Lectio Divina – Miércoles IV de Cuaresma

El padre, el hijo y el Espíritu Santo en la vida y la misión del cristiano

Invocación al Espíritu Santo:

Recibe, ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que te hago en este día para que te dignes ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones: mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza y todo el Amor de mi corazón.

Lectura. Juan capítulo 5, versículos 17 al 30

Jesús dijo a los judíos (que lo perseguían por hacer curaciones en sábado): “Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo”. Por eso los judíos buscaban con mayor empeño darle muerte, ya que no solo violaba el sábado, sino que llamaba Padre suyo a Dios, igualándose así con Dios.

Entonces Jesús les habló en estos términos: “Yo les aseguro: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta y solo hace lo que le ve hacer al Padre; lo que hace el Padre también lo hace el Hijo. El Padre ama al Hijo y le manifiesta todo lo que hace; le manifestará obras todavía mayores que estas, para asombro de ustedes. Así como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a quien él quiere dársela. El Padre no juzga a nadie, porque todo juicio se lo ha dado al Hijo, para que todos honren al Hijo, como honran al Padre. El que no honra al Hijo tampoco honra al Padre.

Yo les aseguro que, quien escucha mi palabra y cree en el que me envió, tiene vida eterna y no será condenado en el juicio, porque ya pasó de la muerte a la vida.

Les aseguro que viene la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la hayan oído vivirán. Pues, así como el Padre tiene la vida en sí mismo, también le ha dado al Hijo tener la vida en sí mismo; y le ha dado el poder de juzgar, porque es el Hijo del hombre.

No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que yacen en la tumba oirán mi voz y resucitarán: los que hicieron el bien para la vida; los que hicieron el mal, para la condenación. Yo nada puedo hacer por mí mismo. Según lo que oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Jesús explicará la perfecta unidad de acción entre el Padre y el Hijo. En este evangelio se podrá exponer la explicación de dos temas fundamentales: el juicio y la vida. Jesús es el juez supremo, pues tiene poder sobre la vida y la muerte, sabiendo de antemano que se tiene que aceptar a Jesús por medio de la fe y así se aceptará al Padre.

Meditación:

Al igual que todo cristiano, estamos acostumbrados a ver un Cristo que obra milagros, que emprende viajes, que envía a sus apóstoles. Un Jesús activo que arrastra las multitudes. Sin embargo, es posible que olvidemos la forma en que Cristo mostró su mensaje a los hombres: la predicación, la palabra. Que luego Él mismo confirmaba con sus obras.

El mundo de hoy, parece dar preeminencia a todo cuanto se hace, se vive, frente a lo que se piensa, se dice y se escribe, quizá arrastrados por la vorágine informativa. Parece que las palabras, dichas o escritas, tienen menos peso que antes. En el evangelio de hoy Jesús no hace sino hablarnos. Nos muestra uno de sus más hermosos pensamientos: el obrar siempre en dependencia de lo que su Padre quiera. Manifiesta, además, esa espléndida relación que solo Él puede tener con Dios, como su Hijo único y a la que nos ha llamado por el don de su gracia misericordiosa: “el que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna.”

¡Cuántos hombres grandes ha tenido la humanidad! Pensadores, literatos, científicos, conquistadores, políticos, aventure- ros… Pero todos hombres. Magníficos, pero siempre simples hombres. Sólo Cristo se proclamó Dios. Y lo es de hecho, probado por sus milagros, las profecías que hablaban de Él y la Iglesia que fundó. Este evangelio es la piedra divisoria de las opiniones sobre Cristo. Acá, los que creen en su divinidad, allá los que la niegan. Desafortunadamente a muchos judíos de aquel tiempo no les era posible hacerse una idea de un Dios hecho carne. Y por ello condenaron a Cristo a muerte. Si acaso hubiesen dado cierta credibilidad a sus palabras y milagros, otra hubiese sido la historia.

Ante el gran pluralismo de religiones y sectas que plagan nuestro mundo, que tiende a igualar las todas las religiones y credos, es fácil que podamos dejarnos llevar por falsos ecumenismos y confundamos la distinción inmensa que separa al catolicismo de todos y cada uno de los demás credos: Cristo. Pues Cristo es nada más y nada menos que el Dios que buscan a tientas las otras confesiones (a veces no muy acertadamente).

