Meditación – Lunes XI de Tiempo Ordinario

Hoy es lunes XI de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 5, 38-42):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia.

Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas».

Dios me libre de cederte la herencia de mis padres

Ayer le pedíamos a Dios que nos concediera su gracia para guardar sus mandamientos y agradarle con nuestros deseos y acciones. Esa petición reconoce que El siempre va a nuestro lado, sosteniendo deseos y acciones.  La cercana relación con él, basada en una creciente comunión, hace posible guardar sus mandamientos y concordar deseos y acciones.

El relato del primer libro de los Reyes, nos sitúa en el reinado de Ajab y Jezabel. No se trata solamente de episodios históricos, sino que, mirando el discurrir de los hechos a la luz de la fe, quedan de manifiesto la corrupción y la honestidad, la bondad y la maldad.

La viña de Nabot es más que un simple viñedo, es la “herencia de sus padres”. Frente al antojo caprichoso de Ajab, de hacerse un “huerto ajardinado junto a su casa”, la firmeza de la posición de Nabot. Las ofertas del rey Ajab: intercambio de tierras incluso mejores, o su valor en dinero, aunque sea un precio justo, no pueden obligar a Nabot a ceder, ni socavar el “aprecio de la herencia de sus padres”. Todo el poder real no es razón suficiente para semejante negocio. La respuesta: “Dios me libre de cederte la herencia de mis padres”, hacen ver a Ajab que sus pretensiones son inútiles. Evidente es su frustración. La dignidad ni se negocia ni se vende.

Entra en juego Jezabel: «¡Ya es hora de que ejerzas el poder regio en Israel! La perfidia de Jezabel es resaltada en el relato y la sufrirá, al igual que Nabot, el profeta Elías. ¿Cómo actúa? Usa el poder real para imponer procedimientos perversos y sentencias injustas. Alienta la prevaricación de los notables y de los que, por miedo a su perversión, cederán a sus desmanes. Todo revestido de una falsa virtud y apego a la legalidad. “Tú has maldecido a Dios y al rey”. Es el testimonio forzado para apedrear a Nabot hasta morir. Le comunican la ejecución y feliz ella notifica a Ajab que la viña de Nabot es suya.

Pareciera la crónica de los acontecimientos en nuestros días, a lo largo y ancho del planeta. La corrupción extendida, invadiendo todos los ámbitos de la vida humana. Poderes corrompidos que doblegan la justicia y atropellan la dignidad y derechos de las personas. Uso y abuso del poder, tráfico de influencias en los ámbitos del poder. ¿Qué hacer?

 

Atiende a mis gemidos, Señor

Es la súplica que se alza, desde todos los confines del planeta, presentando ante Dios todo el dolor humano y los atropellos a los que son sometidos amplios sectores de la humanidad. Haz caso, le decimos a Dios, de nuestros gritos de auxilio. Conscientes de que Dios no ama la maldad, ni los fines perversos de quienes abusan de su poder; tampoco el servilismo vil que reviste comportamientos relacionados con el poder y procedimientos injustos. En el dolor de la humanidad queda claro que Dios no ama la maldad, ni la perversión ni la arrogancia. Detesta la mentira, toda mentira, ni comportamientos sanguinarios y tampoco la traición.

La palabra del Señor hoy nos ilumina y nos ayuda a discernir, de modo que no caigamos en la tentación de revestir de religiosidad y justicia, criterios y comportamientos, alejados del evangelio.

Yo os digo: no hagáis frente al que os agravia

El sermón de la montaña que estamos escuchando en estos días, es el planteamiento básico que Jesús ofrece al hombre contemporáneo. Porque no es un relato del pasado, ni su palabra queda en el pasado remoto, sino que es actual y viene a iluminar la actualidad. Y esta iluminación nos reclama respuestas actualizadas.

Así, respecto de los mandamientos dados en el Sinaí, Jesús, como nuevo legislador, define: “Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”, Pero yo os digo no hagáis frente al que os agravia…”.  Juan, en el prólogo de su evangelio, establece la diferencia: “La ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo”. Ha llegado el tiempo, ya estamos en él, en el que todo lo dado a conocer a lo largo de la historia de la humanidad y en favor de su salvación, sea escuchado, acogido, entendido y aplicado desde la clave cristológica. “Pero yo os digo”.  Esta expresión marca un antes y un después.

Y el después es la negación absoluta de cualquier tipo de violencia, de injusticia, de atropello y violación de la dignidad humana. Naturalmente, poner la otra mejilla, dar también el manto, caminar todo el espacio y tiempo que sea necesario, no rehuir los compromisos, no significa cooperar con el mantenimiento de la injusticia, pues estamos llamados a transformar el mundo, corregir los sistemas y ser luz y sal de la tierra.

No es lícita ninguna práctica, razón o argumento de tipo espiritual que pueda justificar los atropellos y violaciones de la dignidad de toda persona humana.

¿Cómo asumo los planteamientos de Jesús en nuestros días?

¿Cómo trato de aplicarlos?                                                   

Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.