Lectio Divina – Jueves IV de Cuaresma

Mantenernos firmes en la esperanza del que vendrá

Invocación al Espíritu Santo:

¡Ven Espíritu Santo!, tú eres la fuerza que vigoriza nuestro trabajo. Tú, el aliento que vigoriza nuestra alma. Tú, la luz que ilumina nuestra mente. Tú, el motor de nuestras obras. Danos docilidad para seguir tus mandatos y que gocemos siempre de tu protección. Amén.

Lectura. Juan capítulo 5, versículos 31 al 47:

Jesús dijo a los judíos: “Si yo diera testimonio de mí, mi testimonio no tendría valor; otro es el que da testimonio de mí y yo bien sé que ese testimonio que da de mí es válido.

Ustedes enviaron mensajeros a Juan el Bautista y él dio testimonio de la verdad. No es que yo quiera apoyarme en el testimonio de un hombre. Si digo esto, es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron alegrarse un instante con su luz. Pero yo tengo un testimonio mejor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar y que son las que yo hago, dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre.

El Padre, que me envió, ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque no le creen al que él ha enviado.

Ustedes estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues bien, ellas son las que dan testimonio de mí. ¡Y ustedes no quieren venir a mí para tener vida! Yo no busco la gloria que viene de los hombres; es que los conozco y sé que el amor de Dios no está en ellos. Yo he venido en nombre de mi Padre y ustedes no me han recibido. Si otro viniera en nombre propio, a ese sí lo recibirían. ¿Cómo va a ser posible que crean ustedes, que aspiran a recibir gloria los unos de los otros y no buscan la gloria que solo viene de Dios?

No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre; ya hay alguien que los acusa: Moisés, en quien ustedes tienen su espe- ranza. Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero, si no dan fe a sus escritos, “¿cómo darán fe a mis palabras?”.

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Las palabras que el evangelista pone en boca de Jesús contienen la defensa que Jesús hace de su propia persona frente a quienes lo acusan, pero también pretenden defender a la comunidad joánica frente al judaísmo fariseo. Los cristianos son acusados de apoyar su fe en el propio testimonio de Cristo.

Meditación:

Creer no es añadir una opinión a otras. Nosotros tenemos muchas opiniones de Dios en nuestras vidas. Pasa con mucha frecuencia que pensamos que Dios es un juez, el omnipotente dictador de los cielos que gobierna con suprema autoridad. Algo muy diferente de lo que es realmente Dios. Por eso, nos cuesta aceptar, creer y hacer Su voluntad. ¡Dios no es así! Dios es misericordia, perdón, amor. Dios no se porta como dictador, sino, más bien, como un Padre que corrige para señalar el camino correcto, porque ama y quiere lo mejor para su hijo. Actúa sabiendo que va a doler, pero es para que todo salga adelante.

En esta verdadera orientación, encontramos a Dios, y surge natural la confianza de que creemos en Dios, porque hemos hecho la experiencia del verdadero Dios, aquel que comprende, entiende y ayuda. Y es lógico que, después de esta experiencia tan fuerte y viva, nuestro creer se transforme en acción. Un creer que va más allá de lo que es aceptar el amor de Dios de forma pasiva; un creer que se compromete a entregarse totalmente a Él, en lo que me pida.

Jesús en este evangelio nos dirige un reproche. Cristo intenta defender su nombre, no porque le interesara en sí, sino para que mayor número de personas creyeran en Él. Hace un esfuerzo por presentarse ante los judíos, siguiendo su mentalidad de confiar en el testimonio de otros.

Hace y dice todo cuanto puede. Sin embargo, parece que sus palabras chocan y resbalan, ante la incredulidad de los corazones soberbios.

Jesús apela al testimonio mismo del Padre, manifestado en los escritos de Moisés y en Juan Bautista. Al primero, Dios lo había elegido para liberar y guiar a su pueblo a través del desierto hacia la tierra prometida. ¿No es Jesús mismo que nos guía en medio del desierto de nuestra vida hasta la patria eterna? El segundo, Juan, proclamó la llegada del Mesías y propuso un bautismo de penitencia. Jesús, en otro pasaje afirma, que era Elías, señalado como su predecesor, que allanaría montes y rellenaría valles para el paso del Señor. ¿No es Jesús la voz que sigue gritando en el desierto de las conciencias de tantos hombres, llamándoles a la conversión, atrayéndolos a su amor? Pero los judíos no le entendieron. ¿Le entenderemos hoy nosotros?

