Comentario al evangelio (12 de octubre)

El Pilar de nuestra fe

Es bueno querer a la Virgen María, pero es más importante que la conozcamos bien. Y aquí se precisa un poco de teología. ¿Qué significado hemos de dar a la presencia de María entre los apóstoles en Pentecostés? Un significado vital: María sustituye a Jesús como eje de los apóstoles. «¿Como así?»-me diréis-, «¿no son los apóstoles los sucesores de Cristo?,¿qué aporta María?». Según el teólogo Von Balthasar, pero confirmado por Juan Pablo II, María es la que garantiza que en la Iglesia, además de la jerarquía (los apóstoles) que expresan la santidad objetiva (la que se nos da a través de la Palabra y los Sacramentos), existe la santidad subjetiva (la que consiste en acoger el don de Dios y responderle en fidelidad). Y así, su perfecta fidelidad completa aquel aspecto de Jesús que los apóstoles -que seguían siendo hombres pecadores- no podían dar.

En Ella, la Iglesia aparece como la Esposa fiel que responde con perfección a Cristo. Y sobre todo por Ella – pero también por todos los que, a lo largo de la historia, ha sabido responder con plenitud a la llamada de Dios- la Iglesia puede decirse santa. Y de ello depende la calidad de su vida.

Pues si la jerarquía es como el esqueleto en el cuerpo, garantiza que no sea una masa sin forma, la santidad y el amor son como el soplo vital, lo que hace que el cuerpo no sea un cadáver. Por eso María representa lo más decisivo en la vida cristiana, el amor que todo lo vivifica; lo que dura para la otra vida, pues el orden jerárquico desaparecerá. Sólo el amor permanece para siempre.

Por eso decimos de la Virgen que es el prototipo de todo el pueblo de Dios, pues en la respuesta personal a Dios no se distingue la jerarquía de los fieles. Y ella garantiza el primado del amor.