Esta escena ocurre cuando Jesús después de una campaña intensa por Galilea, sube a Jerusalén en ocasión de una fiesta judía.
Pero Jesús no va al templo, sino al estanque de Betsedá, donde hay una multitud de enfermos que buscan la salud.
La tradición dice que un ángel removía el agua de la piscina, y el primero que entraba en ella quedaba sanado.
Jesús se fija en uno de los enfermos, en un hombre que llevaba 38 años enfermo y nunca había llegado a tiempo al agua, porque no tenía a nadie que lo ayudara y entonces siempre que el agua se movía otro llegaba primero.
Y este hombre, estaba resignado a vivir toda la vida así.
Hoy también hay mucha gente que espera, como este hombre con resignación. Que está enferma, que ve la piscina que cura, pero que no puede acercarse sola.
Jesús que ve en su interior de cada uno, ve la resignación del hombre y le pregunta: ¿Te quieres sanar?
Y en el hombre se despierta el deseo de sanar, el deseo de vivir, el deseo de ser libre.
Jesús quiere curarnos,… pero quiere que nosotros también lo deseemos y se lo pidamos.
Aunque Jesús conoce la necesidad del enfermo, espera para curarlo que él lo pida, y entonces le dice: Levántate, toma tu camilla y anda.
Y para este hombre empieza una vida nueva.
Él no podía sanar por sus propios medios, necesitaba un Salvador, necesitaba a Jesús.
Nosotros también estamos enfermos y no podemos liberarnos solos.
Necesitamos la ayuda de nuestros hermanos y el poder liberador del Espíritu Santo que nos ofrece Jesús. Como el enfermo del evangelio, tenemos que decirle a Jesús que necesitamos que nos cure y él nos curará.
Pero hay en este evangelio otra enseñanza para nuestra vida.
En el mundo hay muchas personas como el enfermo del evangelio que necesitan que a ejemplo de Jesús les demos una mano, para que se levanten, y entonces comiencen ellos a andar.
Cuando luchamos por la justicia, por valorar la dignidad de las personas. Cuando luchamos por los derechos de quienes no pueden valerse por sí solos estamos siguiendo el ejemplo y el camino de Jesús y contribuimos al reinado de Dios en esta tierra.
Por eso en este tiempo de Cuaresma, pensemos en nuestra actitud con las personas que están enfermas por el pecado, que están enfermas por la pobreza en la que viven, que están enfermas por la injusticia y que no pueden hacer nada por curarse, porque no tienen ni voz ni medios para hacerse oír.
¿Qué hacemos nosotros por ellos?
Hay muchos que por nuestra desatención pueden decir al Señor
Señor, no he tenido a nadie que me metiera en la piscina.
Que la virgen nuestra madre, nos dé la luz para descubrir las necesidades de nuestro prójimo y la valentía de luchar por sus derechos.