Es triste, pero es verdad. En este evangelio Jesús nos reprocha no haber comprendido su mensaje. Vamos en busca de la gloria que da el mundo a quienes obran según el slogan del momento. Corremos tras la vanidad del tener más y más; sin compartir lo que Él mismo nos ha dado: amor, cariño y comprensión. Esto es leer las escrituras y no entender el mensaje de Cristo: ir a misa y después no vivir el evangelio; llamarse cristiano y apenas conocer a Jesús. Pero Jesús es paciente. Nos espera. Y si nos reprocha algo en nuestra conciencia, es porque nos ama y nos quiere cerca de su amantísimo Corazón. Podemos corresponderle, acercándonos a la parroquia, viviendo y compartiendo nuestra fe. Regalando al mundo sonrisa que da la alegría de la esperanza y la confianza en Jesús.

Oración:

Hacia la mirada puesta en Cristo me desbordo de gozo al saber que él está siempre en espera de volver a mirar hacia delante. Cristo ayúdanos a ser más sencillos, contemplando el misterio de tu Pasión, Muerte y Resurrección. Llena mi vida de luz y pon de manifiesto en mi corazón la única y especial atención de la necesidad que tengo de ti.

Contemplación:

El Espíritu Santo nos enseña a celebrar la liturgia esperando el retorno de Cristo, nos educa para orar en la esperanza. La oración personal nos ayuda y alimenta en nuestra oración. En el Señor puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2657).

La esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. El amor es la fuente de la oración (Catecismo de la Iglesia Católica numeral 2658).

La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás (Documento de Aparecida numeral 360).

El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre. Por eso pide a sus discípulos: ¡Proclamen que está llegando el Reino de los cielos! Se trata del Reino de la vida (Documento de Aparecida numeral 361).

Oración final:

Los momentos que reservo para tus cosas, Señor, son muy pocos y pasan rapidísimos. ¿Qué más puedo hacer por ti? No quiero dejar pasar este momento de oración, como muchos que ya se han ido, sin dejar en mí una verdadera experiencia de ti, Señor. No puedo salir sin comprometerme de verdad contigo. Ya he contemplado tu amor, cómo eres Tú en verdad; ahora, falta mi parte. Tú me conoces, soy débil, pero sé que con tu gracia puedo; en ti, está mi fuerza; contigo, no vacilo.

Propósito:

Hoy amaré más al Señor en mi familia, ayudando a todos en los que necesiten de mí.

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Homilía – Jueves IV de Cuaresma

Los jefes religiosos se han fabricado un Dios a su semejanza; les resulta imposible reconocer a Dios en el rostro del Hijo. Sólo viven aferrados a una religión que les brinda honores, poder y prestigio

En nuestra vida, a veces más importante que nuestra propia experiencia y nuestros propios conocimientos, son el testimonio y las indicaciones de la gente que nos rodea.

Así como en la decisión de seguir una carrera o un oficio, o de decidirnos a asumir una tarea dentro de la Iglesia… o de aceptar algún compromiso político tienen una influencia decisiva el testimonio de quienes nos rodean; así también Jesús nos presenta esta situación en el pasaje del evangelio.

Cada uno de nosotros, descubre la Verdad que Dios quiere enseñarnos a través de testimonios.

Y Jesús habla de los testimonios que se tienen para acreditar quién es y cuál es su misión:

  • En primer lugar lo que acredita quién es Jesús son sus obras, sus milagros.
  • Pero antes aún, se acreditaba su identidad por el testimonio de Juan el Bautista que lo presentó como el Salvador.
  • Con anterioridad aún se tenían las palabras del Antiguo testamento que anunciaban su persona y de su misión.

Sin embargo, los suyos no lo reconocieron y cabría preguntarse ¿por qué?

No lo reconocieron porque esas personas no estaban abiertas a Dios. Estaban demasiado preocupados de los problemas temporales y habían relegado a Dios. Vivían una religión de ritos, honores y poder.

Y entonces, no reconocieron a Jesús, no reconocieron al enviado del Padre, porque en realidad estaban alejados de Dios, aunque pensaran que estaban cerca.

Dios ha hablado a través de su Hijo y nos sigue hablando y guiando a través de su Iglesia y de las personas que nos rodean.

