La Iglesia hoy interrumpe de cierto modo hoy la práctica cuaresmal para recordar a San José, esposo de María. El, junto con Nuestra Señora, cuidó de Jesús niño.
Esta festividad se fijó en esta fecha durante el siglo XV y luego se extendió a toda la Iglesia en 1621. El Papa Pío IX nombró a San José patrono de la Iglesia universal en 1847. La paternidad de San José alcanza no sólo a Jesús – de quien hizo las veces de padre – sino a la misma Iglesia, continúa en la tierra la misión salvadora de Cristo.
El texto del Evangelio recalca especialmente que José está entroncado en la casa de David, depositaria de las promesas a los patriarcas.
José fue un hombre sencillo que Dios cubrió de gracias y de dones para que cumpliera una misión singular y entrañable en los planes de la salvación. Tuvo alegrías enormes al tener junto a él a Jesús y a María. Pero también sufrió incertidumbres y sufrimientos: perplejidad ante el misterio obrado en María, que en un comienzo desconocía; la pobreza extrema en Belén; la profecía de Simeón en el Templo sobre los sufrimientos de Jesús; la angustiada huida a Egipto.
Pero José fue siempre fiel a la voluntad de Dios, dejando de lado sus planes y razones para seguir el camino trazado por el Padre. San José fue firme como una roca y contó siempre con la ayuda de Dios. Nada desvió a José de su senda. Fue la persona a quién Dios, confiándose en él, puso al frente de su familia
El centro de la vida de José fueron siempre Jesús y María, y el cumplimiento de la misión que Dios le había confiado. Esposo de la Virgen María, padre legal de Jesús, consumió su vida con la atención puesta en ellos, entregado al cumplimiento de la voluntad del Padre. Su fiesta es, por eso, un buen momento para que todos renovemos nuestra entrega a la vocación de cristianos, que a cada uno de nosotros nos ha concedido el Señor.
Por eso pedimos especialmente al Señor, con las palabras de la oración de las ofrendas de la misa de hoy, el deseo eficaz de cumplir la voluntad de Dios en todo, en una entrega alegre, generosa y sin condiciones: «Concédenos Señor que podamos servirte con un corazón puro como San José, que se entregó para servir a tu hijo.»