Lectio Divina – Jueves V de Cuaresma

Fe y obras que dan vida eterna

Invocación al Espíritu Santo:

Ven, Espíritu Santo llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu Amor. Tú eres la fuerza que vigoriza nuestro trabajo. Tú el alimento que vivifica nuestra alma. Tú la luz que ilumina nuestra mente, Tú, el motor de nuestras obras. Danos docilidad para seguir tus mandatos y que gocemos siempre de tu protección.

Lectura. Juan capítulo 8, versículos 51 al 59:

Jesús dijo a los judíos: “Yo les aseguro: el que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”.

Los judíos le dijeron: “Ahora ya no nos cabe duda de que estás endemoniado. Porque Abraham murió y los profetas también murieron, y tú dices: ‘El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre’. ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?”

Contestó Jesús: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, aquel de quien ustedes dicen: ‘Es nuestro Dios’, aunque no lo conocen. Yo, en cambio, sí lo conozco; y si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se regocijaba con el pensamiento de verme; me vio y se alegró por ello”.

Los judíos le replicaron: “No tienes ni cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”. Les respondió Jesús: “Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy”.

Entonces recogieron piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
(Se lee el texto dos o más veces, hasta que se comprenda).

Indicaciones para la lectura:

Los cristianos a los que se dirige el Evangelio de Juan, están en una situación difícil y compleja. Los cristianos son perse- guidos por los judíos; pero no son ya los maestros de la ley del tiempo de Jesús, sino son judíos del año 70 después de Cristo que ha impuesto la tradición farisaica como la única verdadera, rechazando la interpretación de la ley que hacían otros judíos. Es por eso que el escritor sagrado en el evangelio de hoy nos muestra a Abraham padre de los judíos como patriarca que intuyó la venida de Jesús para el total cumplimiento de la promesa que Dios le hizo.

Meditación:

“Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica”, ante estas palabras, Jesús nos muestra su íntima unión con su Padre, sabe que el amor del Padre es más fuerte que los problemas e insultos que los judíos le tienden para hacerlo caer. Jesús nos quiere enseñar esa confianza filial en el Padre sin la cual la vida del cristiano no tiene sentido. Veamos el ejemplo de los niños, de cómo se sienten seguros junto a su padre porque se abandonan totalmente a la protección de su papá, saben que a su lado nada les podrá hacer daño. Así debe de sentirse el cristiano con su Padre Dios, seguro de que nada le podrá hacer daño seguro de que nunca está solo y que siempre tiene a un Padre amoroso que está a su lado.

Jesús nos invita en este evangelio a proclamar con nuestra vida y nuestras acciones el amor misericordioso del Padre. Solo el amor a Dios dará la vida y el sentido al mundo. Nuestra misión es la de trasmitir el amor de Dios y su misericordia. Hagamos de nuestra vida una auténtica vocación al amor, viviendo para servir a los demás.

Oración:

Dios de Abraham, Dios de los que creen y esperan, te bendecimos por tu Hijo Jesucristo, el Hijo de la promesa y bendición tuya para todos los pueblos. En Jesús brilla la esperanza de nuestra vida, porque él nos dio la victoria definitiva sobre la muerte. Ayúdanos a creer más en Jesús, a conocerlo cada día mejor, y a poner en práctica toda su Palabra, para algún día gozar de su presencia en la vida eterna. Amén.

Contemplación:

Catecismo de la Iglesia Católica numeral 150: La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado.

Oración final:

Señor Jesús ayúdame a trasmitir tu amor. Ayúdame a ser un mejor hijo tuyo que viva con fidelidad mis compromisos cristianos. Te pido por todos mis hermanos que no te conocen y viven alejados de ti. Dales la gracia de sentirse verdade- ramente hijos tuyos. Amen.

Propósito:

Vivir, como hijo, una especial unión con Dios Padre, a lo largo del día, a través de jaculatorias y comuniones espirituales.

