Lectio Divina – Martes IV de Cuaresma

El encuentro de cristo en nuestra vida cotidiana

Invocación al Espíritu Santo:

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de tu consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lectura. Juan capítulo 5, versículos 1 al 16:

Era un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo los cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.

Al verlo ahí tendido y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: “¿Quieres curarte?” Le respondió el enfermo: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo”. Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda”. Al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.

Aquel día era sábado. Por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: “No te es lícito cargar tu camilla”. Pero él contestó: “El que me curó me dijo: ‘Toma tu camilla y anda’ “. Ellos le preguntaron: “¿Quién es el que te dijo: ‘Toma tu camilla y anda’?” Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: “Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor. Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Aquí se hará mención de un estanque que científicamente existe, en el cual se podría considerar como lugar para curarse. En el texto falta el versículo cuatro, significativo pues hacen falta manuscritos para poder seguir manteniendo dicho ver- sículo. Pues se creía que un ángel del Señor descendería de los cielos y agitaría las aguas. Además, para los judíos es muy importante respetar el día sábado, en la cual ni siquiera podrían cargar algo sobre sus hombros. Se manifiesta pues la persecución de los judíos contra Jesús; sin embargo, Jesús seguía haciendo milagros, aunque fuera sábado. El evangelista Juan designa a los judíos como dirigentes del judaísmo en cuantos enemigos de Jesús y de los discípulos, no como habi- tantes de Judea.

Meditación:

El milagro del paralítico de la piscina es conmovedor. Cristo se acerca a aquel hombre y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo decide curarle.

Aquel enfermo era ciertamente un hombre de gran corazón. De esos que no se desaniman a pesar de los problemas. No sabemos, pero tal vez no era de Jerusalén, y se había hecho traer hasta la ciudad en busca de curación.

Quizá muchas veces habría querido que todo terminase pronto para él. Quizá pensó que su vida ya no tenía sentido; que vivía solo para sufrir, aceptando las burlas y las muecas de la gente que acertaba a pasar por ahí. Cuántos amaneceres y atardeceres habrían pasado por encima de aquel pobre hombre, y él no perdía la esperanza de que el buen Dios de Israel le auxiliaría.

Confiaba, y así pasó mucho tiempo hasta que Cristo se acercó. Y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo de sufrimiento, se acercó para restablecerle la salud.

El Señor había previsto el encuentro para aquel momento preciso. No porque no hubiese querido ahorrarle el sufrimiento de tantos años, sino porque quiso regalarle un don mayor: la fe y poco más tarde el perdón de sus pecados.

Todos estamos expuestos a sentirnos desamparados en los momentos duros, o en la cotidianidad de nuestro trabajo diario. Sin embargo, Cristo nos sale al encuentro. Nos cura y hace que cambie nuestra vida yendo en contra de las costumbres frívolas del mundo en que vivimos. Porque Él quiere permanecer con nosotros en nuestras almas, por medio de la gracia. (Bajo la condición de que respetemos sus mandamientos.)

Entonces, el recuerdo de Cristo y su presencia en nosotros bastarán para aceptarnos y aceptar los pequeños sacrificios de nuestra vida diaria.

Todos somos como este paralitico. Todos los días constatamos nuestra pequeñez y nos sentimos frágiles, sin fuerzas. Y en realidad lo somos, pues cojeamos siempre en nuestros mismos defectos. Y este paralítico del evangelio de hoy nos da la solución: Exponer nuestros problemas a Jesús con confianza y Él va a obrar maravillas en nosotros. Somos esos hombres que continuamente tropiezan, somos cojos, necesitamos de alguien que nos sostenga.

Ese alguien es Cristo, el Hijo de Dios. Él quiere ser nuestra fortaleza, nuestra seguridad. A su lado todo lo podemos. Debemos confiar ciegamente en Él, pues Él es el amigo fiel que nunca nos abandona.

