José hizo lo que el Señor le mandó
Invocación al Espíritu Santo:
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu y serán creados, y se renovará toda la tierra.
Oh Dios que has instruido los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos según el mismo Espíritu conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Lectura. Mateo capítulo 1, versículos 16 y 18 al 21 y 24:
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).
Indicaciones para la lectura:
El pasaje del evangelio de hoy se toma del primer capítulo de Mateo que forma parte de la sección referente a la concepción, nacimiento e infancia de Jesús. El centro de todo el relato es la persona de Jesús a la que se suman todos los sucesos y las personas mencionadas en la narración.
Mateo no nos cuenta el relato de la anunciación como lo hace Lucas (Lucas capítulo 1, versículos 26 al 38), pero estructura la narración desde el punto de vista de la experiencia de José el hombre justo.
La lectura menciona varios elementos comunes en la Biblia: que Dios ama a sus justos (confrontar Noé); el “sueño” como lugar privilegiado donde Dios da a conocer sus proyectos y planes, y algunas veces revela el futuro (confrontar José el hijo de Jacob); y “el ángel del Señor” que en el Antiguo Testamento originariamente representaba al mismo Señor que cuida y protege a su pueblo siempre acompañándolo de cerca (confrontar Génesis capítulo 16, versículos 7 al 16; capítulo 22, versículo 12; capítulo 24, versículo 7).
Meditación:
La vida de san José cambió tras escuchar el mensaje del ángel. ¿En qué actitud escuchó ese mensaje? En el silencio. José dormía: sus sentidos exteriores estaban descansando, pero a la vez estaba en disposición de oír al ángel. ¡Qué lección para la humanidad, que vive envuelta en el ruido y ajetreo de todos los días!
Si queremos ser santos, vivir en paz, felices, debemos imitar a José, reservando en nuestro día momentos de silencio, para escuchar y dialogar con el Señor. Un silencio exterior, sí, pero también un silencio interior, haciendo a un lado los pen- dientes, preocupaciones y compromisos, para dialogar con el Señor. ¿Decimos que Dios no nos habla? ¿Nos quejamos de que no sentimos su ayuda?… ¡¿No será que no hemos vivido ese silencio necesario para hablar con Dios?!
Este pasaje es uno de los pocos que nos habla de san José. Su vida, como la de tantos cristianos, se llevará a cabo en medio de la sencillez, del trabajo diario, de las relaciones familiares… Una vida humilde, lejos de los faros de luz… De esta forma, con esta Solemnidad, la Iglesia quiere recordarnos que todos estamos llamados a la santidad, en medio de la vida ordinaria. La santidad no es solo para los sacerdotes, religiosos, consagrados… ¡la santidad es para todos!
Oración a San José:
San José, casto esposo de la Virgen María; intercede para obtenerme el don de la pureza. Tú que, a pesar de tus inseguri- dades personales, supiste aceptar dócilmente el Plan de Dios tan pronto supiste de él, ayúdame a tener esa misma actitud para responder siempre y en todo lugar a lo que el Señor me pida.
Varón prudente, que no te apegas a las seguridades humanas, sino que siempre estuviste abierto a responder a lo inesperado, obtenme el auxilio del divino Espíritu para que viva yo también en prudente desasimiento de las seguridades terrenales.
Modelo de celo, de trabajo constante, de fidelidad silenciosa, de paternal solicitud, obtenme esas bendiciones para que pueda crecer cada día más en ellas y así asemejarme, día a día, al modelo de la plena humanidad: el Señor Jesús. Amén.
Contemplación:
Nuestros pueblos nutren un cariño y especial devoción a José, esposo de María, hombre justo, fiel y generoso que sabe perderse para hallarse en el misterio del Hijo. San José, el silencioso maestro, fascina, atrae y enseña, no con palabras sino con el resplandeciente testimonio de sus virtudes y de su firme sencillez (Documento de Aparecida numeral 264).
“No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo… No he conocido persona que de veras le sea devota que no la vea más aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a Él se encomiendan… Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devoción” (Santa Teresa).
“¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?”. José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quien Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos” (San Alfonso María de Ligorio).
Oración final:
También en lo pequeño, se muestra la grandeza del alma. San José, enséñanos a ser fieles en lo pequeño, en los detalles de nuestro trabajo, con nuestra familia, durante el descanso y la diversión, pero siempre fieles a la voluntad de Dios.
Propósito:
Trataré de imitar hoy las virtudes de San José con la pureza en mis palabras y acciones, con mi dedicación al trabajo, con mi silencio cuando sea necesario.