Comentario al evangelio – Miércoles IX de Tiempo Ordinario

La primera lectura continua con la historia de Tobít, que después de su ceguera y una discusión con su mujer no aguanta más y pide a Dios la muerte para que pase la prueba a la que se ve sometido sin cuestionar la razones que Dios tiene para el castigo. El asume su culpa como parte que es de ese pueblo pecador e ingrato. Cuántas veces ante las degracias que no trae la vida tenemos la misma actitud. Dios siempre nos invita a la esperanza, a no aceptar pasivamente la desgracia lamiendonos nuestras heridas, sino a buscar sentido y a confiar en Él. Nuestra vida está en sus manos, en la manos de Abbá.

De un cielo a la medida de nuestros intereses a un cielo sorprendente. Así titularía las palabras que Jesús nos dirige hoy. En cualquier caso, la sustancia está en la imagen de Dios que Jesús nos revela: «No es Dios de muertos, sino de vivos». Más aún, Jesús nos habla de la realidad que seguirá a la resurrección. Todo será nuevo.

No es fácil hablar de esto. Sentimos un gran pudor y, en muchos casos, una gran desconfianza. ¿Qué queremos decir con la palabra «cielo» o con el término «resucitar»? Cualquier explicación se nos antoja pobre y, sin embargo, no podemos mutilar este anuncio del evangelio de Jesús. El futuro es la experiencia plena del Dios de la vida. Sólo hay Dios donde hay vida.

Ciudad Redonda