¡Qué alegría debemos sentir al sabernos amados por Dios! Para Dios somos muy importantes. Con Él a nuestro lado, todo lo podemos. Jesús es nuestra fortaleza.

Oración:

Clava en mi Señor, la necesidad de buscarte, plasma en mi vida los hechos que día a día transmites. Invade en mi corazón la búsqueda y sed de esa agua que mi corazón lleva, busca y renueva en mí el deseo ardiente de encontrarte en los aconte- cimientos y demostrar que te quiero.

Contemplación:

Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado. Invitan a creer en Jesús. Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe. (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 548)

Jesús acompaña sus palabras con numerosos milagros, prodigios y signos que manifiestan que el Reino está presente en él. (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 547).

Jesús salió al encuentro de personas en situaciones muy diversas: hombres y mujeres, pobres y ricos, judíos y extranjeros, justos y pecadores… invitándolos a todos a su seguimiento. Hoy sigue invitando a encontrar en ÉL el amor del Padre. Por eso el discípulo misionero ha de ser un hombre o una mujer que hace visible el amor misericordioso del Padre, especial- mente a los pobres y pecadores. (Documento de Aparecida numeral 147)

Oración final:

Señor, gracias por tu amor y tu presencia que verdaderamente hace que nos sintamos como hijos tuyos. Sé que hoy me has escuchado y te pido la gracia de ser paciente para esperar que Tú obres en mí. Hazme ver tu mano amorosa que me sostiene y me hace ver qué grande es tu amor hacia mí.

Propósito:

Hoy haré una visita a Jesús Eucaristía, exponiéndole mis problemas con plena confianza.

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Homilía – Martes IV de Cuaresma

Esta escena ocurre cuando Jesús después de una campaña intensa por Galilea, sube a Jerusalén en ocasión de una fiesta judía.

Pero Jesús no va al templo, sino al estanque de Betsedá, donde hay una multitud de enfermos que buscan la salud.

La tradición dice que un ángel removía el agua de la piscina, y el primero que entraba en ella quedaba sanado.

Jesús se fija en uno de los enfermos, en un hombre que llevaba 38 años enfermo y nunca había llegado a tiempo al agua, porque no tenía a nadie que lo ayudara y entonces siempre que el agua se movía otro llegaba primero.

Y este hombre, estaba resignado a vivir toda la vida así.

Hoy también hay mucha gente que espera, como este hombre con resignación. Que está enferma, que ve la piscina que cura, pero que no puede acercarse sola.

Jesús que ve en su interior de cada uno, ve la resignación del hombre y le pregunta: ¿Te quieres sanar?

Y en el hombre se despierta el deseo de sanar, el deseo de vivir, el deseo de ser libre.

Jesús quiere curarnos,… pero quiere que nosotros también lo deseemos y se lo pidamos.

Aunque Jesús conoce la necesidad del enfermo, espera para curarlo que él lo pida, y entonces le dice: Levántate, toma tu camilla y anda.

Y para este hombre empieza una vida nueva.

Él no podía sanar por sus propios medios, necesitaba un Salvador, necesitaba a Jesús.

Nosotros también estamos enfermos y no podemos liberarnos solos.

Necesitamos la ayuda de nuestros hermanos y el poder liberador del Espíritu Santo que nos ofrece Jesús. Como el enfermo del evangelio, tenemos que decirle a Jesús que necesitamos que nos cure y él nos curará.

Pero hay en este evangelio otra enseñanza para nuestra vida.

En el mundo hay muchas personas como el enfermo del evangelio que necesitan que a ejemplo de Jesús les demos una mano, para que se levanten, y entonces comiencen ellos a andar.

Cuando luchamos por la justicia, por valorar la dignidad de las personas. Cuando luchamos por los derechos de quienes no pueden valerse por sí solos estamos siguiendo el ejemplo y el camino de Jesús y contribuimos al reinado de Dios en esta tierra.

