CONCLUSIÓN
95. «No temas, pequeño rebaño» (Lc 12,32). Con estas palabras de Cristo, quisiera alentar a todos los pastores y fieles cristianos de Oriente Medio a mantener viva con valentía la llama del amor divino en la Iglesia y en sus ambientes de vida y de actividades. De este modo conservarán íntegras la esencia y la misión de la Iglesia, tal como Cristo las ha querido. Y, también así, las particularidades legítimas e históricas enriquecerán la comunión entre los bautizados, con el Padre y con su Hijo Jesucristo, cuya sangre purifica todo pecado (cf. 1 Jn 1,3.6-7). Al alba del cristianismo, san Pedro, apóstol de Jesucristo, escribió su Primera carta a algunas comunidades creyentes de Asia Menor en dificultad. En los comienzos de este nuevo milenio, ha sido oportuno que se reuniesen en Sínodo, junto al Sucesor de Pedro, los pastores y los fieles de Oriente Medio, y también de otros lugares, para rezar y reflexionar juntos. La exigencia apostólica y la complejidad del momento invitan a la oración y al dinamismo pastoral. La urgencia de la hora presente y la injusticia de tantas situaciones dramáticas, releyendo la Primera carta de san Pedro, llaman a unirse para testimoniar juntos a Cristo muerto y resucitado. Este estar juntos, esta comunión querida por nuestro Señor y Dios, es más necesaria que nunca. Dejemos de lado todo lo que parece ser causa de insatisfacción, aunque sea legítimo, para concentrarnos con un solo corazón en lo único necesario: unir en el Hijo único a todos los hombres y todo el universo (cf. Rm8,29; Ef 1,5.10).