Comentario – Lunes V de Pascua

MÁS ALLÁ DE LAS CIFRAS

Hechos 14, 5-18. Esteban había sido lapidado por orden de las autoridades judías, y la Iglesia había salido de la esfera judaica. Pablo y Bernabé, que han encontrado una muy viva oposición tanto en Antioquía como en Iconio, se dirigen cada vez más al mundo gentil. De este modo, la sangre de los mártires es finalmente fuente de gracia y crecimiento.

Como había hecho Pedro en Jerusalén (Hech 3), también Pablo cura a un enfermo en Listra. La gente está encantada y ya se imagina que los dioses visitan a sus adoradores; incluso el gran sacerdote de Zeus se dispone a ofrecer un sacrificio. Pero, cuando comprenden el desprecio de que son objeto, los dos misioneros rasgan sus vestiduras y arengan a la multitud, anunciando al Dios único, creador y providente. El discurso, efectivamente, ha cambiado: ahora está concebido para los gentiles y no contiene ya alusiones ni a la Historia de Israel ni a los profetas.

El salmo 113b es una composición informe que ha tomado sus versículos de otros salmos. Los vv. 2-8 ponen de relieve la polémica anti-idólatra; el v. ¡5 es una bendición sacerdotal.

Juan 14, 21-26. Testigos de la Resurrección, los cristianos proclaman que el amor es más fuerte que la muerte. De hecho, para revelar a Dios al mundo, la Iglesia no escoge un camino distinto del de Jesús. En efecto, durante toda su vida, éste ha hablado del amor de Dios a los hombres. Y lo ha hecho invitando al pecador a su mesa y lavando los pies a sus discípulos; lo ha hecho, sobre todo, con su obediencia.

Los cristianos, a su vez, deben dar testimonio de este amor. «En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a otros» (13, 35). El Padre ha revelado su amor enviando a su Hijo, y Jesús ha manifestado este amor dando su vida; del mismo modo, los discípulos deben amarse unos a otros «para que el mundo crea» (17, 21). En este amor que une a los cristianos se manifiesta el amor de Dios hoy.

Esto es lo que Judas debe comprender. Cristo se manifiesta no al mundo, sino a los discípulos, es decir, a los que imitan su amor para que el mundo sea testigo. La «vuelta» de Cristo, el «después» de su muerte, se vive en la Iglesia, en la comunidad de los fieles, cuando éstos viven del amor del Señor. Esta es la Epifanía para el mundo, y cuando los discípulos la vivan, el Espíritu hará que se acuerden de las palabras de Jesús.

«Si alguien me ama…». Cuando los sondeos tratan de reflejar la realidad de la Iglesia, emplean el lenguaje de las cifras, y las estadísticas cuentan el número de «practicantes», de quienes creen en la doctrina «tradicional», de quienes aceptan los comportamientos auspiciados por la autoridad… Pero nosotros, los creyentes, sabemos que la Iglesia es algo muy distinto. Y es que nadie podrá encerrar en fórmulas la originalidad de nuestra fe. La fe no es una práctica, un comportamiento o una doctrina. «Si alguien me ama…». ¿Quién, si no el poeta, podrá expresar el sentido de la fe?

«Si alguien me ama…». Nadie conoce a Dios si no experimenta, seducido y asombrado, el sofoco del enamoramiento. Todo es cuestión de amor. ¿Cómo es, entonces, que hay tantos cristianos que tratan a Dios a la manera del mundo: como un objeto útil cuando se tiene necesidad de él, y que se rechaza cuando resulta inservible? «¿Por qué razón vas a manifestarte a nosotros y no al mundo?». ¿Cómo podemos pasarnos la vida inventando contratos con Dios? ¿Cómo va a ser nuestra religión como la conciben los hombres: como un asunto de deberes y obligaciones?

«Si alguien me ama…». ¡He aquí la originalidad de los cristianos! Ser discípulo significa, ante todo, referirse a otro, sentir la fascinación producida por el hecho de que Dios hace todo lo posible por hacernos compartir su vida, llegando al extremo de dejarse clavar en un madero…

«Si alguien me ama, mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos nuestra morada en él». Dios ha elegido, para siempre, vivir en el corazón que ama. ¡Ahí es donde hay que buscar y encontrar a Dios!

Amor que excede toda medida,
Dios desbordante de amor:
¡llénanos de tu Espíritu!
Infúndenos el deseo de buscarte
y el gozo de conocerte.
¡Pon en nosotros tu morada eterna!

«Mi mandamiento es que os améis»:

para que tu Iglesia no tenga más preocupación
que la de amar cada vez más apasionadamente,
¡Señor, danos tu Espíritu!
«Os doy un mandamiento nuevo»:
para que todo rastro de envejecimiento
dé paso al amor que no tiene fin,
¡Señor, danos tu Espíritu!
«Amaos como yo os he amado»:
para que la audacia de un amor sin reservas
sea la señal de que tú estás con nosotros,
¡Señor, danos tu Espíritu! 

Marcel Bastin
Dios cada día 1 – Cuaresma y Pascua