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Homilía – Jueves V de Cuaresma

En este Evangelio, Jesús da testimonio de su divinidad; afirma que El ya existía antes de Abraham, cosa que los judíos no podían entender ni aceptar.

Jesús se los echa en cara y les dice que no lo reciben, porque no conocen al Padre y tampoco lo conocen a Él, que ha sido enviado por el Padre.

Para guardar la Palabra de Dios, es preciso primero oír y aceptar esa Palabra salvadora. El que es de Dios, oye la Palabra de Dios, se deja guiar por ella, sigue los impulsos de la gracia y las mociones del Espíritu Santo.

San Gregorio decía: «Pregúntese cada uno, si oye en su corazón la Palabra de Dios y sabrá de dónde es. Considere cada cual, si oye esta voz de Dios en su corazón, y conocerá por ello que es de Dios».

Jesucristo nos señala el camino, para conseguir la vida eterna: guardar su Palabra. Para salvarnos de poco nos servirán los bienes materiales o las cualidades que podamos tener. Con la muerte, habremos de dejar todas las cosas de este mundo. A la otra vida sólo llevaremos nuestras obras. Y estás son las que nos merecerán el premio o el castigo eterno.

Es decir: Jesús es indudablemente nuestro Redentor y Salvador. La fe en El y el amor a Él será lo que nos salve, pero para que esa fe y ese amor sean reales y auténticos exigen de nosotros obras de salvación.

Es por eso que todo lo de este mundo tiene una importancia relativa, ya que por mucho que vivamos, es nada comparado con la eternidad. Es una verdadera locura exponer la salvación eterna por alguna cosa de este mundo, por más valiosa que sea.

Este Evangelio nos enseña que debemos reflexionar sobre la importancia decisiva, y la influencia que debe tener la Palabra de Dios en nuestras vidas.

Es la Palabra de Dios la que nos aparta de caer en el error, y la que nos lleva a vivir en la verdad.

Es la Palabra de Dios la que nos aleja del pecado y de la muerte del alma, que es el efecto del pecado.

Es la Palabra de Dios la que ilumina nuestras vidas y nos permite conocer la voluntad de Dios en cada circunstancia.

Por eso, en este tiempo de Cuaresma, próximos a la Semana Santa, podemos hacernos el propósito de leer y meditar con más frecuencia e interés la Palabra de Dios para poder llevarla a nuestras obras. Para poder hacerla vida de nuestras vidas.

Comentario – Jueves V de Cuaresma

Juan 8, 51-59

Pero los que se vanaglorian de ser descendientes de Abrahán, no quieren reconocer a Jesús como el Enviado de Dios. Toman piedras para apedrearle. No son precisamente seguidores de su padre Abrahán, el patriarca de la fe. No aceptan que en Jesús quiera sellar Dios una Nueva Alianza con la humanidad y empezar una nueva historia.

La verdad es que algo de razón tenían en «escandalizarse» de lo que decía Jesús.

¿Cómo se puede admitir que una persona diga: «quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre», «antes que naciera Abrahán existo yo»? A no ser que sea Dios: pero esto es lo que los judíos no pueden o no quieren admitir.

En el prólogo del evangelio ya decía Juan que «en el principio existía la Palabra», que es Cristo. Y que vino al mundo «y los suyos no le recibieron». Ahí ya estaba condensado lo que ahora vivimos en la proximidad de la Pascua: el rechazo a Jesús hasta llevarlo a la muerte.

Ayer la clave de este diálogo era la libertad. Nos preguntábamos si somos en verdad libres, y de qué esclavitudes tendrá que liberarnos el Resucitado en la Pascua de este año.

Hoy la clave es la vida: los que creen en Jesús, además de ser libres, tienen vida en plenitud y «no conocerán lo que es morir para siempre». Si nuestra fe en Cristo es profunda, si no sólo sabemos cosas de él, si no sólo «creemos en él», sino que «le creemos a él» y le aceptamos como razón de ser de nuestra vida: si somos fieles como Abrahán, si estamos en comunión con Cristo, tendremos vida. Como los sarmientos que se unen a la cepa central. Como los miembros del cuerpo que permanecen unidos a su cabeza. Los que «no sabrán qué es morir» serán «los que guardan mi palabra»: no los que la oyen, sino quienes la escuchan y la meditan y la cumplen.