Por eso en este tiempo de Cuaresma, pensemos en nuestra actitud con las personas que están enfermas por el pecado, que están enfermas por la pobreza en la que viven, que están enfermas por la injusticia y que no pueden hacer nada por curarse, porque no tienen ni voz ni medios para hacerse oír.

¿Qué hacemos nosotros por ellos?

Hay muchos que por nuestra desatención pueden decir al Señor

Señor, no he tenido a nadie que me metiera en la piscina.

Que la virgen nuestra madre, nos dé la luz para descubrir las necesidades de nuestro prójimo y la valentía de luchar por sus derechos.

Comentario – Martes IV de Cuaresma

Juan 5, 1-16

Durante tres días vamos a leer el capítulo quinto de Juan.

La piscina de Betesda tenía aguas medicinales. Pero a aquel pobre hombre paralítico nadie le ayudaba a llegar al agua. Cristo le cura directamente. No sin reacciones contrarias por parte de sus enemigos, porque este signo milagroso lo había hecho precisamente en sábado.

El agua, tanto la que anuncia poéticamente el profeta como la del milagro de Jesús, estará muy presente en la Noche de Pascua. De Cristo Resucitado es de quien brota el agua que apaga nuestra sed y fertiliza nuestros campos. Su Pascua es fuente de vida, la acequia de Dios que riega y alegra nuestra ciudad, si le dejamos correr por sus calles. ¿Vamos a dejar que Dios riegue nuestro jardín?

El agua es Cristo mismo. Baste recordar el diálogo con la mujer samaritana junto al pozo, en Juan 4: él es «el agua viva» que quita de verdad la sed. Si el profeta ve7’a brotar agua del Templo de Jerusalén, ahora «el Cordero es el Santuario» (Ap 21,22) y de él nos viene el agua salvadora. La curación del paralítico por parte de Jesús es el símbolo de tantas y tantas personas, enfermas y débiles, que encuentran en él su curación y la respuesta a todos sus interrogantes.

El agua es también el Espíritu Santo: «si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mi: de su seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él» (Jn 7,37-39).

Dios, en la Pascua de este año, quiere convertir nuestro jardín particular, y el de toda la Iglesia, por reseco y raquítico que esté, en un vergel lleno de vida. Si hace falta, él quiere resucitarnos de nuestro sepulcro, como lo hizo con su Hijo. Basta que nos incorporemos seriamente al camino de Jesús. ¿Nos dejaremos curar por esta agua pascual? ¿de qué parálisis nos querrán liberar Cristo y su Espíritu este año?

Pero, además, ¿ayudaremos a otros a que se puedan acercar a esta piscina de agua medicinal que es Cristo, si no son capaces de moverse ellos mismos («no tengo a nadie que me ayude»)?

Lo que dice el salmo se refiere a nuestra pequeña historia: «el correr de las acequias alegra la ciudad de Dios… teniendo a Dios en medio, no vacila». El agua salvadora de Dios es su palabra, su gracia, sus sacramentos, su Eucaristía, la ayuda de los hermanos, la oración. La aspersión bautismal de los domingos y sobre todo la de la Vigilia Pascual nos quieren comunicar simbólica y realmente esta agua salvadora del Señor.

«Del umbral del templo manaba agua, y habrá vida dondequiera que llegue la corriente» (la lectura)

«Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza» (salmo)

«Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar» (evangelio)

«Que esta Cuaresma disponga el corazón de tus fieles para celebrar dignamente el misterio pascual» (oración)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2

