Comentario – Lunes IV de Cuaresma

De momento a Jesús le reciben bien en Galilea, aunque él ya es consciente de que «un profeta no es estimado en su propia patria».

En Caná, donde había hecho el primer milagro del agua convertida en vino, hace otro «signo» curando al hijo del funcionario real de Cafarnaún. De nuevo aparece un extranjero con mayor fe que los judíos: «el hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino».

La marcha de Jesús hacia la muerte y la resurrección está sembrada de hechos en que comunica a otros la salud, la vida, la alegría.

Ya quedan menos de tres semanas para la Pascua.

Pero no somos nosotros los protagonistas de lo que quiere ser esta Pascua. No somos nosotros los que le dedicamos a Dios este tiempo o nuestros esfuerzos. Es él quien tiene planes. Es él, como hizo con el pueblo de Israel, ayudándole a volver del destierro, y con su Hijo Jesús, cuando le sacó del sepulcro como primogénito de una nueva creación, quien quiere llevar a cabo también con nosotros un cielo nuevo y una tierra nueva.

Es Dios quien desea que esta próxima Pascua sea una verdadera primavera para nosotros, incorporándonos a su Hijo. Porque «el que está en Cristo es una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo» (2 Co 5, l 7).

Jesús nos quiere devolver la salud, como al hijo del funcionario real, y liberarnos de toda tristeza y esclavitud, y perdonarnos todas nuestras faltas. Si tenemos fe. Si queremos de veras que nos cure (cada uno sabe de qué enfermedad nos tendría que curar) y que nos llene de su vida. A los que en el Bautismo fuimos sumergidos en la nueva existencia de Cristo -ese sacramento fue una nueva creación para cada uno- Jesús nos quiere renovar en esta Pascua.

Cuando nos disponemos a acercarnos a la mesa eucarística decimos siempre una breve oración llena de humildad y confianza: «no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». Es la misma actitud de fe del funcionario de hoy. Y debe ser nuestra actitud en vísperas de la Pascua.

¿Dejaremos a Jesús que «haga milagros» en su patria, entre «los suyos» entre nosotros, que le seguimos de cerca? ¿o pensamos que sólo entre los alejados hace falta que sucedan la conversión y la nueva creación y los cielos nuevos? ¿Podremos cantar con alegría, en la Pascua, también nosotros, y pensando en nosotros mismos: «te ensalzaré, Señor, porque me has librado» ?

En la noche de Pascua escucharemos el relato poético de la primera creación y también el de la nueva creación, la resurrección de Cristo. Ambas se nos aplican a nosotros en un sacramento que estará esa noche muy especialmente presente en nuestra celebración: el Bautismo.

«Mirad, voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva» (la lectura)

«Te ensalzaré, Señor, porque me has librado» (salmo)

«El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino» (evangelio)

«Que esta Eucaristía nos renueve, nos llene de vida y nos santifique» (comunión)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2

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