Los judíos eran reacios a creer en la divinidad de Jesús. Por eso el Señor recurre a dos argumentos que no podrán rebatir: uno es el testimonio de la Sagrada Escritura, y el otro son sus obras.
Jesús les hace ver que si no les creen a él, por lo menos tienen que creer en sus obras.
Ese pueblo, a pesar de ver los milagros de Jesús, a pesar de ver que se cumplían las profecías del Antiguo Testamento, no quería creer en Jesús.
Se resistían a creer.
En primer lugar Jesús los remite al salmo 82, a la sagrada escritura que dice: Dioses son, todos ustedes, Hijos del Altísimo.
Según este salmo, los hijos de Israel son llamados dioses e hijos de Dios. Con cuánta mayor razón entonces merece Jesús el ser Dios. Pero ellos no creen.
Y entonces el Señor los remite a sus obras, les dice: Crean por mis obras.
Jesús se da a conocer por sus obras. Y cada uno de nosotros, debemos convencer a los demás no con palabras, sino en primer lugar con las obras de vida.
Por eso nuestra carta de presentación tienen que ser las obras, lo que primero debemos comparar es cómo es nuestro modo de vivir con lo que el Señor nos propone.
Los hombres de hoy, conocen mucho menos que los judíos de la época de Jesús, las sagradas escrituras. Y Jesús no está presente en nuestra época para realizar los milagros que realizó hace dos años.
Por esos para que otros crean en Jesús, cada uno de nosotros debe presentar obras. Esas obras que glorifiquen a Dios, son el testimonio que hará que no se puedan oponer razones a nuestra fe.
El argumento que Jesús les da a los judíos. Que crean en sus obras, no puede rebatirse, y entonces los judíos furiosos tratan de apedrearlo.
Esta misma práctica de atacar cuando no se pueden oponer razones, es la misma en aquel tiempo que hoy.
También hoy hay quienes cuando no pueden oponer razones contra Cristo o contra su Iglesia, los persiguen. Pero como la virtud se prueba en la adversidad, cuando una obra es realmente de Dios, él va a cuidar de esa obra y la va a hacer dar fruto. Para eso, siempre debe estar puesta nuestra confianza en el Señor.