Música – Domingo V de Cuaresma

Entrada: Me invocará y lo escucharé. (Apéndice) Nos has llamada al desierto (CLN 126); Sube el Nazareno CLN 169;
Introito en latín: Iudica me, Deus                                                     
Misa de Cuaresma: (Canto Gregoriano)                                                                                           
Acto Penitencial: Gregoriano o el Señor, ten piedad, de Manzano.                                                
Salmo R. y Antes del Evangelio: Del Señor viene la misericordia (Propio).                          
Ofertorio: Attende, Attende Domine (CLN 101)                                                                         
Comunión: Dios es fiel. (CLN 117). Perdona a tu pueblo (CLN 125)   A ti levanto mis ojos CLN 525; Oh rostro ensangrentado CLN 102                                                                                 
Final: En silencio o Victoria, Tu reinarás CLN 106

Oración de los fieles – Domingo V de Cuaresma

Señor Dios nuestro, maravillados por el prodigio de tu Hijo al resucitar a Lázaro de Betania te pedimos que nunca nos falte tu amor y tu ternura y la gracia de Nuestro Señor Jesucristo.

Y todos juntos respondemos:

VAYAMOS TODOS A BETANIA

1.- Por el Papa Francisco y por los resultados pastorales de su tercera Carta Encíclica dedicada a lo social y humano. OREMOS

2.- Por España, y por todas las naciones que se encuentran en momento electoral, para que todo el mundo cumpla con sus obligaciones democráticas y se elijan a los mejores candidatos. OREMOS

3.- Por los pobres, los ancianos, los marginados, los que sufren persecución por las leyes injustas, para que todos reciban el aliento de Jesús de Nazaret y los resucite a una vida feliz. OREMOS

4.- Por nosotros aquí presentes en la Eucaristía para que este tiempo de Cuaresma que ya termina nos haya dado la fuerza para seguir a Cristo en todas las circunstancias. OREMOS

Señor Dios, Padre Nuestro, concédenos lo que con fe te pedimos

Por Jesucristo Nuestro Señor

Amen.


Señor, Dios Padre Nuestro, en tus manos ponemos nuestras necesidades y las de todos los hombres y mujeres de la tierra. Confiamos en tu poder y tu misericordia.

SEÑOR DANOS VIDA.

1. – Por el Papa, Francisco, por los obispos, los sacerdotes y todos los que formamos la Iglesia; para que respondamos a la tarea encomendada por el Señor. OREMOS

2. – Por todos; los creyentes y no creyentes, para que sepamos ser agradecidos a tantos dones como recibimos cada día del Señor. OREMOS

3. – Para que cada uno, en el puesto que tenga asignado, se preocupe de ser luz para los hermanos con su testimonio y su vida. OREMOS

4. -Por los que rigen las naciones; para que no miren el bien de unos pocos, sino que busquen el bien de todos, consiguiendo así una paz duradera. OREMOS

5. – Por todos los que estamos aquí reunidos; para que nuestros hermanos no tengan que lamentarse del mal uso de la confianza que Dios en nosotros ha depositado. OREMOS

Escucha, Señor, estas súplicas que te hacemos, y concédenos la gracia de responder lo mejor que podamos.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Comentario al evangelio – Martes IV de Cuaresma

Betesda significa “Casa de la Misericordia” Es el nombre de la piscina donde Jesús realiza la curación. Y es que hoy, la Palabra navega entre dos aguas. La primera, el torrente del templo: un agua que al salir sana y da vida a las zonas más áridas y aisladas. El profeta Ezequiel utiliza la imagen del agua como elemento que fertiliza todo lo que moja a su paso. Es el agua que viene del templo, donde Dios habita, y que da vida abundante, es la fuerza de Dios. “Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida” Ez 47, 9.