A veces pensamos que es difícil reconocer a los enviados de Dios, sin embargo, el evangelio de hoy nos descubre el secreto.

Se dice que cada uno valoriza el testimonio de sus iguales, por eso cuando nosotros somos libres, cuando no estamos pendientes del aprecio de los demás, cuando buscamos sinceramente la verdad y la misericordia, podremos reconocer a los mensajeros de Dios.

Hoy vamos a pedirle al Señor, durante este tiempo de Cuaresma, que sepamos distinguir a sus testigos y que nos dispongamos a imitarlos sobre todo honrando a su Hijo.

Comentario – Jueves IV de Cuaresma

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Juan 5, 31-47

Sigue el comentario de Jesús después del milagro de la piscina y de la reacción de sus enemigos.

Les echa en cara que no quieren ver lo evidente. Porque hay testimonios muy válidos a su favor: el Bautista, que le presentó como el que había de venir las obras que hace el mismo Jesús y que no pueden tener otra explicación sino que es el enviado de Dios; y también las Escrituras, y en concreto Moisés, que había anunciado la venida de un Profeta de Dios.

Pero ya se ve en todo el episodio que los judíos no están dispuestos a aceptar este testimonio: «yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibisteis», «os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros».

Si Moisés excusaba a su pueblo, ahora no podría hacerlo con los que no creen en Jesús: les acusaría claramente.

a) La primera lectura nos interpela en una dirección interesante: ¿se puede decir que nosotros tomamos ante Dios la actitud de Moisés en defensa del pueblo, de esta sociedad o de esta Iglesia concreta, de nuestra comunidad, de nuestra familia o de nuestros jóvenes? ¿intercedemos con gusto en nuestra oración por nuestra generación, por pecadora que nos parezca? Recordemos esa postura de Moisés: mientras rezaba a Dios con los brazos en alto, su pueblo llevaba las de ganar en sus batallas.

En la oración universal de la Misa presentamos en presencia de Dios las carencias y los problemas de nuestro mundo. Lo deberíamos hacer con convicción y con amor. Amamos a Dios y su causa, y por eso nos duele la situación de increencia del mundo de hoy. Pero a la vez amamos a nuestros hermanos de todo el mundo y nos preocupamos de su bien. Como Moisés, que sufría por los fallos de su pueblo, pero a la vez lo defendía y se entregaba por su bien.

b) Pero todavía es más apremiante el ejemplo del mismo Jesús en su camino a la Pascua. A pesar de la oposición de las personas que acabarán llevándole a la muerte, él será el nuevo Moisés, que se sacrifica hasta el final por la humanidad.

Ciertamente nosotros somos de los que sí han acogido a Jesús y han sabido interpretar justamente sus obras. Por eso creemos en él y le seguimos en nuestra vida, a pesar de nuestras debilidades. Además en el camino de esta Cuaresma reavivamos esta fe y queremos profundizar en su seguimiento, imitándole en su entrega total por el pueblo. El evangelio de Juan resume, al final, su propósito: «estas señales han sido escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre» (Jn 20,31).

Se trata de aceptar a Cristo, para tener parte con él en la vida.

Por eso sentimos todos la urgencia de la evangelización de nuestros hermanos de todo el mundo. Con ocasión del Jubileo del 2000 renovamos este compromiso y hacemos lo posible para que todos se enteren de que la salvación está en ese Jesús que Dios envió hace dos mil años a nuestra historia, y le acepten en sus vidas.

«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz» (1ª lectura)

«Acuérdate de nosotros, por amor a tu pueblo» (salmo) 88

«Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibisteis» (evangelio)

«Que esta comunión nos purifique de todas nuestras culpas» (comunión)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2

Jesús volvió a Betania para morir

1.- Estamos a unos días de Semana Santa –a una semana exactamente—y también la escena del evangelio se realiza a unos días del primer Viernes Santo de la historia, y toda ella están transida de Viernes Santo. Su mensaje es que Jesús es Señor de la Vida, pero absorbiendo en Si la muerte y que asume la muerte ajena y da la vida de la que es Señor. Y asume la muerte y da la vida por amor, nadie le obliga ni a asumir la muerte, ni a dar la vida lo hace porque nos quiere.

