Lectio Divina – San José, esposo de María

José hizo lo que el Señor le mandó

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y serán creados, y se renovará toda la tierra.

Oh Dios que has instruido los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos según el mismo Espíritu conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Lectura. Mateo capítulo 1, versículos 16 y 18 al 21 y 24:

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”.

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).
Indicaciones para la lectura:

El pasaje del evangelio de hoy se toma del primer capítulo de Mateo que forma parte de la sección referente a la concepción, nacimiento e infancia de Jesús. El centro de todo el relato es la persona de Jesús a la que se suman todos los sucesos y las personas mencionadas en la narración.

Mateo no nos cuenta el relato de la anunciación como lo hace Lucas (Lucas capítulo 1, versículos 26 al 38), pero estructura la narración desde el punto de vista de la experiencia de José el hombre justo.

La lectura menciona varios elementos comunes en la Biblia: que Dios ama a sus justos (confrontar Noé); el “sueño” como lugar privilegiado donde Dios da a conocer sus proyectos y planes, y algunas veces revela el futuro (confrontar José el hijo de Jacob); y “el ángel del Señor” que en el Antiguo Testamento originariamente representaba al mismo Señor que cuida y protege a su pueblo siempre acompañándolo de cerca (confrontar Génesis capítulo 16, versículos 7 al 16; capítulo 22, versículo 12; capítulo 24, versículo 7).

Meditación:

La vida de san José cambió tras escuchar el mensaje del ángel. ¿En qué actitud escuchó ese mensaje? En el silencio. José dormía: sus sentidos exteriores estaban descansando, pero a la vez estaba en disposición de oír al ángel. ¡Qué lección para la humanidad, que vive envuelta en el ruido y ajetreo de todos los días!

Si queremos ser santos, vivir en paz, felices, debemos imitar a José, reservando en nuestro día momentos de silencio, para escuchar y dialogar con el Señor. Un silencio exterior, sí, pero también un silencio interior, haciendo a un lado los pen- dientes, preocupaciones y compromisos, para dialogar con el Señor. ¿Decimos que Dios no nos habla? ¿Nos quejamos de que no sentimos su ayuda?… ¡¿No será que no hemos vivido ese silencio necesario para hablar con Dios?!

Este pasaje es uno de los pocos que nos habla de san José. Su vida, como la de tantos cristianos, se llevará a cabo en medio de la sencillez, del trabajo diario, de las relaciones familiares… Una vida humilde, lejos de los faros de luz… De esta forma, con esta Solemnidad, la Iglesia quiere recordarnos que todos estamos llamados a la santidad, en medio de la vida ordinaria. La santidad no es solo para los sacerdotes, religiosos, consagrados… ¡la santidad es para todos!

Oración a San José:

San José, casto esposo de la Virgen María; intercede para obtenerme el don de la pureza. Tú que, a pesar de tus inseguri- dades personales, supiste aceptar dócilmente el Plan de Dios tan pronto supiste de él, ayúdame a tener esa misma actitud para responder siempre y en todo lugar a lo que el Señor me pida.

Varón prudente, que no te apegas a las seguridades humanas, sino que siempre estuviste abierto a responder a lo inesperado, obtenme el auxilio del divino Espíritu para que viva yo también en prudente desasimiento de las seguridades terrenales.

Modelo de celo, de trabajo constante, de fidelidad silenciosa, de paternal solicitud, obtenme esas bendiciones para que pueda crecer cada día más en ellas y así asemejarme, día a día, al modelo de la plena humanidad: el Señor Jesús. Amén.

Contemplación:

Nuestros pueblos nutren un cariño y especial devoción a José, esposo de María, hombre justo, fiel y generoso que sabe perderse para hallarse en el misterio del Hijo. San José, el silencioso maestro, fascina, atrae y enseña, no con palabras sino con el resplandeciente testimonio de sus virtudes y de su firme sencillez (Documento de Aparecida numeral 264).

“No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo… No he conocido persona que de veras le sea devota que no la vea más aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a Él se encomiendan… Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devoción” (Santa Teresa).

“¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?”. José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quien Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos” (San Alfonso María de Ligorio).