La segunda, la piscina o estanque de Betesda, lugar donde se reunían todos los enfermos que esperaban el movimiento del agua para sumergirse y quedar sanos. Y es que el nombre de la piscina -“Casa de la Misericordia”- nos da la pista. Al igual que el agua, Jesús es el que sana y cura. La misericordia es la sanación, y a la inversa, la sanación, el milagro es la misericordia, la cura que Jesús realiza. La lleva a cabo en un día de fiesta, donde el enfermo ni siquiera estaba autorizado a transportar su camilla, pues violaba la ley. La espiritualidad que se deriva de este hecho es la de la sanación, no la de la condena. Ser misericordioso, ponerse en el lugar del otro, mitigar sus dolencias, curar sus heridas. También nosotros podemos sanar, incluso a través de nuestras propias heridas. Seamos más compasivos que críticos (“Hoy es sábado y no te está permitido llevar al hombro tu camilla” Jn 5, 10 b), más misericordiosos que censores, más humildes para confesar nuestros pecados y para acoger a los pecadores. Seamos para otros Betesdas, casa (lugar) de misericordia.

Ciudad Redonda

Meditación – Martes IV de Cuaresma

Hoy es martes IV de Cuaresma.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 5, 1-16):

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Lo que contemplamos como profecía en el Antiguo Testamento, Jesús lo realiza a lo largo de su vida pública.  Entre otros testimonios, en el evangelio de hoy,  Juan nos presenta el encuentro de Jesús con un hombre que llevaba muchos años postrado, enfermo,  al que se   acerca  y directamente  le pregunta “¿quieres quedar sano?”; con sorpresa nos llaman la atención dos cosas, primero que Jesús, a diferencia de  otras curaciones que realiza, no le pide tener fe en Él previamente, y segundo, que esta persona no le responde afirmativamente, sino que le expone excusas y motivos por los que no aspira a ser curado; es como si ya se hubiera acostumbrado y aceptara su estado de postración y enfermedad. Jesús lo escucha como desea escucharnos a nosotros y quiere que le expongamos, que le expresemos nuestras necesidades, nuestras enfermedades y dolencias, nuestras tristezas y angustias, lo que nos ata e impide levantarnos y avanzar en el camino del bien, de la entrega, de la caridad, de la confianza, de la fidelidad a los compromisos adquiridos…. Él desea que con sinceridad y sencillez le manifestemos nuestra situación real, nuestros pecados, nuestras historias, nuestros fracasos y frustraciones, nuestras cobardías, perezas y limitaciones aun sabiendo que Él ya las conoce.

A la luz de esta Palabra de Dios, debemos preguntarnos, ¿dónde estoy yo postrado?, ¿cuál es mi camilla?, ¿a qué me aferro para no cambiar, para no salir de mi parálisis anímica, espiritual, de fe, de alegría, de esperanza, de amor, de ilusión?

Jesús en esta cuaresma y a pesar de nuestra falta de fe nos dice: Levántate, toma tu camilla y echa a andar, reconoce   que el Señor del universo está con nosotros, que nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Dejemos actuar a la gracia de Dios en nuestras vidas, no le pongamos obstáculo, dejémonos tocar por ella. Jesús quiere y puede sanarnos y su acción es siempre gratuita, como lo fue toda su vida, muerte y resurrección.

Sor Inmaculada Ocaña Gutiérrez

Liturgia – Martes IV de Cuaresma

MARTES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio Cuaresma.

Leccionario: Vol. II

            La Cuaresma: Recordar el agua vivificante y curante.

  • Ez 47, 1-9. 12. Vi agua que manaba del templo, y habrá vida allí donde llegue el torrente.
  • Sal 45. El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
  • Jn 5, 1-16. Al momento aquel hombre quedó sano.

Antífona de entrada          Cf. Is 55, 1
Sedientos, acudid por agua, dice el Señor; venid los que no tenéis dinero y bebed con alegría.

Monición de entrada y acto penitencial
En este día de cuaresma las lecturas bíblicas hablan del agua como signo de vida y nueva creación.

Dispongámonos a recibir la vida nueva que Cristo nos trae, y comencemos esta celebración con el canto de entrada. De pie, por favor.

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    — Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    — Y danos tu salvación.

