Lectio Divina – Martes XII de Tiempo Ordinario

LECTIO

Primera lectura: 2 Reyes 19,9b-11.14-21.31-35a.36

En aquellos días, 

9 Senaquerib envió de nuevo mensajeros a Ezequías para decirle:

10 -Así diréis a Ezequías, rey de Judá: «Que tu Dios, en quien confías, no te engañe diciéndote: «Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria». 

11 Sabes bien que los reyes de Asiria han exterminado a todos los países, y vas a librarte tú?».

14 Ezequías tomó la carta que traían los mensajeros y la leyó; después, subió al templo, la desenrolló ante el Señor

15 y oró así: -Señor, Dios de Israel, que te sientas sobre los querubines, tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra, tú has hecho el cielo y la tierra. 

16 Inclina, Señor, tu oído y escucha; abre, Señor, tus ojos y mira. Escucha las palabras con que Senaquerib ha ultrajado al Dios vivo. 

17 Es verdad, Señor, que los reyes de Asiria han asolado otros pueblos y otras tierras, 

18 y han quemado a sus dioses, porque no eran dioses, sino madera o piedra modeladas por el hombre; por eso los han destruido. 

19 Te suplico, Señor, Dios nuestro, que nos libres de su poder, para que todos los reinos de la tierra sepan que tú, Señor, eres el único Dios.

20 Entonces Isaías, hijo de Amos, mandó a decir a Ezequías: -Así dice el Señor, Dios de Israel: «He escuchado tu plegaria ante la amenaza de Senaquerib, rey de Asiria». 

21 Ésta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: «Te desprecia y se burla de ti, la doncella de Sión; Jerusalén a tus espaldas menea la cabeza».

31 Porque quedará un resto en Jerusalén y supervivientes en el monte Sión. Así lo realizará el Señor.

32 Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: «No entrará en esta ciudad ni la alcanzará con sus flechas, no la cercará con sus escudos ni levantará terraplenes contra ella.

33 Se volverá por donde vino y no entrará en esta ciudad. Oráculo del Señor.

34 Yo la protegeré y la salvaré, en atención a mí mismo y a mi siervo David».

35 Aquella misma noche, el ángel del Señor vino al campamento asirio e hirió a ciento ochenta y cinco mil hombres.

36 Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, se fue a Nínive y se quedó allí.

La narración bíblica prosigue hablando de la masiva inmigración de cinco estirpes extranjeras e idolátricas (los famosos «cinco maridos» de Jn 4,18) en tierras de los samaritanos, inmigración que provocó un auténtico sincretismo: «aquellas gentes daban culto al mismo tiempo al Señor y a sus ídolos. Y sus descendientes siguen haciendo lo mismo hasta el día de hoy» (2 Re 17,41). A Judá le aguardaba un destino que no era diferente. Reinaba

allí el piadoso rey yahvista Ezequías (716-687), que logró salvar Jerusalén entrando en una relación de vasallaje con Asiria (2 Re 18,13ss). A pesar de ello, la reacción antiasiria, con el apoyo egipcio, era viva.

El fragmento que hoy nos ofrece la liturgia nos presenta la carta del rey de Asiria Senaquerib (704-681) en la que amenaza a Ezequías con ponerse en contra de él.

Al mismo tiempo, Isaías, en un extenso canto que incluye el oráculo divino (w. 21-34, reducidos en el texto litúrgico), anuncia la derrota, por obra del mismo Señor, del ejército de Senaquerib, diezmado probablemente por la peste.

Salmo Responsorial

Dios ha fundado su ciudad para siempre

Salmo 47,2-3a.3b-4.10-11


Grande es el Señor y muy digno de alabanza 
en la ciudad de nuestro Dios.
Su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra. 
R/. 
Dios ha fundado su ciudad para siempre

El monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey. 
Entre sus palacios, Dios 
descuella como un alcázar. 
R/. Dios ha fundado su ciudad para siempre

Oh Dios, meditamos tu misericordia 
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios, 
tu alabanza llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia. 
R/. 
Dios ha fundado su ciudad para siempre

Evangelio: Mateo 7,6.12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 

6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los puercos, no sea que las pisoteen, se vuelvan contra vosotros y os destrocen.

12 Así pues, tratad a los demás como queráis que ellos os traten a vosotros, porque en esto consisten la Ley y los profetas. 

13 Entrad por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por él. 

14 En cambio, es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que lo encuentran.

Hallamos aquí algunos dichos del Señor reunidos por el evangelista en el magno «sermón del monte». El texto litúrgico omite los versículos relativos a las «cosas buenas» que los hombres intercambian entre ellos y que el Padre celestial concede a quienes se las piden.