Oración final:

También en lo pequeño, se muestra la grandeza del alma. San José, enséñanos a ser fieles en lo pequeño, en los detalles de nuestro trabajo, con nuestra familia, durante el descanso y la diversión, pero siempre fieles a la voluntad de Dios.

Propósito:

Trataré de imitar hoy las virtudes de San José con la pureza en mis palabras y acciones, con mi dedicación al trabajo, con mi silencio cuando sea necesario.

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Homilía – San José, esposo de María

La Iglesia hoy interrumpe de cierto modo hoy la práctica cuaresmal para recordar a San José, esposo de María. El, junto con Nuestra Señora, cuidó de Jesús niño.

Esta festividad se fijó en esta fecha durante el siglo XV y luego se extendió a toda la Iglesia en 1621. El Papa Pío IX nombró a San José patrono de la Iglesia universal en 1847. La paternidad de San José alcanza no sólo a Jesús – de quien hizo las veces de padre – sino a la misma Iglesia, continúa en la tierra la misión salvadora de Cristo.

El texto del Evangelio recalca especialmente que José está entroncado en la casa de David, depositaria de las promesas a los patriarcas.

José fue un hombre sencillo que Dios cubrió de gracias y de dones para que cumpliera una misión singular y entrañable en los planes de la salvación. Tuvo alegrías enormes al tener junto a él a Jesús y a María. Pero también sufrió incertidumbres y sufrimientos: perplejidad ante el misterio obrado en María, que en un comienzo desconocía; la pobreza extrema en Belén; la profecía de Simeón en el Templo sobre los sufrimientos de Jesús; la angustiada huida a Egipto.

Pero José fue siempre fiel a la voluntad de Dios, dejando de lado sus planes y razones para seguir el camino trazado por el Padre. San José fue firme como una roca y contó siempre con la ayuda de Dios. Nada desvió a José de su senda. Fue la persona a quién Dios, confiándose en él, puso al frente de su familia

El centro de la vida de José fueron siempre Jesús y María, y el cumplimiento de la misión que Dios le había confiado. Esposo de la Virgen María, padre legal de Jesús, consumió su vida con la atención puesta en ellos, entregado al cumplimiento de la voluntad del Padre. Su fiesta es, por eso, un buen momento para que todos renovemos nuestra entrega a la vocación de cristianos, que a cada uno de nosotros nos ha concedido el Señor.

Por eso pedimos especialmente al Señor, con las palabras de la oración de las ofrendas de la misa de hoy, el deseo eficaz de cumplir la voluntad de Dios en todo, en una entrega alegre, generosa y sin condiciones: «Concédenos Señor que podamos servirte con un corazón puro como San José, que se entregó para servir a tu hijo.»

Comentario – Lunes IV de Cuaresma

De momento a Jesús le reciben bien en Galilea, aunque él ya es consciente de que «un profeta no es estimado en su propia patria».

En Caná, donde había hecho el primer milagro del agua convertida en vino, hace otro «signo» curando al hijo del funcionario real de Cafarnaún. De nuevo aparece un extranjero con mayor fe que los judíos: «el hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino».

La marcha de Jesús hacia la muerte y la resurrección está sembrada de hechos en que comunica a otros la salud, la vida, la alegría.

Ya quedan menos de tres semanas para la Pascua.

Pero no somos nosotros los protagonistas de lo que quiere ser esta Pascua. No somos nosotros los que le dedicamos a Dios este tiempo o nuestros esfuerzos. Es él quien tiene planes. Es él, como hizo con el pueblo de Israel, ayudándole a volver del destierro, y con su Hijo Jesús, cuando le sacó del sepulcro como primogénito de una nueva creación, quien quiere llevar a cabo también con nosotros un cielo nuevo y una tierra nueva.

Es Dios quien desea que esta próxima Pascua sea una verdadera primavera para nosotros, incorporándonos a su Hijo. Porque «el que está en Cristo es una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo» (2 Co 5, l 7).

Jesús nos quiere devolver la salud, como al hijo del funcionario real, y liberarnos de toda tristeza y esclavitud, y perdonarnos todas nuestras faltas. Si tenemos fe. Si queremos de veras que nos cure (cada uno sabe de qué enfermedad nos tendría que curar) y que nos llene de su vida. A los que en el Bautismo fuimos sumergidos en la nueva existencia de Cristo -ese sacramento fue una nueva creación para cada uno- Jesús nos quiere renovar en esta Pascua.

