Dar fruto abundante

1.- Estamos conectados a Jesucristo. La viña simboliza en el Antiguo Testamento a Israel como pueblo de Dios. Jesús le cambia este significado. La viña ahora es El mismo; y las ramas, el nuevo pueblo de Dios. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos, el que permanece en mí, y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. El diccionario da esta definición de sarmiento: “Vástago de la vid, largo, delgado, flexible y nudoso, de donde brotan las hojas y los racimos. Tallo leñoso, largo y delgado y flexible, capaz de apoyarse o enredarse en un soporte. Si es cabezudo, se puede plantar en otra vid cortando la cepa con un pedazo de madera vieja”. Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos;” en otras palabras, El es el tronco y nosotros somos sus ramas, que estamos para dar frutos. Pero “el que no permanece en mí, será echado fuera como el sarmiento y se secará; luego los recogen, y los echan en el fuego, y arden”. Jesús habló muchas veces en términos figurados o parábolas porque ese es el mejor lenguaje para poder explicar y entender las cosas espirituales, pero no podemos entenderlo literalmente porque no se trata de que Jesús sea una parra de uvas sino que es un ejemplo. Lo importante es que entendamos que espiritualmente hablando nosotros estamos conectados a Jesucristo quien viene a ser como el tronco donde nosotros como ramas percibimos la vida del árbol.

2.- Tenemos vida eterna por la fe en Jesús. La unión con Jesús no es una unión física como lo es una rama al tronco sino que es una unión en espíritu. Esta unión en espíritu se consigue por creer, reconocer a Jesús como el Hijo de Dios y obedecerle en todo lo que El nos diga. Creer en Jesús es el secreto de la vida eterna. Sus palabras lo explican diciendo esto: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.” (Juan 17,3). Un sarmiento o ramita vive mientras esté pegado al tronco, si por alguna razón se separa, deja de recibir el alimento que le mantiene con vida, eso es lo que entendemos cuando Jesús dice que somos hijos de Dios, la ramita es un hijo del tronco, nosotros somos ramitas e hijos del tronco que es Jesús La ramita o sarmiento come y bebe del tronco, así nosotros comemos y bebemos de Cristo que es nuestro tronco. No se trata de comer algo sustancial, sino espiritual. Podemos entender ya desde ahora lo que significa ser hijos de Dios y tener vida eterna, por el simple hecho de creer en Jesucristo. Esto nos hace estar adheridos al tronco recibiendo vida. 

3.- Demos frutos de buenas obras.“Todo sarmiento que no da fruto lo arranca, y todo aquel que da fruto, lo poda, para que dé más fruto.” ¿Cuáles son los frutos? Espiritualmente hablando, ¿qué es un fruto?: lo que Dios espera de nosotros, la respuesta a su amor. El sarmiento no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí. Sólo daremos fruto si nos unimos al proyecto de Jesús. Hay que recorrer el sendero de Jesús, camino, verdad y vida. Para asumir y vivir la opción por Jesús no estamos solos, contamos con la savia del Espíritu de Dios. De ahí que el ser discípulo de Jesús es un título que no se regala, sino que se gana. Y sólo quien da buenos frutos podrá llegar a serlo realmente. Su palabra dice: “el que permanece en mí, y yo en él, ése da fruto abundante” ¿Quienes son los frutos que contienen semilla que es la palabra de Dios? Son los hijos que nosotros, como ramitas, vamos a producir, es decir nuestras obras. No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto.”

Vivamos nuestra vida a plenitud, sepamos que somos ramas de un tronco y que vivimos mientras estemos pegados a él. Ese tronco es Jesús y nuestra misión como ramas es dar frutos. Renovémonos nuestra adhesión a Jesús. El no pide reacción automática, ni mucho menos ritual. Pide la decisión personal y la fidelidad en un Dios que se queda y que encontramos en la comunidad. Si estamos unidos a El produciremos frutos. Pero tenemos que colaborar y poner también de nuestra parte un cuidado generoso. Seamos ese campo que no miente, que mimamos para que dé buena cosecha.

José María Martín, OSA