2.- Y la escenificación de este drama de amistad, muerte y vida se desarrolla en la casa de una mujer, Marta, a la que el Señor quería, así como a su hermana María y a Lázaro, pero la primera a Marta…

¿Cuál es el por qué de este especial amor de Jesús? Claro que para el amor de Dios no hay porqués. Sabéis que está en discusión si esta María de Betania es la misma que aquella María Magdalena. El padre Martín Patino se inclinaba a creer que era la misma y eso explicaría muchas cosas.

¿No es extraño tres hermanos solteros en un ambiente en que todos se casaban jóvenes en al esperanza de tener muchos hijos y que entre ellos Dios eligiera el Mesías? ¿Por qué los tres hermanos solteros? ¿Qué desequilibró la vida de esa familia?

Una María emotiva y cariñosa tal vez no pudo aguantar el ambiente de una casa regentada por una hermana buena pero más que cariñosa, eficaz y perfeccionista. Y un hermano mayor, Lázaro, encorsetado en extremo en el cumplimiento de mil normas sin sentido. Y se fue de casa en busca de libertad, como el hijo pródigo. (¿Y no sería una hija, esta hija, a la que Jesús se refería?)

Un día Marta se acercó al Maestro y con lágrimas en los ojos le descubrió el problema de su casa y Jesús buscó a María y arrojo de ella siete demonios, como dice el evangelio.

La familia volvió a la normalidad, pero se había parado en el tiempo. Los tres hermanos solteros querían a Jesús llenos de agradecimiento y Jesús quería a Marta por su servicialidad y su buen corazón, ocultó en ropajes de brusquedad: “¿Es qué no te importa nada que María no me ayude?” le había dicho una vez. Y hoy le echa en cara no haber vuelto a tiempo: “Si hubieras estado aquí…”. Es decir, si hubieras venido cuando te enviamos el mensajero…

** Jesús quería a Lázaro, íntegro, tal vez hasta el extremo del rigorismo.

** Y Jesús quería a María con el especial cariño con el que el pastor quiere a la oveja perdida y salvada por él entre zarzas y breñas.

3.- Y Jesús los amó más que a su vida, tan evidente era que volver a Judea, y más a Betania a tres kilómetros de Jerusalén era exponer la vida, tanto que Tomás anima a sus compañeros con aquellas palabras: “Vayamos y muramos con Él… Es la muerte lo que van a buscar a Betania.

Jesús sabe más. Y es que lo que va a hacer a Betania va ser el detonante de aquel decreto que los fariseos iban a aprobar en el Consejo…”porque conviene que un hombre muera en lugar de todo el pueblo”

Jesús, atendiendo a petición de Marta y María, decreta su propia muerte, lo sabe, pero ¿no hay mayor amor que el que da la vida por el amigo, al que devuelve a la vida, perdiendo la suya?

Esta fue la clave de la primera Semana Santa, un amor a los suyos más fuerte que la muerte, un amor a cada uno, a Marta, a María, a Lázaro… Y a tantas Martas, Marías y Lázaros a lo largo de los siglos: “me amó y se entregó por mí” es el centro de la vida de Pablo. “Y al cabo de tantos trabajos venir a morir en cruz y esto por mi” es la traducción de Ignacio de Loyola. Es el que da la vida por sus ovejas. Es el amigo que da su vida por devolver la vida al amigo.

4.- Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron Consejo y decían: “Qué hacemos, porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así todos creerán en él, y vendrán los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación. Pero uno de ellos Caifás les dijo: ‘Vosotros no sabéis nada. Ni caéis en la cuenta de que nos conviene que muera una solo por el pueblo, en lugar de toda la nación”

José María Maruri, SJ

Yo soy la Resurrección y la Vida

Señor Jesús,
hoy nos dices:
“Yo soy la resurrección y la vida:
el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá;
y el que está vivo y cree en mí

no morirá para siempre”
O sea, Tú nos aseguras que no moriremos
para siempre,
que nuestro final no está en el cementerio
sino en la casa del Padre.
Gracias, Señor Jesús,
en la casa del Padre viviremos
y nos encontraremos con tantas personas
que hemos conocido y amado.
Tú estás a favor de la vida, porque Tú eres Vida
y po tanto en contra de lo que produce muerte.