El primero de los dichos referidos tiene que ver con el uso de lo «santo». El sentido de esta expresión no está claro, aunque podemos sobreentender con ella la Palabra evangélica y, en último extremo, la eucaristía (Didajé 9,5). Parece que se bosqueja aquí lo que será definido como «la disciplina del arcano». Consiste esta en no revelar los santos misterios a los extraños y menos aún a las personas indignas. «Si cerramos nuestras puertas antes de celebrar los misterios y excluimos a los no iniciados», precisa Juan Crisóstomo, «es porque hay todavía muchos que están demasiado poco preparados para poder participar en estos sacramentos».

Con el término «perros» se designaba de modo despreciativo a los paganos, considerados idólatras por definición (cf. Mt 15,26ss, donde apenas se atenúa la palabra poniéndola en diminutivo, «perrillos»). A los cerdos, considerados proverbialmente como animales impuros, eran equiparados los que mantenían una conducta contraria a la Ley (ambas categorías de animales se encuentran en 2 Pe 2,21ss). Según Jerónimo, «algunos quieren ver en los perros a aquellos que, tras haber creído en Cristo, vuelven al vómito de sus pecados; y en los cerdos, a los que no han creído aún en el Evangelio y siguen revolcándose en sus vicios y en el fango de la incredulidad. En consecuencia, no conviene confiar demasiado pronto a hombres de tal condición la perla del Evangelio, por miedo a que la pisoteen y, revolviéndose contra nosotros, intenten destrozarnos». 

Frente a la bondad divina, los hombres son «malos»; sin embargo, son capaces de dar pan y pescado. Pues bien, qué «pan» y qué «pescado» no nos dará el Padre con el don de su Hijo? Estas «cosas buenas» son «ciertamente, ante todo, los bienes superiores, el Reino y la justicia de Dios. Le 11,13 dice «dará el Espíritu Santo» a los que se lo pidan. El Espíritu Santo es el don por excelencia, siempre conforme a la voluntad de Dios, y se concede siempre a los que lo piden: espíritu de vida y de regeneración, inteligencia de las Escrituras, discernimiento espiritual, carismas varios en la comunidad.

Pero hay muchas otras cosas que pueden ser «buenas» en el marco y desde la perspectiva del Reino y de su justicia: también una buena salud y el pan de cada día, así como la paz eterna y la tranquilidad favorable al buen trabajo. Debemos abstenernos, pues, de una excesiva timidez, de un orgullo espiritualista, de un estoicismo cristiano, o como se quiera decir, que venga a detener la espontaneidad natural de la oración de los hijos al Padre» (G. Miegge).

El v. 12 constituye la «regla de oro» del obrar cristiano. La encontramos, aunque formulada de manera negativa, en Tob 4,15 y no falta tampoco en las antiguas tradiciones espirituales. Hemos de señalar aún la insistencia en el hacer, que se repite más veces en este último capítulo del sermón del monte (w. 12; 17; 19; 21; 24; 26).

Por último, están las dos puertas y los correspondientes caminos a los que dan acceso. La doctrina de los dos caminos estaba formulada ya en el Antiguo Testamento (Dt 30,15-20) y fue recuperada en la primera catequesis cristiana (Didajé 1,1). La imagen de la puerta y del camino remite al mismo Cristo (cf. Mt 22,16), que se atribuye a sí mismo esta doble realidad (Jn 10,7; 14,6), así como a los Hechos de los apóstoles, donde aparece con bastante frecuencia.

MEDITATIO

Las «perlas», según Juan Crisóstomo, son «los misterios de la verdad», o sea, la totalidad del patrimonio revelado. En consecuencia, dejaré aparecer en qué consideración tengo la Palabra divina. El fragmento litúrgico omite los w. 7-11, relacionados con la eficacia de la oración. Los leemos directamente en la Biblia, a fin de convertirlos en objeto de meditación. La Glosa medieval explícita el trinomio «pedir, buscar y llamar», diciendo que «nosotros pedimos con la oración, buscamos con la rectitud de la vida y llamamos por medio de la perseverancia «. El texto evangélico nos invita, por otra parte, a preguntarnos si somos capaces de dar cosas buenas a los hermanos, cosas que se convierten de este modo en la medida de nuestras acciones. Por último, tomo conciencia de si voy por el camino estrecho que es Cristo mismo o si intento hacerme el recorrido cómodo y gratificador al precio de compromisos y mediocridad.

