¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?

Señor Jesús,
¿no me estás haciendo a mí mismo este reproche?

La salud no me acompaña,
el trabajo pastoral no es fructífero,
los jóvenes no aparecen por la iglesia,
hay pocas vocaciones religiosas,
los curas no vivimos muy unidos,
los mismos cristianos andamos divididos,
en el mundo hay muchos millones
de seres humanos que mueren de hambre,
abunda el egoísmo,
la comodidad y la avaricia;
se vive para el ahora
y mientras tanto tenemos
la crisis de la que en todos los sitios
se habla y se nota…

Y ante estas situaciones o parecidas
nos aclamamos a Ti, Señor Jesús,
pidiéndote auxilio.

Te pedimos en las Eucaristías, te hacemos novenas,
invocamos a María, rezamos rosarios…

Y mirando el Evangelio
veo que Tú nos invitas a levantarnos,
a tomar nuestra camilla
y ponernos a andar,
a no quedarnos postrados,
a hacer todo lo que esté en nuestras manos,
a no desconfiar de Ti, ni de las personas,
a fortalecer nuestra fe en tu presencia.
Tú nos lo dijiste:
“Yo estaré para siempre en medio de vosotros”.

Perdón, Señor Jesús,
por mi falta de fe en tu Persona.
Perdón porque me cuesta asumir
las contrariedades de la vida.
Perdón porque hay quien te atribuye a Ti
las calamidades de este mundo.
Perdón, Señor,
por nuestras quejas,
como hicieron los israelitas por el desierto.

Gracias, Señor Jesús,
por esa mujer que me dice
que ya ha cuidado a no sé cuantos ancianos
de su familia y ve que todavía no ha terminado
y trata de poner en ello todo su corazón,
sin hundirse sino haciendo
sus ocupaciones con toda normalidad.

Gracias, Señor Jesús,
por tantas personas que ponen su empeño
por humanizar nuestro mundo
en cualquier campo de la vida.

Gracias por esas personas que saben escuchar
y devuelven autoestima,
solidaridad y fe en Dios Padre.

Haz, Señor Jesús,
que no perdamos la confianza
de que Tú estás con nosotros,
de que Tú nos acompañas…

Dios quiera que sobre todo
en los momentos difíciles sepamos mirarte.
Tú, Señor Jesús,
eres siempre nuestro modelo.