En nuestro mundo hay mucha vida:
hay gentes que se unen para hacer una fiesta,
para defender unos derechos,
para solventar unos problemas,
para promover el desarrollo,
para rezar juntos, para acompañar a un difunto,
para investigar y buscar el remedio
de una enfermedad…
En nuestro mundo hay alegría,
hay amistad, compañerismo, fe en Dios…

En nuestro mundo hay personas que se desviven
por los demás generando vida.
Hay personas que intentan vivir tu vida,

personas que aman
y procuran no caer en la tentación, no pecar.
Gracias, Señor Jesús, por tantas personas
que generan vida.
Ayúdame, para que sea portador de vida.

Pero en nuestro mundo hay también muerte:
Todos los días los medios de comunicación
nos ofrecen imágenes horribles:
violencia, guerras, hambre, pecado…

Eso, Señor Jesús, Tú no lo quieres
porque Tú eres vida
y nos pides que seamos generadores de vida.
Nos pides que nosotros tampoco lo queramos.

Hoy vemos que te acercas a una familia
que ha perdido un ser querido:
Lázaro, ha muerto.
La familia está rota y Tú te rompes con ellos

a llorar, tus lágrimas de dolor impresionan
a los presentes.
Tú te conmueves: “Jesús muy conmovido
preguntó”, “Jesús se echó a llorar.
Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!”

Tú, haces como nosotros, ante la muerte
de un ser querido.
Así es Dios, como Tú haces.

Dios se conmueve del dolor de los humanos.
Nosotros, hechos a imagen de Dios,
no podemos vivir de espaldas
a los sufrimientos de las personas.
Así nos lo dices Tú.
Una vez más Tú pides fe: “¿Crees esto?”
Y la fe existía: “Si, Señor, yo creo que Tú
eres el Mesías, el Hijo de Dios,
el que tenía que venir al mundo”

Tú nos pides fe y nos haces la misma pregunta:
¿Crees esto?
Señor, danos fe en tu Persona y en tu Proyecto.

Hoy te vemos Señor, dueño de la Vida:
“Quitad la losa”, “Lázaro, sal afuera”,
“Desatadlo”.
Tú, Señor Jesús, dominas la situación,
dominas la muerte,
Eres capaz de convertir la muerte en vida,

la tristeza en alegría, los llantos en sonrisas.

Este milagro colmó el vaso de tus enemigos
y este fue uno de los últimos peldaños
para llevarte al patíbulo.

¡Qué incomprensible es este mundo,
la historia humana!
Al que da vida se lo cargan,
lo eliminan, no lo quieren.
¿Cómo es posible comprenderlo?

Perdón, Señor, por las veces que,
de una forma u otra, he sido portador
de muerte.

Perdón de todo lo que en nuestro mundo
es causa de muerte.

Gracias por todos los que son
portadores de vida.

Ayúdanos, Señor Jesús, a secundarte.
Y haz que, a nuestra manera,
según nuestra medida.

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Este domingo es el último antes del domingo de Ramos en el que comenzaremos la celebración de la Semana Santa.

• Parece ser que la aldea de Betania que distaba poco de Jerusalén, donde vivían Lázaro y sus hermanas Marta y María, era lugar propicio donde Jesús y los suyos se sentían acogidos y donde Jesús solía volver al finalizar la jornada, cuando iba a Jerusalén. La hospitalidad de esta familia creó lazos profundos de amistad con Jesús.

• Como idea central nos aporta el texto la consideración de la victoria de la vida sobre la muerte. Jesús tiene poder para dar vida. Jesús como nos dice la Palabra de Dios, es el camino, la verdad y la vida. Jesús nos dice: «Yo soy la resurrección y la vida» (25). Él ha venido para que tengamos vida en abundancia.

• Hemos visto estos domingos que Jesús es el agua viva, la luz dl mundo y hoy se nos dice que Jesús es la resurrección y la vida.

• La resurrección de Lázaro es el anticipo de lo que sucederá con la propia vida de Jesús. Dando la vida a Lázaro Jesús anuncia su propia resurrección. Él tiene poder de darla y recuperarla.

• Observamos en la narración y en el transcurso del Evangelio que hombres y mujeres rodean a Jesús: Marta, María y Lázaro, los Apóstoles… Hombres y mujeres le siguen. Todos tienen cabida a su lado, todos pueden ser sus seguidores. Jesús es universal.