Para los católicos, Jesucristo concentra todas las aspiraciones del hombre: felicidad, amistad, esperanza, fe, amor, miseri- cordia… Cristo es Dios y hombre. Tan hombre como tú y como yo. Es Dios-amigo. Es el Dios generoso que sabiendo que el hombre por sus propios méritos no llegaría nunca a Él, bajó para encontrarse con nosotros y mostrarnos su voluntad a través de la Iglesia y sus enseñanzas. Así la Iglesia proclama: “Sólo Cristo salva”, porque sabe bien que Dios quiere que todos los hombres se salven… Pero no basta saber todo cuanto la Iglesia nos dice acerca del Maestro, su divina persona y su doctrina. Es necesario acercarse libremente y tratar con Él. Como con un amigo, a través de la oración personal, sencilla, humilde, y la cercanía fervorosa a los sacramentos. Sobre todo, en este tiempo de gracia que es la Semana Santa y la Pascua.

Oración:

Al manifestar tu luz admirable en nuestras vidas como señal de verdadera vida, ayúdanos a reconocerte en el regalo que es la vida, sé nuestro guía en el camino y que nuestro intelecto sepa entender que eres la verdad, ante todo.

Contemplación:

Dios es la verdad, porque Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna. En todas sus obras Dios manifiesta el amor y la verdad (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 214).

Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas, se ven impulsados, por su misma naturaleza, a buscar la verdad (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2467).

Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el Padre y con su hijo muerto y resucitado en la comunión en el Espíritu Santo (Documento de Aparecida numeral 155).

El misterio de la Trinidad es la fuente el modelo y la meta de la Iglesia. Un pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Documento de Aparecida numeral 156).

Oración final:

Señor Jesús, gracias por el don de mi bautismo que me hizo miembro de tu Iglesia. Me llamas a ser un gran santo y eso no lo podré lograr en solitario. Te necesito primeramente a Ti, y luego a todos mis hermanos en la fe.

Propósito:

Buscar participar en un movimiento o asociación católica.

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Homilía – Miércoles IV de Cuaresma

El evangelio de hoy Jesús revela al hombre algo del misterio de Dios trinitario y de su relación con el Padre.

Los opositores de Jesús se asombran al ver cómo el Señor viola la ley del descanso sagrado; sin embargo ésta no es más que la primera intervención de Jesús, quien ha venido a renovar la religión, y la creación entera.

Los libros del Antiguo Testamento hablaban de Dios como de uno solo. Pero ahora Jesús nos muestra una nueva cara de Dios: es Padre y ha enviado a su Hijo para llevar a cabo su obra.

Dios procura darnos vida en todo lo que hace, y la mayor de sus obras es la Resurrección.

Y resucitar no significa solamente volver a vivir, sino también levantarse para empezar una vida nueva y transformada. Resucitarán los muertos, por supuesto, pero desde ya se puede hablar de resurrección para los que empiezan a creer. La palabra de Jesús, recibida con fe, nos da vida; se arraiga en nosotros y nos va transformando. Es Jesús que nos dice la final del pasaje del evangelio: «En verdad les digo: El que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, vive de vida eterna; ya no habrá juicio para él, porque ha pasado de la muerte a la vida»

Jesús, pues, siendo hombre, es también la otra cara de Dios. Jesús quiere sacar de nuestra mente tanto la figura del Dios celoso como la del Dios paternalista. El Evangelio, justamente, muestra al Padre entregando toda su autoridad a un hombre, a Cristo.

Al presentarse como el Hijo, Jesús une estas dos afirmaciones:

– todo lo que hace el Padre, lo hago yo; todo lo que tiene el Padre, lo tengo yo.

– y esta otra: yo no puedo hacer nada por cuenta mía.

Y al decir esto, Jesús se da en ejemplo a los hijos de Dios, pues nosotros también debemos estar en comunión con Dios para que él nos pueda enseñar sus obras. No hay vida cristiana sin una relación personal con Dios, llamemos esto oración o no.