Cuando nos disponemos a acercarnos a la mesa eucarística decimos siempre una breve oración llena de humildad y confianza: «no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». Es la misma actitud de fe del funcionario de hoy. Y debe ser nuestra actitud en vísperas de la Pascua.

¿Dejaremos a Jesús que «haga milagros» en su patria, entre «los suyos» entre nosotros, que le seguimos de cerca? ¿o pensamos que sólo entre los alejados hace falta que sucedan la conversión y la nueva creación y los cielos nuevos? ¿Podremos cantar con alegría, en la Pascua, también nosotros, y pensando en nosotros mismos: «te ensalzaré, Señor, porque me has librado» ?

En la noche de Pascua escucharemos el relato poético de la primera creación y también el de la nueva creación, la resurrección de Cristo. Ambas se nos aplican a nosotros en un sacramento que estará esa noche muy especialmente presente en nuestra celebración: el Bautismo.

«Mirad, voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva» (la lectura)

«Te ensalzaré, Señor, porque me has librado» (salmo)

«El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino» (evangelio)

«Que esta Eucaristía nos renueve, nos llene de vida y nos santifique» (comunión)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2

Comentario – San José, esposo de María

Mateo 1. 16. 18-21.24

La escena del evangelio nos presenta a José como un hombre de fe, sencillo, respetuoso con l plan de Dios. Sus “dudas” respecto a su novia María, a la que decide abandonar discretamente, se han interpretado últimamente de un modo mucho más razonable. No es que pusiera en duda la honradez de María, sino que, al intuir el misterio que en ella se estaba cumpliendo, por la intervención de Dios, se consideró indigno y quiso retirarse de la escena. El anuncio del ángel tendría este sentido: asegurarle que, a pesar de ser el Espíritu de Dios el protagonista del misterio, él, José, tenía una misión que cumplir en los planes de Dios, para dar nombre a Jesús como padre, en la línea genealógica de David. La figura de José aparece así todavía más cercana a nosotros: es su humildad la que le hace dudar y, al mismo tiempo, su fe lo abre totalmente a Dios, para cumplir la misión que le encomienda.

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 7

Yo soy la Resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá

Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis

Los principales del pueblo judío han sido deportados a Babilonia. Sufriendo el desprecio de sus opresores, se preguntan dónde está Dios liberador de los pobres. En esta situación el profeta Ezequiel trae la parábola de los huesos secos y amontonados porque no tienen vida. Y desde la experiencia de Dios anuncia que en esos huesos secos se infundirá el Espíritu de vida y se reanimarán.

Si bien el profeta se refiere a la liberación de las vejaciones que están sufriendo en Babilonia os judíos deportados, esa parábola de algún modo anuncia ya la esperanza en la liberación final de toda la humanidad gracias al Espíritu de vida cuya voz y fuerza está presente y actúa en la evolución de la historia  con tantos cementerios de huesos secos.  Es importante actualizar hoy la presencia y actividad del Espíritu cuando persiste a ideología del imperialismo  que impone la ley del más fuerte; cuando la insaciable codicia  de unos  siembra miseria y muerte para lo más desvalidos; cuando muchos se preguntan dónde está Dios liberador de los pobres.

Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales

Segunda lectura. San Pablo en su carta a los cristianos de Roma indica bien la alternativa de fondo a la hora de caminar hacia una sociedad de vida y de  liberación  para todos: vivir según la carne cuyo resultado es la muerte, y vivir  según el espíritu cuya tendencia es la vida. Con frecuencia identificamos esas dos tendencias con el binomio cuerpo-alma; la vida material sería del cuerpo, mientras la vida espiritual se forjaría en el alma. Incluso en algunos persiste la visión griega del cuerpo como prisión y enemigo del alma cuya vida espiritual tiene que liberarse de los condicionamientos y relaciones corporales.

Pero en la visión bíblica el ser humano es cuerpo y alma, como un todo, puede ser enteramente vivificado por el espíritu de Dios. El cuerpo es la persona humana vuelto hacia los demás y en relación con ellos; en esta relación individualista o solidariamente. Según el mismo San Pablo en la segunda carta a los fieles de Corinto, en la resurrección también el cuerpo es transformado y entra en comunicación solidaria con todos y con todo, será “un cuerpo  espiritual. En esta visión bíblica debemos interpretar la distinción que hoy hace San Pablo: “los que viven según la carne y desean lo carnal; y los que viven según el Espíritu y desean lo espiritual.