• Fijándonos en Jesús, nos damos cuenta que a pesar del anuncio de que su amigo está enfermo Jesús permanece donde está (6) y a pesar de la advertencia de los Apóstoles «hace poco intentaban apedrearte los judíos» (8), Jesús sigue su camino. Es Él quien dispone, no los otros. Es Él el que marca los tiempos.

• Resultan interpelantes los tres imperativos de Jesús. «QUITAD LA LOSA» (39); «LÁZARO, SAL AFUERA (43)», «DESATADLO» (44).

• Señorío de Jesús: dador de vida, vencedor de la muerte.

• ¿No son también estos imperativos los que Jesús nos está dirigiendo ahora a cada uno de nosotros en este final de la Cuaresma para que nos liberemos de tantas ataduras y demos cancha en nosotros a la vida nueva que Él nos ofrece?

• ¿Qué losas tenemos que quitar? ¿de dónde hemos de salir? ¿qué ataduras tenemos que romper?

• Llama también la atención la compasión de Jesús, el sentimiento que le embarga ante la muerte de su amigo Lázaro, ante la aflicción de sus hermanas Marta y María por la muerte de Lázaro.

• «Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y muy conmovido preguntó…» (33). Y más adelante se nos dice que Jesús ante la tumba de Lázaro «se echó a llorar (35). Los judíos comentaban: ¡Cómo lo quería!» (36). Jesús comparte los sufrimientos de las personas.

• Toda una interpelación para nosotros. No nos podemos quedar insensibles ante los sufrimientos de nuestro mundo, si somos seguidores de Jesús.

• Jesús, ante la tumba de Lázaro, se pone en diálogo con Dios Padre, ora. Del mismo modo que lo hizo antes de la multiplicación de los panes, Jesús le da gracias a Dios y muestra su total confianza con Él: «Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre te doy gracias porque me has escuchado, yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado» (41).

• Él quisiera que la gente entrase también en este diálogo filial con el Padre, en esta intimidad del Padre y del Hijo.

• Además del hecho de la resurrección en el relato aparece un punto a tener en cuenta: la fe: «Yo soy la resurrección y la vida… ¿Crees esto? Ella contestó: Sí, Señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo» (25-27).

• La fe, don de Dios y respuesta nuestra, nos posibilita la participación en su resurrección y en su vida. La fe de la que Jesús hablaba a veces a los enfermos que curaba «tu fe te ha salvado».

• A partir de la resurrección de Lázaro muchos judíos creyeron en Él «Y muchos judíos que habían venido a casa de Marta al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él» (45).

• Otros «acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús» (46).

• Unos a favor y otros en contra.

• Este hecho provocó la reunión del Sanedrín y su decisión de eliminar a Jesús (47). No son suficientes los signos para la conversión, es necesario tenerlo esto también en cuenta para nuestros tiempos. Peo no por ello hemos de dejar de realizar signos del Reino donde nos encontremos, aunque sean aparentemente ineficaces.

Comentario al evangelio – Jueves IV de Cuaresma

“Os conozco muy bien y sé que no amáis a Dios” Jn 5, 42. Tiemblo al pensar que Jesús podría decirnos esto mismo el día en que nos encontráramos con él cara a cara. Ojalá no lo diga nunca de ningún creyente a pesar de nuestro pecado e infidelidad. Son palabras duras pero no gratuitas. Son las que pone el evangelista en boca de Jesús y que recogen su defensa frente a las acusaciones fariseas. Y es que en este pasaje hay cuatro testimonios muy claros que nos pueden ayudar a acercarnos más al Hijo.

1ª. El testimonio principal a favor de Jesús lo da el Padre. Esto significa que no aceptar a Jesús es rechazar el testimonio del Padre, rechazar al Padre.

2ª. El segundo testimonio es el de Juan el Bautista, a quien los mismos judíos reconocieron cierta autoridad. Es el mensajero que nos preparó el camino en Adviento.

3ª. El tercer testimonio lo dan las obras que Jesús realiza, pero no sólo sus signos o milagros, sino toda la actividad que Jesús realiza, toda ella es reveladora.