En vísperas de la Pascua -la fiesta de la vida para Jesús, aunque sea a través de su muerte- también nosotros sentimos la llamada a la vida. La Pascua no debe ser sólo una conmemoración histórica. Sino una sintonía sacramental y profunda con el Cristo que atraviesa la muerte hacia la vida. Así entramos en la nueva alianza del verdadero Abrahán y nos hacemos con él herederos de la vida.

Los que celebramos la Eucaristía con frecuencia oímos con gusto la promesa de Jesús: «el que come mi Cuerpo y bebe mi sangre tendrá vida eterna y yo le resucitaré el último día». La Eucaristía, memoria sacramental de la primera Pascua de Jesús hace dos mil años, es también anticipo de la Pascua eterna a la que nos está invitando.

«Mira con amor, Señor, a los que han puesto su esperanza en tu misericordia» (oración)

«Guardad mi alianza, tú y tus descendientes» (1ª lectura)

«El Señor se acuerda de su alianza eternamente» (salmo)

«Quien guarda mi palabra no sabrá qué es morir para siempre» (evangelio)

J. ALDAZABAL
Enséñame tus caminos 2

¡Pórtico de horas santas!

Todos con el Señor, entramos por esta puerta que es el Domingo de Ramos, para compartir con El sus horas de pasión, de muerte y de resurrección. Aquellos que hoy le aplauden con palmas hoy, se volverán mañana silencios, dudas, deserciones o gritos de muerte.

1.- ¿Seremos capaces de vivir todos los misterios que se encierran en esta semana? ¿Nos quedaremos tan sólo embelesados y subidos en las palmas con las que decimos aclamar a Jesús?

El Domingo de Ramos, y no lo olvidemos, desarrolla dos notas a tener en cuenta: por un lado el aspecto festivo de aclamación al que es Rey de nuestra historia y, por otro, el anuncio o fondo de la Pasión. Al final de las calles estrechas de la Jerusalén, espera el Monte Gólgota.

Tal vez hoy, más que nunca, comprendemos aquello de que “las grandes hazañas en la vida, exigen grandes riesgos”. Jesús, montado en un pollino, humildemente pero consciente de su misión, arranca estos últimos metros por las calles de Jerusalén para que se cumpla la voluntad de Dios.

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Ante tantas personas que pasan de Dios. Ante el gran escándalo de muchos cristianos, que viven como si no lo fueran, como si Cristo fuese un cero a la izquierda en sus vidas, el Domingo de Ramos es un grito a la realeza y al triunfo de Jesús. Es un poner a Dios en el lugar que le corresponde. Implica clavar nuestros ojos, entonar nuestros cantos y alzar nuestros vítores o colocar nuestra confianza sólo en El.

2.- ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Ante tanto desamor y traición, egoísmo, pesimismo u odio, el Domingo de Ramos es un pórtico que abre delante de nosotros horas de amor y de salvación, de sufrimiento y de obediencia, de humildad y de valentía, de fe y de eucaristía, de oración y de Palabra: la Semana Santa.

Es necesario, y hoy más que nunca, elevar –no nuestras palmas – cuanto nuestros corazones al Señor. Es hora de despertar. Hay demasiado cristiano dormido. Es el momento de recuperar el gusto por las cosas que Jesús nos ha dejado y nos ha dicho.

3.- Para todos nosotros, para todos los que hemos venido en esta maña, para el niño y para el joven, para los padres y los sacerdotes, para los ancianos y toda persona que busque a Dios, hoy es un momento sagrado. ¡Hoy es un día santo para ti Jerusalén! ¡Hoy es un día santo para ti hombre de Dios! ¡Hoy es un día santo para ti, que buscas un sentido cristiano a estos días de pasión!

