Homilía – Sagrado Corazón

­La Iglesia entera celebra hoy, en el viernes que sigue al segundo domingo después de Pentecostés, la solemnidad del Sagrado Corazón. Esta fiesta se remonta a 1675 después de las apariciones de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque, en que la Santa recibió el pedido del Señor que se extendiera la comunión frecuente, especialmente los primeros viernes de cada mes, y que se dedicase esta fiesta para glorificar a su Corazón. Con el símbolo del Corazón humano de Jesús se considera ante todo el Amor eterno y personal de Dios por cada hombre en la tierra.

La plenitud del amor de Dios por los hombres, que se anticipa en el pasaje de Ezequiel del Antiguo Testamento de la misa de hoy, se manifiesta en su plenitud con el envío de la Segunda Persona a salvarnos. En el Evangelio, en forma constante Jesús nos revela el amor de Dios a cada hombre. En la parábola de la oveja perdida Jesús nos muestra el amor personal de Dios por esa persona única, original e irrepetible que somos cada uno de nosotros.

Con la ayuda del Espíritu Santo, vamos a tratar hoy de entender un poco más ese amor que Dios tiene por nosotros, reflexionado sobre la persona de Jesús, su vida y sus hechos. El Corazón de Jesús, un corazón hecho de carne y que rebalsa de sentimientos humanos, fue el instrumento elegido por Dios para expresarnos su amor infinito.

Esta es la razón por la que profesamos culto al Sagrado Corazón. No podemos llegar al Corazón de Dios sino pasando por el Corazón de Cristo. El mismo afirmó: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.

Los evangelios nos muestran la manera con que Jesús amó durante su vida en la tierra. Repetidas veces leemos que los evangelistas nos dicen que el Señor tenía compasión por su pueblo, que tenía compasión del ellos porque eran como ovejas sin pastor. Que el Señor se llenó de alegría por el éxito de la primera salida evangelizadora de los apóstoles. Que llora con la muerte de Lázaro. Que a Jesús no le era indiferente que unos leprosos no volvieran a darle gracias después de haber sido curados. Que experimentó una inmensa alegría de ver que alguno se arrepentía de sus pecados y le seguía.

Poco antes de celebrar la Ultima Cena, al pensar que se quedaría siempre con nosotros mediante la institución de la Eucaristía, dijo a sus apóstoles: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer.

Dios nos ama individualmente a cada uno de nosotros. Dios me ama. Y el apóstol San Juan escribió: Amemos pues a Dios, ya que Dios nos amó primero

En el Evangelio, San Juan nos relata que Pilato mandó unos soldados que quebraron las piernas de los ladrones. Jesús ya estaba muerto, pero uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante brotó sangre y agua. Este suceso tiene un profundo significado. San Agustín y la tradición cristiana ven brotar los sacramentos y la misma Iglesia del corazón abierto del Señor. Esta herida llega al corazón y lo traspasa. Es una herida de superabundancia de amor que se añade a las otras. Es una manera de expresar lo que ninguna palabra puede ya decir.

Jesús se dirige hoy al corazón de cada uno de nosotros con la misma pregunta que le hizo a Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?…

Hoy es el momento para responder como Juan: «Señor, Tú lo sabes todo, sabes que te amo» y pidámosle a María que nos ayude a aumentar cada día ese amor.

Ama, y haz lo que quieras, dice San Agustín

Si callas, callarás con amor.

Si gritas, gritarás con amor.

Si corriges, corregirás con amor.

Si perdonas, perdonarás con amor.

Si está dentro de ti la raíz del amor, ninguna otra cosa sino el bien podrá salir de tal raíz.

Pidamos al Sagrado Corazón de Jesús que Él que es el amor, venga a habitar en nosotros y nos enseñe a amar.