 

ORATIO

Clementísimo Señor Jesucristo, hazme entrar por la puerta de la salvación y en la vida de la gloria después de haber recorrido el camino estrecho de la justicia y haber entrado por la estrecha puerta de la penitencia.

Enséñame a evitar las sugerencias de los engañadores y concédeme evitar la sencillez y la inocencia de los hombres espirituales. Que mi corazón eche sus raíces no en la tierra, sino en el cielo, de modo que sea encontrado fiel en los frutos de las buenas obras más bien que en el follaje de las solas palabras.

Concédeme cumplir la voluntad del Padre celestial y traducir en obras las palabras que escucho de ti, de suerte que, arraigado en ti, no haya tentación que me separe de ti. Amén (Landulfo de Sajonia).

CONTEMPLATIO

El camino ancho es el apego a los bienes del mundo que los hombres desean ardientemente. Estrecho es el que se recorre al precio de fatigosas renuncias. Observa también cómo insiste en los individuos que marchan por ambos caminos: son muchos los que caminan por el camino ancho, mientras que sólo pocos encuentran el estrecho.

No es preciso ir a buscar el camino ancho, ni resulta difícil encontrarlo: se presenta espontáneamente a nosotros, porque es el camino de los que se equivocan; el estrecho, en cambio, no todos lo encuentran, y los que lo hallan no siempre entran en él de inmediato. Muchos, en efecto, aunque han encontrado el camino de la verdad, se vuelven atrás a medio camino, presos de las seducciones del mundo (Jerónimo, Comentario al evangelio de Mateo).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «!Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!» (Mt 7,11).

Lectura espiritual – Martes XII de Tiempo Ordinario

EL VINO BUENO

Todo hombre sirve primero el buen vino… mas tú guardaste el buen vino hasta ahora (Jn 2, 10).

Aquí hay misterio. Porque figuradamente se dice que prime- ro pone buen vino el que, pretendiendo engañar a otros, no propone primero el error que pretende, sino que cautiva a los oyentes, para, una vez embriagados y arrastrados al consentimiento de su intención, manifestar la perfidia. Así obra el tentador. De este vino se lee en los Proverbios: Entra blandamente, mas al fin morderá como culebra (Prov 23, 31, 32).

También se dice que uno pone primero el buen vino, cuando, habiendo comenzado a vivir santa y espiritualmente desde el principio de su conversión, degenera al fin en vida carnal. A este respecto dice el Apóstol: ¿Tan necios sois, que habiendo comenzado por espíritu, acabáis por carne? (Gal 3, 3).

Mas Cristo no pone primero el buen vino, porque al principio propone cosas amargas y duras: ¡Qué angosta es la puerta, y qué estrecho el camino, que lleva a la vida! (Mt 7, 14). Pero cuanto más adelanta el hombre en su fe y doctrina, tanto más es endulzado y experimenta mayor suavidad. Te guiaré por las sendas de la equidad; en las cuales después que hubieres entrado, no se estrecharán tus pasos (Prov 4, 11-12).

Además, todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo padecen amarguras y tribulaciones en este mundo: En verdad, en verdad os digo: Que vosotros lloraréis y gemiréis (Jn 16, 20). Pero en el futuro recibirán deleites y alegrías, por lo cual se añade: Mas vuestra tristeza se convertirá en gozo. Y San Pablo dice: Porque entiendo que no son de comparar los trabajos de este tiempo con la gloria venidera, que se manifestará en nosotros (Rom 8, 18).

(In Joan., II)

Meditaciones de Santo Tomás de Aquino. Fr. Z. MÉZARD OP

Homilía – Martes XII de Tiempo Ordinario

El Poder de una Oración Llena de Confianza

Muchas veces la Sagrada Escritura nos enseña las cosas dos veces, o de dos maneras. Por ejemplo: nos muestra qué pasa cuando confiamos en Dios y qué cuando no le creemos. Así sucede con la primera lectura de hoy: después de varios ejemplos de rebeldía e incredulidad que hemos oído en días pasados, hoy tenemos una muestra diciente de lo que sucede cuando alguien de verdad se abandona en manos de Dios.

Es muy elocuente la imagen del piadoso rey Ezequías desenrollando la carta amenazante de Senaquerib en el templo de Dios, como mostrando así las pretensiones y la altanería del rey de Asiria. Ezequías era rey en Judá, pero no puso su esperanza en su propio talento ni en sus ejércitos: ante todo acudió a Dios.

Esa imagen del rey humilde orante nos enseña qué hay que hacer ante muchos problemas: ir donde Dios y mostrarle exactamente qué está sucediendo, mientras renovamos nuestra confianza en él y buscamos la mejor manera de que resplandezca su gloria. La súplica de Ezequías obtuvo generosa respuesta. También nosotros veremos maravillas si nuestras plegarias van cargadas de esa misma confianza.