4ª. El cuarto en dar testimonio es el mismo Moisés, que en el pasaje del Éxodo de hoy, intercede ante Dios para que no castigue al pueblo por su idolatría

¿Qué nos sucede? Igual que los coetáneos de Jesús tuvieron testimonios más que de sobra para aceptar y creer en él, nosotros, si cabe, tenemos más ventaja, pues gozamos de una perspectiva histórica y de una tradición de vida cristiana que nos ha proporcionado más testimonios que ellos no tuvieron. Pues bien, a pesar de todo, cuando el corazón del ser humano busca apoyarse en sí mismo, autoafirmarse, autorrealizarse, corre el grave peligro de cerrarse a la fe y no aceptar más realidad que la que ve, y no hay testimonios que valgan. Es lo que le ocurrió al pueblo en el desierto cuando construyó el becerro de oro. ¿Qué más necesitamos para creer en Jesús? ¿No tenemos suficientes testimonios?

Ciudad Redonda

Meditación – Jueves IV de Cuaresma

Hoy es jueves IV de Cuaresma.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 5, 31-47):

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

La acción liberadora de Jesús encuentra su oposición en los dirigentes del pueblo que no han hecho caso a Dios, ni han guardado la alianza, ni observado la justicia. Por eso no admiten que Jesús dé vida y libertad a los hombres.

Por no buscar la gloria (amor) de Dios para realizar su designio liberador, buscan gloria humana (poder, riqueza, prestigio), y son opresores del ser humano; no tienen fe.

El que así acusa ante Dios a los dirigentes del pueblo, no es Jesús sino Moisés; ellos no se han comprometido con la obra liberadora realizada por Moisés; por eso no reconocen a Jesús como la persona que da cumplimiento a lo anunciado por Moisés.

Testigos y testimonios a favor de Jesús liberador (del pecado y de la muerte) son: Juan bautista; las Escrituras, las obras que el Padre le encargó realizar. Son obras a favor de la vida del ser humano. Quien conozca a Dios tendrá que admitir que ése es un testimonio válido. (La palabra «testimonio» diez veces repetida).

En esta cuaresma, apoyados con fe en el amor de Dios, en la Palabra de Jesús, en las Escrituras, seamos testigos de Cristo con obras liberadoras a favor de la humanidad sometida, explotada, humillada; para hacer creíble el Evangelio.

Fr. Isidoro Crespo Ganuza O.P.

Liturgia – Jueves IV de Cuaresma

JUEVES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio Cuaresma.

Leccionario: Vol. II

            La Cuaresma: Arrepentirse de los pecados.

  • Éx 32, 7-14. Arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo.
  • Sal 105. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.
  • Jn 5, 31-47. Hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza.

Antífona de entrada          Sal 104, 3-4
Que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro.

Monición de entrada y acto penitencial
Ablandemos nuestro corazón, afinemos nuestros oídos para la escucha atenta de la Palabra de Dios y pidamos el Espíritu Santo su ayuda para descubrir a Dios en lo evidente, evitando así la acusación que Jesús hace a sus contemporáneos en el Evangelio de hoy.

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    — Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    — Y danos tu salvación.

Oración colecta
IMPLORAMOS deseosos, Señor, tu perdón,
para que tus siervos, corregidos por la penitencia
y educados por las buenas obras,
nos mantengamos fieles a tus mandamientos,
para llegar, bien dispuestos, a las fiestas de Pascua.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
Continúa la respuesta de Jesús a la enconada polémica suscitada por la curación en favor del enfermo, tristemente abandonado en la piscina de Bethesdá. Esta violenta confrontación asume casi la forma de un “proceso”. Jesús se les enfrenta trayendo a la memoria varios testimonios. Comienza por evocar a Juan el Bautista y luego refiere las obras que «lo acreditan como enviado del Padre». Finalmente apela a los escritos mismos de Moisés, que ellos –sus obstinados detractores– dicen tomar muy en cuenta y, supuestamente, tener en gran aprecio.

Oración de los fieles
Como Moisés intercedió por su pueblo, presentemos ahora nuestras plegarias por el mundo entero y por nuestras necesidades particulares:

1.- Por la Iglesia, para que, en la escucha y en la adhesión sincera a la Sagrada Escritura, reconozca la revelación que Dios hace de sí mismo a la humanidad, a la que se ofrece para donarle su amor eterno. Roguemos al Señor.

2.- Por todo el orden sacerdotal, para que dé testimonio de la verdad no sólo con las palabras, sino con una cotidianeidad vivida en coherencia con la fe que profesa. Roguemos al Señor.