Hoy, con esta simpática celebración, adelantamos lo que le espera a Jesús en el Triduo de la Pascua. Y, también se nos adelanta a nosotros, lo que estamos llamados a vivir en la Semana Santa. No podemos permitir que nada ni nadie, enturbie el sentido cristiano de estos días. No podemos caer en la tentación de que la Semana Santa, sea una semana totalmente descafeinada y sin referencia a lo más sagrado. Serán días santos si ya desde ahora abrimos nuestra vida, nuestros sentidos, nuestra fe y nuestra alabanza a lo que estamos llamados a vivir en Pascua: el triunfo de la vida sobre la muerte. ¿Lo intentamos?

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito este Domingo de Ramos! ¡Bendito este camino, sembrado de ramos, alfombras y palmas, por el que camina el hombre que vencerá con su muerte, la muerte de todos los hombres!

4.- ¡TRES VECES SANTO, MI SEÑOR!

Promesa mesiánica felizmente cumplida
Lo que otros esperaron durante siglos,
lo vimos y adoramos, pequeño en Belén,
hombre y Dios
Dios y niño….
y, hoy lo aclamamos de nuevo como Rey

¡TRES VECES SANTO, MI SEÑOR!
Glorificamos tu santo nombre,
meditamos tus Palabras, acogemos tus gestos
seguimos tus senderos y los alfombramos
de ramos, y palmas con vítores siempre nuevos.
Pero ¿qué nos espera, Señor, en Jerusalén?
¿Días de vida o de muerte?
¿Dios derrotado o Señor que ha triunfado?
¿Horas de sufrimiento o de gozo?
¿Victoria o esclavitud?
¿Comprensión o traiciones?
¿Por qué te presentas montado en un asno
cuando, como Dios que eres, podrías
haber venido en brillante desfile real?

¡TRES VECES SANTO, MI SEÑOR!
Porque no haces alarde de tu divinidad
Porque disimulas tu gran majestad
Porque sabes que, a la vuelta de la esquina,
se esconderán las palmas y los ramos
y los cánticos, por cobardía, enmudecerán

¡TRES VECES SANTO, MI SEÑOR!
Porque, humildemente, entraste en el mundo
en la noche más silenciosa en Belén
y, humildemente, quieres salvar al mundo
entrando, pobre y sorprendentemente, en Jerusalén
Porque, una mula te dio aliento
en la noche más fría de tu nacimiento
y de nuevo, un asno, te sirve como apoyo
compañero y amigo en tus horas grandes y amargas.
¡TRES VECES SANTO, MI SEÑOR!

Javier Leoz

¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

Señor Jesús,
¿qué quieres decirnos cuando te montas
en una borrica para entrar en Jerusalén?
¡Qué ocurrencia!

Pero seguro que algo quieres decirnos.

Estás en el final de tu vida en este mundo.
Ya casi lo has hecho todo.

Sólo faltaban los últimos detalles,
poner la firma a tu vida: darte y resucitar.

Esta semana que comenzamos condensa
lo que fue tu existencia:

Amor, entrega hasta el final, vaciarte totalmente,
victoria de la vida sobre la muerte,
victoria de Dios, cumplir siempre

la voluntad de Dios,
eso es lo que Tú dices muriendo:
“Todo lo he cumplido”.

Tú has hecho siempre lo que Dios te ha pedido.

Y se te ocurre, Señor Jesús,
en estos últimos días
buscar un animal de carga
para presentarte, montado sobre él,
en la ciudad, donde está el gran Templo de Jerusalén,
donde residen las autoridades religiosas
y políticas del país,

los poderos y entendidos de este mundo.

El pueblo, la gente sencilla
te reconoce y organiza espontáneamente
un recibimiento, una fiesta en tu honor.

El pueblo oprimido esperaba algo nuevo,
deseaba una salida a su triste situación.
El pueblo estaba ansioso de terminar una etapa.

¿Serás Tú su salvación?
¿Qué buscaría con ese recibimiento?

Pero ¿de qué salvación se trata?
La que Tú les ofreces

¿es la que ellos esperan?