El Resumen de la Ley

Hoy en el evangelio Jesús resume la Ley así: «Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes.» En su simplicidad, esta frase, que encontramos con otras palabras en otras tradiciones religiosas y filosóficas, es toda una forma de vida. Parece cosa obvia y sencilla, y sin embargo también nos dice el Señor: «¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que conduce a la vida, y qué pocos son los que lo encuentran!» Es fácil resbalar y difícil ascender; es fácil adquirir un vicio y difícil desarraigarlo. ¿Quién no lo ha comprobado?

Los medievales decían: «la perfección requiere que se cumplan todos los requerimientos; la imperfección, que falle uno solo.» Quizá sea esa la razón de por qué cuesta trabajo aprender y toma tiempo y esfuerzo alcanzar la verdadera pericia. Un pianista profesional tiene que ensayar varias horas cada día; y sin embargo, un solo día sin entrenamiento se nota en una pérdida de calidad. La excelencia, entonces, es exigente y celosa a la vez.

Y sin embargo, hay un llamado interior que nos mueve a buscar lo mejor y lo más perfecto. Sólo allí está la belleza, sólo allí el descanso, sólo allí la saciedad. De Dios mismo, que es nuestro Creador viene ese llamado, y nada sacamos con hacer oídos sordos. Es preciso atenderlo, pero para eso Dios mismo sabe que necesitamos de su ayuda y por eso nos ha dado a su Hijo como camino, luz, medicina y alimento que nos lleve hasta la plenitud para la que Él mismo nos creó.

Fr. Nelson Medina, OP

Comentario – Martes XII de Tiempo Ordinario

BASTA CON UN PEQUEÑO RESTO

2 Reyes 19, 9b-ll.14-21.31-35a 36. Después del reino de Israel, le tocó el turno al de Judá. En esta ocasión el cronista proporciona más detalles. En realidad, el reino del sur se había sentido amenazado desde las primeras manifestaciones de la política anexionista de Asiría, y la caída de Samaría, en el 721, había supuesto un duro golpe para la moral de la población de Jerusalén. Por otra parte, las cosas no iban del todo bien en Nínive, la capital asiría; la solidez del trono se había visto perturbada durante un tiempo por sucesivas querellas sucesorias, lo cual favoreció la eclosión de esperanzas, tanto entre los exiliados como en los países vasallos de Asiría. Por ello el rey de Jerusalén, Ezequías, intentó, aunque en vano, rebelarse contra Senaquerib, el cual, deseoso de encontrar una ruta libre hacia Egipto, envió dos embajadores a Jerusalén, con un doble encargo: amenazar al rey judío y levantar a la población contra él.

El relato narra la oración desesperada que el rey Ezequías elevó a Yahvé antes de llamar a su lado a Isaías. La posición del profeta era delicada. Por una parte, él había denunciado siempre a la diplomacia real, y sobre todo la alianza con Egipto; por otra, consideraba que la expedición punitiva de Senaquerib era un castigo merecido por los pecados de Israel. Por eso se contentó con repetir al rey lo que había anunciado siempre: que, a pesar de los malos tiempos, Dios no abandonaría a su pueblo, y de Jerusalén habría de salir un «resto«.

Mientras que serias amenazas pesan sobre Jerusalén, el salmo 47, que es un cántico de Sión, recuerda la protección que Yahvé ha dispensado siempre a la ciudad santa.

Mateo 7, 6.12-14. Como quiera que el fragmento sobre la oración de petición (vv. 7-11) se ha leído en el jueves de la primera semana de Cuaresma, el leccionario relaciona los vv. 12-14 con el v. 6. Evidentemente, esto es ignorar la gran ley de las inclusiones que, en la literatura antigua, delimitan conjuntos coherentes. La inclusión del v. 12 (la ley de los Profetas) hay que relacionarla con 5, 17; circunscribe el tema central del discurso, el de la «justicia nueva», opuesta a la de los escribas y los fariseos. Por esto, los vv. 13-14 pertenecen ya a las perícopas de conclusión.

Hay que proceder por orden. El v. 6 invita al discernimiento: hay que respetar el ritmo de cada persona, es decir, aceptar la aparente lentitud con que llega a veces la gracia. Si los «perros» designan a los paganos, y las «perlas» al evangelio o incluso a la misma Eucaristía (Didajé 9, 5; 10,6), hay que comprender que las «cosas santas» no deben ser dadas a los que no saben captar su sentido. ¡Qué lección para la pastoral de los sacramentos cuando, en nuestros días, hay tantos bautizados que son tan malos creyentes!