El papa Juan Pablo II, ha dicho que debemos hacernos conscientes de nuevo de que Dios es el Padre que en Jesús, su Hijo predilecto, nos comunica su propia vida.

Dice el papa que la Cuaresma, vivida con los ojos puestos en el Padre se convierte en un tiempo de singular caridad, que se concretiza en las obras de misericordia temporales y espirituales.

En este tiempo especial que vivimos, pidamos a María nos ayude a hacer un propósito de conversión interior hacia nuestro Padre Dios.

Comentario – Miércoles IV de Cuaresma

Juan 5, 17-30

Jesús de Nazaret es ese Siervo a quien Dios ha enviado a curar y liberar y devolver la alegría y la luz y la fiesta.

Lo ha mostrado curando al paralítico que esperaba junto a la piscina. El pasaje de hoy es continuación del milagro que leíamos ayer y que provocó una vez más las iras de sus adversarios. Jesús aprovecha para añadir su comentario al hecho, como suele hacer siempre en el evangelio de Juan.

Jesús «obra» en nombre de Dios, su Padre. Igual que Dios da vida, Jesús ha venido a comunicar vida, a curar, a resucitar. Su voz, que es voz del Padre, será eficaz, y como ha curado al paralítico, seguirá curando a enfermos y hasta resucitando a muertos. Es una revelación cada vez más clara de su condición de enviado de Dios. Más aun, de su divinidad, como Hijo del Padre.

Los que crean en Jesús y le acepten como al enviado de Dios son los que tendrán vida. Los que no, ellos mismos se van a ver excluidos. El regalo que Dios ha hecho a la humanidad en su Hijo es, a la vez, don y juicio.

¿Creemos de veras que Jesús, el Enviado y el Hijo, puede curarnos y comunicarnos su vida, y hasta resucitarnos, si nos hace falta? El milagro de la curación de un paralítico, ¿lo interpretamos nada más como un signo de su poder y de su buen corazón, o vemos en él el símbolo de lo que el Señor Resucitado quiere hacernos a nosotros este año?

Jesús es el que da la vida. Prepararnos a celebrar la Pascua es decidirnos a incorporar nuestra existencia a la de Cristo y, por tanto, dejar que su Espíritu nos comunique la vida en plenitud. Si esto es así, ¿por qué seguimos lánguidos, débiles y aletargados? Si nos unimos a él, ya no estaremos enfermos espiritualmente. Más aun, también nosotros podremos «obrar» como él y comunicar a otros su vida y su esperanza, y curaremos enfermos y resucitaremos a los desanimados.

Pascua es vida y resurrección y primavera. Para Cristo y para nosotros. ¿Seremos nosotros de esos que «están en el sepulcro y oirán su voz y saldrán a una resurrección de vida»? Cristo no quiere que celebremos la Pascua sólo como una conmemoración -en una primavera como ésta Jesús de Nazaret resucitó-, sino como renovación sacramental, para cada uno y para toda la comunidad, de su acontecimiento de hace dos mil años, que no ha terminado todavía.

Dios tiene el deseo de podernos decir, como en la primera lectura a su pueblo: «en el tiempo de gracia te he respondido, en el día de salvación te he auxiliado». Y de liberarnos, si estamos con cadenas. Y de llevarnos a la luz, si andamos en tinieblas.

Cada vez que comulgamos en la Eucaristía deberíamos recordar gozosamente la promesa de Jesús: «el que come mi carne y bebe mi Sangre tendrá vida eterna y yo le resucitaré el último día; como yo vivo por el Padre, que vive, así el que me coma vivirá por mi» (Jn 6, 56-57).