El pueblo se quita sus mantos,
se despoja de sus adornos
y con ellos alfombra el camino por donde transitarías;
te acompaña con cantos y gritos de júbilo:
¡Viva el Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Viva el Altísimo!

¿Qué pesarías de todo ello, Señor Jesús?
Tú el protagonista de una fiesta,
organizada sin el consentimiento

de las autoridades competentes.
Tú intuirías que aquello era flor de un día
y que pronto estarías en un lugar bien distinto,
en el calvario crucificado.

Me viene a la mente aquello de la tele
de hace años: “Reina por un día”.

El caso es que tu reinado, el tuyo, el de verdad,
el que el Padre te ha concedido aún dura,
pero no es ese el que ellos esperaban.
¿Cuál es el que nosotros esperamos?
La gente del pueblo estaba

harta de sacrificios y de humillaciones
y ansiaba paz, libertad y autonomía.
Tu reinado es más que todo eso:

es también fraternidad, filiación divina
y además paz, libertad…

Yo quiero hoy, Señor Jesús,
poner toda mi vida a tus pies,
alfombrar tu camino antes de recordar tu Pasión.

Quiero despojarme de todos mis apegos desordenados,
dejar de lado mi egoísmo, mis cobardías, mi insolidaridad

y mis personalismos para que seas Tú quien reines en mi vida.

Tú, Señor Jesús,
en lo poco que sabemos de tu vida fuiste excelente
por que fuiste presencia de Dios entre nosotros.

Hoy eres aclamado en Jerusalén,
El Jueves te recordaré en el Cenáculo
dándote como comida

y teniendo presente tu Mandamiento:
“Amaos los unos a los otros

como yo os he amado”.
El Viernes recorreré el camino del Calvario,
para llegar al Gólgota

y estar contigo al pie de tu Cruz.
Así llegaré al Domingo, la Pascua del Señor,
el paso de la muerte a la vida,

la victoria de Dios.

Estamos, Señor Jesús,
en la recta final de tu vida,
que sintetiza toda tu existencia.

Gracia, Señor Jesús.
Gracias por tu Vida y por tu Muerte
y sobre todo gracias por tu Resurrección.
Ayúdanos a vivir tu Pasión

como nuestra pasión
para participar de tu Resurrección.

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Este domingo comenzamos la Semana Santa, tan importante para los cristianos.

• Estamos hoy en el pórtico de la Semana Santa.

• Y en su comienzo tenemos el Domingo de Ramos en el que recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Día de palmas y ramos con lo que lleva de jolgorio y vistosidad; día de niños y padres que participan de la fiesta.

• Por lo que vemos en los Evangelios Jesús siempre fue reacio a cualquier manifestación de exteriorizar el apoyo a su persona; más bien buscaba la discreción “no se lo digas a nadie” acostumbraba a decir cuando realizaba algún milagro.

• Por una vez, a las puertas de su crucifixión, antes de que pasase por el suplicio de la cruz, Jesús deja hacer y entra de una forma solemne, entre gritos de aclamación en la ciudad de Jerusalén que pocos días después le rechazará y le llevará a la cruz.

• Y lo hace no como los importantes del momento montado sobre un caballo. No entra como vencedor y dominador, sino que entra en Jerusalén montado en una borrica, no con el caballo, animal de los ricos, de los conquistadores sino con el animal de un trabajador “Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su pollino, los desatáis y me los traéis” (2).

• Todo un símbolo de lo que fue su vida, del estilo que impuso a su existencia SERVIR, NO MANDAR. El Dios que nos muestra Jesús no es un Dios de poder, de autoridad sino un Dios de humildad, de solidaridad, de compasión, de amor. Así nos quiere también a nosotros.

• Todos sabemos la historia y conocemos que aquella fiesta: aquellos ramos, aquellos mantos que adornaron el paso de Jesús duró bien poco. Los gritos de entusiasmo con los que el pueblo le aclamaba “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (9) se convirtieron bien pronto en el “crucifícale” (22) de la condena.

