Jueves XXVII de Tiempo Ordinario

Hoy es 12 de octubre, jueves de la XXVII semana de Tiempo Ordinario, festividad de Nuestra Señora del Pilar.

Abro y dispongo mi corazón para este tiempo de oración. En el corazón llevo los acontecimientos de mi vida, mis preocupaciones, mis deseos y mis miedos. Vengo aquí para que todo eso no quede encerrado en mí, sino para ponerlo ante Dios. Para compartirlo con él y escucharle. Para que llene de su espíritu ese corazón que se abre a él. Para que me ayude a darle sentido a todo eso que pasa en mi vida.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 11, 27-28):

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:

—«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron».

Pero él repuso:

—«Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

Hoy se celebra la fiesta de Ntra. Sra. del Pilar. Ella, “Mujer libre”, que escucha la palabra de Dios y la cumple. Santa María del Pilar es para su pueblo, para sus hijos e hijas, Columna, Cimiento, B ase, Apoyo… en todas sus necesidades. A Ella acudimos cuando nos tambaleamos en cualquier circunstancia de la vida. Cuando nos encontramos “apurados”. Cuando vamos a dar un paso y nos sentimos desprovistos. ¡Ah! Pero, ¿sólo acudimos en la necesidad? Pues resulta que somos eternos necesitados. En todo momento, peregrinos aún por este mundo, somos “indigentes de la fe”. Con este sentimiento os invito hoy a orar con esta oración del Papa Juan Pablo II:

«Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero encomendarte, Virgen santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas. ¡Dios te salve, María, Madre de Cristo y de la Iglesia! ¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra! A tus cuidados confío […] las necesidades de todas las familias de España, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno atardecer de los ancianos. Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de cuantos trabajan por el reino de Cristo en estas tierras. En tus manos pongo la fatiga y el sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad. En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia. Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María, a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad.»

Puedes ahora dirigirte a Jesús y compartir con él cómo te sientes cuando tus búsquedas o compromisos sólo encuentran dificultades. Puedes pedirle que deje sembrar y recoger junto a él. Y acompañarle en lo bueno y en lo malo. Escúchale también hablarte de sus dificultades para anunciar el reino. Comparte con él las dificultades para que el reino de Dios se abra paso en el mundo y se haga visible a todos. Con María, a quien hoy muchos recuerdan bajo la advocación del Pilar, decimos:1

Dios te salve María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita tú eres,
entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.