Las palabras “carne y carnal” tienen aquí un significado peyorativo: instinto egoísta de cerrazón a la vida comunitaria. Lo explicita bien el mismo San Pablo en la carta dirigida a los fieles de Galacia: “Si vivís según el Espíritu, no deis satisfacción facción a las apetencias de la carne  que  son  contrarias a las  apetencias del  espíritu. Las obras de la carne ya son conocidas: idolatría, odios, discordia, celos, iras, rencillas, envidias. En cambio, fruto del espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”. Carne y espíritu no son equivalentes a cuerpo y alma. Designan dos actitudes y conductas en la forma de interpretar y tejer la existencia.

En su carta a los cristianos de Roma que hoy leemos, San Pablo recomienda que    nos dejemos seducir por el Espíritu de vida que hemos recibido en el bautismo y siempre nos acompaña. Es la clave para vencer a la muerte o cerrazón a la Presencia de Dios en que habitamos y nos sostiene garantizando que nuestro destino es la vida en plenitud.

Tu hermano resucitará

Es muy  significativo el relato  de San Juan sobre la resurrección de Lázaro. Jesús experimenta la sombra de la muerte física que sufrimos los mortales. Pero no da mucha importancia a la muerte física; no se apresura para ir a Judea donde está el pueblo de Lázaro; incluso aguarda cuatro días cuando según la legislación judía, la muerte física ya está confirmada. Sin embargo es importante un detalle. Cuando llega al sepulcro de su amigo, Jesús “sollozó muy conmovido” y los presentes comentaban: “mirad cómo le amada”. En los sentimientos de Jesús se está revelando los sentimientos de Dios que nos ama; en este amor gratuito y siempre actual, se fundamenta nuestra esperanza en la resurrección.

Marta piensa como muchos judíos de su tiempo ¿por qué no interviene Dios con un milagro para librarnos de la muerte física? “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Simbólicamente María, la otra hermana de Lázaro, tiene una mirada contemplativa sobre la muerte física, y no sale a pedir milagros, “se queda sola en  casa, acepta en silencio la muerte y confía en el amor de Dios que Jesús respira y manifiesta en su conducta.

En efecto responde con una luz nueva para esa confianza: “El que cree en mí no morirá  para siempre”. La fe cristiana es la entrega confiada y libre de toda la persona a esa Presencia de Jesucristo como Palabra de Dios, amor y vida que continuamente se está dando “en la carne”. Esta fe, como el amor, es más fuerte que la muerte física. Por eso el que cree de verdad, aunque físicamente como mortal acaba su tiempo en la tierra, la muerte no tiene dominio sobre él. Su destino es la plenitud de vida.

Con este relato San Juan ya está remitiendo a la resurrección de Jesús. Su alimento ha sido hacer a voluntad del Padre y amar a los seres humanos “hasta el extremo”. Por eso, según el cuarto evangelista, su entrega por amor hasta dar la propia vida, ya es victoria sobre la muerte. Camino, Verdad y Vida para todos.

Y un detalle bien significativo. Lázaro sale del sepulcro: “los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario”. Son los signos de la muerte que permanece;  Lázaro vuelve a la vida pero no está liberado de a muerte; se trata de una revivificación. En cambio, según el mismo evangelista, cuando Pedro entra en el sepulcro donde habían colocado el cadáver de Jesús, “ve las vendas en el suelo y plegado en un lugar aparte el sudario que cubrió su rostro”. El Resucitado ha entrado en una plenitud de vida sin muerte; ya no muere más.

En las tres lecturas somos invitados a dejarnos educir y trasformar por el espíritu de Jesús que anima nuestros huesos secos, nuestra vida que sucumbe a los fracasos; que nos saca del egoísmo y apetencias individualistas, que nos da confianza para superar el trance de la muerte física sorda y muda: el que creen en Jesucristo, aunque físicamente muera, entra en la plenitud de vida sin dolor ni muerte.