La «regla de oro» (v. 12) era ya conocida por el judaísmo, que la relataba en forma negativa. El Targum la relacionaba con el mandato del amor al prójimo, mientras que el rabí Hilel pretendía que esta regla resumía toda la Ley. Jesús renueva esta regla de la acción moral: para El es poco evitar simplemente lo que causa daño a otro; hay que tomar la iniciativa del bien.

«Porque de Jerusalén saldrá un resto». La palabra del profeta es un acto de fe en el futuro; pero, aunque predice a corto plazo una estruendosa derrota del rey enemigo, nada será podrá, finalmente, impedir la ruina de Jerusalén. Sólo un resto sobrevivirá.

La Iglesia, hoy más que nunca, es ese resto. Pasado ya el tiempo en que la religión edificaba ciudades y los cristianos dominaban desde lo alto de sus fortalezas, ahora no somos en el mundo más que un resto, un pequeño resto. Pero no ese resto que queda después de la derrota, hasta que se extingan los últimos supervivientes, sino un «resto» en el sentido bíblico, un brote, una simiente arrojada en tierra nueva. Hemos comprendido, a lo largo de muchas pruebas, que el camino de la vida es estrecho y que hay que buscar para encontrarlo. Jerusalén no es ya la capital de la fuerza cristiana, como tampoco lo es Roma ni cualquier otro lugar… Nuestra ciudad santa está en todas partes, allí donde hay hombres que vi- ven en la fe humildemente, como se vive una esperanza.

Hubo un tiempo en que llevábamos nuestras riquezas con ostentación, como las matronas demasiado ricas lucen sus joyas. Y, sin preocuparnos siquiera por ello, resulta que hemos dejado que nuestro tesoro se devaluara. Confundiendo con demasiada frecuencia las perlas finas con la bisutería, hemos permitido que el mundo pisoteara nuestra fe al mismo tiempo que nuestras maneras trasnochadas. Y el edificio se ha resquebrajado… ¿O no se habrá incluso derrumbado? Somos un pequeño resto, sin más tesoro que nuestra esperanza.

Este tesoro basta. El Evangelio no promete la conquista del mundo; desconfía de las avenidas demasiado amplias, por las que el hombre cree poder alcanzar la salvación sin renunciar a sí mismo. La puerta del Reino es estrecha. Cuando Jesús entró en Jerusalén, la multitud se apiñaba, creyendo que habían vuelto los hermosos días del triunfo. Pero nuestro Salvador no hizo más que atravesar la ciudad por el escarpado camino de la cruz. Abandonado, desvalido, franqueó la estrecha puerta del Gólgota, y allí, pobre resto, conoció la prueba de la vida.

¿Podría la Iglesia vivir de otra manera que su maestro?

Impídenos, Señor,
dilapidar el tesoro que nos has confiado;
aparta de nosotros la tentación

de acumular riquezas demasiado fáciles.
Condúcenos por el camino de la vida;
que no tengamos otra fuerza
que la esperanza en tu Palabra,
Oh Dios que permaneces con nosotros
cuando no nos queda más tesoro que tú.

Marcel Bastin
Dios cada día 4 – Tiempo Ordinario

Música – Domingo XIII de Tiempo Ordinario

ENTRADA:

  • Antífona de Entrada (Omnes gentes) – Iván Cobos
  • Pueblos todos batid, Palmas – Gastón Guevara Meza
  • Pueblos todos, aplaudan y aclamen a Dios – Juan Carlos Malagón
  • Aclamad al Señor – Pbro. Joaquín Madurga Oteiza
  • Aclamemos hoy al Señor – Pbro. J. Pedro Matins
  • Venid, aclamemos al Señor – Pbro. Carmelo Erdozáin Gil
  • Venid a la casa del Padre – Gustavo López Nieves
  • La mesa del Altar – Hna. Bello, Miguel Bertolino
  • El Señor es mi fuerza – Juan Antonio Espinosa Bote
  • Que te escuche el Señor (Sal. 19) – Alejandro Mejía Pereda
  • A casa del Padre – Pbro. Pedro Martins