Oración colecta
SEÑOR,
que el ejercicio respetable de este tiempo santo
prepare el corazón de tus fieles
para acoger adecuadamente el Misterio pascual
y anunciar a todos los hombres
el mensaje de tu salvación.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
El milagro realizado por Jesús en sábado en la piscina de Betesdá es, por supuesto, una curación. Pero es también un «juicio» contrastante acerca de la concepción en torno a la auténtica práctica del sábado. Los judíos, al condenarlo duramente, no logran interpretar el hecho milagroso como signo de la presencia activa de Dios, sino que se aferran ciegamente a la Ley como a un absoluto. Jesús –al interesarse por el que «no tenía a nadie»– interpreta esta Ley como un instrumento de la relación con Dios. Algo que ha de estar siempre al servicio del hombre.

Oración de los fieles
Al Señor, que no permanece indiferente ante el sufrimiento y las necesidades del hombre, elevemos nuestra oración:

1.- Por la santa Iglesia, para que sea para cada hombre lugar de salvación en d que se sienta esperado, acogido, redimido. Roguemos al Señor.

2.- Por los sacerdotes, para que el Señor, que les ha donado la gracia de ser ministros de su misericordia en el sacramento de la Reconciliación, les ayude a acercarse con delicadeza en las miserias humanas y a escuchar a cada hombre con humildad, para que a través de ellos podamos encontrar el rostro misericordioso de Dios Padre. Roguemos al Señor.

3.- Por nuestros gobernantes, para que protejan con normas justas los derechos de quienes están afectados por una discapacidad, para ayudarles a entrar en el mundo laboral y a poner sus capacidades al servicio de la sociedad civil. Roguemos al Señor.

4.- Por todos los que sufren, para que ese sufrimiento cuestione la vida de quien puede tender una mano y suscite gestos concretos y sinceros de solidaridad y de caridad. Roguemos al Señor.

5.- Por todas las personas enfermas que emprenden una peregrinación para pedir la curación, por los profesionales de la salud y los voluntarios s que los acompañan. Que el compartir el sufrimiento en la fe sea para todos, una ocasión de gracia en el propio camino personal. Roguemos al Señor.

6.- Por todos nosotros, para que la participación en esta celebración eucarística sane todas nuestras heridas físicas y emocionales. Roguemos al Señor.

Te damos gracias, Señor, por todo lo que haces por el hombre, necesitado de tu salvación. Escucha nuestras súplicas y ayúdanos a ser tus colaboradores para llevar tu presencia al mundo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Oración sobre las ofrendas
TE ofrecemos, Señor,
estos dones que tú mismo nos diste;
haz que manifiesten la ayuda de tu providencia
sobre nuestra vida mortal
y actúen en nosotros como remedio de inmortalidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Cuaresma

Antífona de comunión          Cf. Sal 22, 1-2
El Señor me guía, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas.

Oración después de la comunión
PURIFICA con bondad, Señor, nuestro espíritu
y renuévanos con los sacramentos del cielo,
para que alcancemos también en nuestro cuerpo
los auxilios presentes y futuros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
CONCEDE, Dios misericordioso,
que tu pueblo mantenga siempre su entrega a ti
y que incesantemente obtenga de tu clemencia
lo que le conviene.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

San Nicolás de Flüe

Suiza en los siglos XIV y XV está empapada de corrientes espirituales que son propicias para la ascesis y para las visiones. Y no solamente se dan entre los clérigos o en los claustros de los monasterios; han trascendido también al laicado y en cualquier esquina o iglesia puede uno toparse con gente que transmita experiencias sobrenaturales habidas en la intimidad de la oración.

Nicolás de Flue es un santo suizo y de esta época. Soporta sobre su figura, no legendaria sino bien probada por la historia, la dignidad nacional tanto por parte de los protestantes como de los católicos, dada la curiosa complejidad que desde siglos lleva consigo el pueblo suizo, aunque ciertamente unos y otros lo tienen como personaje emblemático por distintos motivos; los que se llaman reformadores lo miran desde la cara política y los católicos añaden el matiz espiritual.