Es oportunidad para reflexionar como creyentes cristianos:

“El que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”. Gracias al Espíritu, Jesús está dentro de nosotros como palabra de Dios que no pregunta: “¿Crees esto?”

En el panorama de mundo actual con tantos desastres ¿en qué fundamentas la esperanza o mirada confiada hacia el porvenir?

¿Hasta qué punto y en qué medida estás superando la crisis de fe o confianza  que hoy está sufriendo a comunidad cristiana?

Fr. Jesús Espeja Pardo O.P.

Jn 11, 1-45 (Evangelio Domingo V de Cuaresma)

¡El camino-proceso de la muerte a la vida, aunque todavía en el ámbito del signo y del anuncio!

1º) El primer atentado contra la vida del hombre es la enfermedad, un fenómeno desconcertante y atenazante que asalta al hombre menazadoramente. Nos movemos en un ámbito profundamente realista y humano. ¿Que hará Jesús con su amigo que sufre el asalto de una enfermedad que puede conducirlo a la muerte? Este dato hay que entenderlo en aquel contexto histórico y social en el que la medicina se desenvolvía en niveles muy rudimentarios. Realismo humano además porque las dos hermanas sin su hermano quedarán en una situación grave de desamparo. Siempre el punto de partida es el mismo: la realidad humana ante el proyecto de Dios que era de vida y para la vida. Sólo desde la aceptación de la experiencia humana podremos valorar la grandeza del don de la vida que procede de Dios a través de Jesús.

2º) ¡El poder y la gloria de Dios se revela en la debilidad y en la muerte! La obra de dar la vida se presenta en dos estratos o niveles: (1º) quien oye y cree la palabra de Cristo posee ya la vida eterna; es lo mismo que pasar de la muerte a la vida. Ya estamos en el momento en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y vendrán a la vida (5,24-25); (2º) llega el tiempo en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas (5,28-29). También aquí está presente el bautismo. El Dios de la vida se enfrenta al poder de la muerte. Está en juego el honor y el prestigio de Dios y el destino y la felicidad del hombre.

3º) Los hebreos definen con frecuencia la muerte como una dormición o un sueño en espera del encuentro definitivo con el Dios de la vida fiel a sus promesas. En este proceso hacia la vida, el maestro va a requerir una vez más la confianza total del hombre. Son momentos tensos que el relator quiere presentar dramáticamente ante su lector para que entre él mismo en el juego, para comprometerlo en el desenlace de la acción. De este modo lo que Jesús haga afectará a Lázaro y le afectará a él también. A Juan le gustan la presentaciones dramáticas. Diríamos que era un hábil dramaturgo con la añadidura de que el drama que el maneja es el de la vida, destino y felicidad del hombre a través de Jesús. No es una pura pieza literaria. Es un mensaje definitivo y una repuesta con sentido.

4º) Para que creáis. ¿Para que crean qué? Que el Hijo del hombre tiene poder para dar la vida al que quiere. La característica de este episodio es afirmar que el don de la vida es aquí presentado expresamente como victoria sobre la muerte.

5º)Marta tiene plena confianza en Jesús amigo suyo y de sus hermanos; pero sobre todo, amigo de Dios. Sabe que su relación con Dios es única, singular e irrepetible. Al menos en la presentación que Juan hace de Marta. Envuelta en la desolación, brilla en su corazón la lámpara que Jesús más estimaba: la confianza en la bondad y la fidelidad amorosa de Dios Padre, dador y restaurador de la vida.

6º) Tu hermano resucitará… Sé que resucitará en la resurrección del último día. Con su confesión inicial, Marta muestra que pertenece al círculo de los fariseos que creen en una resurrección universal al final de los tiempos (en contra de los saduceos que no profesaban esta fe). Marta sabe que llegará al final de los tiempos la resurrección universal como acto previo al juicio al que seguirá la vida eterna.

