Romper la burbuja

Más veces de lo deseable nos encontramos con padres y madres sobreprotectores. En la niñez necesitamos la protección de nuestros padres, pero algunos se exceden, tratando de impedir a toda costa que sus hijos sufran aunque sea mínimamente. Para ello, procuran evitarles cualquier situación difícil, dolorosa o comprometida… Pero la sobreprotección hace que el niño viva en una especie de burbuja, aislado de todo lo que suponga preocupación o conflicto, y esto tiene unas consecuencias: no se aprende a hacer frente a las dificultades, no se desarrollan las habilidades y recursos necesarios para solucionar los problemas, y no se aprende a asumir responsabilidades.

Hoy celebramos la fiesta de la Ascensión del Señor. Como hemos escuchado en la 1a lectura, Jesús se presentó a los discípulos

“después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del Reino de Dios”. Tras la crisis de la Pasión y el miedo que sintieron con la muerte de Jesús, los discípulos ahora se sienten seguros con Jesús Resucitado a su lado. La semana pasada, Jesús les decía: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor”. Y hoy hemos escuchado que “una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén”. Estas palabras podrían malinterpretarse como una invitación a ‘encerrarse en una burbuja’ para permanecer en ese amor de Jesús, aislados de los problemas y sinsabores de la vida.

Pero Jesús no es sobreprotector y por eso en el Evangelio les ha dicho: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la Creación”. Jesús quiere que sus discípulos ‘rompan la burbuja’. Todo lo que han vivido con Él, todo lo que han escuchado de Él, antes y después de su Resurrección, tenía como objetivo que se convirtieran en Apóstoles, en continuadores del anuncio del Evangelio que inició Jesús. Y eso significa asumir responsabilidades, afrontar conflictos y, también, sufrir ‘la cruz’.

Pero en el Prefacio escucharemos: «No se ha ido para alejarse de nuestra condición humana». Jesús no deja desprotegidos a sus Apóstoles en la misión, por eso les dice: “Aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar… Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y ‘hasta el confín de la tierra’”. Como celebraremos el próximo domingo, el Espíritu Santo será quien les guiará y enseñará a afrontar los retos, dificultades y sufrimientos que conlleva la misión evangelizadora.

La celebración de la Ascensión del Señor también nos cuestiona a nosotros. Porque corremos el peligro de buscar en Jesús ‘una burbuja’, un ‘refugio’ frente a la dureza de la vida, viviendo nuestra fe de un modo intimista, desde una ‘adoración’ o ‘contemplación’ mal entendida, aislándonos de la realidad, y sin querer asumir ningún compromiso evangelizador.

Si lo hacemos así, también hoy se nos dice: “¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?”. Ser cristianos es seguir a Jesús, y seguir a Jesús no es encerrarnos en ‘una burbuja’, sino que conlleva necesariamente el anuncio del Evangelio, como hemos escuchado en la 2a lectura: “Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados”. Somos cristianos para anunciar el Evangelio, un mismo anuncio (“Un solo cuerpo y un solo Espíritu, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios, Padre de todos…”) que llevamos a cabo de formas diferentes: “él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y doctores…”. Todos tenemos nuestra función dentro de la misma misión, y nadie debe quedarse encerrado en ‘su burbuja’ por comodidad o por miedo.

¿Soy una persona sobreprotectora? ¿Por qué? ¿Soy consciente de las consecuencias? ¿Vivo una fe intimista, hecha solamente de ‘contemplación’? ¿Busco en Jesús un ‘refugio’”, una ‘burbuja’ que me proteja de los sinsabores de la vida? ¿Me siento enviado a la misión evangelizadora? ¿He descubierto cuál es mi función dentro cuerpo que es la Iglesia? ¿Cuento con el Espíritu Santo?

Rompamos la burbuja. Jesús, como buen Maestro, nos pide que ‘rompamos la burbuja’ en la que a veces nos metemos y que seamos sus apóstoles, compartiendo «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestro tiempo» (GS 1). Que maduremos en la fe, afrontando retos y superando fracasos, porque Él siempre estará ahí, con su Espíritu, para acompañarnos y apoyarnos.