OFERTORIO

  • El Señor nos invita a su mesa – Pbro. Carmelo Erdozáin Gil
  • Recibe, Señor, nuestras vidas – Alejandro Fernández Barrajón
  • Recibe, oh, Padre santo – J. Briceño
  • Te entregamos nuestros dones – Jésed
  • Padre de bondad – Mercedes Casas
COMUNIÓN
  • Antífona de Comunión (Inclína aurem tuam) – Iván Cobos
  • Bendice, alma mía, al Señor – Gastón Guevara Meza
  • Bendice, alma mía, al Señor – Juan Carlos Malagón Hurtado
  • Aumenta señor nuestra fe – Dumas & Mary
  • Nuestro pan de cada día – Pbro. Bernardo Velado / Pbro. Esteban de Cegoñal
  • Gustad y ved (Sal. 33) – Pbro. Juan Jáuregui / Pbro. Bernardo Velado
  • Bendice, alma mía, al Señor – Alejandro Mejía Pereda
  • Bendice, alma mía, al Señor – Francisco Palazón Martínez
  • Oh, Señor, delante de ti – Pbro. Carmelo Erdozáin Gil
  • Este es el pan de los Hijos – Pbro. Antonio Alcalde Fernández
CANTO DE DESPEDIDA
  • Salve regina – Gregoriano
  • Salve regina – Jésed
  • A ti suspiramos – Francisco Palazón Martínez
  • Tú, déjalo todo – Pbro. Alfonso Luna Sánchez
  • Los Cielos y la Tierra – Mons. Cesáreo Gabárain A.
  • Enviados – Pbro. Bernardo Velado
  • Anunciaremos tu reino, Señor – C. Halffter
  • Canción del Testigo – Juan Antonio Espinosa Bote

Oración de los fieles – Martes XII de Tiempo Ordinario

Señor, nuestros corazones suplican tu favor, en medio de la necesidad. Todo el mal nos abruma y nuestra fe implora tu gracia. Hoy repetimos:

R.- CAMBIA, SEÑOR, NUESTRO LLANTO EN JÚBILO.

1.- Por el Papa, los obispos y sacerdotes, para que llenos de valor alienten a la Iglesia con el Evangelio vivo y la alimenten con el pan bajado del cielo. OREMOS 

2.- Por los pueblos del mundo para que el odio sea vencido por el amor. OREMOS

3.- Por todos los que sufren la soledad, el desarraigo, la marginación, para que encuentren una mano que les ayude a restableces su dignidad y relación con una sociedad más justa y pendiente de ellos. OREMOS 

4.- Por todos los niños y jóvenes que acaban el curso y comienzan las vacaciones, para que este tiempo de relax y cambio de costumbres no les aparte de los buenos hábitos adquiridos en el fragor del curso recién acabado. OREMOS 

5.- Por los enfermos, y moribundo, para que el Señor se haga presente en sus vidas y así recobren la salud y el ánimo para continuar su labor en el Reino. OREMOS 

6.- Por todos los que celebramos la Eucaristía en este domingo, día que rememora la Resurrección de Cristo, para que su luz ilumine el trascurso de toda la semana. OREMOS 

Padre Eterno y misericordioso, que no dejas de cuidar a tu pueblo cada día, te pedimos que atiendas estas súplicas y concedas a tus hijos el júbilo que nace de un corazón lleno de tu Amor. 

Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. 

Amen.


Ponemos estas peticiones en manos del Padre y le pedimos que nos haga generosos a la hora de aceptar nuestros compromisos, ya que ellos nos darán razones sólidas para vivir.

R.- SEÑOR, ENSÉÑANOS A VIVIR.

1.- Por todos el Papa, los obispos, los sacerdotes, los diáconos, para que nos muestren el auténtico rostro del Dios de la vida. OREMOS

2.- Por todos los necesitados de pan, de amor, de ternura, de solidaridad; para que dejen los convencionalismos y se pongan delante de Jesús, insistiendo en su necesidad. OREMOS

3.- Por todos los que han tenido que morir en la pobreza, sin compañía y sobre todo a los que no tienen a nadie que pida por ellos. OREMOS

4.- Por los ancianos, los que están solos, los que viven angustiados porque son víctimas de malos tratos; para que no nos quedemos indiferentes ante su dolor. OREMOS

5.- Para que los poderosos no intenten lograr la paz empuñando armas, sino que defiendan la tolerancia, la justicia, la concordia, el amor. OREMOS

6.- Por todos los que estamos aquí cargados de peticiones y preocupaciones; para que el Señor las acoja, sobre todo las de los más angustiados. OREMOS.

Señor, sigue ayudándonos a ser consecuentes, y recuérdanos que todo lo que hemos recibido de tu bondad. 

Por nuestro Señor Jesucristo que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. 

Amén.

Comentario al evangelio – Martes XII de Tiempo Ordinario

Más allá de las maravillas y señales, del nacimiento milagroso, de los ángeles y otras historias, conviene que nos centremos en lo que los evangelios nos quieren transmitir de Juan el Bautista. Él es el precursor. El que anuncia. El que señala.