• ¡Qué misterioso es el ser humano! Los que le aclaman, días más tarde, a lo mejor, estarían pidiendo su crucifixión. Así somos de volubles.

• Pero ahora, al principio de esta Semana Santa, hay que tener presente la meta final: la Resurrección. Todo concluyó con la victoria de la Resurrección. El próximo domingo la celebraremos, recordaremos la victoria de Jesús sobre la muerte. Esa es también nuestra meta.

• En el relato, unos cortan ramas, otros adornan el camino por el que tenía que pasar Jesús y todos vitorean a Jesús. Una fiesta se organiza que está corroborada por el testimonio de la palabra: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea” (11). Es el profeta de Nazaret el que ha llegado a la ciudad ¿cómo será acogido?

• Jesús es el profeta de Nazaret que viene a Jerusalén, donde en tantas otras ocasiones había estado. ¿Cómo lo acogemos en nuestras vidas?

Comentario – Jueves V de Cuaresma

En el Evangelio de hoy la controversia entre Jesús y sus enemigos se profundiza. Ahora le acusan de estar poseído por un demonio. El testimonio que Jesús da de sí mismo les desconcierta y sus palabras les desafía, pues para Él no hay coherencia entre ser hijos de Abraham y querer asesinar al Mesías al que los antepasados esperaron con tanto anhelo.

Las palabras y las obras de Jesús manifiestan la gloria del Padre que le ha enviado como testigo de la verdad. Jesús habla de lo que conoce, Él es el Logos del Padre, su Palabra elocuente y liberadora, y como tal es principio y fin del universo (Ap 1,8). Nuestra esperanza de salvación se ve realizada en el humilde nazareno. Él es quien nos hace entrar en una nueva relación con Dios, haciéndonos personas nuevas por el amor. Nuestra relación con el Padre se realiza sin condición alguna, sin la necesidad de lugares, linaje, sacrificios o normas, pues Jesús nos lleva por su Palabra al que es origen de la vida.

En la vida ordinaria fácilmente nos disfrazamos de personas justas y cumplidoras de la ley, cuando en realidad nuestro ego lleva siempre un espejo narcisista en el cual sólo desea ver su efímera e ilusoria belleza. Nos convertimos en jueces de los demás sin percatarnos del paso de Dios en nuestra historia. No damos cabida a la novedad del Evangelio cuando nos afirmamos en posiciones de seguridad, cuando cerramos nuestro corazón a los otros.

De allí que ser discípulos de Jesús nos exige romper con ese “yo ególatra” y corresponder con amor al amor gratuito de Dios, el Padre de la misericordia. Hoy estamos llamados a cuestionarnos: ¿Qué pensamientos o actitudes debemos cambiar en nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo? ¿Qué es lo que predomina en nuestras decisiones: el mensaje de Jesús, nuestros preconceptos o nuestro egoísmo solapado? ¿Por qué seguimos a Jesús?

Manteniéndonos fieles a la Palabra del Maestro, encontraremos el sentido a la vida y experimentaremos la auténtica felicidad. Dios es fiel a su Alianza y nos ofrece a Jesús como motivo del verdadero gozo. Jesús puede renovar en nuestra existencia si le acogemos con una fe humilde y generosa.

Ciudad Redonda

Meditación – Jueves V de Cuaresma

Hoy es jueves V de Cuaresma.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 10, 31-42):

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Él les replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».

Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.

En este fragmento del Evangelio de San Juan se pone una vez más de manifiesto que las palabras de Jesús han dividido nuevamente a los judíos y en esta ocasión quieren apedrearle porque lo tienen como blasfemo, ya que siendo hombre se hace Dios.

Realmente veían en Jesús algo diferente ya que hacía buenas obras y milagros pero hasta el punto de hacerse pasar por Dios, era demasiado ¿cómo podía un ser humano hacerse pasar por Dios?

