Con buen ánimo

En la novela futurista de Philip K. Dick: “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” (en la cual está basada la película “Blade runner”), aparece un ‘órgano de ánimos’, que es un aparato mediante el cual, marcando unos códigos, cada uno puede elegir su estado de ánimo para un tiempo determinado, y la máquina se encarga de estimularlo: alegría, concentración en el trabajo, actitud favorable hacia los demás, confianza… Los protagonistas se alegran de tener ese aparato, porque así, aunque sea de forma artificial, se aseguran tener buen ánimo, independientemente de las circunstancias que les afecten. Y más de uno también quisiéramos tener ese ‘órgano de ánimos’ para poder afrontar cada día con decisión, energía y valor.

En la 2ª lectura hemos escuchado a san Pablo decir: “Siempre llenos de buen ánimo… estamos de buen ánimo…”. Parece que san Pablo tenga también un ‘órgano de ánimos’ que le permite hacer tales afirmaciones, en medio de los problemas que aquejan a la comunidad cristiana de Corinto y, en general, de los duros trabajos y sufrimientos que san Pablo padece por el anuncio del Evangelio. Pero el buen ánimo de san Pablo no está provocado de forma artificial, sino por su encuentro personal con Cristo Resucitado, que ha llenado su vida de esperanza: ésta es la fuente de su buen ánimo y, por eso, puede afirmar: “caminamos en fe y no en visión…”. Pablo no ‘ve’ los frutos de su misión evangelizadora pero, por la fe en Cristo Resucitado, continúa desarrollándola con buen ánimo.

Es una llamada para nosotros, en todos los ámbitos de nuestra vida, porque a menudo no tenemos buen ánimo frente las circunstancias personales, sociales, laborales, eclesiales… que nos aquejan. Ese ‘órgano de ánimos’ de la novela no existe y, aunque podemos encontrar muchas recomendaciones para favorecer el buen ánimo (deporte, descanso, alimentación sana, tareas y pensamientos gratificantes…), éstas no producen el efecto deseado, o no es duradero. Necesitamos que el buen ánimo brote de nuestro interior de modo natural, como en el caso de san Pablo: necesitamos el encuentro personal con Cristo Resucitado.

Los medios para que se produzca ese encuentro personal los sabemos: la oración, la formación en los Equipos de Vida, la Eucaristía, la Reconciliación y los demás Sacramentos… Pero el Evangelio de esta semana nos recuerda que también la acción es un medio de encuentro con Cristo Resucitado. Como dijo el Papa Francisco al Foro Internacional de Acción Católica (2017): «El ejemplo es Jesús con los apóstoles: los enviaba con lo que tenían. Después los volvía a reunir y los ayudaba a discernir sobre lo que vivieron. Que la realidad les vaya marcando el ritmo y dejen que el Espíritu Santo los vaya conduciendo». Para tener buen ánimo, necesitamos confiar, como san Pablo en las dos parábolas que hemos escuchado: “El Reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra… la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola… ¿Con qué podemos comparar el Reino de Dios? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después crece, se hace más alta que las demás hortalizas…”. A nosotros nos corresponde ‘sembrar’, dar testimonio del Evangelio, con nuestras palabras y con nuestras obras, en lo cotidiano. Aunque lo que hacemos nos parezca pequeño y, además, sin ver ninguna mejoría, crecimiento o fruto… nuestra acción no habrá sido en balde, porque así nos lo está asegurando el mismo Cristo Resucitado, es ‘Palabra de Dios’. Y esta confianza en su Palabra es lo que necesitamos para continuar con buen ánimo nuestra ‘siembra’ del Evangelio en nuestra vida.

Es muy comprensible no tener buen ánimo para afrontar cada día como cristianos pero, como escribió el Papa Francisco en ‘Evangelii Gaudium’ 85, eso «nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla».

Aunque a veces nos gustaría tenerlo, no necesitamos ningún ‘órgano de ánimos’ artificial para afrontar cada día: tenemos la Palabra del Señor. Confiemos en ella y unámosla a la oración, la celebración de la fe, la formación y la acción. Ahí encontraremos, como san Pablo, la fuente de la esperanza y del buen ánimo que necesitamos para sembrar cada día el Reino de Dios, de palabra y de obra, en las múltiples circunstancias y relaciones que conforman nuestra vida.

Acción católica