Homilía – Viernes X de Tiempo Ordinario

­Dice el Señor que el que mira a una mujer con malos deseos, ya comete adulterio en su corazón.

El mandamiento de la ley antigua, prohibía la acción exterior: el adulterio. Pero Jesús va más allá. Jesús va al corazón del hombre.

Lo que realmente le interesa al Señor es la limpieza del corazón.

Porque el adulterio, es una injusticia contra una persona humana, pero es la misma injusticia, el deseo de cometerlo.

Por eso Jesús nos insta en una forma contundente a evitar el pecado, y nos muestra la forma de evitarlo, que es precisamente evitar las ocasiones de pecado.

Y evitar también todo aquello que no está de acuerdo con la voluntad de Dios, aún cuando no constituya abiertamente pecado.

La VIDA que el Señor nos ofrece es muy valiosa para arriesgarla por algo de este mundo.

El Señor, en este evangelio, nos pide luchar para no ceder ante lo que es malo.

Y nos ha dejado los medios para luchar, que son los sacramentos, especialmente el sacramento de la Reconciliación para limpiar nuestro corazón, para arrepentirnos de nuestras caídas; y la Eucaristía, en la que el Señor viene a nosotros a darnos fuerzas.

Y debemos recurrir también a la oración, pedirle a Dios, humildemente y con constancia, saber luchar contra lo que no es bueno, para no dejar que el mundo nos vaya atrapando, y terminemos cediendo ante situaciones que no son lo que Dios quiere de sus hijos.

Jesús condena en este evangelio a quien da a su mujer un certificado de divorcio, sin que haya mediado infidelidad. En la época de Jesús, el hombre podía darle a su mujer este certificado y despedirla. En Israel, se había generalizado el divorcio, y el divorcio constituía una injusticia para la mujer, salvo en el caso de infidelidad, por eso Jesús lo condena, porque si bien se cumplía con lo que la ley establecía, esta actitud, perjudicaba claramente a la mujer.

Hoy vamos a pedirle al Señor por los matrimonios, para que sean verdaderas luces en el mundo. Para que sean fieles. Para que reine entre los esposos el amor. Para que den al Señor un lugar en sus vidas y en su matrimonio, y así el Señor pueda luchar junto a ellos por mantener su amor.

En nuestras vidas, tratemos de no vivir un cristianismo de fórmulas, un cristianismo exterior. Dios nos pide que nuestros actos externos sean el reflejo de lo que tenemos en nuestro corazón. Y sabemos que Jesús venció al pecado de una vez y para siempre, y que si Cristo está con nosotros, podemos vencer al pecado.

Debemos darnos cuenta que para vencer el pecado tenemos que luchar. Hoy vamos a pedirle al Señor, fuerza para la lucha, fuerza para no dejarnos atrapar por las costumbres del mundo que nos rodea, y a María que nos ayude a que podamos ofrecerle a Dios la transparencia de nuestras vidas.