Martes XXIV de Tiempo Ordinario

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Dios, vengo del polvo y en polvo me convertiré. Tú existes antes de todos los tiempos y me has creado para compartirme tu infinito amor. Me formaste en el vientre de mi madre con infinito cuidado y ternura y espero que me abraces el día de mi muerte para llevarme a tu casa en el cielo a gozar eternamente de tu presencia. Gracias por darme tanto amor, por estar siempre conmigo guiándome y fortaleciéndome con tu gracia, además de bendecirme permanentemente con tu amor. Toma mi amor a cambio. Humildemente te ofrezco todo lo que tengo y todo lo que soy.
 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 19, 25-27

En aquel tiempo, estaban junto a la cruz de Jesús, su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí está tu madre». Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a vivir con él.

Palabra del Señor.

 

Reflexiona lo que Dios te dice en el Evangelio (te sugerimos leer esto que dijo el Papa).
«Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: “He ahí a tu madre”. Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la “mujer” se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.
La Madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María. A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios!» (Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2014).

 

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

 

Propósito
Proponte uno personal, ¿qué? El que más amor implique… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré una oración especial a la Virgen de los Dolores.