3.- Para que la paz inunde el corazón de aquellos que se esfuerzan por permanecer en la voluntad del Padre, aunque esta voluntad de Dios sea difícil o parezca incomprensible. Roguemos al Señor.

4.- Por todos aquellos que son perseguidos a causa de la fe, para que no pierdan el coraje de dar testimonio en todo caso de Cristo y de su Evangelio. Roguemos al Señor.

5.- Por todos nosotros, para que sepamos escuchar siempre el mensaje de Jesús a través de sus enviados, atesoremos su Palabra y la pongamos en práctica. Roguemos al Señor. 

Te bendecimos, Padre, por el don del Espíritu ofrecido a todos los que creen en tu nombre. Escucha nuestras plegarias y haz que lo acojamos y podamos caminar día a día en santidad de vida. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Oración sobre las ofrendas
CONCÉDENOS, Dios todopoderoso,
que la ofrenda de este sacrificio
libre siempre de todo mal nuestra debilidad
y nos llene de fortaleza.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Cuaresma

Antífona de comunión          Cf. Jer 31, 33
Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo, dice el Señor.

Oración después de la comunión
TE pedimos, Señor,
que nos purifiquen los sacramentos que hemos recibido
y que concedas a tus siervos liberarse de todas sus culpas,
para que se gloríen en la plenitud de la ayuda del cielo
los que se ven agobiados por el peso de su conciencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
OH, Dios, protector de los que en ti esperan,
bendice a tu pueblo,
sálvalo, defiéndelo, prepáralo con tu gracia,
para que, libre de pecado y protegido contra sus enemigos,
persevere siempre en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Santo Toribio de Mogrovejo

Toribio (cuyo nombre significa «tumultuoso») nació en Mayorga, provincia de León (España), el 18 de noviembre de 1538. Estudió en Valladolid y en Salamanca. Tenía cuarenta años cuando, por pedido de Felipe II, el papa Gregorio XIII lo nombró arzobispo de Lima (Perú), adonde llegó en 1581.

Trató de realizar el programa elaborado por el concilio de Trento, celebrando sínodos (diocesanos cada dos años y provinciales cada siete), corrigiendo las costumbres de laicos y clérigos y organizando las tareas misionales. Durante muchísimos años las sabias disposiciones de Toribio de Mogrovejo, aprobadas por Roma, rigieron en las diócesis de América hispana.

Amó a sus feligreses, pero fue inflexible con los que explotaban y maltrataban al indio, llegando incluso a enfrentarse con el mismo virrey García Hurtado de Mendoza. Y, dado el caso, no vaciló en aplicar la excomunión contra el sacerdote indigno, contra el encomendero cruel, contra el funcionario que se oponía a su ministerio. Fundó varios seminarios – el primero en 1591 -, iglesias y hospitales.

Apóstol y misionero incansable, durante dieciséis años cruzó ríos, escaló montañas, atravesó valles y quebradas. Buscaba a los indígenas, les hablaba en su propia lengua, los instruía en la doctrina de Jesús. Agrupó a sus nuevos amigos en torno de la iglesia y los acostumbró a una vida laboriosa y en familia. Los inició en el canto; entonaban canciones religiosas y realizaban procesiones. Desde lejos llegaban los caciques con los pequeños de la tribu; Mogrovejo los bautizaba y confirmaba. Se calcula que administró más de 5.000.000 de bautismos y 800.000 confirmaciones. Entre los confirmados figuran san Martín de Porres y santa Rosa de Lima. Tuvo gran amistad con san Francisco Solano, tan parecido a él en la obra misional.

Era valiente. «No teme a la muerte», decían los indios. Y Mogrovejo respondía: «Dios me guardará».

Evangelizaba por los caminos donde pisaban sus pies de misionero. Recorrió, a veces a pie, otras en mula, alrededor de 40.000 kilómetros. En numerosas ocasiones salvó la vida milagrosamente.

Toribio de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima y, junto con santa Rosa, primer santo de América, encontró la muerte en uno de sus tantos viajes misionales en el pueblo de Santa (o Saña), a 500 kilómetros de la capital, el 23 de marzo – día de jueves santo – del año 1606.

Fue beatificado por el papa Inocencio XI en 1679 y canonizado por Benedicto XIII en 1726. Su sepulcro se halla en la catedral de Lima. Es patrono del Perú. Juan Pablo II lo ha declarado recientemente patrono (y modelo) de los obispos latinoamericanos.