«Ten piedad de nosotros y danos tu paz y tu perdón» (oración)

«Decid a los cautivos: salid. A los que están en tinieblas: venid a la luz» (la lectura)

«El Señor es clemente y misericordioso, el Señor es bueno con todos» (salmo)

«El Hijo del hombre da vida a los que quiere» (evangelio)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Resurrección de Lázaro – Juan 11, 1-45

En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús, diciendo: – Señor tu amigo está enfermo. Jesús al oirlo dijo: – Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedo todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: -Vamos otra vez a Judea. Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: – Señor si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: – Tu hermano resucitará. Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección del último día. Jesús le dice:; – Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella le contestó: – Si, Señor: yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. Jesús muy conmovido preguntó: -¿Dónde lo habéis enterrado? Le contestaron: – Señor, ven a verlo. Jesús se echo a llorar. Los judios comentaban:- ¡Cómo lo quería! Pero algunos dijeron: -Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste? Jesús sollozando de nuevo, llegó a la tumba (Era una cavidad cubierta con una losa.) Dijo Jesús: – Quitad la losa Marta, la hermana del muerto, le dijo: -Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días. Jesús le dijo: – ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la losa, Jesús, levantando los ojos a lo alto dijo: – Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado. Y dicho esto, gritó con voz potente: -Lázaro, ven afuera. El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: -Desatadlo y dejadlo andar. Y muchos judíos que habían venido a casa de María al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Explicación

Hoy vemos como gracias a Jesús se da la victoria de la vida sobre la muerte. Jesús recibe el recado de que su amigo Lázaro está enfermo y dos días después va a verlo, pero cuando llegó ya había muerto hacia cuatro días. Jesús, que lo quería mucho fue llorando, con Marta la hermana de Lázaro hasta la tumba. Entonces oro al Padre dándole gracias y después grito: ¡Lázaro ven afuera! Y Lázaro resucitó.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA – “A”(Jn. 11, 1-45)

NARRADOR: En aquel tiempo las hermanas Marta y María le mandaron a Jesús diciendo: Tu amigo Lázaro está muy enfermo.

JESÚS: Esta enfermedad no acabará con la muerte. Servirá para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

NARRADOR: Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro, pero se quedó todavía dos días en donde estaba, terminando lo que tenía que hacer. Sólo después se encaminó hacia Judea. Y les dijo a los discípulos:

JESÚS: Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.

DISCÍPULO: Señor, si duerme, se salvará, se pondrá bien.

JESÚS: Lázaro ha muerto. Ahora vamos a su casa, y me alegro que me acompañéis, para que veáis el poder de Dios y creáis.

NARRADOR: Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba cuatro días enterrado.

MARÍA: ¡Maestro, Maestro! ¿Cómo no has venido antes?

MARTA: Si hubieras estado aquí, ahora estaría vivo, no le habrías dejado que muriera. Pero yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.

JESÚS: Tu hermano resucitará.

MARTA: Sé que resucitará en la resurrección del último día.

JESÚS: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?

MARTA: Sí, Señor. Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. El que tenía que venir al mundo.

JESÚS: ¿Dónde le habéis enterrado?

MARÍA: Aquí cerca. Ven a verlo.

NARRADOR: Jesús se echó a llorar, y la gente comentaba: ¡cómo le quería! Otros murmuraban: ¿no podía haber impedido que muriera éste? Jesús sollozando llegó a la tumba y dijo:

JESÚS: ¡Quitad la losa!

MARTA: Señor, huele mal. Lleva ahí cuatro días.

JESÚS: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?

NARRADOR: Los judíos se dispusieron a quitar la losa. Jesús, ante el pueblo, levantó los brazos al Cielo en oración:

JESÚS: Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que Tú me escuchas siempre, pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que Tú me has enviado.

NARRADOR: Y dicho esto, gritó con voz potente:

JESÚS: ¡Lázaro…! ¡Sal fuera!

NARRADOR: El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.

JESÚS: Desatadlo y dejadle andar.

NARRADOR: Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en Él.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles IV de Cuaresma

Dios ha respondido y perdonado a su pueblo; lo invita a salir del exilio y le promete un regreso feliz, pues es un Dios que cumple su promesa ya que su fidelidad es eterna. La Palabra insiste en este tiempo de Cuaresma en que nuestro Dios es fiel en su relación con nosotros, a pesar de nuestra infidelidad con él. Una y otra vez este mensaje llega a nosotros pero no sé si acaba por calar nuestro corazón. “¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.” Is 49, 15. ¿Cuándo aprenderemos a ser fieles? ¿A corresponder a tanto amor? ¿Qué acontecimiento desestabilizador necesitamos en nuestra vida para que esto ocurra? ¿Tocar fondo en nuestro ser limitado y finito? ¿Ver las orejas al lobo del mal cuando nos alejamos de Dios?