Juan el Bautista, tal como lo presentan los Evangelios, fue uno que no se quiso poner en el centro sino a un lado. Y dejó que el centro lo ocupase Jesús. Y nos señaló a todos a donde tenemos que mirar. Nos marcó con una señal inconfundible cuál es el centro de la vida de la comunidad cristiana, de la Iglesia, y de cada cristiano. Él no tuvo dudas en menguar para que Jesús creciese. Si por un momento alguno de sus seguidores llegó a pensar que con seguir a Juan Bautista tenía suficiente, el mismo Juan se encargó de decirles que no perdiesen el tiempo y que fuesen detrás de Jesús. Quedarse mirando a Juan es hacer como el tonto que se queda mirando al dedo que apunta a la luna y no va más allá.

Esa actitud me parece que es la clave de nuestra vida y de la vida de la Iglesia. No somos el centro del universo. La iglesia no está para perpetuarse a sí misma sino al servicio de una misión: hacer que los hombres y mujeres de todos los tiempos lleguen a conocer a través de su estilo de vida, de su forma de comportarse y relacionarse, y de su anuncio, por supuesto, a Jesús, el testigo del amor de Dios entre nosotros, el que se entregó por nuestra salvación, el que nos abre a una nueva esperanza. Lo que se dice de la Iglesia se aplica a cada uno de los que la formamos. No estamos para mirarnos al ombligo. No estamos para defender nuestros derechos ni nuestras sacrosantas tradiciones sino para anunciar el Evangelio, la buena nueva de la salvación, a todos los que nos rodean.

Ser cristiano no es cultivar devotamente una relación personal con Dios, con el que en la intimidad puedo dialogar y sentirme bien y amado y perdonado. Es eso pero no es solo eso. No puede ser solo eso. Es además y sobre todo vivir y actuar invitando a todos a que lleguen a descubrir a Jesús en sus vidas. Es ser anunciadores y señaladores. Como Juan el Bautista, el Precursor.

Fernando Torres, cmf

Meditación – Martes XII de Tiempo Ordinario

Hoy es martes XII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 7, 6. 12-14):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros.

Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas.

Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos.

¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos».

Tú solo eres el Dios para todos los reinos de la tierra

La lectura del segundo Libro de los Reyes relata cómo se ha ido entretejiendo la historia de la salvación. Nos muestra una etapa convulsa y de conflicto para el Pueblo de la Alianza. Muere un rey que logró una sabiduría admirable, Salomón, porque él mismo pidió a este Dios saber gobernar al pueblo que es propiedad del Señor. No pidió cosas en su beneficio. Ahora, este reino, experimenta en sí mismo, que no es tan fácil manejarse en la vida, mantener una fe estable y coherente, así como gobernarse para enfocar tu vida al bien. El reino acaba dividiéndose en dos. Por un lado el reino de Judá y por otro el reino de Israel.

El escenario muestra las ambiciones de poder, ampliar fronteras y adquirir fuerza ante las naciones vecinas. Se da, por tanto, esa atmósfera que no nos es tan ajena hoy día por desgracia. En medio de la batalla, la lucha que lleva aparejada la vida, en medio de la incertidumbre, ante la inminente noticia de invasión, de muerte, en la oscuridad existencial de tu propia vida, aparece la actitud del rey Ezequías, que se levanta como un rayo de luz en medio de la tempestad. Ezequías, acude al Señor y en un acto de confianza pone su vida y lo que está por suceder en las manos del «Dios de la tierra». Sabe perfectamente que Dios ha sido fiel a la palabra que ha dado, a sus promesas y por tanto, se cumplirá al igual que en toda la historia de la salvación que Dios acompaña a su pueblo, que lo lleva de la mano, que está en medio de él, con su mano apretada en la nuestra.

 

Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la ley y los profetas

En el corto periodo de tiempo que Jesús dedica a la actividad de implantar el Reino de Dios, se afana en que a su auditorio le queden las cosas bien claras para que nadie se ande por las ramas y vaya a lo esencial del seguimiento. Las clases de Jesús son magistrales, pero parece que a los discípulos de todos los tiempos no nos interesa ver el calado profundo de estas sentencias. Nos resulta más fácil excusarnos que comprometernos con el proyecto del Reino: «Es que cuando me enfado… No pienso las cosas…» Y, Jesús, como buen pedagogo se acerca a ti, y en la intimidad te dice: «Si quieres tener una buena talla de corazón, trata a los demás como te gustaría que ellos te tratasen». Por tanto, hazte constructor del mandato nuevo, construye amor a tu paso: «Porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje la mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales coseché siempre rosas» (Poema «Vida» Amado Nervo).

