopla acudió a su llamado para rezar en una adoración nocturna, pidiendo por la fe y para que Dios diera luces a los iconoclastas a fin de que vieran la verdad. Se enojó con esto el emperador, considerando el movimiento como una sedición contra él. La Puerta de Bronce de Constantinopla lucía una imagen de Crucificado. El déspota contrató a unos soldados impíos; éstos, vociferando insultos, cometieron la infamia de destruirla.
Entre tanto, había reunido en el palacio a varios obispos iconoclastas, pidiendo la presencia del patriarca, quien no acudió. «Los asuntos eclesiásticos -mandó a decirle- deben ser discutidos en la Iglesia, no en el palacio».
Se atentó contra la vida de Nicéforo, quien fue encarcelado, y León el Armenio le dictó orden de destierro.
Nicéforo, el patriarca de las imágenes -como se lo llamaba-, murió en el año 828. Su cuerpo fue llevado a Constantinopla, depositándoselo en la iglesia de los Apóstoles, el 13 de marzo del año 846.