La ley fue uno de los grandes temas de discusión en el contexto social de Jesús. ¿Dónde está la revelación de Dios en la ley o en la palabra de Jesús? Entre la ley y creer en Jesús no puede haber contradicción, pues quien cumple la voluntad de Dios, creyendo en Jesús, está cumpliendo la Ley.  El Padre habla en el Hijo. El Hijo no anula la Ley, va más allá de ella para darle plenitud, sentido total.

Para muchos jóvenes hoy este dilema de los primeros seguidores cristianos –si Ley o palabra de Jesús-  se reproduce en su sentido de pertenencia eclesial, creer en la Iglesia  y creer en Jesús. Dicho en otras palabras, si la Iglesia fundada por Jesús, es el “lugar” donde el Hijo se sigue revelando y actuando. Indudablemente en nuestra Iglesia subsiste la Iglesia de Jesucristo, pero quizá es la Iglesia -que somos todos- la que debe  hacer más transparente esta realidad, purgando todo aquello, como en la antigua Ley, que obstaculizaba y perdía el camino de la búsqueda de Dios. El Dios Padre-Madre también actúa a través nuestra. “Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo” Jn 5, 17. Somos espejo de Dios para los demás, nuestra vida debe ser un reflejo de su voluntad. Es nuestra misión. En Cuaresma y en todo tiempo.

Ciudad Redonda

Meditación – Miércoles IV de Cuaresma

Hoy es miércoles IV de Cuaresma.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 5, 17-30):

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».

Llamar a Dios “Padre” era un verdadero atrevimiento para el pueblo judío; en cambio Dios fue, en la experiencia de Jesús, un “Padre” de verdad, amoroso y cercano, no sólo en sentido metafórico sino real. La paternidad experimentada lo condujo a vivir un amor entrañable, sin juzgar a nadie; a trabajar por la consolación y la dignificación de toda vida. Lo de Jesús no es un simple ejercicio piadoso de contemplación silenciosa del misterio de Dios, a quien se debía obedecer y temer, sino, la encarnación de un compromiso público y político de un Dios amigo de los empobrecidos y de las causas justas. Seamos hermanas/os continuadores de la misión de un Dios que sirve, dignifica, da sentido, compromete, humaniza. Este Padre de Jesús y nuestro, tiene un gran proyecto en su corazón: hacer de la tierra una casa habitable.

Hna. María del Mar Revuelta Álvarez

Liturgia – Miércoles IV de Cuaresma

MIÉRCOLES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio Cuaresma.

Leccionario: Vol. II

            La Cuaresma: Escuchar al Hijo y creer en el Padre es obtener la luz y la vida.

  • Is 49, 8-15. Te he constituido alianza del pueblo para restaurar el país.
  • Sal 144. El Señor es clemente y misericordioso.
  • Jn 5, 17-30. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

Antífona de entrada          Sal 68, 14
Mi oración se dirige a ti, Señor, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude.

Monición de entrada y acto penitencial
Dios sigue mostrando su misericordia con todos nosotros, preparándonos para las fiestas pascuales. Con mucha alegría dispongámonos a comenzar esta celebración.

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    — Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    — Y danos tu salvación.

Oración colecta
OH, Dios,
que concedes a los justos el premio de sus méritos,
y a los pecadores, por la penitencia,
les perdonas sus pecados,
ten piedad de nosotros,
para que la humilde confesión de nuestras culpas
nos obtenga tu perdón.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
Los adversarios de Jesús lo acusan de transgresor del reposo sabático, como lo hemos venido viendo anteriormente. Le recriminan, además, de osar «igualarse con Dios». Jesús responde revelándoles su íntima e indisoluble unidad con el Padre en las obras que hace y en el poder de juzgar a todos los hombres. Reconocer a Jesús como Hijo de Dios era ciertamente algo difícil para los judíos. Una tal adhesión hubiera requerido tener en cuenta las obras que probaban su divinidad, lo mismo que renunciar a unos razonamientos meramente humanos.