Jesús habla de las obras que realiza, obras de Dios que lo acreditan, de cómo puede darse el título de Hijo de Dios y decir, Yo y el Padre somos uno. Está claro, se hace igual a Dios. Él habla desde unas categorías difíciles de entender para sus adversarios, les habla desde el seguimiento y el compromiso con su persona que hacen que Jesús sea conocido y amado.

Jesús lucha por presentar argumentos que puedan aceptar, pero el intento es en vano. En el fondo morirá por decir la verdad sobre sí mismo, por ser fiel a sí mismo y a su misión.

Al meditar este pasaje nos recuerda que Jesús fue condenado por las autoridades judías al hablar en nombre de Dios, ellos tampoco comprendieron nada de su misión.

No hay palabras para definir su capacidad de amarnos hasta el extremo de dar su vida para redimir a toda la humanidad.

La indicación de que Jesús se retira al lugar donde había estado bautizando Juan, marca una especie de inclusión, que preludia el fin próximo del ministerio público del Nazareno.

¿Qué imagen tengo yo de Dios?

Como cristiano, ¿soy fiel a mí misión?

Dña. Montserrat Palet Dalmases

Liturgia – Jueves V de Cuaresma

JUEVES DE LA V SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio I de Pasión del Señor.

Leccionario: Vol. II

            La Cuaresma: Guardar la palabra es no conocer la muerte.

  • Gén 17, 3-9. Serás padre de muchedumbre de pueblos.
  • Sal 104. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.
  • Jn 8, 51-59. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día.

Antífona de entrada          Cf. Heb 9, 15
Cristo es mediador de una alianza nueva; en ella ha habido una muerte, y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Monición de entrada y acto penitencial
Ayer se nombraba a Abrahán en el evangelio, porque los judíos se sentían orgullosos de ser sus hijos. Hoy de nuevo aparece en las dos lecturas -y en el salmo- como figura del Jesús que con su Pascua se dispone a agrupar en torno a sí al nuevo pueblo elegido de Dios.

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    • Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    • Y danos tu salvación.

Oración colecta
ESCUCHA nuestras súplicas, Señor,
y protege con amor a los que han puesto su esperanza
en tu misericordia,
para que, limpios de la mancha de los pecados,
perseveren en una vida santa
y lleguen de este modo a heredar tus promesas.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión
La controversia entre Jesús y los judíos está al rojo vivo. Jesús insiste en afirmar su superioridad sobre Abraham, quien «se regocijaba con el pensamiento de verme». Frente a esta tajante afirmación sus adversarios –cegados por una creciente pasión– son incapaces de razonar con el que ha venido a iniciar la etapa definitiva de la salvación. Una nueva y eterna Alianza, sancionada con su sangre, continúa realizándose hasta nuestros días en el encuentro con la Palabra de Dios que, en Cristo, pide la leal obediencia de cada uno de quienes tratamos de seguirlo.

Oración de los fieles
Presentemos al Señor nuestras oraciones, las inquietudes de la Iglesia, las preocupaciones de la humanidad entera. El, que se acuerda de la alianza sellada con el hombre, sigue sanando las heridas de la historia.

1.- Por la Iglesia, para que siga predicando el mensaje de conversión en este tiempo de Cuaresma, aunque resulte incómodo para muchos. Roguemos al Señor.

2.- Por el Papa Francisco, para que, como Abrahán, sepa también creer y confiar en la fidelidad de Dios y pueda transmitir con sus palabras y su ejemplo, la alegría y la luz que brotan de la fe, para llevarnos a todos a creer contra toda esperanza. Roguemos al Señor. 

3.- Por todos los que trabajan por la paz, para que en este tiempo de Cuaresma reciban el impulso de Dios a buscar la reconciliación entre los distintos sectores sociales y a erradicar la violencia y confrontación entre los pueblos. Roguemos al Señor. 

4.- Por los inmigrantes, para que encuentren apoyo y acogida en los lugares que los reciben. Que se ponga pronto fin a la estrechez, a la pobreza y a la violencia que obligan a tantas personas a abandonar su tierra natal, para ir en busca de un mejor futuro. Roguemos al Señor.

