Lectura espiritual – Martes XI de Tiempo Ordinario

APARICIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

Ha aparecido la bondad del Salvador nuestro Dios, y su amor para con los hombres (Tit 3, 4).

I. La bondad y humanidad del Salvador apareció en el mismo Salvador y en la Bienaventurada Virgen, pues María fue llena de gracia.

1º) El desbordamiento de su alma llegó hasta su carne, hasta su cuerpo. Es mucho para los santos poseer gracia bastante para santificar su alma; pero el alma de la Bienaventurada Virgen fue tan llena que se derramó en su carne, para que pudiese concebir al Hijo de Dios. Por eso dice Hugo de San Víctor: «Porque en su corazón ardía singularmente el autor del Espíritu Santo, por eso hacía maravillas en su carne, en tal medida que de ella naciese Dios y hombre». Lo Santo que nacerá de ti, será llamado Hijo de Dios (Lc 1, 35).

2º) Su plenitud llegó a todos los hombres. Es mucho para un santo tener una gracia que le baste para salvarse. Pero es más tener una suficiente para su salvación personal y la de otros muchos; pero si tuviese una gracia suficiente para su salvación y la de todos los hombres del mundo, esto sería perfecto. Esto ocurre en Cristo y en la Bienaventurada Virgen; porque en todos los peligros puedes obtener la salvación de manos de la misma Virgen gloriosa. Por eso dice el Cantar de los Cantares: Mil escudos, esto es, remedios contra los peligros, cuelgan de ella (Cant 4, 4). Además, puedes contar con su ayuda en toda obra de virtud, como dice ella misma: En mí toda esperanza de vida y de virtud (Eccli 24, 25). (Exp. Salut. Angel).

II. Saldrá una vara de la raíz de Jesse (Is 11, 1). La Virgen es dadivosa por seis utilidades que nos proporciona.

1ª) Porque nos dividió el mar, es decir, el mundo, para que pasemos. Tú alza la vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídele (Ex 14, 16).

2ª) Porque de la piedra, que es Cristo, nos sacó el agua de la gracia para que bebamos. Toma la vara. . . y hablad a la peña delante de ellos (Num 20, 8).

3ª) Porque nos da la miel de la devoción, a fin de fortalecernos. Alargó la punta de una vara que tenía en la mano, y la mojó en un panal de miel (1 Reyes 14, 27).

4ª) Porque por ella vencemos al diablo. Y habiendo ido a él con una vara, arrancó por fuerza la lanza de la mano del egipcio, esto es, del diablo (2 Reyes 23, 21).

5ª) Porque, gracias a su mediación, impetramos la clemencia divina. Y él alargó hacia ella el cetro de oro (Est 5, 2), con lo cual se mostraba la señal de la clemencia.

6ª) Porque ella nos libra de las manos de todos los enemigos. De Sión hará salir el Señor el cetro de tu poder (Sal 109, 2).

(Serm. in Annuntiat. B. Mariae).

Meditaciones de Santo Tomás de Aquino. Fr. Z. MÉZARD OP