Jesús, trata de centrar la vida del discipulado en lo que es de vital importancia: La relación con Dios y con los hermanos que estamos compartiendo la vida. En la mentalidad del fariseo de todos los tiempos se cuela un escrúpulo por el cumplimiento férreo de la ley que lleva a esclavizar. Sin embargo, el Maestro de Nazaret nos lleva a poner un horizonte de coherencia en las relaciones humanas. Por ello, es necesario reflexionar en acciones, palabras, gestos, actitudes, que tenemos que tener entre nosotros. Ya que, todo no vale en la vida, puesto que al no tener esto presente generamos heridas, divisiones, luchas, con los demás. Al aplicar el principio del amor que nos muestra Jesús la vida adquiere sabor de Reino de Dios, plenitud, paz, y no solo eso sino que equipara al sujeto que le hacemos las cosas con Él mismo: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).

En más de una ocasión no caemos en la cuenta de la magnitud que tiene el ser de Cristo. Experimentamos en lo cotidiano del día a día lo fácil que es perder el centro de nuestra fe y obrar siempre desde el corazón, Jesús nos hace esa invitación: ¿Qué quieres tú plantar en esta vida con tus palabras, gestos, acciones? Si amas se construye Reino y camino que lleva a la vida eterna.

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.

Liturgia – Martes XII de Tiempo Ordinario

MARTES DE LA XII SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde)

Misal: Cualquier formulario permitido. Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-par.

  • 2Re 19, 9b-11. 14-21. 31-35a.36. Yo haré de escudo a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David.
  • Sal 47. Dios ha fundado su ciudad para siempre.
  • Mt 7, 6. 12-14. Lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo con ellos.

Antífona de entrada          Cf. Sal 27, 8-9
El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su Ungido. Salva a tu pueblo, Señor, y bendice tu heredad, sé su pastor por siempre.

Monición de entrada y acto penitencial
El texto evangélico reúne tres sentencias que, en principio, no guardan ninguna relación entre sí. Ellos nos hablan de lo «santo», de la «regla de oro» y de la «puerta estrecha». Es difícil precisar quién es esa gente no merecedora de lo santo, comparada aquí incluso con los animales impuros. La tan conocida regla de oro es una universal norma de conducta, civilizada y moral. La «puerta estrecha» es Jesús mismo (Cfr. Jn 10, 9) que –al abrazar el camino de la Cruz– nos invita a seguirlo, esforzándonos por ser fieles a los principios evangélicos.

            Yo confieso…

Oración colecta
DIOS todopoderoso y eterno,
refugio en toda clase de peligro,
a quien nos dirigimos en nuestra angustia;
te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción;
líbranos de la epidemia que estamos padeciendo,
concede descanso eterno a los que han muerto,
consuela a los que lloran, sana a los enfermos,
da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios,
sabiduría a nuestros gobernantes
y valentía para llegar a todos con amor glorificando juntos tu santo nombre.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Hermanos, oremos a Dios Padre, que nos pide que tratemos a los demás como queremos que ellos nos traten.

1.- Para que las Iglesias cristianas alcancemos la unidad bajo la guía del único Pastor que es Jesucristo. Roguemos al Señor.

2.- Para que no le falten al Pueblo de Dios los pastores que necesita para la Nueva Evangelización. Roguemos al Señor.

3.- Para que los gobernantes acierten en su labor y haya paz y prosperidad en todo el mundo. Roguemos al Señor.

4.- Para que los pecadores se conviertan y los enfermos recobren la salud. Roguemos al Señor.

5.- Para que todos nosotros alcancemos, por intercesión de san Josemaría, la gracia de vivir la santificación del trabajo profesional y la santidad en medio del mundo. Roguemos al Señor.

Escucha, Señor, las oraciones que tu pueblo te dirige, y haz que todos nos esforcemos por recorrer el angosto camino que lleva a la vida para poder entrar por la puerta estrecha del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
ACEPTA, Señor,
este sacrificio de reconciliación y alabanza
y concédenos que, purificados por su eficacia,
te ofrezcamos el obsequio agradable de nuestro corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Sal 144, 15
Los ojos de todos te están aguardando, Señor; tú les das la comida a su tiempo.

Oración después de la comunión
OH, Dios,
de quien hemos recibido la medicina de la vida eterna,
concédenos que, por medio de este sacramento,
podamos gloriarnos plenamente de los auxilios del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.