) ¡La Vida es una victoria real sobre la muerte! Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees esto?. Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. El secreto de este acontecimiento es que Jesús revela que la resurrección se anticipará, como en primicia, al tiempo presente proyectada al futuro. Todo el conjunto centra la atención del lector en la declaración solemne de Jesús, que supone la oferta más grandiosa para la humanidad entera porque responde al interrogante más amenazador que atenaza a los hombres: ¿después de esta vida qué? El centro de interés de todo el conjunto es subrayar fuertemente que Jesús es «la resurrección y la vida». Jesús es la resurrección y la vida como oferta para todos los hombres. Y todo esto se fundamenta en un hecho, en un acontecimiento: Cristo ha vencido a la muerte; simbólicamente, a nivel de «signo», resucitando a Lázaro. Este acontecimiento es un «signo» de su propia Resurrección, que será la respuesta definitiva, porque es una resurrección para siempre y fuente de esperanza viva para todos los creyentes.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Rom 8, 8-11 (2ª lectura Domingo V de Cuaresma)

Respuesta coherente al don del Espíritu. En esta nueva situación del hombre creada por el Espíritu, sus actitudes han de ser coherentes con ella. Se ha producido una nueva vida, y con ella las consecuencias de la nueva vida que se manifiestan en el comportamiento cotidiano. El creyente que es movido por el Espíritu realiza las obras del Espíritu. Es luz, porque el Espíritu es luz, en medio de su mundo. Tiene otras motivaciones más hondas que conducen su vida. ¡El Espíritu, firme seguridad de nuestra esperanza! Pero la vida en el Espíritu no sólo se manifiesta en un nuevo modo de comportamiento, sino que también le abre a una gran esperanza. El mismo Espíritu que resucitó a Jesús, a quien se adhiere por la fe, realizará en el hombre una obra semejante: la resurrección. El hombre fue creado para la vida y Dios se la garantiza por la resurrección. Este fragmento conecta tanto con Ezequiel como con el evangelio en este planteamiento central para el hombre que fue creado para la vida y la felicidad y está llamado a la vida y a la felicidad. Y la seguridad de su consecución se adelanta en las «arras» del Espíritu, que habita en el creyente, es un anticipo que garantiza la donación total y para siempre de la vida. Los hombres de hoy, como los de ayer, necesitan el testimonio vivo y convincente de los discípulos y seguidores de Jesús que afirman la seguridad de nuestra esperanza. El hombre necesita una respuesta al enigma de la muerte que le aplasta.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Ez 37, 12-14 (1ª lectura Domingo V de Cuaresma)

¡Dios responde a los interrogantes más profundos de los hombres! El interrogante fundamental que recoge todos los otros es ¿cuál es el sentido de la vida y cuál es su destino futuro? Dios responde a través del profeta que Él mismo toma la iniciativa de sacarlos del exilio y llevarles de nuevo a la tierra prometida. Porque se comprometió solemnemente y cumple su palabra. La vuelta del exilio se convertirá, de esta manera, en la imagen de una liberación mucho más amplia que tendrá lugar en el momento final de la actuación de Dios en favor de los hombres, es decir, en el momento que hemos convenido en llamar «escatológico» (el «tiempo» oportuno en que Dios realiza plenamente su plan). El exilio y la liberación del mismo se interpretó como un motivo de esperanza para el futuro de Israel. ¡La vuelta a la vida y a la esperanza es obra del Espíritu Creador! En este caso, Ezequiel conecta y remite a la acción creadora del Espíritu. Y el Espíritu vuelve a aparecer en un momento crucial de la historia de Israel y también como «Espíritu Creador». La liberación es obra del poder de Dios. Por eso se abre el futuro a una nueva esperanza. ¡Entra en juego la inquebrantable fidelidad de Dios! Esta fidelidad inquebrantable de Dios garantiza la esperanza de los hombres que se realizará en su momento y en el modo, que Dios ha previsto, en la plenitud de los tiempos. Este anuncio de Ezequiel se realizará en la resurrección de Jesús.

Fray Gerardo Sánchez Mielgo

Comentario al evangelio – San José, esposo de María

Aunque es el 20 de marzo, como ayer fue domingo, la fiesta de San José se ha trasladado al día de hoy. Son incontables los grupos, congregaciones, movimientos, instituciones… que lo tienen por patrón o especial protector. En definitiva, referencia sencilla y clara para vivir nuestra fe y para acercarnos cada vez más a Dios.