Nació en el 1417, justo el año en que termina el Cisma de Occidente con la elección de Martín V como Papa por el concilio de Constanza. En familia de católicos campesinos, se ocupa de los trabajos del campo, pero es asiduo a la oración y practica el ayuno como cosa habitual cuatro días por semana. Se casa cuando tiene treinta años con Dorotea Wyss. La unidad familiar dura veinte años, tienen 10 hijos, uno de ellos llega a frecuentar la universidad y el mayor consigue ser presidente de la Confederación. Siendo Nicolás un hombre de paz, tuvo que intervenir en tres guerras, en la de liberación de Nüremberg, en la vieja de Zurich y en la de Turgovia contra Segismundo. En el año 1467 da comienzo la parte de su vida que, aunque llena de contradicciones, es la forja de su santidad y de su fecundidad política. Veámosla.

Tiene cincuenta años y con el permiso de su esposa y de sus hijos se retira a vivir como eremita en la garganta de Ranft. Vive entregado a la meditación preferentemente de la Pasión del Señor que contempla siguiendo los distintos episodios, como hicieron Juan Ruysbroeck y Enrique Suso. Obtiene un alto y profundo conocimiento de la Santísima Trinidad. Hace notable penitencia y practica riguroso ayuno. La celda que le han construido los paisanos solo dispone de una ventana para ver los oficios del sacerdote y otra para contemplar la naturaleza de Unterwald. El obispo de Constanza va a bendecir el lugar que se convierte en centro de peregrinación. El contenido será el culto a la Eucaristía y el motivo el hecho milagroso del ayuno absoluto y prolongado de Nicolás. No prueba bocado en veinte años; sólo ingiere la Eucaristía y una vez come porque lo manda su obispo para probar su obediencia, humildad y el carácter sobrenatural del ayuno. Aquí tiene visiones sobrenaturales y de aquí arranca su energía y acierto para enfocar los asuntos políticos que darán a Suiza estabilidad y forma de gobierno peculiar.

El místico pacificador y salvador de la patria suiza fue juez y consejero en su cantón; también Diputado en la Dieta federal en 1462 y rechazó la jefatura del Estado. En 1473 propicia y consigue se firme el tratado de paz perpetua con Austria. En la Dieta de Stans del 1478 evita la guerra civil, consiguiendo el milagro de la reconciliación. Su obra política no fue sólo coyuntural, sino que hizo técnicamente posible la realidad de la patria común suiza.

Se cierra su vida con una enfermedad cargada de dolor y de sufrimiento que lleva con paciencia tan grande como su pobreza. Después de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, muere el 21 de marzo de 1487.

Desde el siglo XVI tanto los protestantes como los católicos requieren su patronazgo; unos por sus recomendaciones de mantenerse dentro de las fronteras, por los razonamientos que les ayudan a lo mezclarse en políticas extranjeras y por la cuasi prohibición de mostrar interés por la política europea; los otros, por ser un gran político que saca su genio de la condición de santo y fiel.

Sea como sea, Nicolás supo articular, unir y compaginar de un modo asombrosamente original lo que a la mayoría de los mortales nos parece un imposible contradictorio: Cuidó con esmero las cosas de la tierra y amó intensamente las del cielo; fue un hombre con una actividad incansablemente eficaz, sin dejar de ser contemplativo; es a la vez casado y eremita; resulta al mismo tiempo el primer político y el más grande santo; tiene la extraña sabiduría que valora lo poco nuestro y la inmensidad de lo divino. Los católicos comenzaron en el 1591 el proceso de canonización que no llega a promulgarse -un dato contradictorio más- hasta el 1947 por el papa Pío XII, el mismo día de la Ascensión. Han pasado más de 350 años y es que la santidad, antes de ser oficialmente reconocida, está supeditada a las contingencias históricas.