Homilía – Viernes III de Cuaresma

El Señor no habla de un mandamiento principal sino de dos mandamientos que se relacionan mutuamente.

Frente a la multiplicidad de mandamientos que ocasionaban discusiones sobre cuál era el principal, Jesús contesta que no existe ningún mandamiento más importante que el amor a Dios y el amor al prójimo.

Dos mandamientos unidos en uno solo, porque el que ama a Dios verdaderamente de corazón, naturalmente va a expresar el amor que tiene a Dios en el amor a sus hermanos, y el que ama a su prójimo, en este acto de amar al prójimo ya está amando a Dios y cumpliendo con la Ley.

Es muy común escuchar decir que todas las religiones se basan en lo mismo.

Son muchos los que afirman que, en el fondo, todas las religiones se parecen.

Sin embargo, el mandamiento del amor es característico del cristianismo.

Un mandamiento que tiene una amplitud necesaria como para abarcar toda la ley, porque el que ama no hace nada contrario a la voluntad de Dios.

Un mandamiento que es una muestra de madurez en quien lo pone en práctica y un claro signo de confianza de parte de quien nos lo dejó.

El mandamiento del amor, es lo que distingue a un cristiano. Amar como Cristo nos amó, con la misma entrega, con la misma generosidad, y sin hacer distinción entre las personas.

En otras religiones podemos encontrar leyes y recomendaciones parecidas al amor. Pero cuando encontramos manifestaciones que tienen que ver con el rencor, cuando se encuentran justificativos para la venganza, la aceptación de la guerra santa, u otras cosas similares, vemos que se alejan del verdadero amor.

El cristiano por sobre todas las normas antepone el amor. Las normas son simplemente para ayudarnos a vivir como Dios quiere.

El amor cristiano es ese amor que intenta parecerse al amor de Cristo.

En este tiempo de cuaresma, examinemos hoy cómo estamos en el amor. Porque muchas veces vivimos un cristianismo donde prevalecen las fórmulas pero falta el amor, y entonces estamos viviendo un cristianismo sin Cristo.

Queremos llegar a la Pascua como hombres y mujeres nuevos, por eso intentemos identificarnos con Cristo en el amor.