Tener fe no es tener todas las respuestas

1.- Se preguntaron espantados y se decían unos a otros: ¿pero quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen! Los discípulos no acababan de aclararse ante el poder sobrehumano de Jesús. No es que no creyeran que Jesús era el Hijo de Dios, es que no entendían lo que eso significaba. Nos pasa frecuentemente a nosotros algo parecido cuando afirmamos que Jesús es Dios. Como nos ocurre con tantos otros misterios de los que nos habla la teología, los creemos, pero no acabamos nunca de entenderlos. Lo del catecismo, cuando nos decía que la Iglesia tiene doctores que le sabrán responder, no siempre funciona. Muchos cristianos de a pie piensan a veces que los curas podemos responder a todos los problemas teológicos que ellos no entienden y, por eso, nos preguntan a nosotros. Pero nosotros, los curas, muchas veces no sabemos mucho más que ellos. Recuerdo ahora algo que leí hace unos días: una niña preguntó al Papa que cómo un Dios bueno puede permitir tanto mal en el mundo. El Papa la abrazó y le dijo, con mansedumbre y verdad: esa pregunta no la sabemos responder. Y es así porque Dios es un misterio y los misterios son racionalmente insolubles. Podemos creerlos o no creerlos, pero nunca entenderlos. Nuestra inteligencia humana está irremediablemente limitada por el espacio y el tiempo que nos envuelven y nos constituyen. Dios no está limitado por el espacio y el tiempo; es inmenso y eterno. En cualquier caso, lo que no debemos hacer nunca los cristianos, ante el misterio, es espantarnos, como hicieron los discípulos. Ante los misterios divinos la única una actitud auténticamente cristiana es la adoración humilde y confiada. Como decía Teilhard de Chardin, hablando de los misterios: cuando no entiendas, ¡adora y confía!

2.- El Señor habló a Job desde la tormenta. Job creía en Dios, pero no siempre entendía su comportamiento. El libro de Job es, entre otras cosas, el libro de las grandes preguntas sobre la bondad de Dios y el problema del mal en el mundo. Job había sido educado en la teología de la retribución: Dios nos trata a cada uno según nuestras obras, los buenos son premiados y los malos castigados. Él se había esforzado siempre en ser fiel a Dios y Dios le había premiado, ¿por qué ahora le castiga tan duramente? Job no encuentra motivos que le expliquen el comportamiento de Dios y por eso se queja amargamente y hace tantas preguntas. Sus amigos, encima, se burlan de él. Más de alguno de nosotros habremos tenido experiencias, propias o ajenas, parecidas a las que tuvo Job. Es el eterno misterio del mal en el mundo, para el que el Papa Francisco le dijo a la niña que no teníamos respuesta. Con eso nos quedamos nosotros ahora: la fe no significa tener todas las respuestas. Creer en medio de las dudas, y a pesar de las dudas, sigue siendo una virtud teologal. Adoremos el misterio de Dios y confiemos siempre en Dios.

3.- Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Pablo les dice a los fieles de Corinto que vivir en Cristo es algo totalmente nuevo, distinto del antiguo vivir en el mundo y según los criterios del mundo. Vivir en Cristo y por Cristo es vivir como auténticas criaturas nuevas; el hombre viejo ha muerto. El problema para cada uno de nosotros es que, mientras vivimos en este mundo, no podemos dejar de vivir de alguna manera según la carne. Pablo nos dice que ya no valoremos a nadie según la carne, porque Cristo con su muerte y resurrección nos ha hecho criaturas nuevas. También en este caso, como les pasaba a los discípulos y como le pasaba a Job, es más fácil creerlo que practicarlo. Nuestro espíritu quiere ser siempre nuevo, pero el cuerpo se resiste y nos resultará siempre difícil vivir como criaturas nuevas. Pidamos al Señor que nos infunda siempre su santo Espíritu.

Gabriel González del Estal