Podemos encontrar en las lecturas de hoy dos claves para celebrar el día de hoy:

FE Y ESPERANZA: dos rasgos claramente presentes en él. De hecho se asocia a los grandes creyentes de la historia, a Abraham, a su confianza plena en Dios, esperando contra toda esperanza y convirtiéndose así en “padre de muchos pueblos”. José es padre de muchos porque supo ser padre de Jesús, porque supo vivir cotidianamente la misión que Dios le encomendó. No buscó otras grandezas ni anheló otros proyectos. Fue fiel en lo que se le pidió, más allá de que entrase en sus planes, le gustase o no le gustase… Se fió y esperó.

CALLA, ESCUCHA Y HACE: el evangelio no nos ha transmitido ni una sola palabra de él. Decide en secreto viendo lo que sucede con María. Calla pero no guarda rencor ni sigue maquinando en su interior. Es un silencio real, por fuera y por dentro. El silencio de quien sabe callar. El silencio de quien sabe escuchar y por eso, oye, comprende, es capaz de descubrir a Dios en lo que le está pasando: “la criatura que hay en María viene del Espíritu Santo”. Calla y escucha de tal manera que lo que tiene que hacer viene sólo, con toda naturalidad. Nada hay en él que se resista, que se pregunte, que huya. Simplemente, se despierta y hace lo que el Señor le ha mandado.

No es poco para nosotros en estos días. Podemos quedarnos con una imagen ambigua de José, llena de tonos apastelados, con nardos o azucenas blancas, alejado de la realidad, arrinconado mientras –aparentemente- la historia de salvación sigue su curso con María y Jesús. O podemos pedir a Dios que nos ayude a parecernos a este hombre santo y fiel. Quizá de su mano, cambie también nuestra Cuaresma.

Ciudad Redonda

Meditación – Sn José, esposo de María

Hoy celebramos la solemnidad de San José.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 1, 16. 18-21. 24a):

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
La generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Cuando José se despertó, hizo lo que le habla mandado el ángel del Señor.

Celebramos hoy la fiesta de San José, del que el evangelio dice que era un hombre bueno. La vida de San José es un canto a la bondad. José fue bueno con María, con la que estaba desposado, y con Jesús. Aceptó las explicaciones que Dios le dio y, llevado de su bondad, acogió a María y a Jesús, y les amó entrañablemente.

Por eso, la fiesta de San José es un buen momento para preguntarnos por la bondad y por el lugar que ocupa en nuestra vida diaria. De entrada, podemos afirmar que la bondad habita en nuestro corazón. Y la razón es bien sencilla. Dios nos ha creado a su imagen y semejanza y Dios es amor y también bondad. “Sólo Dios es bueno”, dijo Jesús al joven rico. Por eso la bondad, el deseo de hacer el bien, es algo que Dios nos ha regalado al crearnos. Aunque después, en nuestro campo apareció la cizaña, la inclinación a hacer el mal. En el fondo, la vida del hombre es una lucha entre su bondad y su maldad, para que prevalezca siempre la bondad, y el único camino para ello es enfrentarse al mal, pero… a base del bien y nunca dejarse llevar por “el ojo por ojo y mal por mal”.

En este tema, como en todos, Jesús es nuestro ejemplo a seguir. Su vida fue una lucha a favor del bien y en contra del mal. En el supremo momento de su muerte, cuando lo que prevalecía era la maldad de unos hombres en un juicio injusto, vence ese mal, pero no a base de matar a sus enemigos, algo que estaba a su alcance, sino a base de seguir predicando el amor, la verdad, la bondad… Ese camino le llevó a su resurrección y no al abismo. Jesús nos pide que, en la lucha que es la vida humana, no dejemos que se cuele en nuestro corazón ni un miligramo de mal, de odio, de venganza… Porque los grandes perjudicados, además de nuestros semejantes, vamos a ser nosotros. Nadie puede ser feliz con malos sentimientos. Nuestro corazón está hecho para la bondad y no para la maldad.

En la fiesta de San José, el “hijo de David”, el que enlaza a Jesús con la dinastía de David, el evangelio destaca de él principalmente su bondad. “José era bueno”. Se sintió amado por Dios, por María, por Jesús, y dejó que la bondad guisase su vida entera. Debemos imitarle siendo personas buenas. Que nos convenza de que “es bueno ser bueno. Es malo ser malo”. Nuestro corazón está hecho para gozar con el bien y el amor. El que se guíe por el desamor y el mal no puede ser feliz. Con frecuencia, las apariencias engañan.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.