Comentario al evangelio – Martes XI de Tiempo Ordinario

Jesús nos propone hoy algo muy difícil, pero no imposible de conseguir: el amor cristiano debe llegar hasta el perdón a los enemigos como Jesús lo hizo en la Cruz. Todos los días lo decimos en el Padrenuestro “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Son enemigos quienes nos ponen dificultades, nos ponen a prueba, aquellos que no nos quieren, aquellos a quienes no les caemos bien, aquellos que no hablan tal como nosotros lo hacemos, y tanto la gente de dentro como de fuera de nuestra familia y amigos. Incluso Jesús nos pide que recemos por nuestros enemigos, por aquellos que nos quieren destruir, para que Dios los bendiga. Esta es la “lógica difícil” de Jesús que perdonó no solo a los que le mataban “perdónalos, Padre, no saben lo que hacen”, sino que también pidió perdón por ellos.

La verdadera media de nuestro compromiso y nuestra fe se revela en nuestra capacidad para amar a aquellos que se oponen a nosotros, a aquellos que nos desafían. Este amor incondicional no es un sentimiento pasajero, sino una decisión consciente de buscar el bien, incluso cuando enfrentamos hostilidades o indiferencia, pues el verdadero amor no pide nada a cambio, el verdadero amor se da aunque sea pisoteado. Ya decimos que el amor nos asemeja a Dios que ama sin distinciones ni preferencias. Dos llaves abren el corazón de Dios: el amor y el perdón; dos llaves abren el corazón del hombre: el amor y el perdón.

Los cristianos estamos llamados a ser “puentes” de reconciliación y paz, y “fuente” de amor incondicional en la vida diaria con la bondad y la comprensión hacia aquellos con quienes podemos tener diferencias en el trabajo, la familia, la comunidad. Al vivir así nos acercamos más a la perfección a la que estamos llamados, pues reflejamos la bondad y misericordia que se nos ha manifestado a nosotros mismos.

Esta enseñanza de Jesús es revolucionaria y contracultural, puesto que nos invita a mirar más allá de nuestras propias limitaciones y prejuicios para vivir un amor que no conoce fronteras.

¿Podemos llegar a amar a nuestros enemigos? ¿Cómo? Te indico un camino que tiene esos pasos.

llénate del Espíritu Santo, de su amor, que es de Dios. El amor es un don de Dios que hay que pedir;

-perdona: si no perdonas nunca madurarás como creyente, pues hay que morir para vivir;

controla tus pensamientos, para que no te vuelvan a contaminar y caigas en la amargura y retrocedas en tu camino;

compadécete: la compasión hacia quien te ofendió, porque no sabe lo que hizo;

bendice a quien te maldiga: “bendecid, sí, no maldigáis”, es decir sé amable y amigable;

ora por tus enemigos y adversarios: “haz el bien a los que te aborrecen”.

Son pautas para hacer un buen camino hacia la plena reconciliación y paz interior.

José Luis Latorre, cmf