Oración de los fieles
Al Padre rico en misericordia, que ha enviado a su Hijo Unigénito no para condenar, sino para salvar a todo hombre:

1.- Por la Iglesia, para que no deje nunca de pedir el don del discernimiento con el cual es posible juzgar cada acontecimiento, situación y realidad según los criterios de Dios. Roguemos al Señor.

2.- Por el Santo Padre Francisco, los obispos, los sacerdotes y los religiosos, para que muestren al pueblo que les ha sido confiado el verdadero rostro de Dios que Jesús nos ha revelado: el rostro de un Padre que siempre cuida de nosotros y obra por la salvación del hombre. Roguemos al Señor.

3.- Por los gobernantes, para que sepan discernir y escoger las estrategias políticas y económicas adecuadas para superar la crisis y la precariedad laboral, y para sostener las familias que están hoy en dificultad. Roguemos al Señor.

4.- Por las familias que sufren la pérdida de un ser querido, para que puedan ser consoladas por la certeza de que Jesús, con su resurrección, muestra a todos el camino que conduce a la vida eterna. Roguemos al Señor.

5.- Por esta comunidad, para que escuche la voz de Jesús y la ponga en práctica, para vivir a plenitud la Cuaresma. Roguemos al Señor.

Te bendecimos, Padre bueno, por el don de la vida eterna que prometes a quien acoge y escucha a tu Hijo Jesús. Él es Dios y vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Oración sobre las ofrendas
TE pedimos, Señor,
que la eficacia de este sacrificio
borre nuestra condición antigua con la misericordia
y nos haga crecer en la novedad de la salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Cuaresma

Antífona de comunión          Jn 3, 17
Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

Oración después de la comunión
DESPUÉS de recibir los dones del cielo,
te pedimos, Señor,
que no sean motivo de juicio para nosotros,
pues los instituiste como medicina para tus fieles.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
QUE tus siervos, Señor,
se sientan protegidos por tu amor,
para que, haciendo el bien en este mundo,
logren llegar a ti, suma bondad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

San Deogracias

Cuando los bárbaros destruyeron el Imperio Romano, su dominación se extendió por casi todo el territorio europeo. Entre estos pueblos estaban los vándalos, quienes conducidos por su rey Genserico pasaron al norte de África. Guerreros feroces, los vándalos eran arianos; con toda clase de crueldades trataron de extirpar el catolicismo allí donde imperaban.

La ciudad de Cartago (junto a la actual Túnez), capital de la región, cayó en sus manos el año 439. Genserico se dedicó a saquearla, torturando al clero y poniendo la mayor parte de sus miembros en un navío averiado, con el objeto de que pereciesen en el mar; pero la nave, con su carga humana, logró llegar a Nápoles.

Más tarde, por pedido del emperador Valentiano III, Genserico permitió que un ejemplar sacerdote llamado Deogracias asumiese como pastor de la Iglesia de Cartago, lo cual ocurrió en el año 453. En su labor pastoral, el nuevo obispo consoló a los afligidos y trató por todos los medios de aliviar la situación de sus fieles.

En el año 455, Genserico se apoderó de Roma y llegaron sus hombres a tales excesos, que de sus actos impíos quedó memoria en el idioma, pasando a significar vandalismo o acto vandálico el irrespetuoso espíritu de furor y destrucción.

Después de saquear la ciudad, Genserico llevó a África, como cautivos, a gran cantidad de personas. En tal situación, Deogracias vendió todo lo que tenía, incluso los elementos usados en el oficio divino, con el propósito de recaudar dinero para darles libertad y, como no había capacidad para alojar a aquella multitud de desdichados, habilitó para ellos dos grandes iglesias, a más de proveerlos de los enseres necesarios.

A los que no había podido redimir, Deogracias los visitaba asiduamente para consolarlos y sostenerlos en la fe, además de proporcionarles alimentos y medicinas.

Esta actividad del obispo concitó las iras de aquellos feroces arrianos, quienes tramaron asesinarlo. Pero antes de que el proyecto fuera puesto en acción, Deogracias murió. Era el año 457.