Domingo XV de Tiempo Ordinario

1. Palabra

Jesús incorpora a su misión a los Doce. Y con ello, a su estilo mesiánico, y a sus consecuencias: la acogida y el rechazo (Evangelio).

La lectura de Amós 7,12-15 nos hace ver las características de la misión: que uno no la elije y que lo normal es el enfrentamiento entre los guardianes del Sistema y el mensaje profético.

Ambas lecturas subrayan el carácter itinerante del Enviado. El verdadero discípulo es una persona desinstalada. El Evangelio refleja la radicalidad de forma de vida de los grupos de predicadores itinerantes que en la era apostólica se dedicaban a anunciar el mensaje cristiano. Sin duda ha de ser releído en nuestros contextos sociales, pero mantiene su fuerza significativa.

2. Vida

Los religiosos/as, especialmente los que pertenecen a la tradición pauperística (por ejemplo, los franciscanos), se suelen identificar profundamente con el Evangelio de hoy. Pero también ellos experimentan el contraste (¿escandaloso?) entre la aspiración a la radicalidad de la pobreza y la realidad de sus formas institucionales de vida.

El seglar casado/a fácilmente se siente despistado con estos textos, pues no ve posible su cumplimiento literal y no siempre tiene conciencia clara de ser profeta. Sólo a través de un proceso de maduración en la fe, aprende a distinguir la radicalidad de los consejos concretos de Jesús (ligados a su época) y la radicalidad del estilo de vida que conlleva la vocación cristiana.

La radicalidad es, primordialmente, espiritual, y está en relación directa con la soledad de la que hablábamos el domingo pasado.

Pero siempre se traduce en un estilo de vida que abarca todos los valores de la existencia: las relaciones interpersonales, el «status social», lo económico… Ciertamente, no hay un modelo práctico igual para todos; pero ser llamado a ser discípulo de Jesús (y todo cristiano lo es) desencadena una dinámica de transformación de la vida entera. 

Haz oración sin espiritualizar los textos. En su concretez llevan una carga de transformación.

Javier Garrido