5.- Por todos nosotros, para que, tomando como modelo a hombres de fe, que nos han mostrado cómo se vive el Evangelio, aprendamos a creer y confiarnos en las manos de Dios, aún cuando pareciera que todo es imposible. Roguemos al Señor.

Padre, que eres fiel a tus promesas y a la alianza de bien que sellaste con nuestros padres, renueva tu dulzura y firmeza hacia nosotros, tu pueblo que con confianza te ha dirigido estas oraciones. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Oración sobre las ofrendas
COMPLACIDO, Señor, con las ofrendas presentes,
haz que favorezcan nuestra conversión
y la salvación de todo el mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de la Pasión del Señor

Antífona de comunión          Cf. Rom 8, 32
Dios no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros: con él nos lo ha dado todo.

Oración después de la comunión
SACIADOS con los dones de la salvación,
invocamos, Señor, tu misericordia,
para que este sacramento,
con el que nos alimentas en nuestra vida temporal,
nos haga partícipes de la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
SÉ propicio, Señor, a tu pueblo
para que, rechazando día tras día lo que te desagrada,
encuentre su alegría
en el cumplimiento fiel de tus mandatos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

San Pedro Regalado

Se llamaba Pedro de Costanilla, pero familiarmente le decían Pedro Regalado. Nació en Valladolid (España), hijo de padres nobles y piadosos, en 1390. Desde niño buscaba la soledad y oraba en austero recogimiento. «No está en edad para esto», decían los vecinos.

Tenía trece años cuando ingreso en un convento de franciscanos. Las costumbres conventuales de este tiempo habían decaído enormemente y contra ello va a luchar nuestro santo.

Para remediar tal estado de cosas llegó a Valladolid el franciscano fray Pedro de Villacreces. El jovencito fue su discípulo y lo acompaño a un lugar cercano a Osma, donde Villacreces fundó el monasterio de La Aguilera, implantó austeras reglas de conducta e hizo florecer la antigua pureza de orden.

Durante once años Pedro Regalado se formó junto al reformador, quien en 1415 se trasladó a la provincia de Valladolid y fundó otro monasterio, distante ochenta kilómetros del anterior, que se llamó el Abrojo. Muerto su maestro, en 1442 asumió nuestro santo el vicariato de ambas casas.

Los caminos lo vieron, con sus ropas pobrísimas, polvorientas las sandalias raídas. ¿Qué hacía en Burgos y en Palencia y Valladolid? Predicaba. A orillas del río Duero y del Pisuerga había formado un cenáculo. Se agrupaban allí, a su alrededor, aquellos a quienes había alcanzado la gracia; y los otros, con interés, gustaban oírlo. La doctrina de Jesús formaba numerosos adeptos. Pedro Regalado tenía el don del buen decir; era sonriente, afable, bondadoso. Los labriegos el pan que ellos ya no comían.

Vivía preferentemente en La Aguilera, por estar aquel convento en lugar más apartado. El Abrojo, en cambio, por su cercanía con Valladolid, atraía a gente de la corte, que llegaba a pedirle consejo.

Si entramos en La Aguilera, nos sale al paso un jardín. Después una capillita donde ofreció la primera misa y donde se lo veía en frecuentes éxtasis. Más allá la iglesia grande. Dicen que el eco de los rezos recorría toda Burgos y volvía al convento.

En las paredes de las salas se ven pinturas, relieves y frescos, que recuerdan sus milagros. Los visitantes oyen decir al guía: «Un día vuelve de su peregrinaje con una bolsa de pan. Sabe que en el altar no hay ni una flor y se entristece. Al instante, cada pan se convierte en una rosa».

Otra vez sujeta con la mirada a un toro escapado de la plaza de Valladolid. Desde entonces es el patrono de los toreros.

Numerosos fueron sus milagros. En cierta ocasión dijo el monarca Juan II: «Fuera yo fraile de El Abrojo y no rey de Castilla».

Murió leproso el 30 de marzo de 1456.