Marcos 12, 28-34
Gracias a la pregunta de este buen letrado sabemos a cuál de las numerosas normas que tenían los judíos -más de seiscientas- le daba más importancia Jesús.
La respuesta es clara y sintética: «amarás al Señor tu Dios… amarás a tu prójimo como a ti mismo: no hay mandamiento mayor que estos».
Los dos mandamientos no se pueden separar. Toda la ley se condensa en una actitud muy positiva: amar. Amar a Dios. Amar a los demás. Esta vez la medida del amor al prójimo es muy cercana y difícil: «como a ti mismo». Porque a nosotros sí que nos queremos y nos toleramos. Pues así quiere Jesús que amemos a los demás.
- a) ¿Es actual la tentación de la idolatría? ¿podríamos estar faltando al primero y más importante mandamiento?
Sí, también para nosotros se ha repetido hoy el salmo: «yo soy el Señor, Dios tuyo… no tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero… ojalá me escuchase mi pueblo y caminase por mi camino». También a nosotros nos dice Jesús que «el Señor nuestro Dios es el único Señor» y que hay que amarle «con todo el corazón».
En nuestro caso no serán ídolos de madera o de piedra hechos por nuestras manos. Pero sí pueden ser otros valores que absolutizamos: el dinero, el éxito, el placer, la comodidad, las estructuras, nuestra propia persona.
Seguimos teniendo la tentación de pactar con Asiria o montar a caballo: de poner nuestra confianza en medios humanos, sin escarmentar por los fracasos que vamos teniendo ni por las veces que quedamos defraudados por haber recurrido a ellos. Cada uno sabrá, en el examen más exigente de la Cuaresma, cuáles son los ídolos en los que está poniendo demasiado interés, olvidándose de Dios.
- b) Haremos bien en escuchar las apasionadas palabras de Dios, asegurándonos que nos quiere curar, que está dispuesto a perdonarnos también este año, que nos sigue amando a pesar de nuestras distracciones.
Y en saber orientar nuestra vida según lo que Jesús nos ha dicho que es lo principal: el amor. Preguntémonos sinceramente si nuestra vida está organizada según este mandamiento: ¿amamos? ¿amamos a Dios y al prójimo? ¿o nos amamos sólo a nosotros mismos?
Tal vez hubiéramos preferido que Jesús contestase a aquel buen hombre diciéndonos que debemos rezar más, o bien ofrecer tales o cuales sacrificios.
Pero le dijo, y nos dice a nosotros, que lo que debemos hacer es amar. Y eso es lo que más nos cuesta en la vida. Se entiende, amar gratuitamente, sin pedir nada a cambio, entregando nuestro tiempo, interesándonos por los demás. Es una consigna que nos ocupa las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana.
Una vez más hemos de recordar que, antes de ir a comulgar con Cristo, se nos invita a dar la paz a los que tenemos al lado, como representantes de todos los que encontraremos a lo largo del día en nuestra vida. Comulgamos con un Cristo entregado por los demás, para que vayamos aprendiendo a amar: a entregarnos y a ser pan partido para los demás. La Cuaresma consiste en seguir el camino de Cristo a su Pascua: y ese camino es de entrega, de amor total.
«Que sepamos dominar nuestro egoísmo y secundar las inspiraciones que nos vienen del cielo» (oración)
«Rectos son los caminos del Señor, los justos andan por ellos» (1ª lectura)
«Ojalá me escuchase mi pueblo y caminase por mi camino» (salmo)
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y amarás al prójimo como a ti mismo» (evangelio)
J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2